El relieve en la escultura Romana.
Junto al retrato, el relieve es otra de las manifestaciones más personales de la escultura romana. Los historiadores del arte han llamado la atención sobre el aspecto narrativo del relieve elaborado en Roma, el cual permite explicar una escena, sobre todo la fórmula del "relieve continuo".
Se trata de representaciones que no están encuadradas y no son independientes entre sí, sino que se desarrollan en longitud, con yuxtaposición de diversos episodios que permiten narrar un hecho. Quizá en el fondo se trata de la continuación, pasada a la piedra, de la pintura histórica de los primeros tiempos de Roma, pero con idéntica intención: recordar al pueblo las grandezas y los hechos destacados de la tradición histórica del país.
El relieve griego había estado sobre todo al servicio del templo, en frisos, frontones y otros elementos de decoración aplicada al exterior. En el mundo romano, ese carácter queda en lugar secundario. Los más destacados relieves romanos pertenecen ya a altares monumentales —como el Ara Pacis mandada edificar por Augusto en Roma— ya a otro tipo de monumentos, entre los que destacan por su singularidad las columnas monumentales que conmemoran triunfos. La primera y más famosa es la que mandó construir Trajano en el año 113-114 para conmemorar sus victorias en Dacia, en el foro de su nombre en Roma. De más de 40 metros de altura, toda su superficie está decorada con un relieve continuo que se presenta como si fuera una banda única que envuelve la columna formando 23 espiras. Este espacio contiene una sucesión ininterrumpida de escenas de las guerras dácicas, que comprenden representaciones diversas, con un total de más de 2.500 figuras. Se trata de una verdadera crónica de guerra narrada en piedra, que el espectador puede seguir paso a paso.
Las grandes columnas conmemorativas constituyen un monumento excepcional. La aplicación corriente del relieve se centra en otros monumentos, más corrientes, como altares monumentales, algunos arcos de triunfo, ciertos monumentos funerarios de especial envergadura, etc.
Durante el siglo II tiene lugar un cambio de rito funerario que proporcionará otro campo al relieve romano: los sarcófagos. Mientras los romanos fueron adeptos al rito sepulcral de la incineración, que condiciona la deposición de las cenizas en una pequeña urna, no hay lugar para aplicar relieves salvo en los casos de edificios sepulcrales de envergadura. Con la inhumación aparece el sarcófago, y, si bien éste puede presentar las superficies exteriores lisas, se introduce la costumbre de decorar con relieves los sarcófagos de las clases pudientes. Así se abre un nuevo capítulo y una extensa clientela privada se vuelca sobre los talleres escultóricos, muchos de los cuales trabajarán hasta el omento de la caída del mundo romano.
Ejemplo (comentario)
– "Relieve del Ara Pacis"
El "Ara Pacis" es un perfecto exponente del clasicismo augusteo. Se edificó en el Campo de Marte para conmemorar la victoria sobre los astures, cántabros y galos. Fue consagrado en el 13 a. C., según explica el mismo Augusto en las Res Gestae:
Cuando regresé a Roma procedente de Hispania y Galia […], el Senado acordó la consagración del altar de la Paz Augusta, en el Campo de Marte, en acción de gracias por mi regreso, y ordenó que los magistrados, los sacerdotes y las vírgenes Vestales hiciesen en él un sacrificio anual.
El monumento consiste en el altar propiamente dicho, encerrado en un pequeño recinto a cielo abierto, decorado por dentro con guirnaldas y bucráneos y otros temas; en el exterior, posee hermosos roleos, relieves alegóricos y mitológicos, y una procesión que debe ser la correspondiente a la ceremonia de la consagración del altar. Narra, pues, un asunto concreto, con un lenguaje formal refinado y clasicista, parece que inspirado en el friso de las Panateneas del Partenón. La procesión, en la que participan Augusto, Livia, Agripa y demás personajes de la casa imperial, es un espléndido retrato de grupo, resuelto con habilidad y maestría. También con frialdad academicista, en un monumento también ecléctico en la diversidad de su programa decorativo.