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Bobby Ghosh: Por qué la yihad global está perdiendo – Charla TEDxGeorgetown

Charla «Bobby Ghosh: Por qué la yihad global está perdiendo» de TEDxGeorgetown en español.

A lo largo de la historia del islam, dice el periodista Bobby Ghosh, ha habido dos lados de la yihad: el primero es interno, un esfuerzo personal por mejorar, y el otro, externo. Una pequeña minoría (la más reciente, Osama bin Laden) se ha apropiado del segundo para justificar el uso de la violencia extrema contra Occidente. Ghosh sugiere que ahora que la organización global de Bin Laden se ha fragmentado, es hora de reclamar la palabra. (Filmado en TEDxGeorgetown).

  • Autor/a de la charla: Bobby Ghosh
  • Fecha de grabación: 2012-09-29
  • Fecha de publicación: 2012-12-03
  • Duración de «Bobby Ghosh: Por qué la yihad global está perdiendo»: 991 segundos

 

Traducción de «Bobby Ghosh: Por qué la yihad global está perdiendo» en español.

Hablaré sobre el poder de una palabra: yihad.

Para la gran mayoría de los musulmanes practicantes, la yihad es una lucha espiritual interior.

Es una lucha interna, una lucha en contra del vicio, el pecado, la tentación, el deseo, la avaricia.

Es un esfuerzo por intentar vivir conforme a los códigos morales establecidos en el Corán.

En esta idea original, el concepto de yihad es tan importante para los musulmanes como la idea de gracia es para los cristianos.

Es una palabra poderosa, yihad, si se le mira desde esta perspectiva, hay una cierta resonancia casi mística en ella.

Y esa es la razón por la que, durante cientos de años, los musulmanes en el mundo han nombrado a sus hijos Yihad, a sus hijas tanto como a sus hijos, al igual que, por ejemplo, los cristianos nombran a sus hijas Gracia, y los hindús, mi pueblo, nombramos a nuestras hijas Bhakti, que en sánscrito significa adoración espiritual.

Pero en el islam siempre ha existido un grupo pequeño, una minoría, que cree que la yihad no es solo una lucha interior, sino también exterior, en contra de las fuerzas que amenazan la fe o los fieles.

Y algunas de estas personas creen que en esa lucha a veces está bien tomar las armas.

Por eso los miles de jóvenes musulmanes que emigraron a Afganistán durante los años 80 para luchar contra la ocupación soviética de un país islámico, en sus mentes, luchaban una yihad, hacían la yihad, y se nombraron a sí mismos los muyahidines, una palabra que proviene de la misma raíz que yihad.

Ahora lo olvidamos, pero en aquel entonces se celebraba a los muyahidines aquí en EE.UU.

Les considerábamos guerreros santos que combatían justamente contra los comunistas infieles.

Los EE.UU.

les dieron armas, les dieron dinero, les brindaron apoyo y estímulo.

Pero dentro de ese grupo, uno más pequeño, una minoría dentro de una minoría, estaba ideando un nuevo y peligroso concepto de yihad, y Osama bin Laden, quien perfeccionó la idea, dirigiría este grupo.

Su idea de yihad era la de una guerra de terror global, dirigida principalmente hacia el enemigo lejano, hacia los cruzados de Occidente, hacia los EE.UU.

Lo que hizo en busca de esta yihad fue tan horrendo, tan monstruoso y tuvo tanto impacto, que su definición fue la que prevaleció, no solo aquí en Occidente.

No lo sabíamos.

No nos detuvimos a preguntar.

Solo supusimos que si ese hombre demente y sus seguidores psicopáticos llamaban a lo que hacían, yihad, entonces eso es lo que significaba yihad.

Pero no éramos los únicos.

Incluso en el mundo islámico, su definición de yihad empezó a ganar aceptación.

Hace un año estuve en Túnez y conocí al imán de una mezquita muy pequeña, un hombre mayor.

Hace quince años nombró a su nieta Yihad, con base en el significado original.

Esperaba que un nombre así la inspirara a llevar una vida espiritual.

Pero me dijo que después del 11-S, comenzó a dudar.

Le preocupaba que si la llamaba por ese nombre, en especial al aire libre, en público, se pensara que apoyaba a la yihad de Bin Laden.

Los viernes en su mezquita, daba sermones intentando recuperar el significado de la palabra, pero sus congregantes, las personas que asistían a la mezquita, habían visto los videos.

Habían visto las imágenes de los aviones estrellándose contra las torres, las torres cayendo.

Habían escuchado a Bin Laden decir que eso era la yihad y adjudicarse la victoria.

Por eso el viejo imán se preocupaba de que sus palabras cayeran en oídos sordos.

Nadie prestaba atención.

Estaba equivocado.

Algunos prestaban atención, aunque por las razones incorrectas.

En este punto, los EE.UU.

estaban presionando a sus aliados árabes, incluyendo a Túnez, para que erradicaran los movimientos extremistas de sus territorios, y de repente este imán se encontró en el punto de mira del servicio tunecino de inteligencia.

Nunca antes le habían prestado atención, un hombre mayor, una mezquita pequeña, pero ahora lo visitaban y a veces lo interrogaban, siempre con las mismas preguntas: “¿Por qué nombró a su nieta Yihad? ¿Por qué continúa usando la palabra yihad en sus sermones? ¿Odia a los estadounidenses? ¿Cuál es su relación con Osama bin Laden?” Así que para la agencia tunecina de inteligencia, y otras organizaciones similares en el mundo árabe, la yihad equivalía a extremismo, la definición de Bin Laden se había institucionalizado.

Ese era el poder de la palabra que fue capaz de instaurar.

Esto entristecía profundamente al viejo imán.

Me dijo que, de entre los muchos crímenes de Bin Laden, este era, en su opinión, uno al que no se le prestaba suficiente atención, el que se hubiera apropiado de esta palabra, de esta idea hermosa.

Más que habersela apropiado, la secuestró, la envileció, la corrompió, y la convirtió en algo para lo que nunca se había creado, y luego nos convenció de que siempre se había tratado de una yihad global.

La buena noticia es que la yihad global, como Bin Laden la definió, está por acabar.

Estaba muriendo mucho antes que él y ahora está en sus últimas.

Encuestas de opinión de todas partes del mundo islámico muestran que hay poco interés entre los musulmanes en una guerra santa contra Occidente, contra el enemigo lejano.

El suministro de hombres dispuestos a luchar y morir por la causa está disminuyendo.

El financiamiento, quizá más importante, también está disminuyendo.

Los fanáticos adinerados que antes patrocinaban este tipo de actividades son menos generosos.

¿Qué significa esto para nosotros en Occidente? ¿Significa que podemos destapar el champán, lavarnos las manos, retirarnos, dormir tranquilamente? No.

El retiro no es una opción, porque si se permite sobrevivir a la yihad local, se convierte en yihad internacional.

Así que ahora hay distintas yihad violentas en todo el mundo.

En Somalia, en Malí, en Nigeria, en Irak, en Afganistán, en Pakistán, hay grupos que se proclaman los herederos del legado de Osama bin Laden.

Utilizan su retórica.

Incluso utilizan el nombre comercial que creó para su yihad.

Hay una Al Qaeda en el Magreb Islámico, hay una Al Qaeda en la península Arábiga, hay una Al Qaeda en Mesopotamia.

También hay otros grupos, en Nigeria, Boko Haram, en Somalia, Al Shabaab, y todos rinden homenaje a Osama bin Laden.

Pero si miran atentamente verán que no están luchando una yihad global.

Están luchando por asuntos más pequeños.

Usualmente relacionados con etnias, razas o sectas, o con luchas de poder.

Casi siempre se trata de una lucha de poder dentro de un país o incluso en una zona pequeña del país.

En ocasiones cruzan fronteras, de Irak a Siria, de Malí a Algeria, de Somalia a Kenia, pero no luchan una yihad global en contra de un enemigo lejano.

Pero esto no significa que podemos relajarnos.

Recientemente estuve en Yemen, el hogar de la última franquicia de Al Qaeda que todavía pretende atacar a los EE.UU., atacar Occidente.

Es la vieja escuela de Al Qaeda.

Quizá los recuerden.

Son quienes intentaron enviar a un atacante con explosivos en su ropa interior y empleaban el internet para instigar la violencia entre los musulmanes estadounidenses.

Pero últimamente han estado distraídos.

El año pasado tomaron el control de una zona en el sur de Yemen e instauraron un régimen al estilo talibán.

Entonces el ejército yemení se organizó y personas comunes se rebelaron contra aquellos tipos y los expulsaron.

Desde entonces, la mayoría de sus actividades, la mayoría de sus ataques, han sido en contra de los yemeníes.

Así que creo que hemos llegado a un punto en que podemos decir que como cualquier política, toda la yihad es local.

Pero esta no es aún una razón para retirarnos porque ya conocemos la historia, en Afganistán.

Cuando aquellos muyahidines derrotaron a la URSS, nos retiramos.

Y antes de que la espuma brotara del champán, los talibanes ya habían tomado Kabul, dijimos, “La yihad local no es nuestro problema”.

Luego los talibanes entregaron a Osama bin Laden las llaves de Kandahar.

Y él, la convirtió en nuestro problema.

Si se ignora a la yihad local, se convierte de nuevo en yihad global.

La buena noticia es que no tiene que ser así.

Ahora sabemos cómo abatirla.

Tenemos las herramientas.

Tenemos las estrategias, y podemos tomar las lecciones que hemos aprendido de la lucha contra la yihad global, de la victoria contra la yihad global, y aplicarlas a la yihad local.

¿Cuáles son esas lecciones? Sabemos quién mató a Bin Laden: el 6° equipo SEAL.

¿Sabemos quién acabó con el binladenismo? ¿Quién acabó con la yihad global? Ahí yace la solución a la yihad local.

¿Quién acabó con el binladenismo? Empecemos con el mismo Bin Laden.

Quizá él creyó que el 11-S fue su mayor logro.

En realidad era el principio de su fin.

Asesinó a 3 000 inocentes y esto colmó al mundo islámico con horror y repugnancia, lo que significó que su idea de yihad nunca llegaría a popularizarse.

Se condenó a sí mismo a operar desde los márgenes lunáticos de su propia comunidad.

El 11-S no lo fortaleció, lo condenó.

¿Quién acabó con el binladenismo? Lo hizo Abu Musab al Zarqawi.

Era el dirigente sádico de Al Qaeda en Irak que envió a cientos de combatientes suicidas a atacar no a estadounidenses, sino a iraquíes.

Musulmanes.

Suníes y chiíes.

Cualquier declaración de que Al Qaeda protegía al islam contra los cruzados de Occidente se hundió en la sangre de musulmanes iraquíes.

¿Quién abatió a Osama bin Laden? Lo hizo el 6° equipo SEAL.

¿Quién abatió el binladenismo? Lo hizo Al Yazira, y otra media docena de estaciones noticieras satelitales en lengua árabe, porque esquivaron las viejas estaciones televisivas controladas por el estado en muchos de estos países que estaban diseñadas para restringir a las personas el acceso a la información.

Al Yazira les dio acceso a la información, les mostró lo que se proclamaba y hacía en nombre de su religión, expuso la hipocresía de Osama bin Laden y Al Qaeda, y les brindó la información que les permitió obtener sus propias conclusiones.

¿Quién acabó con el binladenismo? Lo hizo la primavera árabe, porque mostró a los jóvenes musulmanes una manera de lograr cambios que Osama bin Laden, con su imaginación limitada, nunca pudo haber concebido.

¿Quién derrotó a la yihad global? Lo hizo el ejército estadounidense, los soldados estadounidenses y sus aliados, luchando en campos de batalla lejanos.

Y quizá llegue el día en que se les brinde el crédito merecido.

Todos estos factores, y muchos otros, algunos de los cuales todavía no entendemos, se unieron para derrotar a una monstruosidad tan grande como el binladenismo, la yihad global; se necesitaba de este esfuerzo grupal.

Aunque no todos estos funcionarán contra la yihad local.

El ejército estadounidense no marchará hacia Nigeria para hacerse cargo de Boko Haram, y es improbable que el 6° equipo SEAL irrumpa en los hogares de los líderes de Al Shabaab y los derrote.

Pero muchos de los otros factores que contribuyeron se han fortalecido.

La mitad del trabajo está hecho.

No es necesario reinventar la rueda.

La idea de una yihad violenta en que la mayoría de las víctimas son musulmanes está completamente desacreditada.

No tenemos que regresar a eso.

La televisión satelital y el internet están informando y confiriendo poder a jóvenes musulmanes, en formas novedosas e interesantes.

Y la primavera árabe ha producido gobiernos, muchos de ellos islamistas, que saben que por su propia seguridad, deben encargarse de los extremistas en sus poblaciones.

No es necesario persuadirles, pero sí ayudarles porque no han enfrentado esta situación anteriormente.

La buena noticia es que mucho de lo que necesitan ya lo tenemos, y somos muy buenos dándolo: asistencia económica, no solo dinero, sino asesoría, tecnología, experiencia, inversión privada, términos justos de comercio, medicina, educación, asistencia técnica para entrenamiento para que sus fuerzas policiacas sean más efectivas, para que sus fuerzas antiterroristas sean más eficientes.

Tenemos suficiente de esto.

Y algunas otras cosas que necesitan, no somos muy buenos dándolas.

Quizá nadie lo es.

Tiempo, paciencia, sutileza, comprensión, son más difíciles de dar.

Ahora vivo en Nueva York.

Justo esta semana se han colocado carteles en las estaciones del metro que describen a la yihad como salvaje.

Pero en todos los años que he cubierto el Oriente Medio, nunca me he sentido tan optimista como hoy en que la brecha entre el mundo islámico y Occidente se reduzca rápidamente, y una de las razones para mi optimismo es que sé que hay millones, cientos de millones de personas, musulmanes como el viejo imán en Túnez, que están reclamando esta palabra y devolviéndola a su hermoso significado original.

Bin Laden está muerto.

El binladenismo ha sido derrotado.

Ahora se puede desechar su definición de yihad.

A esa yihad podemos decirle, “Adiós.

Hasta nunca”.

A la yihad auténtica podemos decirle, “Bienvenida de nuevo.

Mucha suerte”.

Gracias.

(Aplausos)

https://www.ted.com/talks/bobby_ghosh_why_global_jihad_is_losing/

 

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