La arquitectura carolingia.-
Este arte se presenta en alguna ocasión como una continuación del merovingio, de este último nacieron las innovaciones arquitectónicas que apuntaban ya decididamente al estilo románico. Roma y Oriente son los dos focos culturales que impulsan este arte carolingio. Se puede hablar del renacimiento del clasicismo pues Carlomagno puso de modelo a Roma en todo. En aquella época se identificaba lo romano y lo bizantino, el romanismo produjo en definitiva una avalancha de elementos bizantinos.
Con Carlomagno asistimos al resurgir de Occidente. Bajo sus dominios se congregan Francia y Alemania. En una fase ulterior los Otones, aunque actúan según bases carolingias, crearán la nacionalidad y el arte en Alemania.
En la arquitectura carolingia se ofrecen características que anuncian el estilo románico. El crucero (nacido en las basílicas paleocristianas) se acusa ahora claramente. Proliferan los ábsides contiguos, precedentes de la cabecera cluniacense. Aparece el arco perpiaño —semejante al fajón— y el crucero se alumbra con torre-linterna. Se crea el deambulatorio: pasillo detrás del altar mayor prolongando las naves laterales. Al principio iba por el exterior del templo acabó penetrando dentro del recinto. Las cubiertas eran de madera, también se emplea el pilar compuesto. Las mismas torres son de madera.
- Han desaparecido muchos monumentos, en ella se dan planes basilicales, como centrales, predominando los primeros. El más famoso monumento, la capilla del palacio de Carlomagno en Aquisgrán constituye un trasplante de la arquitectura bizantina en tierra francesa; el modelo fue San Vital de Rávena. De aquí cómo Carlomagno ansioso por romanizarse fue a Italia y se bizantizó.
- La capilla dibuja un polígono de 16 lados por fuera, al paso que los 8 pilares que sostienen la cúpula determinan un octógono. Es un modelo perfecto de equilibrio, ya que la cúpula central aparece apoyada sobre 8 grandes arquerías y contrapesada por elementos con categoría de contrafuertes.
- Otro hecho importante es que la tribuna deja de ser lugar de reunión de mujeres, ya que en ella tienen asiento preferente el propio monarca. Tenemos la tribuna en sentido jerárquico.
- El templo fue construido por Odón de Metz inaugurado en 805. A ejemplo de San Vital el espacio toma impulso vertical, cosa peculiar de la arquitectura medieval europea.
- Por iniciativa del obispo Teodulfo -español- se construyó cerca de Orleans la iglesia se S. Germigny-des-Pres: Los arcos de herradura se deberán a la recomendación del obispo habituado a la arquitectura gótica. La planta es bizantina. Una cruz griega queda inscrita en un cuadro, quedando contrarrestada la cúpula central por medio de las bóvedas de cañón de los brazos.
Era natural que Carlomagno buscase el apoyo del monasterio para llevar a cabo su peculiar manera de entender el imperio. El monaquismo de este tiempo no corresponde propiamente al propugnado por San Benito de Nursia sino a San Benito de Aniano. Se llega a veces a verdaderas ciudades-monasterios como Tours.
- Otro importante monasterio es el de San Riquiario o Céntula. Poseía doble crucero. Ofrece el prototipo de fachada monumental antecesor del románico con dos torres a los lados. Esta poseía fachada pórtico: westwerk, típica disposición del arte carolingio. Era una síntesis de fachada torreada siria, plan central y tribuna regia a la manera de Bizancio. Consiste en un cuerpo añadido a los pies del templo, provistos de dos torres a los extremos en donde se alojan las escaleras para subir a la tribuna. Esta tribuna montada sobre el pórtico que conduce a la iglesia, se abre con arcos hacia el exterior y el interior. Encima de la tribuna se elevaba otra torre, al conjunto se le llamaba triturrium.
- El westwerk o macizo occidental: es un elemento particular de esta arquitectura carolingia. Parece que el primer bloque de este tipo fue añadido a Céntula para que sirviera de enterramiento a Angilberto fundador y arquitecto del templo. El ejemplar mejor conservado de macizo occidental es el de la abadía de Corvey.
- Otro monumento interesante es el pórtico o torhalle de la abadía de Lorsch. Se piensa que haya sido un arco de triunfo que da la bienvenida a Carlomagno al llegar al monasterio.
Se construyen muchas iglesias catedrales, cuya disposición era similar a los monasterios. Esto determinó la erección de grandes catedrales en las ciudades antecesoras de las románicas y góticas que se construyeron sobre sus solares.
Al desplomarse el imperio carolingio surge el Sacro Imperio Romano Germánico que se erige en continuador de las tareas restauradoras de Carlomagno. Reflejo de aquella arquitectura otónica son las iglesias de Reichenau, San Pedro de Wimpfen y San Ciriaco de Gernrode.
Fueron extraordinariamente hábiles en la construcción de bóvedas. El empleo frecuente de la bóveda de aristas determinó la utilización del pilar compuesto. Formado por un núcleo central y columnillas adosadas. Otra características es la alternancia de columnas y pilares en la nave mayor. En el exterior son muy usadas las fajas decorativas de arquillos ciegos, es decir la decoración es a base de motivos arquitectónicos.
Las principales aportaciones orientales a la arquitectura prerrománica vienen de Armenia y Georgia donde las novedades van más lejos, aparecen las nervaduras, es decir los arcos de refuerzos que se colocan para el sostenimiento de las bóvedas. Tales arcos que se usan en la iglesia de Anie tienen ya una función constructiva a diferencia de los arcos decorativos en los edificios de los musulmanes. En fechas tan tempranas aparecen en Oriente la bóveda de ojivas, base de estilo gótico que sigue al románico.
La arquitectura carolingia
La arquitectura carolingia marcó un nuevo punto de partida y constituyó el germen a partir de la cual se desarrolló y tomó forma y carácter la arquitectura medieval. Volviendo su mirada al pasado tardoantiguo (paleocristiano), reinterpretando otro estilo imperial (el bizantino) y acogiendo las aportaciones de las distintas culturas autóctonas presentes en el territorio de Carlomagno, las artes arquitectónicas asimilaron y transformaron tales fuentes de inspiración y elaboraron algo nuevo y verdaderamente original.
El esfuerzo constructivo del imperio fue realmente considerable, acorde a las nuevas necesidades arquitectónicas surgidas del ambicioso programa reformador. De los mil setecientos edificios religiosos erigidos durante la época carolingia, sólo en el reinado de Carlomagno se construyeron dieciséis nuevas catedrales y doscientos treinta y dos monasterios, además de sesenta y cinco residencias regias. Es decir, una ingente labor constructora que se concentró en dos tipos de edificios: los destinados a funciones políticas, asignados al estado y la corte, y los dirigidos a usos religiosos, fueron los monumentales monasterios carolingios, que fueron también centros culturales.
Los monasterios de Saint-Riquier y Corvey
Simbolos básicos de la acquitectura carolingia. Carlomagno convirtió el monacato en verdadero instrumento de gobierno. Las reglas monásticas benedictinas no sólo regían los cenobios, concebidos como comunidades autárquicas que poseían todo lo necesario para abastecerse (molinos, hornos, huerto, talleres artesanales, jardines, establos, hospital, escuela, bodega, cocinas, comedor, albergues de peregrinos, letrinas, baños y cementerio), sino que también se implantaron en las catedrales urbanas, cuyos canónigos tenían que vivir en comunidad. El impulso religioso y el crecimiento monástico comportaron profundas transformaciones litúrgicas que acabarían de perfilar las construcciones carolingias dedicadas al culto.
Uno de los monumentos más ambiciosos de esta época -hoy en día desaparecido-, que conocemos bien gracias a grabados, descripciones y excavaciones arqueológicas, es el monasterio de Centula (antiguo nombre de la localidad de Saint-Riquier, Francia) construido entre 790 y 799 por el abad laico Angilberto, estadista y poeta, del que se decía que era amante de Berta, hija de Carlomagno.
El monasterio se erigió bajo la evocación trinitaria y en base a una nueva concepción de la liturgia cuyos primeros tanteos había realizado el obispo san Crodegango. Este último había introducido en su sede de Metz una liturgia estacional que imitaba la de Roma y Jerusalén, a la vez que había establecido el claustro como espacio fundamental de la vida en común. Con tales antecedentes e imbuido de la mística numérica cristiana, el abad Angilberto concibió la abadía de Centula como el conjunto de tres iglesias -consagradas a la Virgen María, san Benito y el Salvador- que, unidas por corredores porticados, configuraban un claustro triangular. Tres eran las torres, que se caracterizaban por estar coronadas por campaniles de tres pisos; tres veces diez sumaban los altares dispuestos en el conjunto; tres baldaquinos cubrían las tres aras principales; trescientos monjes componían la congregación y tres grupos de treinta y tres niños cantores formaban la coral. Una de las aportaciones más importantes de este monasterio fue el desarrollo de la iglesia-porche, denominada westwerk (cuerpo occidental) por los alemanes, y cuya evolución desembocó en la típica fachada armónica medieval de dos torres, que constituyó una de las innovaciones arquitectónicas más originales de la época.
Sin embargo, el westwerk carolingio mejor conservado se halla en Alemania, en la abadía de Corvey, plácido enclave a orillas del Weser, cerca de Höxter. El westwerk de Corvey, construido entre 873 y 885, está compuesto por una gran torre flanqueada por dos torrecillas de escaleras, y presenta en el piso superior una verdadera iglesia-porche rodeada de tribunas en las que se han descubierto neumas musicales grabados en el muro, claro indicio del emplazamiento de la scola de niños cantores.
Así se confirma la disposición y funciones de la torre del Salvador de Centula o de la turris occidentalis del monasterio de Gandersheim, en cuyo interior se representaban los dramas de inspiración terenciana y del tema cristiano escritos por la monja Roswitha en las postrimerías del milenio.
El conjunto palacial de Aquisgrán
A pesar de la naturaleza itinerante de su corte, en consonancia con el espíritu nómada de los pueblos germánicos de quienes era heredero, Carlomagno no tardó en sentir la necesidad de edificar en su imperio una capital que viniera a continuar, e incluso a relevar, el prototipo de la antigua Roma o de la lejana Constantinopla. Para ello escogió la villa de Aquisgrán, donde estableció su corte y encargó al arquitecto Eudes de Metz la construcción de su conjunto palacial.
El imponente complejo imperial, construido en tan sólo cinco años (789-804), comprendía al norte el aula palatina (Königshalle) -actualmente integrada en el ayuntamiento de la ciudad-, vasta sala rectangular con un amplio ábside al oeste desde donde el emperador presidía los juicios y recibía a los embajadores. Ésta poseía una estructura similar a la de las basílicas romanas, como la de Tréveris (Alemania), y se caracterizaba por sus dos hileras de ventanas horadadas entre pequeños contrafuertes. Al este del aula palatina se elevaba la llamada Grannusturm, torre de diversos pisos que probablemente albergaba el archivo y el tesoro de la corte.
La Königshalle se unía a la Capilla Palatina a través de un pórtico en cuyo centro se alzaba una puerta monumental que recuerda a la que se conserva en Lorsch, la Torhalle, último vestigio de la gran abadía impulsada por san Crodegango. La Torhalle es una pieza maestra de las primeras construcciones carolingias. Su planta inferior se abre en un triple paso bajo arquerías que recuerdan los arcos de triunfo o las puertas monumentales romanas, como la Porta Nigra de Tréveris, mientras que su fachada muestra una decoración con motivos clásicos.
La Capilla Palatina
La capilla real, que con adiciones posteriores góticas y del siglo XIX es la actual catedral de Aquisgrán, fue la primera de las obras concluidas en el conjunto palacial carolingio, aunque su consagración, oficiada por el papa León III, se retrasó hasta el año 805. La rapidez con que se construyó alimentó la leyenda que cuenta que el diablo intervino en la obra a cambio de la primera alma que entrara en el templo, pero que una vez terminada, le echaron un lobo -escultura del siglo II que se conserva en el vestíbulo- y Lucifer, enfurecido ante el engaño, salió violentamente, golpeando la puerta de bronce. En el arrebato, el diablo no sólo resquebrajó la puerta de bronce, sino que se dejó un dedo en el manillón -tal y como se interpreta el trozo de metal que se conserva en la boca del león que decora el picaporte-. Más allá de la leyenda, lo cierto es que esta Porta Lupis es, con sus casi cuatro metros de altura (cada batiente, de dos toneladas de peso, fue fundido en una sola pieza), la más grande de las puertas en bronce de la Edad Media occidental.
Generalmente se han citado como posibles modelos de la Capilla Palatina la iglesia de San Vital de Ravena, parecida en cuanto a su concepción de conjunto, o el templo de los santos Sergio y Baco de Constantinopla, construido por Justiniano, cuya similitud más notoria es que también servía como capilla palatina del emperador bizantino. Lo cierto es que Eudes de Metz, responsable directo de la obra, y los artífices llegados de todo el imperio consiguieron retomar creativamente las concepciones de la arquitectura de la Antigüedad y adaptarlas a las necesidades del momento, logrando así el edificio más representativo e innovador del arte carolingio.
El edificio se construyó a partir de módulos simbólicos basados en el número angélico 12, inspirándose en la Jerusalén celestial descrita en el Apocalipsis de San Juan. El cuerpo central de la capilla es de planta octogonal -con un perímetro de 144 pies, como la muralla de la ciudad celeste- y está rodeado por una nave de dos pisos, ambos abovedados, que delimitan el espacio interior formando un polígono de 16 lados. Dicho núcleo ochavado está cubierto, a 31 metros de altura, por una gran cúpula, magnífico testimonio del impulso inicial hacia la altura, del ímpetu ascensional que, junto con el módulo fijo de medidas, configuró la tendencia específica de la arquitectura medieval.
Eudes de Metz ideó un ingenioso sistema para la construcción de la cúpula. Teniendo en cuenta su anchura, la dividió en ocho segmentos sostenidos por los ocho grandes pilares del octógono. La cúpula era contrapesada por las bóvedas de cañón transversales que cubrían los tramos del piso superior y actuaban como verdaderos arbotantes. Del mismo modo, su empuje lateral era transmitido, a través de las pilastras exteriores del tambor, a los muros externos del hexadecágono y, de allí, a los cimientos de 6 metros de profundidad que neutralizaban la fuerza.
En su disposición interna, los grandes arcos de las tribunas, situados sobre las macizas arcadas de la planta inferior y bajo el tambor de la cúpula horadado de ventanas, se dividen en dos hileras de columnas superpuestas, hechas de pórfido, mármol y granito de diversos colores. Estas columnas están coronadas por capiteles corintios reaprovechados, que llegaron a Aquisgrán procedentes de Roma y Ravena, con la autorización previa del papa Adriano I.
El espacio jerárquico
Al oeste del núcleo central de la capilla se eleva un característico cuerpo occidental (westwerk), cuya planta baja desempeña funciones de sala de paso entre el atrio y la capilla. En la planta superior, a la que se accede por dos torrecillas de escaleras, se encuentra el trono del emperador (catedra regalis), desde el que se domina toda la rotonda central de la Capilla Palatina.
Esta disposición arquitectónica ponía de manifiesto la estricta jerarquía espacial: desde el trono imperial, en el piso superior, se divisaban, enfrente, el ábside y los mosaicos de la cúpula, donde figuraban Cristo en majestad rodeado de los veinticuatro ancianos del Apocalipsis ofreciéndole coronas. La filosofía de la autoridad, materializada en Aquisgrán, recoge la tradición de los antiguos imperios, en los que el emperador gozaba de una posición dominante similar en las basílicas palatinas, y la integra en el cristianismo, que quiere ver en el monarca el Vicarius Christi, mediador entre el Cielo y la tierra, aunque más cerca del redentor que de los fieles. Éstos, situados en la planta baja, son solamente la base de esa pirámide del poder.
De la planta central al culto bipolar
La idea de planta centralizada fue recogida por el poeta y teólogo hispano-visigodo Teodulfo (750-821), obispo de Orleans y abad de Fleury, que entre 800-806 edificó un suntuoso oratorio en Saint-Germigny-des-Prés -reconstruido en el siglo XIX-. Éste, a imitación de la capilla imperial de Aquisgrán, estaba construido sobre un plano central y cubierto con cúpulas y bóvedas. Diseñado en planta de cruz griega, el ámbito central sobre el que se elevaba una torre de tres pisos constituía el núcleo de la construcción y de él partían los cuatro brazos de la cruz que se cerraban con ábsides. El ábside occidental era poligonal; los ábsides septentrional y meridional, semicirculares, y el oriental -en el que se encontraba el altar y en el que todavía se conserva un hermoso mosaico del arca de la alianza-, de herradura, acompañado de dos absidiolos semicirculares, con lo que configuraba una original cabecera tripartita similar a las que se encuentran en San Juan de Müstair, en Suiza, o San Benedetto de Malles en Italia. Las naves estaban cubiertas por cúpulas sobre trompas y el exterior del edificio ofrecía una ingeniosa composición de volúmenes ascendentes, elementos todos ellos que, aunque de pequeñas dimensiones, anunciaban ya las grandes construcciones románicas.
Las iglesias cristianas estaban orientadas hacia el este, es decir, con el ábside encarado a la salida del sol, como representantes que eran del reino de la luz divina. Sin embargo, en Roma, las basílicas presentaban el ábside orientado hacia el oeste y, como consecuencia, se decía la misa mirando hacia el este, y de cara al pueblo. Cuando los textos litúrgicos romanos pasaron a la Europa carolingia -Carlomagno pretendió que la liturgia romana se adoptara en todo su imperio y que fuera el único modelo a seguir-, los clérigos francos se dieron cuenta de que sus indicaciones no correspondían a la disposición espacial de los templos del norte, por lo que decidieron construir otro ábside encarado a occidente con la intención de imitar a Roma lo más fielmente posible. De este modo, los arquitectos carolingios otorgaron al templo una disposición interna y un aspecto exterior completamente nuevos.
Uno de los ejemplos más representativos de este hecho es la catedral carolingia de Colonia (800-870), cuya planta originaria fue descubierta gracias a las excavaciones realizadas después de la Segunda Guerra Mundial en esta ciudad alemana. Sus cimientos revelan una equilibrada bipolaridad: al ábside oriental, subrayado por un marcado transepto, se opone el ábside occidental de ancho crucero, ambos provistos de criptas. Esta disposición debió inspirar el excepcional dibujo de Saint-Gall (h.820), único plano arquitectónico conservado en Europa antes del siglo XIII (h. 1250, palimpsesto de Reims). El esquema, realizado con minio sobre pergamino, muestra las construcciones necesarias para el culto y la vida cotidiana de un monasterio benedictino, y el templo presenta doble ábside aunque sin doble transepto.
Aportaciones de la arquitectura carolingia
Uno de los edificios que mejor resumen las innovaciones aportadas por la arquitectura carolingia es la abadía alemana de Fulda (791-819), edificada more romano y concebida como una réplica nórdica de la basílica de San Pedro. El ábside occidental presenta un único y amplio transepto que mide exactamente igual que el de Roma. Esta obra monumental motivó numerosas críticas por parte de los propios monjes, que en el año 812 pidieron a Carlomagno que se suspendieran las obras por ser dichas construcciones superfluas e inútiles, por fatigar a los monjes y por dejar exhaustos a los siervos. Posteriormente, los arquitectos germánicos adoptarían la bipolaridad de ábsides y cruceros, pero sin olvidar el majestuoso juego de torres de Centula y su formidable westwerk, a los que había renunciado Fulda.
Otro elemento arquitectónico que tuvo una gran repercusión en la Edad Media fue la cripta. Asociada a la difusión del culto, su forma anular primitiva, que se limitaba a rodear la tumba del santo titular del templo, dio paso a un camino procesional con altares adicionales situados en las capillas que estaban dispuestas a lo largo del corredor, lo que originó la cabecera escalonada, como puede observarse en la cripta de Saint-Philibert-de Grandlieu (836), cerca de Nantes. A mediados del siglo IX, Conrado, abad de Saint-Germain de Auxerre, articuló una cripta vestíbulo en forma de pequeña basílica de tres naves cubiertas con bóvedas de cañón sobre arquitrabes y columnas y bordeada por pasillos que conducen a una rotonda axial, nuevo elemento que enriquecía los volúmenes de la cabecera. Similar complejidad presenta la cripta de San Pedro de Flavigny (878), también en Francia, circundada por criptas superiores e inferiores, en dos niveles distintos y, por lo tanto, con un doble circuito litúrgico.
Los diversos elementos que componían esta nueva arquitectura carolingia ya existían en las construcciones antiguas, pero era realmente su combinación lo que suponía una verdadera creación arquitectónica. A la fórmula tradicional de tipo basilical se yuxtaponían varios componentes novedosos en su articulación: la doble polaridad de los ábsides; la torre que simbolizaba la elevación y canalización de las plegarias hacia el firmamento; el cuerpo occidental fortificado para detener el asedio de las fuerzas malignas; la cripta, que permanecía al mismo nivel de la planta; la girola, que representaría otra innovación importante en la posterior elaboración de los deambulatorios con capillas absidiales medievales, y el transepto o crucero que, a pesar de haber surgido en Roma en la época de Constantino, había desaparecido rápidamente en Occidente hasta ser retomado en la época carolingia.
Interior de la capilla real del conjunto palacial de Aquisgrán
Trono de Carlomagno en la Capilla Palatina de Aquisgrán