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El templo de Amón en Karnak

Exponente de la arquitectura templaria religiosa egipcia, la reproducción nos muestra una parte de la sala hipóstila del templo de Amón en Karnak, uno de los complejos arquitectónicos más vastos de Egipto correspondiente al Imperio Nuevo.

El templo de Amón en  Karnak

El templo de Amón en Karnak

Su planta es rectangular y presenta una división en varias naves con la central más ancha que las laterales. De lo que de él ha quedado se aprecian las proporciones colosales que nos hablan del poderío de los monarcas o faraones, rasgo casi constante de la arquitectura egipcia, y sus características principales de: construcción adintelada, grandes sillares y gruesos muros. Las columnas que quedan en pie son igualmente colosales; apreciándose una utilización distinta de capitel según el lugar que ocupan, así se pueden ver columnas de capitel acampanado en la nave central, más alta, al tener que soportar mayores empujes, y cerrado en las laterales, en las que los muros comparten la carga y la altura es menor. La influencia del medio se puede ver, a su vez, en estos capiteles que no son sino recuerdo de palmeras o de los haces de loto y papiro que crecen en las orillas del río. EI gran desarrollo que alcanzó la columna papiriforme se explica por la abundancia de la planta del papiro que se utilizó como papel de escribir. Igual sucedió con la columna lotiforme, consecuencia de la abundancia de la planta del loto. Su fuste liso, en este caso, compuesto de tambores, suele presentar una decoración esencialmente jeroglífica con algunos relieves rehundidos de escenas de la vida del faraón, a juzgar por su cartucho visible junto a muchas de ellas.
Por estar la sala hipóstila cubierta totalmente y carecer de vanos, vemos, en la reproducción de la izquierda, las celosías que existían para la iluminación de la misma, iluminación que disminuye a medida que se avanzaba longitudinalmente hacia la cella donde se encontraba la estatua de la divinidad, y que se hallaba totalmente a obscuras, solamente iluminada por la luz de una llama. La sala hipóstila solía estar complementada por otras salas como el "santuario de la barca", en donde se guardaba la barca sagrada en la que la estatua del dios era paseada en procesión. A su vez, la sala hipóstila está precedida de la sala hípetra, rodeada en tres de sus partes por tres pórticos de columnas; al frente, los pilonos, fachada monumental a modo de paralelepípedos, en medio de los cuales se abre la puerta flanqueada por dos obeliscos. Ante los pilonos se erigen las estatuas colosales del rey que erigió el templo, por parejas simétricas, así como mástiles con estandartes divinos. A ambos lados de la puerta se alzan dos torres. Esta estructura arquitectónica colosal, estaba precedida por una avenida de esfinges llamada "Camino de Dios". Las esfinges lucen normalmente la cabeza del animal sagrado del dios al que estaba erigido el templo.
Es así como el templo, tras las vacilaciones y cambios experimentados durante los Imperios Antiguo y Medio, tiende a estabilizarse para acabar adoptando un modelo de plano que se convierte en canónico a partir del reinado de Amenhotep III, que fue el que comenzó esta sala hipóstila y quien erigió las columnas centrales.
Juntamente con el colosalismo destaca ese sentido de eternidad conseguido al utilizar la piedra como material de construcción, ésta procedía del propio medio geográfico, pues predomina y se extrae en los mismos acantilados del Nilo. En cambio, escasea la madera, que además no era de excesiva calidad, y que se utilizó fundamentalmente en sarcófagos, urnas, pequeños objetos y exvotos funerarios, pero no en arquitectura. La técnica de construcción utilizada estaba muy adelantada para aquellos momentos, para el deslizamiento de los bloques se usaban rodillos, y para su elevación, el plano inclinado. El transporte se hacía generalmente a lo largo del Nilo, que es como la gran carretera del país.

Por lo que respecta al sistema arquitectónico utilizado, vemos como éste es el adintelado o arquitrabado, es decir, de soportes verticales y una pieza horizontal o dintel encima, siendo pues de cubrición plana en el interior y la techumbre exterior en terraza. De nuevo aquí observamos como se acusa la influencia del medio en la arquitectura, y no sólo en el empleo de la piedra, material que viene condicionado en parte por el medio, al abundar ésta, sino también por la identificación entre el paisaje y los monumentos arquitectónicos. Egipto es un país horizontal, así es también su arquitectura, tan llana como las terrazas acantiladas que discurren a ambas orillas del Nilo.
Así pues, el Nilo no sólo fue el marco geográfico que propició la vida, sino que determinó el espacio existencial. Hay una concepción de vía o camino sagrado, por eso el templo también en su composición se concibe a lo largo de un eje, su simetría es pues axial con una bilateralidad muy marcada, organizándose todo a ambos lados del mismo, y en relación también con la liturgia que es procesional, asociada al Sol, y con una orientación Este-Oeste, siguiendo el recorrido del astro rey que arroja sus rayos sobre las puertas de los templos, abriéndose paso por los pilonos, que son como dos montañas sagradas.

Por otra parte, si bien los egipcios nunca manifestaron gran interés por la elaboración del espacio interior cerrado (sólo hace falta recordar que muchos de los edificios del complejo funerario de Zhoser eran ficticios), interesando más que nada la disposición de los volúmenes en el espacio, aquí sin embargo sí asistimos a la creación de un espacio interno, en donde la interrelación con el externo va cambiando según nos acercamos a la cella o capilla del dios. De esta manera vemos como avanzamos desde un espacio a cielo abierto, avenida de las esfinges, accesible a todas las personas extrañas al culto, y al penetrar en el templo, propiamente dicho, nos encontramos con el patio porticado en donde la interrelación de espacios se manifiesta claramente en esa sala hípetra, a la que tenía acceso todo el pueblo. Ya en la sala hipóstila, a la que sólo podían penetrar algunos altos personajes, asistimos a un predominio del espacio interno sobre el externo, acusado también por la escasa iluminación que penetra por las celosías de su nave central más alta. En la cella, accesible sólo al personal ligado al culto, la ausencia de interrelación de espacios es total al no existir vanos, y encontrándose sólo iluminada por la luz de una llama. A su vez, a medida que el espacio interno va imponiéndose sobre el externo, el espacio va estrechándose verticalmente al subir de una manera escalonada los suelos de las distintas salas, y bajar también las cubiertas en sentido longitudinal.
Ya para terminar, podríamos decir que esta época del Imperio Nuevo representa desde el punto de vista arquitectónico, el momento de apogeo del arte egipcio, pues la prosperidad económica propiciada, sobre todo, por la proyección imperialista exterior, facilitó el empleo de enormes recursos en la erección de monumentos como testimonio de gratitud a los dioses por parte de los faraones, a causa del favor que aquéllos les dispensaron. Es así como el templo se separa de la arquitectura funeraria adquiriendo una independencia con respecto a ésta y unas proporciones en extensión inusitadas, llegando a unirse este templo de Karnak, a través de una segunda avenida de esfinges, con el templo de Luxor también dedicado a Amón, y situado a unos tres kilómetros de distancia hacia el Sur. A su vez, no podemos olvidar tampoco que Egipto sigue gozando en esta época del Imperio Nuevo de un tipo de organización social esclavista, que permitió la realización de estas construcciones gigantescas pese a la insuficiencia de los medios mecánicos utilizados.

Autora: Mª Ángeles Menéndez

 

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