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Atrévete a rechazar los mitos de origen que afirman quién eres – Charla TEDxExeter

Charla «Atrévete a rechazar los mitos de origen que afirman quién eres» de TEDxExeter en español.

Todos tenemos historias de origen y mitos de identidad, nuestras narrativas tribales que nos dan una sensación de seguridad y pertenencia. Pero a veces nuestras identidades de pequeños grupos pueden evitar que nos conectemos con la humanidad como un todo, e incluso nos impiden ver a los demás como humanos. En una charla potente acerca de cómo entendemos quiénes somos, Chetan Bhatt nos desafía a pensarnos con creatividad unos a otros y a pensar nuestro futuro. Como él dice: es hora de cambiar la pregunta de «¿De dónde eres?» por la de «¿A dónde vas?»

  • Autor/a de la charla: Chetan Bhatt
  • Fecha de grabación: 2015-04-24
  • Fecha de publicación: 2017-09-01
  • Duración de «Atrévete a rechazar los mitos de origen que afirman quién eres»: 1156 segundos

 

Traducción de «Atrévete a rechazar los mitos de origen que afirman quién eres» en español.

Soy Chetan Bhatt y a menudo al decir mi nombre, me preguntan «

¿De dónde eres?

» Y por lo general digo de Londres.


(Risas)
Pero, claro, sé qué es lo que están preguntando en realidad.

Por eso digo algo así: «Bueno, mis abuelos y mi mamá nacieron en India, mi papá y yo nacimos en Kenia, y yo me crié en Londres.

Y ahí atan cabos: «Ah, eres un keniata asiático, una vez trabajé con uno de ellos».


(Risas)
Por mi nombre probablemente suponen que soy hindú.

Y esto, en cierto modo, me encasilla para ellos.

Pero

¿y los cristianos, y los musulmanes y los ateos con los que crecí?

O los socialistas y los liberales, o incluso los ocasionales conservadores.


(Risas)
De hecho, todo tipo de hombres y mujeres…

verduleros, obreros, cocineros, mecánicos…

que habitan zonas de clase obrera, desde lo más profundo, son también parte de mí y me acompañan.

Quizá por eso me resulta difícil responder cuestiones de identidad y sobre mis orígenes.

Y no es un rechazo adolescente a ser etiquetado.

Se trata de la identidad esencial, esa a la que nos aferramos, esa por la que nos aficionamos, esa por la que bregamos, esa que amamos u odiamos.

Tiene que ver con la forma de entendernos y de entender a los otros.

Tiene que ver con la identidad que damos por sentado que tenemos sin pensar demasiado en ello.

Pero nuestra reacción a cuestiones de identidad y origen tiene importancia social y política.

Estamos rodeados de guerras, y de rabia generada por la identidad.

Vemos violentas rencillas religiosas, nacionales y étnicas.

Y a menudo el conflicto es fruto de viejas rencillas por la identidad, la pertenencia y los orígenes.

Y estas identidades parten de mitos, por lo general de orígenes antiguos, primordiales.

Y podría tratarse de Adán y Eva o de la supremacía de una casta o género, o de la energía de una hipotética raza, o de las glorias pasadas de un imperio o civilización, o de un terruño bendecido por alguna divinidad imaginaria.

Se suele decir que las historias fundacionales y los mitos de identidad nos dan seguridad.

¿Cuál es el error en eso?

Nos dan un sentido de pertenencia.

La identidad es nuestra vestimenta cultural, y puede abrigarnos y hacernos sentir cómodos por dentro.

¿Pero de verdad es así?

¿Realmente necesitamos mitos de identidad para sentirnos seguros?

Porque para mí las rencillas religiosas, nacionales, étnicas, son la parte negativa de la condición humana.

¿Aceptan el desafío de rechazar cualquier mito de origen que los identifica?

¿Y si rechazamos todos los mitos de origen fundacionales y trabajamos ese sentido más profundo de humanidad que brega por la humanidad en su conjunto en vez de hacerlo por una tribu en particular, una idea de humanidad radicalmente diferente que ponga al descubierto el mito de los mitos de origen, que ponga al descubierto al poder mundial, a la explotación voraz, a la pobreza, a la opresión mundial de chicas y mujeres, y, claro está, que acelera las enormes desigualdades?

Pero los mitos de origen están estrechamente vinculados a la tradición, y la palabra tradición se refiere a algo antiguo y permanente, casi natural, y la gente supone que la tradición solo es historia, que es sencillamente el pasado condensado en una historia bonita.

Pero no confundamos tradición con historia.

Ambos conceptos entran a menudo en grave conflicto.

Las historias fundacionales a menudo son fábulas recientes de raigambre antigua y son absurdas dada la complejidad de la humanidad y de nuestro mundo interconectado, y a la vez desigual.

Hoy vemos reivindicaciones de una tradición que se dice antigua y que cambia rápidamente ante nuestros ojos.

Me crié en la década del 70 cerca de Wembley en una calle con familias asiáticas, inglesas, caribeñas e irlandesas.

En ese entonces el Frente Nacional neonazi era enorme.

A menudo había marchas y nos atacaban.

Vivíamos en amenaza constante y con frecuencia una realidad de violencia en nuestra contra en las calles, en nuestros hogares, organizada, por lo general, por neonazis y otros racistas.

Y recuerdo en unas elecciones generales que llegó a casa un folleto por correo con imágenes del candidato del Frente Nacional de nuestra zona.

Y era la foto de nuestro vecino de al lado.

Una vez, amenazó con dispararme mientras jugaba en su jardín, de niño, y durante muchos fines de semana visitaban su casa activistas rapados del Frente Nacional y salían con manifiestos gritando que querían que regresáramos a nuestros hogares.

Pero hoy es uno de los mejores amigos de mamá.

Es un hombre adorable, amable y muy gentil.

Y, en cierto momento de su alejamiento político del fascismo, adoptó una idea más amplia de humanidad.

Era una familia hindú que conocíamos bien…

y comprenderán que la vida en nuestra calle era una especie de novela asiática.

Todos conocíamos la vida de todos, aunque nadie quisiera que eso tomara estado público.

No había mucha elección al respecto.

Pero en esta familia había un niñito tranquilo que iba a la misma escuela que yo, y al terminar la escuela, no supe mucho más de él, salvo que se había ido a India.

Pero sobre el 2000 recuerdo haber visto este librito.

El libro era inusual porque estaba escrito por un británico que apoyaba a Al Qaeda, y propiciaba ataques contra Gran Bretaña.

Esto fue en 1999 así que el 11-S y la invasión a Irak todavía no habían ocurrido, y el autor ayudó a detectar objetivos de bomba en Nueva York.

Enseñaba a construir bombas caseras para usar en el metro de Londres, y planeaba un bombardeo enorme en las tiendas comerciales londinenses.

Es un prisionero de alto riesgo para la seguridad en el Reino Unido y uno de los presos de mayor relevancia de Al Qaeda en Gran Bretaña.

El autor de ese libro era ese niñito tranquilo que fue a mi escuela.

Así que un niño hindú de Gran Bretaña se vuelve combatiente de Al Qaeda y uno de los terroristas internacionales más buscados, y rechazó que lo etiquetaran como hindú, indio o británico, para adoptar otra identidad.

Rechazó ser quién era.

Se redefinió.

Y este tipo de recorrido es muy común en chicos y chicas que ingresan a Al Qaeda o Daesh u otros grupos armados trasnacionales.

El portavoz de Al Qaeda es un estadounidense blanco de origen judeo-católico, y ni él ni el niño de mi escuela eran de raíz musulmana.

No tiene sentido preguntarles de dónde son.

Una pregunta más importante es a dónde van.

Y quiero decirles también que ocurre exactamente lo mismo con los chicos y las chicas que crecieron en familias musulmanas.

La mayor parte de quienes se unen a Al Qaeda y a otros grupos del salafismo yihadista de Europa, Asia o América del Norte, e incluso en muchos casos de Oriente Medio, ha rechazado de plano sus raíces para volverse, en esencia, nuevos individuos.

Pasan muchísimo tiempo criticando las raíces de sus padres por profanas, impuras, blasfemas, por seguir el tipo equivocado de Islam y su visión, en cambio, es una visión fantástica de apocalipsis cósmico.

Es la visión de un renacer.

Es rechazar tu pasado, tu sociedad, tu familia y amigos porque son todos impuros.

Y, en cambio, ser otra persona, tu verdadero ser, tu auténtico ser.

Pero esto no es volver al pasado.

Es usar una falsificación del pasado para imaginar un futuro aplastante que empieza hoy, en el año cero.

Por eso más de un 80 % de las víctimas de Al Qaeda y Daesh tienen raíces musulmanas.

La primera acción de los grupos del salafismo yihadista al tomar una zona es destruir las instituciones musulmanas existentes incluidas las mezquitas, los santuarios, los predicadores y las prácticas.

El motivo principal es controlar y castigar desde dentro, determinar los espacios de la mujer, su vestimenta, sus relaciones familiares, sus creencias, hasta el mínimo detalle sobre cómo rezar.

Y uno tiene la impresión al ver las noticias de que están en contra de Occidente, pero en realidad, y sobre todo, persiguen a musulmanes de otras raíces.

Según su mirada, ningún otro musulmán puede ser lo suficientemente puro, entonces aquellas creencias y prácticas que datan de siglos sufren ataques por impuras a manos de adolescentes de Birmingham o Londres que no saben nada de las historias que destruyen tan alegremente.

Y aunque la idea exigiendo tradición entra en conflicto con la historia, ellos están segurísimos de su propia pureza y de la impureza de los otros.

La pureza, la certeza, regresar a la tradición auténtica, estas búsquedas pueden llevar a visiones letales de sociedades perfectas y de personas sin defectos.

Las principales organizaciones fundamentalistas hindúes en India se presentan así en sus manifestaciones masivas.

Quizá esto les recuerde los años 30 en Italia o en Alemania, y las bases de los movimientos, de hecho, son fascistas.

Un miembro del mismo movimiento fundamentalista hindú disparó a Mahatma Gandhi.

Los fundamentalistas hindúes ven hoy a ese asesino como un héroe nacional, y quieren erigir estatuas de él por toda India.

Durante décadas han participado en manifestaciones violentas masivas contra las minorías.

Prohíben libros, arte, películas.

Atacan a parejas en San Valentín, y a cristianos en Navidad.

No les gusta que critiquen lo que ellos consideran su cultura antigua, o que usen sus imágenes o que los caricaturicen, o que dibujen viñetas sobre eso.

Pero las personas que hacen las afirmaciones más fuertes sobre la religión hindú antigua e inmortal visten pantalones marrones y camisas blancas mientras reivindican, extrañamente, ser la raza aria originaria, así como los violentos yihadistas salafíes que reivindican su religión primordial mientras visten uniformes militares negros y pasamontañas.

Estas personas crean una identidad pura y prístina de creencia y certeza.

Para los fundamentalistas, religión y cultura son de su exclusiva propiedad.

Pero las religiones y la cultura son procesos.

No son cosas.

No son permanentes.

Son caóticos.

Son impuros.

Analizando cualquier religión vemos rencillas y discusiones en todas partes.

Cualquier crítica a la religión en cualquier forma debe ser, por ende, parte del amplio sentido de humanidad al que deberíamos aspirar.

Respeto tu derecho a tener y profesar tu religión, o tu cultura o tu opinión, pero no necesariamente tengo que respetar el contenido.

Podría apreciar una parte.

Podría apreciar el aspecto de una iglesia antigua, por ejemplo, pero eso no es lo mismo.

Del mismo modo, tengo el derecho humano a decir algo que tú podrías encontrar ofensivo, pero no tienes el derecho humano a no ofenderte.

En una democracia genuina todo el tiempo nos ofendemos porque todos expresamos visiones diferentes todo el tiempo.

La gente cambia de puntos de vista, los puntos de vista no son permanentes.

No podemos cristalizar la mirada política a partir de sus raíces religiosas o nacionales o culturales.

Estos conceptos de pureza religiosa se aplican también al nacionalismo y al racismo.

Siempre me desoriento frente al orgullo que muestran en su identidad nacional o étnica, al orgullo por un nacimiento casual en un útero cálido y cómodo, que les hace creer en una superioridad por el hecho de haber nacido.

Estas personas tienen ideas muy firmes sobre qué pertenece y qué no pertenece a las tradiciones nacionales confortables que tienen en mente.

Y voy a darles una imagen un poco caricaturesca, solo un poco.

Quiero que imaginen a un partidario nacionalista en Gran Bretaña que sentado en su hogar se indigna contra los extranjeros que invaden su país mientras mira Fox News, un canal de cable de EE.UU., propiedad de un australiano, en su TV surcoreana, comprada con su tarjeta de crédito española, que salda mensualmente en la filial británica del banco que tiene su sede en Hong Kong.

Es aficionado de un equipo de fútbol inglés, propiedad de un ruso.

Su marca preferida de «fish and chips» es propiedad de una empresa de capital de riesgo sueca.

El templo al que asiste a veces tiene un credo producto de reuniones en Ghana.

Sus calzoncillos con la bandera británica fueron hechos en India.


(Risas)
Y…


(Aplausos)
Gracias.

Y los lava regularmente una señora polaca muy buena.


(Risas)
No hay una etnicidad pura, una cultura nacional, y nuestras elecciones éticas de hoy son mucho más amplias que estar forzados a elegir entre las visiones de la derecha racista y la derecha religiosa, deprimentes visiones de la cultura.

Ahora, la cultura no es solo idioma, comida, ropa y música, sino relaciones de género, monumentos antiguos, herencia de textos sagrados.

La cultura también puede ser lo que han decidido como cultura quienes tienen un interés político en confinar la cultura a la forma de una prisión.

Una gran identidad política es un recurso de la élite para ganar poder.

No es una respuesta a las injusticias sociales, económicas o políticas; a menudo las encubren.

¿Qué pasa con las innumerables personas que en el mundo no pueden apelar a un monumento de su pasado, que no tienen escrituras sagradas, que no pueden recurrir a la gloria pasada de una civilización o imperio?

Estas personas,

¿son menos parte de la humanidad?

¿Qué hay de ti que ahora escuchas esto?

¿Qué hay de ti y de tu identidad, que unes tus experiencias y pensamientos en una persona continua que avanza en el tiempo?

Y eso es lo que eres al decir: «Yo soy» o «yo».

Pero eso incluye también todas tus esperanzas y sueños, sea ​​lo que sea que hayas sido, e incluye a todos los demás, y a los elementos de la biografía que te constituyen.

Ellos, los otros, también son parte de ti, y avanzan contigo.

Tu verdadero yo, si existe, es complejo, caótico e incierto, y eso es muy bueno.

¿Por qué no valorar estas impurezas e incertidumbres?

Tal vez aferrarse a identidades puras sea un signo de inmadurez, y las tradiciones étnicas, nacionalistas, religiosas, nos hagan mal.

¿Por qué no poner en duda las historias fundacionales que alguien creó en nombre nuestro?

¿Por qué no rechazar los mitos de identidad que nos piden aceptar, que políticos y líderes comunitarios, los denominados líderes comunitarios, nos imponen?

Si no necesitamos historias fundacionales ni identidades cristalizadas, podemos aceptar el desafío de pensarnos con creatividad sobre los unos y los otros, y pensar nuestro futuro.

La cultura siempre se cuida sola.

No me preocupa la cultura.

Las culturas son procesos creativos dinámicos, no son leyes o límites impuestos.

Este es Abu al-Walid Muhammad Ibn Ahmad ibn Rushd, un juez y pensador musulmán muy relevante en la Córdoba del siglo XII, sus escritos se consideraron muy blasfemos, herejes y perniciosos.

Mucho después de su muerte, una institución persiguió despiadadamente a los seguidores de su obra, con destierro y asesinatos durante varios siglos.

Era la institución religiosa más poderosa del período medieval.

Esa institución fue la iglesia católica romana.

¿Por qué lo persiguió?

Porque Ibn Rushd dijo que algo cierto en la religión puede entrar en conflicto con algo que la razón encuentra ser cierto en la Tierra, pero lo último sigue siendo cierto.

Hay dos mundos distintos de verdad, uno con base en la razón y la evidencia, y uno divino, y el Estado, poder político y el derecho social están en el ámbito de la razón.

La vida religiosa está en un ámbito diferente.

Deberían mantenerse separados.

La vida social y política debería estar regida por la razón, no por la religión.

Pueden ver por qué la Iglesia estaba molesta por sus escritos, así como algunos musulmanes durante su vida, porque establece la separación entre Iglesia y Estado, algo bastante normal en Europa hoy.

Pero la historia a menudo nos gasta una broma.

Socava nuestras verdades fijas y lo que creemos es nuestra cultura y la cultura de ellos.

Ibn Rushd, alguien que resulta ser musulmán, se considera una de las influencias clave en la introducción y difusión del secularismo en Europa.

Entonces contra religiosos, nacionalistas y puristas raciales de todo tipo,

¿puedes hacer que su historia sea parte de tu historia?

No porque él fuera musulmán, no porque él fuera árabe, sino porque él fue un ser humano que tuvo muy buenas ideas que sacudieron a su mundo y al nuestro.

Gracias.


(Aplausos)

https://www.ted.com/talks/chetan_bhatt_dare_to_refuse_the_origin_myths_that_claim_who_you_are/

 

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