Las particularidades del relieve asirio: los ortostatos asirios y Documentos líticos
La cultura asiria se caracterizó por una férrea organización militar bajo el poder de una monarquía que llegó a dominar toda Mesopotamia. Su principal preocupación fue consolidar el ejercicio de un poder que se amparaba en la voluntad divina.
Desde época sumeria, el relieve se había adaptado a la narración visual de hechos y fue el medio de expresión elegido por los asirios para plasmar una intención completamente nueva: intentar representar un acontecimiento preciso en un tiempo concreto.
A diferencia de los relieves sumerios, acadios e incluso egipcios, cuyas escenas eran de carácter más simbólico y no seguían una secuencia temporal, en las imágenes asirias apenas hay lugar para el simbolismo, pues el interés se centra en mostrar, con la verosimilitud que otorga el detalle, la realidad. Es, por lo tanto, una narrativa de gran valor documental, un nuevo género que evolucionará desde sus primeras formulaciones, hasta alcanzar una manifestación plenamente madura entre los siglos IX y VIII a.C. Los reyes asirios adoptaron el obelisco egipcio y lo convirtieron en superficie narrativa de «propaganda política» expuesta en lugares públicos. Entre otros, se conserva en el Museo Británico de Londres el Obelisco Negro de Salmanasar III, del siglo IX a.C. Se trata de una pieza de alabastro con inscripciones. De sección cuadrangular y dos metros de altura, su parte superior tiene forma de torre escalonada. En este obelisco se narra (el texto escrito está ilustrado en 24 paneles en bajorrelieve) la conquista de varios estados. En los relieves desfilan los pueblos sometidos, entregando los tributos. Las cuatro caras están grabadas con paneles seriados, que siguen una secuencia continua en sentido horizontal. El relieve es casi plano, con los detalles incisos y sin perspectiva.
Los ortostatos asirios
Asiria se convirtió, desde el siglo XIII a.C. en un poderoso imperio con diferentes capitales, Assur, Jorsabad o Nínive. En ellas se construyeron palacios con relieves grabados sobre losas de piedra, ortostatos, que cubren la parte inferior de las habitaciones ceremoniales. Sus antecedentes se remontan al III milenio a.C. Se trata de los relieves parietales de la zona montañosa del norte de Mesopotamia y de los de la zona sirio-hitita. En estas regiones también se decoraban las partes bajas de las paredes de los palacios con piedras labradas.
Desde principios del I milenio a.C. se extiende la costumbre en el imperio asirio de realizar relieves sobre grandes losas de piedra. Los ortostatos hititas fueron transformados pues por los asirios en paneles murales a gran escala, con la intención de proporcionar un fuerte impacto visual.
Documentos líticos
Estos ortostatos son en realidad documentos que registran las acciones bélicas y cinegéticas de los reyes, dos de los temas principales representados. Hay también numerosas inscripciones, que añaden comentarios a los acontecimientos y complementan la narración. Las escenas se suelen dividir en dos registros con bandas horizontales en las que se insertan las inscripciones.
Cuando la escena es única y de grandes dimensiones, las inscripciones se yuxtaponen. En ocasiones se superponen incluso a las figuras.
Otros temas habituales son simbólicos, como el culto al árbol sagrado. Se presentan también momentos de la vida cotidiana como escenas de banquetes o de navegación. Los asuntos míticos también están presentes. En la lucha del héroe contra fieras se expresa el triunfo del orden sobre el caos. El tono de las escenas es solemne y todo aquello que indica un gesto humano es excluido de la representación. Estos relieves se caracterizan por la uniformidad.
Para los ortostatos se emplearon piedras calcáreas y alabastro, materiales que, por su ductilidad, permitían cincelar los detalles de la indumentaria y la ornamentación. El color, aplicado en tintas planas, cubría las figuras, proporcionando un efecto brillante. Éste, sin embargo, se ha perdido por completo. El volumen suele ser casi plano, ya que apenas sobresale del fondo. Puede mostrar, así mismo, una combinación de trazos profundos con volúmenes, que se resaltan a fin de obtener una mayor expresividad. Los fondos son lisos o con incisiones. No existe la profundidad espacial.
Las figuras se tratan con todo detalle y con independencia de su inclusión en el conjunto. De este modo, la indumentaria, la cabellera y la musculatura reciben un tratamiento minucioso y descriptivo, aunque no es así en el rostro, ya que los reyes asirios no tienen rasgos reconocibles. Las facciones parecen estar hechas en serie y se identifica a los personajes por los atributos que les otorga la jerarquía social. La musculatura de hombres y animales se representa en el momento extremo y de máxima tensión de la acción. La elección de representar el momento más violento de la escena aumenta el dramatismo.
La temática de los ortostatos asirios
En Asiria el relieve alcanzó su madurez en las escenas del palacio de Asurnasirpal, en Nimrud, datadas en el siglo IX a.C. (Museo Británico, Londres).
Las escenas reproducidas son verdaderas crónicas visuales de las atrocidades cometidas por el rey en sus campañas militares. La composición alterna franjas anchas y estrechas de relieves planos que apenas sobresalen del fondo. La talla presenta una técnica muy refinada y consigue crear una expresión unitaria del conjunto. Son los primeros relieves que organizan una decoración mural de grandes dimensiones, siendo una exaltación de la conquista militar. Las tropas asirias se representan siempre en avance, mientras los enemigos se retiran. Estos mismos gestos y actitudes se repetirán posteriormente de forma convencional en otros ortostatos. La acciones plasman el momento culminante, cuando ya se ha conquistado la ciudad, al tiempo que los fugitivos huyen despavoridos. El fondo indica el escenario en el que se desarrolla el suceso, pero las figuras no están situadas dentro de él ni hay una representación espacial como elemento significativo.
Los relieves del palacio de Asurbanipal en Nínive (siglo VII a.C.) alcanzan el cenit expresivo. Se combinan los dos tipos de composiciones, escenas distribuidas en grandes conjuntos y escenas separadas en frisos, pero que tienen relación entre ellas y forman una sola unidad. De éstas son significativas las que representan las campañas contra los nómadas de la península arábiga.
En las escenas cinegéticas la representación alcanza la máxima calidad y convierte a los animales en protagonistas absolutos, dejando en un segundo plano la figura del rey. En realidad no se trata de escenas de caza convencional. Representa cómo los reyes asirios practicaban la caza con animales que estaban enjaulados y se soltaban para darles muerte. En la representación se muestra el atento estudio del natural y la sensibilidad extraordinaria de los artistas. Sobre fondos lisos, los animales se distribuyen rítmicamente, creando grandes espacios vacíos que aíslan las figuras y las realzan aún más. Los leones se representan en los momentos más estremecedores y los detalles se prodigan incluso hasta transmitir el dolor que sufren los animales, heridos por flechas mortales, como el león moribundo que arroja sangre por la boca o la leona que no tiene fuerzas para levantar las patas traseras del suelo. Ambas obras expresan un dramatismo conmovedor.
Obelisco Negro de Salmanasar III de Nimrud (Museo Británico, Londres)
Relieve asirio de la leona herida (Museo Británico, Londres)
La glíptica en Mesopotamia
Los sellos eran motivos decorativos tallados sobre una superficie de piedra (lapislázuli, esteatita). Éstos se deslizaban sobre arcilla blanda para dejar la impronta marcada. Se formaban así secuencias sobre un fondo neutro, que podían ser de temas muy variados (figurativos, abstractos u ornamentales). En un principio, los sellos se utilizaron con la finalidad de proteger los recipientes de las ofrendas. Servían pues como amuletos e indicaban la propiedad del contenido.
Los primeros sellos tenían la superficie plana, pero hacia fines del IV milenio a.C. esta forma se sustituyó, de modo generalizado, por el sello del tipo cilindro (es decir, se grababa el dibujo sobre una superficie curva). Las improntas de los sellos actuaban como firmas en todo tipo de documentos escritos sobre tablillas. Éstos podían ser de tipo muy variado: inventarios, poemas, cuentas o también correspondencia.
Al principio (IV milenio a.C.) las representaciones se distribuían libremente, pero pronto se organizaron composiciones ordenadas con figuras de dioses antropomorfos, a las que se incorporarían animales domésticos y plantas con tendencia a la geometrización.
El uso del cilindro-sello tendría una gran influencia en la estructura de las composiciones figurativas a gran escala, ya que creó un ritmo al originar series continuas y simétricas. Estas composiciones se trasladarían a las decoraciones murales, constituyéndose entonces el característico friso que se encuentra en todo el Próximo Oriente.
En los sellos sumerios los motivos más usuales eran los banquetes rituales con figuras sedentes, bebiendo y comiendo. Otros motivos eran los héroes legendarios, Gilgamesh y su amigo Enkidu luchando con animales, así como las figuras antropomorfas hombre-toro. Las escenas forman composiciones y aparecen elementos dispuestos en frisos abigarrados en los que predomina la decoración. Surge así el «estilo de brocado», con tendencia a la ornamentación, que dará lugar a un friso ininterrumpido con representaciones de animales enfrentados, plantas o flores. También se añaden formas abstractas y antropomorfas realizadas con un estilo lineal. A partir del dominio acadio las composiciones adquirieron mayor dinamismo y aparecieron, por primera vez, los dioses con formas humanas. Abundan, sobre todo, las escenas mitológicas con encarnizadas luchas entre dioses y demonios. Las figuras se individualizan y crean grupos separados sobre el fondo neutro. Se plasman también narraciones y se incluyen inscripciones en el centro.
Durante la época neosumeria se popularizó la representación de la figura orante ante la divinidad entronizada y desapareció, casi por completo, la variedad temática.
En los sellos asirios los temas plasman escenas agrícolas, cinegéticas, de banquetes y de divinidades. Abundan también las escenas de carácter lúdico con animales personificados.
Así mismo, hay escenas sobre la vida cotidiana. En los imperios babilónicos predomina la figura del héroe mítico Gilgamesh, luchando con leones o búfalos. Durante la segunda etapa surge una creación típica de figuras con altas tiaras y divinidades aladas.
Las taraceas sumerias
Durante las dinastías arcaicas de Sumeria se desarrolló plenamente la técnica de la taracea, es decir, la incrustación de piezas recortadas de conchas, marfiles u otros materiales, dispuestas sobre soportes de barro o madera cubiertos de betún. Se forman, así, escenas que se aplican como decoración sobre objetos de uso cotidiano, tales como muebles o instrumentos musicales. Entre los objetos más apreciados decorados con esta técnica cabe citar el arpa de la reina Shubad (Museo de Irak, Bagdad), procedente del cementerio de Ur, que presenta delicadas escenas de animales fantásticos adornando la caja de resonancia. Los paneles de taraceas también decoraban los muros de los templos, junto a otros realizados en relieve de arcilla o metal. Los temas eran diversos y abarcaban tanto escenas militares como mitológicas o de la vida cotidiana. Entre las piezas más representativas se encuentra el Estandarte de Ur, del III milenio a.C. (Museo Británico, Londres). Se trata de una pieza muy conocida, llamada impropiamente «estandarte», ya que en realidad se trata de un facistol, ornamentado en sus cuatro lados. Sus caras laterales presentan un mosaico de lapislázuli, en el que se han realizado incrustaciones de nácar trazando figuras. Las dos caras mayores reproducen escenas de la vida del pueblo sumerio.
La pintura mural en Babilonia y Asiria
Las pinturas de Til Barsip y Jorsabad
En Mesopotamia la pintura mural se utilizó en la decoración de los templos, desde la época protohistórica, con el fin de paliar la pobreza de los muros de adobe. De época protohistórica se conservan fragmentos del templo de Uqair, que tienen una escasa significación. En ellos se combina la figuración animal y humana con motivos ornamentales. Más importantes son las pinturas que cubrían el palacio de Mari, con representaciones que pertenecen a las etapas sumeria y babilónica.
De la etapa sumeria destacan las pinturas de la Sala de Audiencias. Éstas se distribuyen en cinco registros superpuestos presentando escenas de carácter religioso.
El tercer registro es el más completo, con una imagen de adoración a la diosa de la guerra Ishtar, en la que ésta aparece recibiendo ofrendas de otras deidades. Las figuras se caracterizan, sobre todo, por las actitudes hieráticas. La gama cromática utilizada es restringida, con predominio de los tonos ocres, rojos, blanco y negro.
De la etapa babilónica se conservan fragmentos de pinturas del siglo XVIII a.C., que reproducen temas religiosos, mitológicos y también guerreros. La representación mantiene la rigidez de la convención tradicional, incorporando algunos elementos decorativos nuevos y de mayor gracia, como los roleos de influencia egea y otros elementos vegetales de procedencia semítica, que gozan de más libertad expresiva.
Estos frescos se hallan distribuidos en paneles enmarcados por franjas de color, con dos escenas centrales superpuestas. La superior representa la investidura real en manos de la diosa Ishtar, quien entrega los atributos al monarca. En la inferior se halla una pareja de diosas con vasos manantes, dispuestas en absoluta simetría.
Palmeras estilizadas separan la escena central de otras figuras de esfinges y grifos alados, que se distribuyen a ambos lados en registros rectangulares superpuestos. Otras escenas representan los cortejos sacerdotales conduciendo toros para el sacrificio como ofrenda a la divinidad. En ellas predominan los tonos ocres y las figuras gozan de una mayor expresividad y viveza, que contrasta con la absoluta rigidez de las anteriores. En los palacios asirios la pintura mural cubría las estancias con escenas
narrativas y decorativas.
Los contornos de las figuras se remarcaban con líneas negras sobre un fondo monocromo. Para el relleno se utilizaba una gama restringida de tintas planas en colores puros. Se distribuían en bandas horizontales superpuestas, que combinaban figuras zoomorfas con motivos geométricos.
Las pinturas de Til Barsip y Jorsabad
También se conservan algunos fragmentos procedentes del palacio construido por Tiglatpiléser III en la ciudad siria de Til Barsip (siglo VIII a.C.), que reproducen el desfile de los tributarios ante el trono del rey y escenas de guerra en las que se ajusticia a los prisioneros.
De mejor calidad son los frescos que se encuentran en la residencia K de Jorsabad, del reinado de Sargón II. En estos frescos abundan las bandas ornamentales con animales simétricos, genios alados y, así mismo, figuras de factura geométrica.
Sobre estos frisos se sitúan además otras escenas aisladas con representaciones del monarca ante el dios Asur. Predominan en estas composiciones los colores puros, rojo y azul, con toques de blanco y negro.
Los relieves esmaltados en el arte mesopotámico
La técnica del ladrillo esmaltado, introducida por los casitas, tuvo una enorme difusión, ya que con ella se conseguía un efecto decorativo de gran impacto visual.
La estructura de los ladrillos permitió la construcción de muros gigantescos, técnica que fue llevada a cabo por neobabilónicos y también aqueménidas. Los asirios los utilizaron en los zócalos de los templos y para cubrir las paredes en las salas palatinas. Del templo de Nabu, del palacio de Jorsabad, se conserva algún friso con figuras aisladas zoomorfas y emblemas sagrados. Durante el período neobabilónico los ladrillos esmaltados adquirieron una enorme importancia, ya que adornaban calles y también puertas principales.
En Babilonia, la vía de las Procesiones estaba flanqueada por un muro cubierto de ladrillos esmaltados y moldeados con representaciones de leones con las fauces abiertas sobre un fondo azul. Eran en total 120 figuras de dos metros cada una. Cabe suponer, por lo tanto, que debían causar un efecto impactante cuando se contemplaban. La Puerta de Ishtar, desde la que se inicia esta larga avenida procesional, estaba totalmente recubierta por figuras de toros y dragones en blanco sobre un fondo azul oscuro.
En el salón del trono del palacio de Nabucodonosor la pared está cubierta con ladrillos de hermosas estilizaciones y presenta columnas con volutas, enmarcadas por frisos con motivos florales. En la zona más baja hay un friso de leones. El fondo en azul oscuro contrasta con el celeste y marrón de los detalles.
Detalle del zócalo del palacio real de Babilonia (Museo Pergamon de Berlín)
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