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Charla «Cambiando la banda sonora del océano» de TEDxExeter en español.
Lejos de ser un mundo silencioso, nuestros océanos son un mosaico rico en sonidos. Pero estos sonidos están cambiando, con consecuencias devastadoras para los ecosistemas marinos. Steve Simpson explica por qué los humanos son responsables y qué podemos hacer para solucionarlo.
Steve Simpson es biólogo marino, experto en ecología de peces y un autodenominado optimista del océano. Su principal enfoque está en los impactos del cambio climático -incluido el calentamiento climático, el ruido y la acidificación del océano- en los peces, la pesca y los ecosistemas marinos. El trabajo de Steve en bioacústica, incluida la comunicación entre los peces y el mapeo del paisaje sonoro, fue presentado en Blue Planet II.
Esta charla es de un evento TEDx, organizado de manera independiente a las conferencias TED. Más información en: http://ted.com/tedx
- Autor/a de la charla: Steve Simpson
- Fecha de grabación: 2019-04-05
- Fecha de publicación: 2019-06-17
- Duración de «Cambiando la banda sonora del océano»: 927 segundos
Traducción de «Cambiando la banda sonora del océano» en español.
Ser biólogo marino es algo maravilloso.
Puedo vivir en dos universos.
Cuando me voy a dormir, no sé a qué mundo me llevarán mis sueños.
Y cuando estoy bajo el agua, soy liviano, puedo moverme en tres dimensiones.
Puedo pasar todo el día viendo su color azul o maravillándome de las criaturas extraordinarias, bellas, misteriosas, y algunas veces aterradoras, que viven en el mar.
Como humano, estar bajo el agua es una experiencia sensorial totalmente distinta.
Pero también me aterra, no a mí como humano, sino como al pez que he pasado mi vida tratando de entender.
Porque el océano puede ser un lugar lleno de peligros, y de retos aparentemente imposibles.
Déjenme darles un ejemplo del peligroso ciclo de vida de un pez de arrecife de coral.
Estamos familiarizados con los peces de colores brillantes que viven en los arrecifes de coral, que son como ciudades vivas, llenas de color.
Pero cada año, estos peces ponen huevos, y de los huevos nacen larvas diminutas, casi microscópicas, y pasan varias semanas en el mar desarrollándose; tan solo del tamaño de un grano de arroz.
Y después de dos o tres semanas, están aptas y listas para volver al arrecife de coral donde, con suerte, una vez que encuentren el arrecife indicado, podrán gradualmente madurar y unirse a la comunidad adulta.
Ahora bien, parece paradójico: viven en el ambiente perfecto, y aun así mandan a su cría al mar abierto.
¿Por qué ocurre esto? He pasado mi vida intentando entender algunos de los procesos que hacen posible este ciclo vital.
Particularmente, ¿cómo hace un pez para encontrar un arrecife? Está en mar abierto, a merced de las corrientes oceánicas.
¿Cómo es posible que encuentren su casa, teniendo el tamaño de un grano de arroz? ¿Cómo escogen el lugar correcto para vivir? ¿Cómo encuentran un escondite? Estos son los retos que intento abordar con parte de mis investigaciones.
Ahora bien, ¿cómo lo harían Uds.? Si fueran este pequeño pez, en el mar, ¿qué tipo de información querrían para hacer posible ese ciclo vital? Sabemos que algunos peces son capaces de oler distintos componentes de su ambiente.
Algunos peces pueden ver la posición del sol en el cielo, incluso la manera en que la luz del sol atraviesa las nubes.
Tal vez usan señales visuales del cielo nocturno.
Algunos peces incluso tienen un sentido magnético.
Entonces, ¿es esta información suficiente para guiarlos hasta su casa? Ciertamente, una cosa que probablemente no puedan usar sea el sonido, ¿cierto? Hace 60 años, Jacques Cousteau llevó a los hogares de todo el mundo, por primera vez, la maravilla de nuestro mundo submarino.
Él inventó el buceo, para poder llevar cámaras bajo el agua y mostrar esas imágenes a la gente en todo el mundo.
Fue una filmación excepcional en muchos sentidos, excepto, tal vez, por el título.
Jacques Cousteau nos contó que el océano era un mundo silencioso.
Pero cuando entramos en el océano, sabemos que no es cierto.
Sin el equipo de buceo, oímos cantar a las ballenas.
Esta es la canción de amor de una ballena jorobada.
Y las ballenas se pueden comunicar a decenas de kilómetros, a veces a cientos de kilómetros, mientras interactúan entre sí.
Cuando miramos un arrecife de coral, entendemos que no solo ballenas y delfines producen sonidos; los peces también pueden hablar.
Los peces producen chasquidos, gruñidos, chillidos o sonido de trompetas para advertir sobre la presencia de depredadores, para poder llamarse entre sí cuando encuentran comida, y algunas veces, particularmente, cerca de la temporada de apareamiento, para intentar impresionar el uno al otro.
Y por lo tanto hay algunas canciones increíbles en el mundo de los peces.
Aquí oímos el sonido ronco de los píntanos, los chillidos de un pez damisela y el profundo gruñido de amor, en este caso, de un bacalao.
Los peces usan el sonido; es esencial en sus vidas.
Y no son solo los peces.
Si observamos a los invertebrados que también viven en el arrecife, nos damos cuenta de que las langostas pueden hacer sonar sus antenas como un violinista que toca el violín.
Y los camarones alfeidos, que no deben ser más grandes que un dedo pulgar, con una tenaza que no es más grande que la uña del pulgar, son capaces de producir una de las explosiones submarinas más fuertes cada vez que abren sus tenazas y expulsan una burbuja en el agua, la cual implosiona produciendo un destello de luz y un gran estruendo.
Y todo junto, crea un chasquido que les da a los arrecifes de coral su paisaje sonoro.
Entonces, hace 18 años, pregunté algo que, en su tiempo, casi todos los compañeros de trabajo de la Gran Barrera de Coral creían que era una locura: ¿es posible que los peces puedan usar el sonido para encontrar su camino a casa? Para hacer esa pregunta, mi primer método fue hacerles trampas de luz, que son cajas brillantes con ventanas translúcidas que tienen hendiduras, como los buzones.
Y cuando se pone una luz brillante bajo el agua al borde del arrecife, se pueden interceptar las larvas, los peces bebé, cuando vuelven al arrecife.
A muchos peces, como a las polillas, les atrae la luz, y podemos atraparlos en nuestras trampas y contarlos cuando vuelven.
Pero para variar un poco, cuelgo un altavoz bajo la trampa.
Estos son altavoces submarinos para equipos de natación sincronizada para poder seguir el ritmo bajo el agua, pero aquí los usamos para reproducir los sonidos de los arrecifes de coral.
Para hacer la pregunta ¿son los peces, en este temprano desarrollo, de semanas de vida, atraídos por los sonidos del arrecife de coral? Y, en efecto, tres meses después, al poner estas trampas noche tras noche, logramos capturar más del doble de peces en nuestras trampas con sonido, comparadas con las que no tenían sonido.
Y luego, para probar si esto era suficiente para que un pez escoja dónde querría hacer su hogar, colgamos los altavoces en pequeñas pilas de coral muerto, arrecifes artificiales que construimos en bancos de arena.
Y efectivamente, los peces acudían cuando reproducíamos nuestro sonido.
Así que el sonido es, sin duda, una señal que los peces usaban para encontrar su camino a casa.
Así que he pasado los últimos 15 años escuchando el océano, intentando interpretar lo que estos peces pueden escuchar.
¿Cuál es el tipo de información que les da a los peces esta experiencia sensorial que los guía hasta su casa? Como biólogo marino, uno de los privilegios es poder jugar con juguetes grandes y caros.
Y hoy compartiré con Uds.
dos de los míos.
El primero es la genial embarcación Masifa, la cual inventamos como una forma de transportar un hidrófono, un micrófono submarino, sobre los arrecifes.
Así podríamos empezar a entender el rico mosaico de sonidos que se produce mientras recorremos distintos tipos de arrecife.
Y el segundo juguete es mi hidrosaurio.
Pueden comprobar que en esa época la financiación de la bioacústica marina estaba en sus etapas iniciales.
Este es un dinosaurio inflable, al que pude atar mi micrófono y dejarlo durante la noche, y así empezamos a darnos cuenta de que había patrones en el paisaje sonoro.
Al atardecer, todos los peces nocturnos, los depredadores, emergen de sus cuevas, y empiezan a llamarse entre sí mientras van buscando comida.
Se forma así un coro vespertino.
Y luego, al amanecer, estos peces vuelven al arrecife y entonces salen los peces diurnos, que deben volver a marcar su territorio, como las aves en un bosque.
Y así, también se forma un coro matutino.
El arrecife está lleno de ruidos, y ese ruido tiene patrones.
Lo descubrimos al combinar grabaciones con sondeos submarinos.
Y con nuestros sondeos, observamos que podemos oír si hay corales allí.
Podemos oír qué especies viven allí.
Nos damos cuenta de que los peces hacen el mar lo que haríamos si nos mudáramos a una nueva ciudad: tal vez entramos a internet e investigamos los distintos suburbios donde querríamos vivir.
Creemos que los peces pueden hacer lo mismo al escuchar su ambiente y escoger dónde quieren vivir.
Ahora sabemos que cada arrecife suena distinto; tienen sonidos distintivos.
Los peces bebé pueden escoger el mejor hábitat para su especie al usar el sonido.
Y, sorprendentemente, también otros animales del arrecife lo hacen: cangrejos, langostas, almejas, ostras, incluso los mismos corales.
Aquí vemos algunos lugares donde hemos trabajado.
Esto es Balicasag, un área marina protegida en las Filipinas.
Como ven, está lleno de vida.
Está altamente protegido, no se pesca y, como resultado, cuando lo escuchamos, es un maravilloso paisaje sonoro.
Escuchen a los peces comunicándose, escuchen a los camarones alfeidos.
Pero, lamentablemente, si vamos tres bahías cerca de Bilang-Bilangan, se encuentran los arrecifes típicos de las Filipinas.
Este arrecife ha sido sobreexplotado, así que no hay herbívoros que se alimenten de algas, las cuales asfixian el arrecife.
Incluso pueden ver cráteres por la pesca con dinamita, y cuando queremos escuchar…
apenas se oye.
Entonces, un pez diminuto tendría que, básicamente, entrar a este arrecife antes de encontrarlo.
La próxima generación no volverá a casa.
Estamos cambiando la banda sonora del océano a través del exceso de pesca y una deficiente protección ambiental.
Vayamos a un lugar mejor: al Gran Arrecife de Coral.
Para los biólogos marinos, es el referente.
Allí vamos para ver cómo fueron los arrecifes de coral alguna vez, cómo pueden llegar a ser con un manejo efectivo, con reservas marinas altamente protegidas, a gran distancia de las ciudades, de la contaminación, y como resultado, bellas ciudades submarinas rebosantes de vida.
Escuchen la Gran Barrera de Coral; es algo maravilloso.
Y la hemos estudiado durante 15 años para que sea una referencia entre los arrecifes de todo el mundo.
Por lo menos, así fue hasta hace tres años, cuando la tragedia nos golpeó.
Con una predictibilidad dolorosa, vimos que la temperatura del agua empezaba a incrementarse.
Las condiciones oceanográficas indicaban que el agua se quedaba en un lugar, y durante tres semanas, la Gran Barrera de Coral no resistió el calor.
Vimos el arrecife morir frente a nuestros ojos.
Y si ahora volvemos a la Gran Barrera de Coral, veremos que en la parte norte, donde hacemos la investigación, el 80 % está muerto.
Cuando escuchamos ese arrecife, es un 75 % más silencioso.
Los camarones alfeidos se fueron.
La complejidad, la diversidad del sonido ya no está; se ha convertido en un desierto acústico.
Y entonces nos dimos cuenta de que estamos cambiando los sonidos del océano con el cambio climático.
Estos son, en cierto sentido, cambios graduales: el exceso de pesca, una administración deficiente, el cambio climático.
Pero también nos damos cuenta de que cuando hacemos nuestras grabaciones a diario, cambiamos la banda sonora del océano al llevar al área botes a motor.
Millones de botes a motor pasan todos los días por los arrecifes, con motores que rugen, y hélices que cavitan, y producen burbujas que chirrían en el agua cuando estallan.
Y hemos notado que ese sonido causa estrés a todos los animales que lo oyen.
Y con el estrés vienen las malas decisiones: los peces ya no pueden responder contra los depredadores, ni buscar comida, ni hacerse el cortejo, ni reproducirse con éxito.
Este ruido de los botes es una forma de contaminación auditiva que nos hace saber que estamos cambiando los sonidos del océano.
Si este fuera el final de la charla, sería una triste historia, pero como científico, me pregunté: ¿Cuál es mi papel? ¿Por qué hago estas investigaciones? ¿Es mi deber simplemente monitorear, medir, evaluar cómo está cambiando el mundo e informar al respecto? ¿O podemos tomar ese conocimiento y convertirlo en soluciones prácticas? Aquí está el chromis espinoso, un pez maravilloso, que vive en la Gran Barrera de Coral en parejas monógamas, macho y hembra viven juntos.
Ponen sus huevos en el arrecife, los huevos eclosionan, e, inusualmente, traen a su cría al arrecife esas primeras semanas, para protegerlos, y pueden ver sus pececillos allá, las larvas del chromis espinoso.
Si observamos lo bien que les va cerca de canales náuticos, veremos que el ruido del bote hace que los adultos no se alimenten bien, y no defiendan a las larvas contra los depredadores de la misma manera y las larvas no pueden desarrollarse, o muy pocas lo logran.
Entonces, ¿es esa la trágica historia de cómo estamos afectando la reproducción con contaminación auditiva? O podría ser que, si le damos la vuelta, veamos en comparación lo que pasaría si los botes no estuvieran ahí: habría más reproducción, los adultos se comportarían mejor, se alimentarían más, se defenderían más de los depredadores.
¿Podríamos estar hablando de una historia de protección acústica? Si vamos a la Gran Barrera de Coral y ponemos esas tristes grabaciones del estado actual de la Gran Barrera de Coral, los peces ya no llegan en las cantidades que esperaríamos.
Si ponemos las grabaciones de la Gran Barrera de Coral del pasado, los peces vendrían.
¿Estamos hablando de la pérdida de una señal sensorial que es esencial para cerrar el círculo del ciclo vital? O ¿podría ser una historia sobre el valor potencial de un entorno acústico rico? Esto es lo que mi equipo persigue ahora activamente por todo el mundo, y estamos muy emocionados de que haya herramientas acústicas que pueden ser parte de la solución.
Sabemos que esta es nuestra tarea: cambiar la banda sonora del océano en esta generación; pero cambiarla para bien, no para mal.
Con tecnología, podemos mejorar el sonido del motor de los botes, con motores modernos más silenciosos.
Con protección ambiental, podemos mantener los botes lejos de áreas reproductivas, de los lugares de cría.
Podemos crear noches tranquilas para que los peces entren y se establezcan.
Y con un entorno acústico más rico podemos potencialmente acelerar la recuperación de los hábitats que hayan sido los más afectados.
Gracias por escuchar.
(Aplausos)
https://www.ted.com/talks/steve_simpson_how_ocean_noise_destroys_marine_ecosystems/