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Charla «Aprender es ser libre» de TEDWomen 2017 en español.
Shameem Akhtar se hizo pasar por niño durante su infancia en Pakistán para poder disfrutar de los privilegios que rara vez tienen las niñas pakistaníes: jugar afuera y asistir a clases. En una reveladora charla personal, Akhtar recuerda cómo la oportunidad de obtener una educación alteró el curso de su vida y, finalmente, cambió la cultura de su pueblo, donde en la actualidad todas las niñas van a la escuela.
- Autor/a de la charla: Shameem Akhtar
- Fecha de grabación: 2017-11-01
- Fecha de publicación: 2018-03-01
- Duración de «Aprender es ser libre»: 755 segundos
Traducción de «Aprender es ser libre» en español.
Un aula llena de varones.
Una niña de casi 9 o 10 años, está sentada en el centro de una habitación, rodeada de libros.
Es la única niña entre puros varones y apenas extraña a sus primas y amigas que están dentro de sus casas, en vez de estar en la escuela porque a ellas no se les permite recibir educación cerca de los varones.
No hay ni un solo colegio de niñas que funcione en su aldea.
Ella nació en un «baloch», una tribu conservadora donde las mujeres y las niñas son una cuestión de honor.
Es la mayor de su familia, y cuando iba a nacer, sus padres esperaban un varón pero para su mala suerte nació una niñita.
Es una costumbre en su familia que las niñas se queden en casa.
Pero su tío, que se graduó de la universidad quería darle una oportunidad de poder ver el mundo, de ser parte de la sociedad.
Afortunadamente, ella tenía un nombre que podía ser usado para mujer y para hombre, entonces él vio la oportunidad de cambiar el curso de su vida.
Entonces él decidió criarla como si fuera un varón.
A sus tres meses de vida pasó de ser una niñita a ser un niñito, y le dieron un atuendo de niño.
A ella sí le era permitido salir y educarse junto a niños varones.
Ella es libre, está segura de sí misma.
Observa, nota pequeñas injusticias cotidianas a las que se enfrentan las mujeres de su aldea.
Cuando el periódico llegaba a su casa, ella veía como pasaba desde el hombre más viejo hasta el más joven, para cuando lo leía una mujer, ya eran noticias viejas.
Ella terminó el octavo grado.
Ahora empiezan a llegar los miedos, este será el fin de su educación, porque la única opción de seguir con sus estudios está a 5 kilómetros de distancia.
Los niños tienen bicicletas, son libres, pero ella sabe que su padre no lo permitirá, no la dejará viajar sola aunque se haga pasar por niño.
«No te puedo dejar hacer eso, y no tengo tiempo como para acompañarte hasta allá y volver.
Lo siento, es imposible».
Ella se enojó mucho.
Pero ocurrió un milagro: un pariente que vive lejos, se ofrece a enseñarle los estudios necesarios del noveno y décimo grado durante sus vacaciones de verano.
Y así termina su educación básica primaria.
La chica de la que les hablo soy yo, Shameem, quien está frente de Uds.
ahora.
(Aplausos)
A través de los siglos, las personas han estado luchando por su identidad las personas han sido amadas, privilegiadas por su identidad, su nacionalidad, su origen racial.
Y también, las personas han sido odiadas, se las ha negado por culpa de su nacionalidad, su identidad su raza, su género, su religión.
La identidad determina tu posición en la sociedad, donde sea que vivas; entonces si me preguntan a mí, yo diría que odio esto de la identidad.
A millones de niñas en este mundo se les niega sus derechos básicos solo por haber nacido mujer.
Y yo hubiera enfrentado lo mismo si no me hubiesen criado como niño.
Yo estaba decidida a continuar mis estudios, a aprender, a ser libre.
Luego de mi aprendizaje escolar, incluso inscribirme en la universidad fue difícil, tuve que hacer una huelga de hambre de tres días.
(Risas)
Luego, obtuve el permiso para ir a la universidad.
(Risas)
(Aplausos)
De esa manera terminé mi educación superior.
Dos años después, llegó la hora de ir a la universidad, mi padre tornó su atención hacia mis hermanos más jóvenes.
Ellos necesitaban estudiar, para tener trabajo y ayudar a su familia.
Y yo que soy mujer, mi lugar está en casa.
Pero no me rendí.
Me inscribí en un programa de dos años para ser visitadora de salud.
Después escuché sobre el programa de desarrollo rural de Thardeep, una organización no lucrativa que trabaja para empoderar a comunidades rurales, me escabullí.
Viaje durante cinco horas a una entrevista por un puesto.
Era la primera vez y lo más lejos de mi casa que estuve y lo más cerca de mi libertad que estuve.
Afortunadamente, me dieron el trabajo, pero la parte más difícil fue encarar a mi padre.
(Risas)
Mis parientes ya lo estaban alarmando acerca de su hija, que vagueaba, burlándose de él, hablando de su hija que cruzó la frontera.
Cuando volví a casa, lo único que quería era aceptar esa posición en Thardeep.
Entonces esa noche empaqué todas mis cosas en una maleta y entré al cuarto de mi papá a decirle lo siguiente: «Mañana por la mañana, va a llegar un autobús.
Si crees en mí, si confías en mí, me despertarás y me acompañarás a la estación de bus; si no lo haces, yo entenderé».
Y me fui a dormir.
A la mañana siguiente, mi padre estaba parado a mi lado para llevarme a la estación de autobús.
(Aplausos)
Ese día entendí la importancia de las palabras, entendí cómo las palabras influyen en nuestros corazones, cómo las palabras juegan un rol importante en nuestras vidas y entendí que las palabras son más poderosas que las peleas.
Ya en mi trabajo vi un Pakistán que desconocía, un país mucho más complejo del que yo creía.
Hasta ese día, yo pensaba que tuve una vida difícil, pero ahí, vi lo que las mujeres estaban viviendo en otras partes de Pakistán; de verdad me abrió los ojos.
Algunas mujeres tenían 11 hijos, y nada que darles de comer.
Para conseguir agua, tenían que caminar tres horas cada día a los pozos; el hospital más cercano estaba por lo menos a 32 kilómetros, entonces si una mujer estaba en trabajo de parto tenía que viajar en camello para llegar al hospital; las distancias eran tan grandes que podría morir en el camino.
Fue así como esto se convirtió en más que un trabajo para mí, descubrí mi verdadero poder.
Entonces, mientras ganaba un salario empecé a mandar dinero a mi casa.
Los parientes y vecinos se estaban dando cuenta de esto, empezaron a entender la importancia de la educación.
Para ese tiempo, algunos otros padres empezaron a enviar a sus hijas al colegio, poco a poco empezó a volverse más fácil y más aceptable que las mujeres vayan a la universidad.
Y hoy no hay una sola niña que no vaya al colegio en mi aldea.
(Aplausos)
Mujeres haciendo trabajos en salud, hasta de policías.
La vida era buena, pero en alguna parte de mi corazón me di cuenta de que mi región, más allá de mi aldea, necesitaba más cambio.
Este también fue el momento en el que me uní a «Acumen Fellowship» donde conocí a líderes como yo de todo el país, y vi que ellos estaban tomando riesgos en sus vidas y fue ahí donde comencé a entender lo que es el liderazgo realmente.
Entonces decidí volver a mi región y tomar un puesto de profesora en una escuela remota, una escuela a la que llegaba en autobús viajando durante dos horas, cada mañana y cada tarde.
Aunque fue difícil, en mi primer día supe que tomé la decisión correcta.
El primer día que entré a la escuela, vi a todos esas pequeñas Shameems mirándome
(Risas)
con sueños en sus ojos, el mismo sueño de libertad que yo tuve en mi niñez.
Las niñas están ansiosas de aprender, pero la escuela no tiene personal; las niñas se sientan llenas de esperanza pero no aprenden nada y luego se van.
No pude aguantar que esto ocurriera, no había forma de volver atrás.
Así que encontré mi propósito.
Inscribí a unas cuantas amistades para que me ayuden a enseñar y les presenté a mis niñas el mundo externo, mediante actividades extracurriculares y libros.
Compartí con ellas perfiles de los mejores líderes del mundo como Martin Luther King y Nelson Mandela.
El año pasado, algunos de nuestros estudiantes fueron a la universidad y yo, nunca dejé de estudiar.
Hoy en día estoy trabajando en terminar mi doctorado en educación,
(Aplausos)
lo que me permitirá ganar un puesto de gestión en el sistema educativo, y así podré tomar más decisiones y jugar un papel importante en el sistema.
Yo creo que si no educamos a las niñas, nunca podremos tener una paz mundial.
No podremos reducir los matrimonios infantiles, no podremos reducir la mortalidad infantil, no podremos reducir los índices de mortalidad.
Para lograr esto, tenemos que trabajar continua y colectivamente.
al menos yo, estoy desempeñando mi papel, aunque mi destino no está cerca, y el camino no es fácil pero yo tengo sueños en mis ojos y no voy a retroceder ahora.
Gracias.
(Aplausos)
https://www.ted.com/talks/shameem_akhtar_to_learn_is_to_be_free/