Saltar al contenido
Deberes escolares » Arte » Templos Egipcios. El Imperio Nuevo

Templos Egipcios. El Imperio Nuevo

Los imponentes templos del Imperio Nuevo egipcio tenian varias partes bien diferenciadas.

Los templos constituyen el gran patrimonio arquitectónico del Imperio Nuevo. Fue a partir de entonces cuando estas edificaciones se construyeron como unidades autónomas del conjunto funerario y adquirieron una importancia mayor en relación con el progresivo poder que lograron los sacerdotes durante ese período.

 

Los templos se enriquecieron arquitectónicamente y alcanzaron magnitudes colosales, que no tuvieron precedentes en épocas anteriores.

Las ciudades se potenciaron como centros religiosos respetando las preferencias locales hacia determinadas divinidades. Desde los núcleos más importantes se crearon redes de caminos que comunicaban entre sí los diferentes templos para facilitar las visitas.

En realidad, los templos, más que moradas de los dioses, parecían castillos inexpugnables, pensados como lugar de culto y no como centro de reunión para el pueblo. A la gente corriente sólo se le permitía acceder al patio, espacio inmediato tras la entrada del templo. El templo es la morada del dios, el santuario íntimo que debe permanecer cerrado al mundo externo. La plasmación de esta idea cristaliza en la organización estructural de las diferentes estancias del templo. Los espacios de su interior sufren una progresiva reducción según se avanza hacia el interior, donde se halla la cella. Es el lugar en el que se encuentra la estatua del dios. A esta zona sólo tenían acceso el sumo sacerdote y el faraón.

 

Templos en Egipto - Templo de Edfu

Templos en Egipto – Templo de Edfu

 

El acceso al templo egipcio.

La entrada al templo estaba presidida por dos torres trapezoidales, situadas a ambos lados de la puerta, que simbolizaban los dos acantilados del Nilo. También hacían referencia a las dos montañas que flanqueaban el disco solar, codificadas en escritura jeroglífica como el dios en su horizonte. Sus muros se decoraban con relieves rehundidos.

Estas torres o pilonos se convirtieron en los elementos más característicos de los templos. Cumplían la función de aislar el santuario y marcar el límite entre el espacio profano y sagrado, constituyendo el umbral simbólico y físico que daba acceso a la morada divina.

Frente a los pilonos, flanqueando la puerta de entrada, estaban los obeliscos, como centinelas que custodiaban el acceso al templo. La forma de los obeliscos, tallados como esbeltos monolitos cuadrangulares y rematados por una pequeña pirámide dorada, el piramidón, tenía un significado simbólico. Los primeros rayos del Sol iluminaban el vértice del piramidón para después irradiar en la tierra, señalando así el lugar divino.

Tras los pilonos se situaba un patio porticado que podía ser muy variado en la distribución de las columnas, pues éstas se colocaban en dos lados o en los cuatro, formando un claustro. En este caso se combinaban los capiteles en formas campaniformes que representaban un papiro abierto o una flor de loto sin abrir. El patio desembocaba en la sala hipóstila, recinto cerrado cuya techumbre, apoyada en un gran número de columnas, se alzaba a dos alturas diferentes siendo la parte central más elevada que las laterales. El desnivel dejaba libres vanos que permitían la entrada de luz en la sala. No obstante, la iluminación era escasa, estando filtrada por celosías que cubrían parcialmente los vanos. Tras la sala hipóstila (en ocasiones había más de una) se hallaba el verdadero santuario formado por un conjunto de capillas. Las columnas tuvieron un magnífico desarrollo en la construcción adintelada egipcia, eran la evocación estilizada de las plantas que crecían en el rico humus aportado por el río Nilo. Sus fustes simulaban los troncos de las flores o de las palmeras y los capiteles se policromaban con diferentes colores para distinguir hojas y flores.

El techo, evocación de la bóveda celeste, estaba cuajado de estrellas policromadas en sus puntas con diferentes colores -rojo, amarillo o negro-, según estuviesen situadas en templos o en hipogeos.

Fachada de la sala hipóstila del templo dedicado a Hathor, en Denderah

Los templos egipcios dedicados a Ra, dios del Sol

Durante la V dinastía los reyes construyeron una serie de santuarios solares con los que legitimar la fundación de la dinastía que respondía, así, a la reinstauración del Sol como dios del mundo, siendo los reyes hijos directos de éste. Durante este período fue además decisiva la influencia de los sacerdotes de la ciudad de Heliópolis, donde predominaba la teología sobre Ra, dios solar.

La construcción del templo de Neuserre, cerca de Abusir, atiende a estos principios. A partir de los restos arquitectónicos se ha podido reconstruir la planta del conjunto del santuario. Constaba de las mismas partes que el grupo funerario de las pirámides: un templo adintelado en el valle, una calzada cubierta que conducía hacia otro pórtico en la zona alta y un recinto rectangular abierto al cielo, donde se elevaba majestuoso un obelisco. Para acceder al obelisco se debía franquear un pasadizo, que conducía a una capilla decorada con estelas. Tras ésta se llegaba a la explanada o patio. El gran patio era la zona principal, destinada al sacrificio de animales. Con esta finalidad el suelo estaba enlosado y provisto de acanaladuras, que conducían la sangre hacia unas pilas de alabastro. El centro estaba ocupado por un altar, también de alabastro, que se completaba con cuatro mesas circulares para las ofrendas. Otra zona del patio, hacia el oeste, estaba destinada a los almacenes situados en hilera.

El obelisco era robusto y estaba colocado sobre una pirámide truncada. De piedra tallada estaba rematado en su punta por el piramidón. De hecho, era el lugar simbólico donde se depositaban los primeros rayos solares al despuntar el día. Los obeliscos han sido interpretados como la continuación de los menhires primitivos. A esta simbología hay que añadir otra ligada al Sol, enunciada por Ernesto Schiaparelli, quien creyó que los obeliscos venían a ser como una prolongación de los rayos solares, concentrados en el vértice del piramidón para repartirse después sobre la tierra y dotar de vida a todos los elementos de la naturaleza.

En el exterior del recinto estaba situada la barca solar, construida con adobe revestido de estuco y pintada con vivos colores. Era el vehículo utilizado por el Sol en su viaje por el firmamento. Las barcas tenían un gran valor simbólico y ocupaban un lugar importante en todos los templos.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *