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Charla «Auret van Heerden: por un trabajo mundial justo» de TEDGlobal 2010 en español.
El activista sindical Auret van Heerden habla de la próxima frontera de los derechos de los trabajadores: las industrias globalizadas en las que ningún organismo nacional solo puede dar seguridad y protección a los trabajadores. ¿Cómo podemos mantener la honestidad de nuestras cadenas mundiales de suministro? Van Heerden hace el plan de negocios para el trabajo justo.
- Autor/a de la charla: Auret van Heerden
- Fecha de grabación: 2010-07-16
- Fecha de publicación: 2010-11-11
- Duración de «Auret van Heerden: por un trabajo mundial justo»: 1066 segundos
Traducción de «Auret van Heerden: por un trabajo mundial justo» en español.
Este teléfono móvil comenzó su camino en una mina artesanal al Este de Congo.
Es explotada por bandas armadas que emplean niños esclavos.
El Consejo de Seguridad de la ONU los llama «minerales de sangre», que luego viajan en forma de componente y terminan en alguna fábrica de Shinjin en China.
En esa fábrica ya se han suicidado más de 12 empleados este año.
Un hombre murió después de trabajar un turno de 36 hs.
A todos nos gusta el chocolate.
Se lo compramos a nuestros hijos.
El 80% del cacao proviene de Costa de Marfil y Ghana y es cosechado por niños.
En Costa de Marfil tenemos un gran problema de esclavitud infantil.
Se trafica con niños que vienen de otras zonas a trabajar en las plantaciones de café.
La heparina -anticoagulante, un producto farmacéutico- comienza en talleres artesanales como este de China, porque el principio activo se extrae del intestino porcino.
Los diamantes: quizá todos hemos oído hablar de la película «Diamante de sangre».
Esta es una mina de Zimbabwe en este momento.
Algodón: Uzbekistán es el segundo mayor exportador de algodón en el mundo.
Cada año, cuando llega la cosecha de algodón, el gobierno cierra las escuelas, coloca a los niños en autobuses y los envía al campo a cosechar algodón durante tres semanas.
Es trabajo infantil forzado a nivel institucional.
Y todos estos productos probablemente terminen sus vidas en un vertedero como este de Manila.
Estos lugares, estos orígenes, representan vacíos de gobernabilidad.
Esa es la descripción más cortés que se me ocurre.
Estos son los lugares oscuros donde comienzan las cadenas de suministro; las cadenas mundiales de suministro que nos proveen los productos de marca favoritos.
Algunas de estas lagunas de gobierno ocurren en estados hostiles.
Algunos ya ni siquiera son estados; son estados fallidos.
Algunos son sólo países que creen que la desregulación o la falta de regulación es la mejor manera de atraer inversiones, de fomentar el comercio.
Como sea, nos plantean un gran dilema moral y ético.
Sé que ninguno de nosotros quiere ser parte, luego de los hechos de abusos de Derechos Humanos, de una cadena de suministro mundial.
Pero en este momento la mayor parte de las empresas involucradas en estas cadenas de suministro no tienen manera de asegurarnos que nadie tuvo que hipotecar su futuro, que nadie tuvo que sacrificar sus derechos, para ofrecernos los productos de marca favoritos.
Pero no he venido aquí para deprimirlos con el estado de la cadena de suministro mundial.
Necesitamos un baño de realidad.
Necesitamos reconocer el grave déficit de derechos que tenemos.
Esta es una república independiente, probablemente un estado fallido.
Definitivamente no es un estado democrático.
Y ahora mismo, esa república independiente, la de la cadena de suministro, no es gobernada de una manera que nos satisfaga, de modo que podamos participar en un comercio o un consumo éticos.
Pero esto no es novedad.
Uds ya han visto documentales de los talleres de confección de prendas en todo el mundo, incluso en los países desarrollados.
Si quieren ver un taller de explotación clásico vengan conmigo a Madison Square Garden, y los voy a llevar a un taller chino de explotación.
Tomemos el ejemplo de la heparina.
Es un producto farmacéutico.
Uno espera que la cadena de suministro que la lleva al hospital sea absolutamente limpia.
El problema es que el principio activo, como dije antes, viene del cerdo.
El principal fabricante de EE.UU.
de ese principio activo decidió hace unos años trasladarse a China porque ese es el proveedor de cerdos más grande del mundo.
Pero su fábrica de China -que probablemente sea bastante limpia- consigue todos los ingredientes de los mataderos del patio trasero donde las familias matan a los cerdos y extraen el ingrediente.
Así, hace un par de años tuvimos un escándalo en el que murieron unas 80 personas en todo el mundo, debido a los contaminantes que se colaron en la cadena de suministro de la heparina.
Peor aún: alguno de los proveedores se dieron cuenta de que podían sustituir un producto que imitaba a la heparina en las pruebas.
Este sustituto costaba 20 dólares el kilo, mientras que la heparina real, el ingrediente real, cuesta $2.000 el kilo.
Una obviedad.
El problema era que mataba más personas.
Y se estarán preguntando: «¿Cómo permitió el ente de Alimentos y Medicinas de EE.UU.
que esto sucediera? ¿Cómo permitió la agencia estatal china de alimentos y medicinas que esto sucediera?» Y la respuesta es bastante simple: los chinos definieron estas instalaciones como instalaciones químicas, no farmacéuticas, por eso no las auditaban.
Y el ente de EE.UU.
tiene un problema de jurisdicción.
Está en el exterior.
En realidad realizan algunas investigaciones en el exterior…
unas 12 al año; quizá 20 en un buen año.
Hay 500 de estas instalaciones que producen principios activos sólo en China.
De hecho, un 80% de los principios activos de la medicina actual viene del exterior; en particular de China e India.
Y no tenemos un sistema de gobierno, no tenemos un sistema regulatorio, capaz de garantizar que esa producción sea segura.
No tenemos un sistema que garantice esos Derechos Humanos, esa dignidad básica.
Así que a nivel nacional trabajamos en unos 60 países; a nivel nacional tenemos una falla grave en la capacidad de los gobiernos para regular la producción en su propio suelo.
Y el problema real con la cadena mundial de suministro es que es supranacional.
Entonces los gobiernos que fracasan, los que pierden la pelota a nivel nacional, son aún más incapaces de poner manos a la obra sobre el problema a nivel internacional.
Y basta con mirar los titulares.
Miren Copenhague el año pasado: fracaso total de los gobiernos para hacer lo correcto de cara a un reto internacional.
O la reunión del G-20 hace un par de semanas: dio marcha atrás a los compromisos de hace apenas unos meses.
Y pueden tomar cualquiera de los principales retos mundiales que abordamos esta semana y preguntarse dónde está el liderazgo de los gobiernos para avanzar y encontrar soluciones, respuestas, a estos problemas internacionales? Y la respuesta simple es que no pueden, que son nacionales.
Sus votantes son locales.
Tienen intereses estrechos de miras.
No pueden subordinar esos intereses al bien público más general.
Así que si vamos a garantizar la entrega del bien público clave a nivel internacional -en este caso, en la cadena mundial de suministro- tenemos que encontrar un mecanismo diferente.
Necesitamos una máquina diferente.
Por suerte tenemos algunos ejemplos.
En los años 90 hubo una serie de escándalos relativos a la producción de bienes de marca en los EE.UU.
-trabajo infantil, trabajo forzado, abusos graves de salud y seguridad- y, finalmente, el Presidente Clinton en 1996 convocó a una reunión en la Casa Blanca -invitó a la industria, a ONGs de DD.HH., a los sindicatos, al Departamento de Trabajo- los reunió a todos en una sala y les dijo: «Miren, no quiero que la globalización sea una carrera a la baja No sé cómo impedir eso pero al menos voy a usar mis buenos oficios para reunirlos a Uds, muchachos, y así llegar a una respuesta».
Así formaron una comisión de la Casa Blanca, y pasaron cerca de tres años discutiendo sobre quién asumía qué responsabilidades en la cadena mundial de suministro.
Las empresas no creían que fuese su responsabilidad.
Ellos no poseen esas instalaciones.
No emplean a esos trabajadores.
No son legalmente responsables.
El resto de la mesa dijo: «Amigos, que no se corte.
Tienen el deber de custodia, de velar por ese producto para que llegue a la tienda desde donde sea, para que podamos consumirlo sin temer por nuestra seguridad, o sin tener que sacrificar nuestra conciencia para consumir ese producto».
Se pusieron de acuerdo: «Bien.
Estamos de acuerdo en un conjunto común de normas, en un código de conducta.
Vamos a aplicarlo en toda la cadena mundial de suministro sin importar la propiedad o el control.
Haremos que sea parte del contrato».
Y eso fue un golpe absolutamente magistral porque aprovecharon el poder del contrato, el poder privado, para entregar bienes públicos.
Y seamos sinceros, el contrato de una marca multinacional con un proveedor en India o China tiene mucho más valor de persuasión que la legislación laboral local, que las regulaciones ambientales locales, que las normas de DD.HH.
locales.
Esas fábricas probablemente nunca ven a un inspector.
Y si viniera el inspector sería sorprendente que pudieran resistir el soborno.
Incluso si hicieran su trabajo, e inspeccionaran las instalaciones por sus violaciones, la multa sería irrisoria.
Pero se pierde el contrato de una marca importante, esa es la diferencia entre permanecer en el negocio o ir a la quiebra.
Eso marca una diferencia.
Así, lo que hemos podido hacer…
hemos sabido aprovechar el poder y la influencia de la única institución verdaderamente transnacional de la cadena mundial de suministro, el poder de una compañía multinacional, y hacer que hagan lo correcto, hacer que usen ese poder para bien, para entregar bienes públicos clave.
Ahora, por supuesto, esto no es algo natural para las multinacionales.
No fueron creadas para esto, sino para hacer dinero.
Pero son organizaciones muy eficientes.
Tienen recursos, y si podemos agregarle voluntad y compromiso saben cómo entregar ese producto.
Ahora bien, llegar no es fácil.
Esas cadenas de suministro que presenté antes no están allí.
Se necesita un espacio seguro.
Se necesita un lugar donde la gente pueda reunirse, sentarse sin temor al juicio, sin recriminaciones, para enfrentar realmente el problema, ponerse de acuerdo y encontrar soluciones.
Podemos hacerlo; las soluciones técnicas existen.
El problema es la falta de confianza, de seguridad, la falta de colaboración entre ONGs, grupos de campaña, organizaciones de la sociedad civil y empresas multinacionales.
Si podemos unir ambas cosas en un espacio seguro, hacer que trabajen juntas, podemos entregar bienes públicos al instante o en un plazo muy corto.
Esta es una propuesta radical, y es una locura pensar que una muchacha de 15 años de Bangladesh que sale de su aldea rural para ir a trabajar en una fábrica en Dhaka por 22, 23, 24 dólares al mes es más probable que tenga más derechos laborales si esa fábrica produce para una marca que tiene un código de conducta y ese código de conducta es parte del contrato.
Es una locura; las multinacionales protegiendo los Derechos Humanos.
Sé que va a suscitar incredulidad.
Dirán: «¿Cómo podemos confiar en ellos?» Bueno, no lo hagan.
Es la vieja frase del control de armas: «Confía, pero verifica».
Por eso auditemos.
Tomamos su cadena de suministro, tomamos los nombres de las fábricas, hacemos una muestra aleatoria, enviamos inspectores sin previo aviso para inspeccionar las instalaciones, y luego publicamos los resultados.
La transparencia es absolutamente fundamental para esto.
Uno puede decirse responsable pero la responsabilidad sin rendición de cuentas a menudo no funciona.
Así que no sólo estamos reclutando a las multinacionales, les estamos dando las herramientas para entregar este bien público, el respeto por los Derechos Humanos, y lo estamos verificando.
No hace falta que me crean.
No deberían creerme.
Vayan al sitio web.
Vean los resultados de las auditorías.
Pregúntense: ¿se comporta esta compañía de manera socialmente responsable? ¿Puedo comprar ese producto sin poner en riesgo mi ética? Así es como funciona el sistema.
Detesto la idea de que los gobiernos no respeten los Derechos Humanos en el mundo.
Detesto la idea de que los gobiernos hayan perdido esa pelota.
Y no me puedo hacer a la idea de que no logremos que hagan su trabajo.
He estado en esto durante 30 años y en ese tiempo he visto la capacidad, el compromiso, la voluntad del gobierno de hacer que esto disminuya y no veo un resurgimiento en este momento.
Por eso empezamos a pensar que esto era una medida provisional.
De hecho, ahora pensamos que esto probablemente es el inicio de una nueva forma de regular y abordar los retos internacionales.
Llámenlo gobernanza de la red, llámenlo como quieran, los actores privados, las empresas y ONGs van a tener que unirse para enfrentar los retos principales que vamos a encontrar.
Basta mirar las pandemias: la gripe porcina, la gripe aviar, el H1N1.
Miren los sistemas de salud en tantos y tantos países.
¿Tienen los recursos para enfrentar una pandemia grave? No.
¿Podrían el sector privado y las ONG unirse y dar una respuesta? Por supuesto.
Les falta ese espacio de seguridad para reunirse, ponerse de acuerdo y pasar a la acción.
Eso es lo que estamos tratando de ofrecer.
Sé también que a menudo supone un gran nivel de responsabilidad para las personas.
«Quieres que respete los Derechos Humanos en la cadena mundial de suministro.
Hay miles de proveedores en la cadena.
Parece demasiado desalentador, muy peligroso, de asumir para cualquier empresa.
Pero hay empresas.
Tenemos 4.000 empresas que son miembros.
Algunas son empresas muy, muy grandes.
La industria de artículos deportivos, en particular, asumió la responsabilidad y ya lo hizo.
El ejemplo, el modelo a seguir, está ahí.
Siempre que discutimos uno de estos problemas que tenemos que abordar…
el trabajo infantil en las granjas de algodón de India, este año vamos a monitorear 50.000 granjas de algodón en India.
Parece abrumador.
Los números sólo dan ganas de salir corriendo.
Pero si lo descomponemos en realidades básicas, los Derechos Humanos se reducen a una proposición muy simple: ¿puedo devolverle la dignidad a esta persona? Son personas pobres, personas cuyos Derechos Humanos han sido violados; el quid de la cuestión es la pérdida de dignidad, la falta de dignidad.
Lo primero es devolverle la dignidad a las personas.
Yo estaba en un barrio bajo en las afueras de Gurgaon justo al lado de Delhi, una de las nuevas ciudades más llamativas y brillantes que surgen en India en este momento y estaba hablando a los trabajadores de las fábricas de ropa de la zona.
Les pregunté qué mensaje les gustaría que le lleve a las marcas.
Ellos no dijeron dinero; dijeron: «Las personas que nos dan empleo nos tratan como a infrahumanos, como si no existiéramos.
Por favor pídeles que nos traten como seres humanos».
Eso es lo que yo entiendo por Derechos Humanos.
Esa es mi propuesta sencilla para Uds, mi pedido para quienes toman decisiones, los aquí presentes y los de afuera.
Todos podemos tomar la decisión de reunirnos de recoger y correr con las pelotas que los gobiernos han dejado caer.
Si no lo hacemos estamos abandonando la esperanza, estamos abandonando nuestra humanidad esencial, y sé que no es eso lo que queremos, no tenemos que llegar a eso.
Por eso los exhorto a sumarse, a entrar en ese espacio seguro, y empecemos a hacer que suceda.
Muchas gracias.
(Aplausos)
https://www.ted.com/talks/auret_van_heerden_making_global_labor_fair/