Contenidos
Charla «Alice Dreger: ¿es la anatomía destino?» de TEDxNorthwesternU en español.
Alice Dreger trabaja con personas en los márgenes de la anatomía, como son los gemelos siameses y las personas intersexuales. En su observación, a menudo, hay una línea borrosa entre hombres y mujeres, entre otras distinciones anatómicas. Lo que nos lleva a una gran pregunta: ¿por qué dejamos que nuestra anatomía determine nuestro destino?
- Autor/a de la charla: Alice Dreger
- Fecha de grabación: 2010-12-15
- Fecha de publicación: 2011-06-10
- Duración de «Alice Dreger: ¿es la anatomía destino?»: 1128 segundos
Traducción de «Alice Dreger: ¿es la anatomía destino?» en español.
Quiero que imaginen a dos parejas en 1979, el mismo día, exactamente en el mismo momento, cada una concibiendo un bebé.
Bien.
Entonces, dos parejas cada una con un bebé.
No quiero que se detengan demasiado en los detalles de la concepción, porque si se detienen a pensar en la concepción en sí, no me van a prestar atención.
Pensemos en eso por un momento.
Y en este escenario quiero que imaginen que, en un caso, el cromosoma Y del esperma se une al cromosoma X del óvulo.
Y, en el otro caso, el cromosoma X del esperma se une al cromosoma X del óvulo.
Ambos prenden y se inicia la vida.
Volveremos a hablar de ellos más tarde.
En mi actividad suelo cumplir dos roles.
En uno de mis roles, trabajo con la historia de la anatomía.
Soy historiadora por formación y lo que estudio en este caso es la forma en que la gente abordó la anatomía -es decir, de cuerpos humanos y animales-, cómo han considerado los fluidos corporales, la idea del cuerpo; qué han pensado respecto del cuerpo.
El otro rol que desempeño en mi trabajo es el de activista, como defensora de pacientes o, como digo a veces, defensora impaciente de personas que son pacientes médicos.
En este caso, he trabajado con personas cuyas características físicas desafían las normas sociales.
He estado trabajando, por ejemplo, con gemelos siameses, dos personas dentro de un mismo cuerpo.
He trabajado con personas con enanismo; personas mucho más bajas que la media.
Y he trabajado con muchos casos de personas con sexo atípico, individuos cuya tipología física no encaja en los esquemas masculinos y femeninos convencionales.
En líneas generales, podemos denominarlo intersexualidad.
La intersexualidad adopta muchas formas.
Voy a ponerles algunos ejemplos de maneras de tener un sexo que no se encasilla en las formas comunes masculino o femenino.
Por ejemplo, está el caso del individuo con base cromosómica XY cuyo gen SRY del cromosoma Y le dice a las protogónadas, que todos tenemos en la vida fetal, que se vuelvan testículos.
Y entonces, en la vida fetal, los testículos producen testosterona.
Pero dado que este individuo carece de receptores de testosterona, el cuerpo no reacciona a la misma.
Es el síndrome de insensibilidad a los andrógenos.
Entonces, hay niveles altos de testosterona pero sin reacción.
Como consecuencia, el cuerpo se desarrolla siguiendo un curso típicamente femenino.
Cuando nace, el bebé tiene aspecto de niña.
Es una niña.
Es criada como una niña.
Y, a menudo, no es sino hasta la pubertad, cuando está creciendo y desarrollando los senos pero no tiene el periodo menstrual, cuando alguien se da cuenta que algo está pasando.
Luego de hacerle exámenes se dan cuenta de que en vez de tener ovarios y útero, en realidad tiene testículos y un cromosoma Y.
Lo importante a entender es que uno puede pensar que se trata de un hombre, pero en realidad no es así.
Las mujeres, como los hombres, tenemos en el cuerpo algo llamado glándulas suprarrenales.
Están en la parte posterior del cuerpo.
Las glándulas suprarrenales producen andrógenos, la hormona de la masculinización.
La mayoría de las mujeres como yo -me considero una mujer típica; no conoce su estructura cromosómica; yo creo ser una mujer típica la mayoría de las mujeres como yo son sensibles a los andrógenos.
Producimos andrógenos y respondemos a los andrógenos.
Como consecuencia, alguien como yo tiene el cerebro más expuesto a los andrógenos que la mujer que nació con testículos que tiene el síndrome de insensibilidad a los andrógenos.
Por eso el sexo es algo complicado.
No es que los intersexuales estén en el medio del espectro…
en cierta forma pueden estar en todos lados.
Otro ejemplo: hace pocos años recibí una llamada de un muchacho de 19 años nacido y criado como varón; tenía novia, y relaciones sexuales con ella, llevaba una vida como muchacho y acababa de descubrir que tenía ovarios y útero.
Tenía una forma extrema de una enfermedad conocida como hiperplasia suprarrenal congénita.
Tenía cromosomas XX y en el útero las glándulas suprarrenales estaban tan activas que, en esencia, creaban un entorno hormonal masculino.
Como consecuencia, sus genitales estaban masculinizados, su cerebro estaba expuesto al componente hormonal típicamente masculino.
Nació con aspecto de niño; nadie sospechó nada.
Y fue a los 19 años cuando empezó a tener problemas médicos provocados por la menstruación interna, cuando los doctores descubrieron que, de hecho, era mujer por dentro.
Bueno, otro ejemplo rápido de un caso de intersexualidad.
Algunas personas con cromosomas XX desarrollan lo que se conoce como ovotestis, es decir, tienen tejido ovárico envuelto en tejido testicular.
No sabemos bien por qué sucede eso.
Entonces, hay muchas variedades de sexo.
La razón por la que niños con este tipo de cuerpos -ya sean enanos, gemelos siameses, o intersexuales- se someten a cirugías normalizadoras no es para poder gozar de una mejor salud física.
En muchos casos la gente está perfectamente sana.
La razón por la que se someten a varias cirugías es que son una amenaza para nuestras categorías sociales.
El sistema se basa normalmente en la idea de que una anatomía particular trae aparejada una identidad particular.
Tenemos la idea de que ser mujer es tener identidad femenina; supuestamente, ser negro quiere decir tener anatomía africana en términos históricos.
Una idea terriblemente simplista.
Y cuando se nos presenta un cuerpo que muestra algo bastante diferente, tenemos problemas con la categorización.
De modo que tenemos ideas muy románticas en nuestra cultura respecto al individualismo.
Nuestra nación se basa en un concepto del individualismo muy romántico.
Imaginen lo sorprendente que es tener hijos que nacen como dos personas dentro de un mismo cuerpo.
El caso reciente más álgido es del año pasado con la corredora sudafricana Caster Semenya; se puso en tela de juicio su sexo en los Juegos Internacionales de Berlín.
Muchos periodistas llamaron para preguntarme: «¿Qué examen van a realizar para determinar si Caster Semenya es hombre o mujer?».
Y yo tenía que explicarles a los periodistas que no existe tal examen.
De hecho, ahora sabemos que el sexo es tan complicado que tenemos que admitir que la Naturaleza no traza una línea tajante entre hombres y mujeres o entre hombres e intersexuales y mujeres e intersexuales; somos nosotros quienes trazamos esa línea.
Así, lo que tenemos es una situación en la que cuanto más avanza la ciencia, más tenemos que admitir que estas categorías (que pensábamos eran categorías anatómicas estables que se correspondían directamente con categorías identitarias estables) son mucho más difusas de lo que pensábamos.
Y no sólo en términos de sexo.
También en términos de raza, algo que resulta mucho más complicado de lo que la terminología permite.
Como vemos, nos metemos en un terreno escabroso.
Miremos, por ejemplo, el hecho de que compartimos al menos el 95% del ADN con los chimpancés.
¿Qué opinaremos del hecho de diferir de ellos en sólo unos pocos nucleótidos? Y a medida que progresamos en la ciencia nos metemos cada vez más en una zona incómoda en la que tenemos que reconocer que las categorías simplistas que manejábamos probablemente son demasiado simplistas.
Y estamos observando esto en todos los ámbitos de la vida humana.
Uno de ellos, por ejemplo, en nuestra cultura actual, en los EE.
UU.
de hoy, son las luchas al principio y al fin de la vida.
Es difícil fijar un momento a partir del cual un cuerpo se torna humano y tiene derechos diferentes a los de los fetos.
Hay discusiones muy acaloradas hoy en día -quizá no en público, pero sí dentro de la medicina- respecto a cuándo alguien se considera muerto.
Nuestros antepasados nunca tuvieron que vérselas con esta cuestión de si alguien estaba muerto.
Como mucho le ponían una pluma delante de la nariz y si se movía todavía no lo enterraban.
Si dejaba de moverse lo enterraban.
Pero hoy podemos, por ejemplo, extraer órganos vitales de un cuerpo y ponerlos en otro cuerpo.
Y, como consecuencia, debemos enfrentarnos al dilema de determinar realmente la muerte de alguien.
Y esto nos coloca en una situación difícil en la que no tenemos las categorías simples del pasado.
Y quizá piensen que esta explosión de categorías podría alegrar a alguien como yo.
En política soy progresista, defiendo a las personas con cuerpos inusuales, pero tengo que admitir que me pone nerviosa.
Constatar que estas categorías son mucho más inestables de lo que pensábamos me tensa.
Tensa desde el punto de vista del concepto de democracia.
Y para contarles de esta tensión primero tengo que admitir que soy una ferviente admiradora de los Padres Fundadores.
Sé que eran racistas, sé que eran sexistas, pero eran grandes.
Quiero decir, eran tan valientes y audaces y tan radicales en lo que hicieron, que me encuentro cada tanto viendo ese musical cursi «1776» y no por la música, que es totalmente pasable.
Es por lo que ocurrió en 1776 con los Padres Fundadores.
Los Padres Fundadores fueron, para mí, los primeros activistas de la anatomía y les explico por qué.
Lo que ellos rechazaban era un concepto anatómico y lo reemplazaban con otro que era radical y hermoso y se mantuvo durante 200 años.
Y, como todos recuerdan, lo que rechazaban nuestros Padres Fundadores era la idea de la monarquía.
La monarquía se basaba en un concepto muy simplista de la anatomía.
Los monarcas del viejo mundo no conocían el ADN, pero tenían clara la idea de derecho de nacimiento.
Tenían el concepto de sangre azul.
Eran de la idea de que se llegaba al poder político por el derecho de sangre transmitido del abuelo al padre y luego al hijo, etc.
Los Padres Fundadores rechazaron esa idea y la reemplazaron por un nuevo concepto anatómico y ese concepto era que todos los hombres son creados iguales.
Ellos nivelaron el campo de juego y decidieron que la anatomía que importaba era la anatomía en común y no las diferencias anatómicas.
Eso fue algo muy radical.
Y en parte lo estaban haciendo porque formaban parte de un sistema ilustrado en el que se estaban gestando dos cosas.
Se estaba gestando la democracia y al mismo tiempo nacía la ciencia.
Y queda muy claro, si nos fijamos en la historia de los Padres Fundadores, que muchos estaban muy interesados en la ciencia y en la idea de un mundo naturalista.
Se estaban distanciando de las explicaciones sobrenaturales y por ende rechazaban el concepto de poder sobrenatural transmitido por vía de una idea vaga de derecho de nacimiento.
Se estaban moviendo hacia un concepto naturalista.
Y si miramos, por ejemplo, la Declaración de la Independencia, hablan de la Naturaleza y del dios de la Naturaleza.
No hablan de Dios y de la naturaleza de Dios.
Hablan del poder de la Naturaleza para decirnos quiénes somos.
Y en consecuencia nos estaban transmitiendo la idea de la coincidencia anatómica.
Y, al hacerlo, estaban sentando las bases del futuro movimiento de Derechos Civiles.
No lo pensaron de ese modo, pero lo hicieron por nosotros y fue genial.
¿Y qué sucedió años después? Sucedió que las mujeres, por ejemplo, que querían el derecho al voto, tomaron el concepto de los Padres Fundadores de que la coincidencia anatómica era más importante que la diferencia anatómica y dijeron: «El hecho de que tengamos útero y ovarios no es una diferencia suficientemente significativa como para impedirnos el derecho al voto, el derecho a una ciudadanía plena, el derecho a la propiedad privada, etc., etc».
Y las mujeres triunfaron.
Luego vino el éxito del movimiento de los Derechos Civiles con personas del calibre de Sojourner Truth, que decía: «¿No soy una mujer?».
Encontramos hombres en las filas del movimiento de Derechos Civiles diciendo: «Soy un hombre».
De nuevo, gente de color que apelaba a la coincidencia anatómica sobre la diferencia anatómica y, de nuevo, triunfaron.
Vemos lo mismo con el Movimiento de la Discapacidad.
El problema es, por supuesto, que a medida que miramos las coincidencias tenemos que empezar a preguntarnos por qué mantenemos ciertas divisiones.
Pero, atención, yo quiero mantener algunas divisiones anatómicas en nuestra cultura.
Por ejemplo: no quiero darle a un pez los mismos derechos que a un humano.
No quiero decir que debamos rendirnos ante la anatomía.
No quiero decir que a los niños de 5 años se les deba permitir tener relaciones sexuales o casarse.
Hay algunas divisiones anatómicas que para mí tienen sentido y que creo deberíamos mantener.
Pero el desafío es tratar de descubrir cuáles son, por qué mantenerlas y si tienen sentido.
Bueno, volvamos a esos dos seres concebidos al principio de esta charla.
Tenemos dos seres, ambos concebidos a mediados de 1979 exactamente el mismo día.
Imaginemos que uno de ellos, Mary, nació 3 meses antes de tiempo: el 1 de junio de 1980.
Henry, por el contrario, nació en término: nació el 1 de marzo de 1980.
Por el solo hecho de haber nacido 3 meses antes que Mary se le atribuyen todos los derechos tres meses antes que a Henry -el derecho al consentimiento sexual, el derecho al voto, el derecho a beber-.
Henry tiene que esperar para todo eso no porque tenga una edad biológica diferente, sino porque nació después.
Encontramos otras rarezas en relación a sus derechos.
Henry, en virtud de ser considerado hombre -si bien no les he dicho si es XY-, en virtud de ser considerado hombre ahora es pasible del enrolamiento obligatorio del que Mary no tiene que preocuparse.
Mary, por su parte, no tiene los mismos derechos al matrimonio que Henry en todos los estados, por ejemplo.
Henry puede casarse en todos los estados con una mujer, pero Mary puede casarse con una mujer sólo en algunos estados.
Así que todavía persisten categorías anatómicas que en varios aspectos son problemáticas y cuestionables.
Y ahora la pregunta es: ¿Qué hacemos ahora que la ciencia avanzó tanto en el campo de la anatomía que llegamos al punto de tener que admitir que una democracia basada en la anatomía podría desmoronarse? No quiero renunciar a la ciencia, pero al mismo tiempo a veces siento como que la ciencia se nos escapa.
¿A dónde vamos? Parece que lo que ocurre en nuestra cultura es una especie de actitud pragmática: «Bueno, tenemos que trazar la línea en alguna parte, así que lo vamos a hacer».
Pero mucha gente queda atrapada en una posición rara.
Por ejemplo: Texas en cierto momento ha decidido que para casarse con un hombre no hay que tener cromosoma Y y que para casarse con una mujer hay que tener cromosoma Y.
Ahora bien, en la práctica no hacen exámenes cromosómicos a la gente.
Pero esto también es muy extraño dada la historia que les conté al principio del síndrome de insensibilidad a los andrógenos.
Si miramos a uno de los padres fundadores de la democracia moderna, el Dr.
Martin Luther King, en su discurso «I have a dream» ofrece una solución.
Dice que deberíamos juzgar a la gente «basándonos no en el color de su piel, sino en el contenido de su carácter», yendo más allá de la anatomía.
Y quiero decir: «Sí, la idea parece muy buena».
Pero en la práctica, ¿cómo se hace? ¿Cómo juzgar a la gente en base al contenido de su carácter? Quiero señalar también que no estoy segura de que debamos basarnos en esto para garantizarles derechos a las personas, porque he de admitir que sé de algunos golden retrievers que probablemente merecen más los servicios sociales que algunos humanos que conozco.
También quiero decir que quizá algunos labradores que conozco puedan tomar más decisiones informadas, inteligentes y maduras sobre sus relaciones sexuales que gente de 40 que conozco.
Entonces, ¿cómo poner en práctica el tema del contenido de carácter? Resulta muy difícil.
Y una parte de mí se pregunta qué sucedería si el carácter de una persona pudiese en el futuro ser medido con un instrumento, quizá con una resonancia magnética.
¿Queremos realmente llegar a ese punto? No estoy segura de a dónde vamos.
Lo que sí sé es que parece ser muy importante que EE.
UU.
siga guiando esta corriente de pensamiento en relación al tema de la democracia.
Hemos hecho un buen trabajo en defensa de la democracia y creo que haremos un buen trabajo en el futuro.
No vivimos, por ejemplo, en un contexto como el iraní en el que un hombre que se siente atraído por otros hombres es susceptible de ser asesinado, a menos que esté dispuesto a someterse a un cambio de sexo, en cuyo caso se le permite vivir.
No estamos en esa situación.
Me alegra decir que no tenemos un contexto como el de un cirujano con el que hablé hace un par de años que había hecho dar a luz gemelos siameses para luego separarlos y así acrecentar su fama.
Pero cuando al teléfono le pregunté el motivo de la operación -era una operación muy riesgosa-, me respondió que en ese otro país estos niños serían muy maltratados y por ende tenía que hacerlo.
A lo que respondí: «Bueno, ¿ha considerado el asilo político en vez de la separación quirúrgica?».
EE.
UU.
ofrece enormes posibilidades a las personas para ser quienes son sin obligarles a cambiar por el bien del Estado.
Así que creo que tenemos que estar a la cabeza.
Bueno, para terminar quiero decir que he estado hablando mucho de los Padres.
Y quiero pensar cómo sería la democracia, o como podría haber sido, si hubiéramos dado mayor participación a las Madres.
Y quiero decir algo un poco radical para una feminista, y es que creo que pueden haber distintas ideas provenientes de diferentes tipologías anatómicas, en particular si hay gente pensando en grupo.
Desde hace años, dado que he estado interesada en la intersexualidad, también he estado interesada en investigar la diferencia sexual.
Y una de las cosas que me ha interesado son las diferencias entre hombres y mujeres en cuanto a la forma de pensar y operar en el mundo.
Y lo que sabemos de los estudios transculturales es que las mujeres, en promedio, -no todas, pero en promedio- tienden a prestar más atención a las relaciones sociales complejas y a ocuparse de aquellos que son vulnerablses dentro del grupo.
Y, si pensamos en eso, tenemos una situación interesante en nuestras manos.
Hace años, cuando estaba en el posgrado, uno de mis asesores que sabía que yo estaba interesada en el feminismo -yo me consideraba feminista, como ahora- me hizo un planteo extraño: «Dime qué tiene de femenino el feminismo».
Y yo pensé: «Es la pregunta más tonta que he escuchado.
El feminismo tiene que ver con deshacer los estereotipos de género, así que no hay nada femenino en el feminismo».
Pero cuanto más he pensado en su pregunta, más me ha parecido que hay algo femenino en el feminismo.
Es decir, que podría haber algo, en promedio, algo diferente entre el cerebro femenino y el masculino que nos hace más atentas a las relaciones sociales complejas y dispuestas a ayudar a los más vulnerables.
Así, si bien los Padres estaban muy atentos a encontrar la manera de proteger a las personas por parte del Estado, es posible que, de haber inyectado más Madres a este concepto, quizá habríamos enriquecido el concepto de protección con el de apoyo recíproco.
Y tal vez eso es lo que tenemos que hacer en el futuro cuando llevemos la democracia más allá de la anatomía: pensar menos en el cuerpo individual, en términos de la identidad, y pensar más en las relaciones.
Así, mientras tratamos de crear una unión más perfecta, pensemos en qué hacemos los unos por los otros.
Gracias.
(Aplausos)
https://www.ted.com/talks/alice_dreger_is_anatomy_destiny/