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El hombre primitivo
Desde tiempos inmemoriales, el hombre sintió la necesidad de perpetuar sus emociones estéticas y utilizó para ello los elementos que tenía a su disposición; por eso grabó o pintó, en las rocas de las cavernas que habitaba, figuras que surguian de su imaginación.
Estas pinturas o grabados de épocas prehistóricas, realizados en las rocas, se denomina arte rupestre.
Las expresiones del espíritu de esos lejanos habitantes de nuestro planeta han permitido que dejaran tras de ellos una indeleble huella de su paso por el mundo, ya que estas manifestaciones son verdaderas obras de arte con un valor.
En Río Pinturas, provincia de Santa Cruz, República Argentina, se encuentran estas manos estampadas en la piedra (siglo IX a. de J.C.), con valor de ritos mágicos.
Las pinturas rupestres constituyen la primera manifestación artística del hombre de las cavernas.
Muchas veces las mismas tenían valor mágico para asegurar la caza.
El primer arte prehistorico
El primer pueblo artista de Europa fue el auriñaciense, llamado así porque habitó la región francesa de Aurignac hace 20.000 ó 25.000 años antes de Jesucristo, es decir, en la época paleolítica.
Los iniciales ensayos de grabados fueron ejecutados sobre la arcilla que cubre el suelo de ciertas cavernas. Son laberintos de líneas o meandros sin formas concretas.
Al avanzar el período, los trazos se hacen más seguros y precisos y los animales -principales motivos de sus representaciones-tienen una notable energía; ejemplo de ello es el bisonte de la gruta La Greze, Dordoña, Francia.
El artista utilizando el buril y mediante trazos profundos, logra un conjunto que transmite una feroz resolución.
En las escasas pinturas que quedan de esa época, con los colores preferidos negro y rojo, dejaron en las paredes las impresiones de sus manos. También marcaban con anchas líneas de puntos las siluetas de animales.
Estas pinturas representan elefantes y mamuts, que pertenecían a la fauna anterior al enfriamiento de nuestro planeta, en el último glacial.
LOS CAZADORES DE RENO
A un grado muy avanzado de realizaciones artísticas llegaron las siguientes civilizaciones denominadas solutrense, entre 20.000 y 15.000 años a. de J.C. y magdaleniense por provenir de la Madeleine, Francia, conocida también como época del reno.
Se inicia hacia el 15000 y finaliza en el 10000 antes de nuestra era.
El hombre de este período estaba obsesionado con los animales que perseguía. El que más abundaba era el reno, de imagen bellísima y que seguramente fue admirado por el habitante cuaternario, tanto en su casi inmovilidad, pastando, o cuando se lanzaba a la carrera dando grandes brincos, como flotando en el aire. Impresionados con la imagen del animal, la grababan en rocas y marfiles, utilizando punzones de pedernal, forma de expresar su admiración.
En esa época la pintura alcanzó una evolución notable. De sus inicios, que eran simples rayas y puntos, representan luego, con extraordinaria fidelidad figurativa, animales en reposo y en movimiento.
Las primeras pinturas rupestres
Entre las pinturas prehistoricas, consideradas como obras maestras, están las de Font de Gaume, en la región de la Dordoña, que fue la primera que en Francia dio muestras de pintura paleolítica.
Descubierta en 1903, contiene cuarenta y nueve bisontes, dos mamuts, cuatro caballos, cuatro renos y varios animales más de tipo indeterminado.
Algunos de ellos fueron grabados con pequeños trazos; otros están retocados con líneas de color.
Por fin, hay animales pintados en varios colores, en un estilo que marca la iniciación de los frescos policromos.
En el año 1940 dos niños descubrieron una cueva en Lascaux, Francía, en cuyas paredes se encontraron muchos animales (toros, en el grabado, ciervos, bisontes, caballos, etc.). Estas pinturas tienen una antigüedad de 11 a 14 mil años.
Uno de los bisontes de la famosa cueva de Lascaux, Francía.
Estas pinturas polícromadas pertenecen al período paleolítico, el primero de la humanidad.
Pinturas de DORDOÑA
La región clásica de la prehistoria francesa es Dordoña, en Francia Central.
Allí se encuentran las estaciones de Le Manestier y La Madeleine.
Cerca de Las Eyzies están los lugares de Cro-Magnon y La Micoque, y las grutas y los abrigos de Les Combarelles, Teyjat, Le Mouthe, Bernifal, Laussel y Langerie Basse.
Si el núcleo de cavernas de Francia Central forma un grupo que puede ser compacto, las del sur del mismo país están diseminadas por varios departamentos.
La cuenca de Gargas, en los Altos Pirineos -presenta bisontes grabados y siluetados e impresiones de manos en rojo y negro-; la de Parinon-pair, en Gironda; la de Marsoulas, cerca de Toulouse, que contiene bisontes de técnica primitiva.
El estilo policromo, término final de la evolución artística de la época paleolítica, tiene sus mejores obras en las cavernas cantábricas, pero algunos bisontes de Marsoulas son expresiones que no desmerecen al lado de las de Altamira.
Muchas de las pinturas se hallan en el techo de las cavernas; por eso tardaron tanto tiempo en descubrirse.
El Salón Negro, de la caverna de Niaux
En 1906 fue descubierto el famoso Salón Negro, de la caverna de Niaux, departamento de Airege, Francia.
Es una cueva profunda con dos galerías, una de las cuales tiene 1.400 metros de longitud.
Todas las pinturás son dibujos al carbón, es decir frescos ejecutados con simples trazos negros.
Hay bisontes, caballos y ciervos. La roca de Niaux tiene un color amarillo lechoso, sobre el que destacan, con grave austeridad, los negros trazos expresivos que dan vida y movimiento a las figuras.
La caverna de Trois Freres, en el Alto Garona, posee la más emocionante representación humana del arte prehistórico. Es el famoso Sorcier o brujo bailando la danza totémica del ciervo.
Está pintado en tonos ocres y negros, en lo alto de una pequeña gruta llena de estalagmitas.
Las pinturas de Altamira
Las cuevas pintadas en el norte de España se encuentran esparcidas a lo largo de la cordillera Cantábrica, en la vertiente que da al mar. La más decorada es la de Covalanas.
El segundo grupo, en la provincia de Santander, tiene la reina de las cavernas: Altamira de Santillana.
La rodean las cuevas de Castillo, El Pendo, la Pasiega y Hornos de la Peña.
Los frescos de Altamira y de Castillo tienen notable similitud con los de Font de Gaume y Niaux.
Las cuevas cantábricas poseen representaciones de todos los estilos de la época paleolítica y son ejemplo, por tanto, de las primeras manifestaciones artísticas con formas ya organizadas dentro de un tipo establecido. Estas iniciales líneas de puntos y formas no son simples garabatos, sino verdaderas señales del instinto creador del hombre.
A los primeros balbuceos artísticos siguen imágenes de bestias trazadas con anchos contornos, a veces interrumpidas como rosarios de puntos.
Es en la región cantábrica donde el arte magdaleniense llega a su apogeo.
Los colores, que en la Dordoña eran sólo rojo, negro carbón y ocre terroso, en Cantabria se enriquecen con amarillos y tonos violados.
La muestra más admirable del arte paleolítico es Altamira, con sus maravillosas pinturas de ocre rojo, negro y sombreadas, representando animales de tamaño natural, y aun mayores, entre los cuales se distinguen bisontes, caballos, jabalíes y ciervos, pintados de perfil y con gran variedad de actitudes.