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Charla «Barbara Block: Etiquetando atún en el océano profundo» de Mission Blue Voyage en español.
Los atunes son atletas marinos: son rápidos depredadores de gran envergadura cuyos hábitos recién estamos empezando a entender. La bióloga marina Barbara Block equipa al atún con etiquetas de seguimiento (transpondedores) que registran cantidades de datos sin precedentes de este magnifico pez que se encuentra en peligro y del hábitat marino por el que se mueve.
- Autor/a de la charla: Barbara Block
- Fecha de grabación: 2010-04-16
- Fecha de publicación: 2010-10-06
- Duración de «Barbara Block: Etiquetando atún en el océano profundo»: 1206 segundos
Traducción de «Barbara Block: Etiquetando atún en el océano profundo» en español.
Toda la vida me fascinó la belleza, la forma y la función del atún rojo gigante.
Es de sangre caliente como nosotros.
Es el más grande de los atunes; el segundo pez más grande del mar…
con espinas.
En realidad es un pez endotérmico: se propulsa por el océano con músculos calientes como un mamífero.
Ese es un atún rojo en el Acuario de la Bahía de Monterrey.
Pueden ver en su forma y en su diseño aerodinámico que está equipado para nadar en el océano.
Vuela por el océano con sus aletas pectorales, se eleva, realza sus movimientos con la cola semilunar.
Tiene la piel al descubierto en casi todo el cuerpo para reducir la fricción con el agua.
Por eso…
es una de las máquinas más fantásticas de la Naturaleza.
El atún rojo fue venerado por el Hombre en toda la historia humana.
Durante 4.000 años pescamos este animal de manera sostenible y hay evidencia de eso en el arte que vemos de hace miles de años.
El atún rojo en pinturas rupestres de Francia.
Están en monedas que datan de hace 3.000 años.
Este pez fue venerado por la Humanidad.
Se pescaba de modo sostenible, en todas las épocas, salvo en nuestra generación.
El atún rojo es perseguido dondequiera que vaya.
Hay una fiebre del oro en el planeta, una fiebre del oro por el atún rojo.
Había trampas que pescaban de manera sostenible hasta hace poco.
Y, sin embargo, el tipo de pesca de hoy en día, con rediles, con estacas enormes, está aniquilando ecológicamente al atún rojo del planeta.
En general, el atún rojo va a un lugar: Japón.
Alguno de Uds.
pueden ser culpables de haber contribuido a la desaparición del atún rojo.
Tienen músculos deliciosos ricos en grasa…
con un sabor absolutamente delicioso.
Y ese es su problema: los estamos comiendo hasta la extinción.
En el Atlántico la historia es bastante simple.
Hay dos poblaciones de atún rojo: una grande y una pequeña.
La población norteamericana se pesca a unas 2.000 toneladas.
La población europea y norafricana, el atún rojo oriental, se pesca a niveles tremendos: 50.000 toneladas en la última década casi todos los años.
El resultado es que si uno mira las poblaciones de atún, en Occidente o en Oriente, ha habido una tremenda caída en ambos lados hasta del 90% si nos remontamos a la línea base de 1950.
Por eso, al atún rojo se le ha dado el estatus equivalente a los tigres, leones, a ciertos elefantes africanos, y a los pandas.
Estos peces han sido propuestos como especie en peligro de extinción en los últimos dos meses.
Se votó y fueron rechazados hace apenas dos semanas a pesar de la marcada evidencia que muestra a partir de dos comités que esta especie cumple los criterios de la CITES I.
Si se trata de atunes y no les importa, quizá sí podría interesarles saber que las largas líneas de pesca internacionales persiguiendo al atún capturan sin querer animales como tortugas laúd, tiburones, marlines, albatros.
La desaparición de estos animales se produce en los caladeros de atún.
El desafío que enfrentamos es que sabemos muy poco sobre el atún, y todos en la sala sabemos cómo es cuando un león africano atrapa su presa.
Dudo que alguien haya visto alimentarse al atún rojo.
Este atún simboliza el problema que todos tenemos en esta sala.
Estamos en el siglo XXI, pero en realidad recién empezamos a estudiar realmente los océanos en profundidad.
La tecnología ha evolucionado; eso nos permite ver la Tierra desde el espacio y sumergirnos en los mares de forma remota.
Tenemos que emplear estas tecnologías de manera inmediata para entender mejor cómo funciona el reino marino.
La mayoría desde un barco, incluso yo, miramos el mar y lo vemos homogéneo.
No sabemos dónde está la estructura.
No se nota donde están los «espejos de agua» como en la planicie africana.
No podemos ver los corredores, y tampoco qué es lo que congrega al atún la tortuga laúd y el albatros.
Recién estamos empezando a entender como la oceanografía física y la oceanografía biológica se unen para crear una fuerza estacional que provoque el afloramiento para convertir una zona conflictiva en un «área de esperanza».
Estos desafíos son grandes porque hacerse a la mar es algo técnicamente difícil.
Es difícil estudiar al atún rojo en su territorio: toda la región del Pacífico.
Es muy difícil conocer de cerca y en persona a un tiburón marrajo y tratar de ponerle una etiqueta.
Imaginen ser parte del equipo de Bruce Mate de OSU, acercándose a una ballena azul y poniéndole una etiqueta que perdure, un desafío de ingeniería que todavía tenemos que superar.
La historia de nuestro equipo, un equipo dedicado, es de pescados y chips.
Básicamente estamos tomando las componentes de un teléfono satelital o de una computadora, los chips.
Las estamos ensamblando de formas inusuales y esto nos está acercando el reino marino como nunca antes.
Y por primera vez podemos ver el viaje de un atún bajo el océano usando luz y fotones para medir la salida y la puesta del sol.
He estado trabajando con los atunes durante 15 años.
Tengo el privilegio de ser socia del Acuario de la Bahía de Monterrey.
De hecho, hemos tomado una franja del océano, la pusimos detrás de un vidrio, y juntos hemos puesto en exhibición al atún rojo y al rabil.
Cuando se levanta el velo de burbujas cada mañana, podemos ver una comunidad del océano marino uno de los pocos lugares del planeta donde se puede ver nadando al atún rojo gigante.
Se lo puede ver en su belleza de forma y función, en su actividad incesante.
Vuelan por su espacio, el espacio marino.
Y podemos poner a dos millones de personas al año en contacto con este pez y mostrarles su belleza.
entre bambalinas hay un laboratorio de la Universidad de Stanford asociado con el Acuario de la Bahía de Monterrey.
Aquí, durante 14 ó 15 años, hemos implantado en cautiverio al atún rojo y al rabil.
Hemos estado estudiando estos peces.
Pero primero tuvimos que aprender a criarlos.
¿Qué les gusta comer? ¿Qué los hace felices? Nos metemos en los tanques con el atún.
Tocamos su piel desnuda.
Es bastante sorprendente; maravilloso al tacto.
Y luego, mejor aún, tenemos nuestra propia versión de susurrador de atún, nuestros propios Chuck Farwell, Alex Norton, que pueden tomar un atún grande y, en un solo movimiento, ponerlo en un sobre de agua, para que podamos trabajar con el atún y aprender las técnicas necesarias para no herir a este pez que no conoce de límites en el mar abierto.
Jeff y Jason son científicos que van a poner un atún en el equivalente de una cinta, de un canal de flujo.
Y ese atún piensa que va a Japón, pero se queda en el lugar.
En realidad estamos midiendo su consumo de oxígeno, su consumo de energía.
Estamos tomando estos datos para crear mejores modelos.
Y al ver ese atún, esta es mi vista favorita, empiezo a preguntarme: ¿cómo resolvió este pez el problema de la longitud antes que nosotros? Miren ese animal.
Probablemente es lo más cerca que jamás estarán.
Las actividades del laboratorio nos han enseñado cómo salir al océano abierto.
Así, en el programa Tag-A-Giant (marca un gigante) hemos ido de Irlanda a Canadá, de Córcega a España.
Hemos pescado con muchas naciones en todo el mundo en un esfuerzo para, básicamente, meter computadoras electrónicas en atunes gigantes.
Hemos etiquetado 1.100 atunes.
Les voy a mostrar tres clips porque etiqueté 1.100 atunes.
Es un proceso muy duro, pero es un ballet.
Sacamos el atún.
Lo medimos.
Un equipo de pescadores, capitanes, científicos y técnicos trabajan en conjunto para sacar a este animal del océano unos 4 ó 5 minutos.
Ponemos agua sobre sus branquias, le damos oxígeno.
Y luego, con mucho esfuerzo, luego de etiquetarlo de ingresarlo en la computadora, asegurándonos que la estaca está aferrada y detecte el ambiente, enviamos este pez de nuevo al mar.
Y cuando se va siempre estamos felices.
Vemos un golpe seco de la cola.
Y a partir de los datos obtenidos cuando esa etiqueta regresa, porque los pescadores la devuelven a cambio de una recompensa de mil dólares, podemos obtener pistas submarinas de hasta cinco años, en un animal vertebrado.
A veces los atunes son muy grandes, como este pez de la costa de Nantucket.
Pero eso es la mitad del tamaño de los más grandes que hemos marcado.
Se necesita un esfuerzo humano, de equipo, para sacar el pez.
En este caso vamos a colocar en el atún una etiqueta satelital desplegable.
Se monta en el atún, detecta el ambiente que rodea al atún y, de hecho, se va a desprender del pez se va a separar, flotar en la superficie, y enviar a los satélites geoestacionarios la ubicación calculada con la etiqueta, la presión y la temperatura.
Y entonces con la etiqueta satelital desplegable nos evitamos la interacción humana para recuperar la etiqueta.
Las dos etiquetas electrónicas de las que hablo son caras.
Estas etiquetas han sido diseñadas por varios equipos en América del Norte.
Son uno de nuestros mejores instrumentos, nuestra nueva tecnología en el océano de hoy Una comunidad, en general, nos ha ayudado más que cualquier otra.
Y son los caladeros frente a las costas de Carolina del Norte.
Hay dos pueblos, Harris y Morehead City, cada invierno desde hace más de una década, celebra la fiesta Tag-A-Giant (marca un gigante) y juntos con los pescadores marcamos de 800 a 900 peces.
En este caso, vamos a medir el pez.
Vamos a hacer algo que comenzamos en años recientes: tomar muestras de mucosa.
Miren lo brillante de la piel; pueden ver mi reflejo allí.
Con esa mucosa obtenemos perfiles genéticos.
Podemos obtener información de género, verificamos una vez más la etiqueta desplegable y luego lo devolvemos al océano.
Y esta es mi favorita.
Con ayuda de mi ex-post-doctorado, Gareth Lawson, esta es una imagen magnífica de un atún.
Este atún se mueve en un océano numérico.
Lo caliente es la Corriente del Golfo, lo frío allá arriba es el Golfo de Maine.
Ahí es donde el atún quiere ir.
Quiere buscar en los bancos de arenques.
Pero no puede llegar.
Hace demasiado frío.
Pero luego se calienta y aparece el atún, consigue algunos peces, quizá regrese a la base, va de nuevo y luego vuelve a pasar el invierno en Carolina del Norte y luego sigue a las Bahamas.
Y mi escena favorita: tres atunes entran en el Golfo de México.
Tres atunes marcados.
Calculamos las posiciones desde el espacio.
Vienen juntos.
Podría tratarse de sexo de atunes.
Y ahí está.
Ahí es donde desova el atún.
Así, a partir de datos de este tipo ahora podemos construir el mapa; y en este mapa ven miles de posiciones generadas en una década y media de marcado.
Y ahora estamos demostrando que los atunes en el lado occidental van a la parte oriental.
Hay dos poblaciones de atunes.
Está la población del Golfo, que podemos marcar…
van al Golfo de México, les mostré eso, y una segunda población que vive entre nuestros atunes, los de América del Norte, son atunes europeos que regresan al Mediterráneo.
En las zonas conflictivas, las «áreas de esperanza», hay poblaciones mixtas.
Y así lo hemos hecho con la evidencia científica es mostrarle a la Comisión Internacional nuevos modelos; mostrarle que el modelo de dos reservas separadas (que hoy se usa para rechazar el tratado de la CITES) no es el modelo correcto.
Este modelo, un modelo de superposición, es la manera de avanzar.
Luego podemos predecir dónde ubicar los lugares de manejo.
Lugares como el Golfo de México y el Mediterráneo son lugares donde las especies individuales, cada población puede ser capturada.
Estos se convierten directamente en lugares a proteger.
El centro del Atlántico, donde se da la mezcla, imagino una política que permita la pesca a Canadá y EE.UU., porque gestionan bien sus caladeros, están haciendo un buen trabajo.
Pero en el ámbito internacional, donde la pesca y la sobrepesca ha ido realmente salvajes, son estos lugares donde tenemos que hacer «áreas de esperanza».
Ese es el tamaño que tienen que tener para proteger al atún rojo.
En un segundo proyecto llamado Censo de Pelágicos del Pacífico tomamos el planeta como un equipo aquellos de nosotros en el Censo de Vida Marina.
Y, financiados principalmente a través de la Fundación Sloan y otros, hemos podido avanzar con el proyecto, somos uno de los 17 programas y empezamos a marcar un gran número de depredadores, no sólo el atún.
Así que, lo que hemos hecho es marcar tiburones salmón en Alaska, a encontrar tiburones salmón en su territorio los seguimos en la caza de salmones y luego continuamos imaginando que, si poníamos un salmón en una línea de pesca, podíamos capturar un tiburón salmón.
Este es primo del tiburón blanco…
y con mucho cuidado…
noten que digo «con mucho cuidado» podemos mantenerlo en calma, ponerle una manguera en la boca, mantenerlo fuera de la cubierta, y marcarlo con una etiqueta satelital.
Esa etiqueta satelital hará que el tiburón llame a casa y envíe un mensaje.
Y ese tiburón que salta allí, si se fijan bien, tiene una antena.
Es un tiburón que nada libremente con una etiqueta satelital, salta sobre el salmón, y envía información a casa.
Los tiburones salmón no son los únicos que marcamos.
Allí van los tiburones salmón con esta resolución de metros de nivel sobre un océano térmico…
los colores cálidos son más cálidos.
Los tiburones salmón bajan a los trópicos a tener cría y entran en Monterrey.
Justo al lado de Monterrey, y hasta los Farallones, hay un equipo del tiburón blanco dirigido por Scott Anderson y Sal Jorgensen.
Pueden arrojar una carnada, es una alfombra con forma de foca; y llegará un tiburón blanco, una criatura curiosa; llegará hasta nuestro barco de 16 pies.
Es un animal de cientos de kilos.
Y levantaremos la carnada.
Y le pondremos una etiqueta acústica que dice: «OMSHARK 10165», o algo así, con un sonido.
Y luego le pondremos una etiqueta satelital que nos dará los viajes de larga distancia con los algoritmos de geolocalización fotosensibles resueltos en el equipo que está en el pez.
En este caso, Sal está mirando dos etiquetas.
Y ahí están, los tiburones blancos de California, yendo al café de tiburones blancos y regresando.
También marcamos marrajos con nuestros colegas de la NOAA, tiburones azules.
Y ahora, juntos, lo que podemos ver en este océano de color que representan distintas temperaturas podemos ver «gusanos» de 10 días de marrajos y tiburones salmón.
Tenemos tiburones blancos y azules.
Por primera vez un eco-paisaje de escala oceánica que muestra el destino de los tiburones.
El equipo de atunes de TOPP ha hecho lo impensable: tres equipos han marcado 1.700 atunes: rojo, rabil y blanco, todos al mismo tiempo, programas de marcado ensayados con cuidado en los que salimos, recogemos atunes jóvenes, les ponemos las etiquetas con los sensores, se las aferramos y los dejamos ir.
Y regresan, y cuando lo hacen, aquí en un océano numérico de la NASA puede verse al atún rojo, en azul, atravesar su corredor regresando al Pacífico Occidental.
Nuestro equipo de la UCSC ha marcado elefantes marinos con etiquetas adheridas a sus cabezas que se desprenden cuando mudan la piel.
Estos elefantes marinos cubren medio océano, toman datos de hasta 550 metros, datos sorprendentes.
Y luego está Scott Shaffer y nuestras pardelas con marcas para atún, etiquetas fotosensibles, que ahora nos llevarán desde Nueva Zelanda a Monterrey y viceversa, viajes de 35.000 millas náuticas nunca antes vistos.
Pero ahora, con etiquetas de geolocalización fotosensibles, muy pequeñas, se pueden ver estos viajes.
Lo mismo con los albatros de Laysan que viajan todo un océano en un viaje, a veces, hasta la misma zona que los atunes utilizan.
Pueden ver por qué podrían ser capturados.
Luego está George Schillinger y nuestro equipo de tortugas laúd en Playa Grande, marcándolas, que pasan por donde estamos.
Y el equipo de Scott Benson que mostró que la tortuga laúd va desde Indonesia hasta Monterrey.
Lo que vemos en este océano en movimiento es la posición de los predadores.
De hecho, podemos ver cómo usan eco-espacios grandes como océanos.
Y con esta información podemos empezar a trazar las «áreas de esperanza».
Aquí hay sólo tres años de datos.
Y hay una década de estos datos.
Vemos el pulso y las actividades estacionales que realizan estos animales.
Entonces, ¿qué podemos hacer con esta información? es reducirla a zonas conflictivas, 4.000 implementaciones, una tarea hercúlea, 2.000 etiquetas en un área, que se muestra aquí por primera vez, frente a la costa de California, que parece ser un lugar de reunión.
Y luego, en una especie de repetición de estos animales, nos están ayudando.
Llevan instrumentos que están obteniendo datos a 2.000 metros de profundidad.
Están tomando información de nuestro planeta en lugares muy críticos, como la Antártida y los polos.
Esas son focas de muchos países liberadas que toman muestras bajo las capas de hielo y nos dan datos de temperatura de calidad oceanográfica de ambos polos.
Visualizar estos datos es algo cautivante.
Todavía no hemos descubierto la mejor forma de visualizar los datos.
Y a medida que estos animales nadan y nos brindan esta información tan importante para temas del clima pensamos que también es crítico divulgar la información al público para involucrarlo en este tipo de datos.
Lo hicimos con la Gran Carrera de Tortugas, tortugas marcadas, ingresaron 4 millones de visitas.
Y ahora con los Océanos de Google, podemos poner realmente un tiburón blanco en ese océano.
Y cuando lo hacemos y nada vemos esta magnífica batimetría que el tiburón sabe que está en su camino al avanzar desde California hasta Hawaii.
Pero quizá la Misión Azul pueda llenar ese océano que no vemos.
Tenemos la capacidad, la NASA tiene el océano.
Sólo tenemos que unir ambas cosas.
En conclusión, sabemos que es Yellowstone para América del Norte; está en frente a nuestra costa.
Tenemos la tecnología que nos muestra dónde está.
Lo que tenemos que pensar quizá en la Misión Azul es en incrementar la capacidad de bio-registro.
¿Cómo se puede realmente medir este tipo de actividad en otro lugar? Y finalmente, para llevar el mensaje a casa, quizá usar vínculos vivientes de animales como ballenas azules y tiburones blancos.
Hacer aplicaciones innovadoras, si se quiere.
Muchas personas están entusiasmadas cuando pasaron los tiburones bajo el Puente Golden Gate.
Conectemos al público con esta actividad a través de sus iPhone´s.
Acabemos así algunos mitos de internet.
Así podemos salvar al atún rojo.
Podemos salvar al tiburón blanco.
Tenemos la ciencia y la tecnología.
Aquí hay esperanza.
Sí podemos.
Sólo tenemos que aplicar esta capacidad más adentro en los océanos.
Gracias.
(Aplausos)
https://www.ted.com/talks/barbara_block_tagging_tuna_in_the_deep_ocean/