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Charla «Colin Powell: Los jóvenes necesitan estructura» de TEDxMidAtlantic en español.
¿Cómo se puede ayudar a que los niños tengan un buen comienzo? En esta charla sincera y personal, Colin Powell, el ex Secretario de Estado de EE.UU., pide a los padres, amigos y familiares que apoyen a los niños desde antes de que lleguen a la escuela primaria, a través de la comunidad y un fuerte sentido de la responsabilidad. (Filmado en TEDxMidAtlantic)
- Autor/a de la charla: Colin Powell
- Fecha de grabación: 2012-10-26
- Fecha de publicación: 2013-01-23
- Duración de «Colin Powell: Los jóvenes necesitan estructura»: 1066 segundos
Traducción de «Colin Powell: Los jóvenes necesitan estructura» en español.
Lo que quiero hacer esta tarde es algo un poco diferente de lo programado.
De política internacional, pueden aprender mirando, no sé, a Rachel Maddow o alguien así, pero…
(Risas)
Quiero hablarles sobre los jóvenes y la estructura, los jóvenes y la estructura.
Esto fue el pasado miércoles en la tarde en una escuela de Brooklyn, Nueva York, en la escuela secundaria Cristo Rey, dirigida por jesuitas.
Y le hablaba a este grupo de estudiantes y obsérvenlos.
Estaban a mi alrededor en tres direcciones.
Notarán que casi todos son parte de una minoría.
Notarán que el edificio es más bien austero.
Es un viejo recinto escolar de Nueva York, nada lujoso.
Aún tienen viejas pizarras y otras cosas.
Hay aproximadamente 300 jóvenes en esta escuela, y la escuela funciona desde hace cuatro años, y están a punto de graduar a su primera clase.
Se graduarán 22 jóvenes y los 22 irán a la universidad.
Todos vienen de hogares en los que hay, en su mayoría, solo una persona en el hogar, comúnmente la madre o la abuela, y eso es todo, y vienen aquí en busca de educación y estructura.
Hice que me tomaran esta fotografía y fue colocada en mi página de Facebook la semana pasada, y alguien escribió: «
¿Por qué lo tiene en posición firme?
» Y luego dijeron: «pero se ve bien».
(Risas)
Se ve bien, porque los jóvenes necesitan estructura, y el truco que hago en todas mis visitas a escuelas es que cuando termino de darle a los jóvenes mi pequeña homilía, luego los invito a que me hagan preguntas, y cuando levantan sus manos, digo, «Levántate», y hago que se levanten y se paren frente a mí.
Hago que se paren firmes, como un soldado.
Pongan sus brazos rectos hacia abajo y a su lado miren hacia arriba, ojos abiertos, mirando al frente, y hagan su pregunta en voz alta para que todos puedan oírla.
Sin encorvarse, sin pantalones colgando, nada de eso.
(Risas)
Y a este joven, su nombre es…
su apellido es Cruz…
le encantó.
Está por toda su página de Facebook y se ha hecho viral.
(Risas)
Así que la gente piensa que estoy siendo cruel con este chico.
No, nos estamos divirtiendo un poco.
Y, al respecto, he hecho esto durante años, mientras más jóvenes son, más divertido es.
Cuando tengo niños de seis y siete años en un grupo, Tengo que encontrar la manera de mantenerlos tranquilos.
Ya saben, siempre empezarán a conversar.
Entonces hago un jueguito con ellos antes de que me se paren firmes.
Digo, «Ahora escuchen.
En el ejército, cuando queremos que pongan atención, usamos una orden.
Se llama «descanso».
Significa que todos deben quedarse callados y poner atención.
Escuchar.
¿Comprenden?
» «Ajá, ajá, ajá».
«Practiquemos.
Todos comiencen a charlar».
Y hago que conversen durante unos 10 segundos y luego grito: «¡Descanso!» «
¿Eh?
»
(Risas)
«Sí, General.
Sí, General».
Inténtenlo con sus hijos.
Vean si funciona.
(Risas)
No lo creo.
De cualquier manera, es un juego que hago y obviamente viene de mi experiencia militar.
Porque durante la mayoría de mi vida adulta trabaje con niños; yo los llamo adolescentes con armas.
Los llevaríamos al ejército y lo primero que haríamos sería colocarlos en un ambiente estructurado, colocarlos en filas, hacer que todos vistieran lo mismo, cortarles el cabello para que se vean parecidos, asegurando que todos están en fila.
Les enseñamos a ir a la derecha, a la izquierda, para que puedan obedecer instrucciones y conocer las consecuencias de no obedecerlas.
Se les da estructura.
Y luego les presentamos a alguien que llegan a odiar inmediatamente: el sargento.
Lo odian.
El sargento comienza a gritarles y a decirles que hacer y todo tipo de cosas terribles.
Pero lo más sorprendente sucede con el tiempo.
Una vez que la estructura se desarrolla, una vez que comprenden la razón de algo, una vez que entienden, «Mamá no está allí, hijo.
Soy tu peor pesadilla.
Soy tu papi y tu mami.
Y es así.
¿Entiendes, hijo?
Sí y, cuando te pregunte algo, solo hay tres respuestas posibles: sí, señor; no, señor; y no es excusa, señor.
No comiences a decirme por qué no hiciste algo.
Es sí, señor; no, señor; no es excusa, señor».
«No te afeitaste».
«Pero señor…» «No, no me digas con qué frecuencia raspaste tu cara esta mañana.
Te estoy diciendo que no te afeitaste».
No es excusa, señor».
«Buen chico, aprendes rápido».
Estarían impresionados por lo que pueden hacer con ellos una vez que los ponen en esa estructura.
En 18 semanas ya tienen un oficio.
Son maduros.
Y, saben qué, llegan a admirar al sargento y nunca se olvidan de él.
Llegan a respetarlo.
Y por eso necesitamos más de este tipo de estructura y respeto en las vidas de nuestros hijos.
Pasé mucho tiempo con grupos de jóvenes, y le digo a la gente: «
¿Cuándo comienza el proceso de educación?
» Siempre estamos diciendo: «Arreglemos las escuelas.
Hagamos más por nuestros maestros.
Más computadoras en nuestras escuelas.
Hagámoslo todo en línea».
Esa no es la respuesta completa, es parte de la respuesta Pero la respuesta real comienza llevando al niño a la escuela con la estructura en el corazón y el alma de ese niño, para empezar.
¿Cuándo empieza el proceso de aprendizaje?
¿empieza en primer grado?
No, no, empieza desde el primer momento en que el niño está en los brazos de la madre, mira a la madre y dice: «Esta debe ser mi madre.
Es la que me alimenta.
Sí, cuando no me siento bien me cuida.
Aprenderé su idioma».
Y en ese momento excluyen todos los otros idiomas que podrían aprender a esa edad, pero durante tres meses, es el de ella.
Y si la persona que lo está haciendo, ya sea la madre o la abuela, quienquiera que lo haga, ahí es cuando empieza el proceso educativo.
Ahí es cuando empieza el lenguaje.
Ahí es cuando empieza el amor; cuando empieza la estructura.
Ahí es cuando uno empieza a marcar en el niño eso de «eres especial, eres diferente de todos los otros niños del mundo.
Y voy a leerte un cuento».
Un niño al que no le han leído está en peligro cuando llega a la escuela.
Un niño que no conoce sus colores o no sabe ver la hora, no sabe cómo atarse los zapatos, no sabe cómo hacer esas cosas y no sabe hacer algo que va en dos palabras que se me quedaron grabadas cuando era niño: cuidado y respeto.
¡Cuida tus modales! ¡Respeta a los adultos! ¡Cuidado con lo que dices! Esta es la manera correcta de criar a los hijos.
Y vi a mis nietos llegar y están, a disgusto de mis hijos, actuando igual que lo hicimos.
¿Saben?
Nosotros los marcamos.
Y eso es lo que tienen que hacer para preparar a los niños para la educación y la escuela.
Estoy trabajando con toda la energía que tengo para de algún modo comunicar este mensaje de que necesitamos el preescolar, necesitamos el programa Head Start, necesitamos el cuidado prenatal.
El proceso de educación empieza incluso antes de nacer y si no lo hacen, tendrán problemas.
Estamos teniendo dificultades en muchas de nuestras comunidades y muchas de nuestras escuelas a las que van los niños a primer grado y sus ojos brillan, toman su pequeña mochila y están listos para ir, y luego se dan cuenta de que no son como los otros niños; que conocen libros, les han leído y pueden decir el alfabeto.
Para tercer grado, los niños que no tuvieron esa estructura y ese cuidado al comienzo empiezan a darse cuenta de que están atrasados,
¿y qué es lo que hacen?
Se portan mal.
Se portan mal y van camino a la cárcel o van camino a abandonar la escuela.
Es predecible.
Si no tienes el nivel correcto de lectura en tercer grado, eres candidato a la cárcel a los 18 años, y tenemos la mayor tasa de encarcelamiento porque no les estamos dando a nuestros hijos un comienzo correcto en la vida.
El último capítulo de mi libro se llama «El regalo de un buen comienzo».
El regalo de un buen comienzo.
Cada niño debería tener un buen comienzo en la vida.
Fui privilegiado por tener ese tipo de comienzo.
No fui un gran estudiante.
Fui un niño de escuela pública de Nueva York y no lo hice bien del todo.
Tengo todas mis notas del Consejo de Educación de Nueva York desde nivel inicial hasta la universidad.
Lo quise cuando estaba escribiendo mi primer libro.
Quería ver si mi memoria era correcta y, Dios mío, lo era.
(Risas)
C en todo.
Y finalmente pasé la secundaria, entré al City College de Nueva York (CCNY) con un promedio de 78,3, con el que no debería haber sido admitido, y comencé ingeniería, y eso solo duró seis meses.
(Risas)
Después entré a geología, «rocas para deportistas».
Esta es fácil.
y luego encontré la Reserve Officers’ Training Corps (ROTC).
Encontré algo en donde lo hacía bien y algo que amaba hacer, y me encontré con un grupo de jóvenes como yo, que se sentían de la misma manera.
Entonces dediqué toda mi vida al ROTC y al ejército.
Y les digo a los niños, en todos lados, a medida que crecen y a medida que esta estructura se desarrolla dentro de Uds., siempre busquen aquello que hagan bien y aquello que amen hacer, y cuando encuentren esas dos cosas juntas, vaya, lo tienen.
Eso es lo que pasa.
Y eso es lo que encontré.
Ahora, las autoridades del CCNY se estaban cansando de que estuviera ahí.
Estuve ahí cuatro años y medio, casi cinco, y mis calificaciones no eran particularmente buenas, y tuve dificultades puntuales con la administración.
Y entonces decían: «Pero lo hace bien en el ROTC.
Miren, obtiene A en eso, pero no en en otra cosa».
Y entonces dijeron: «Miren, tomemos su calificaciones de ROTC y juntémoslas con su promedio de calificaciones y veamos qué pasa».
Y lo hicieron, y me llegó a 2.0.
(Risas)
Sip.
(Risas)
(Aplausos)
Dijeron, «Es bastante bueno para el trabajo gubernamental.
Démoslo al ejército.
No lo veremos nunca más.
No lo veremos nunca más».
Así que me enviaron al ejército, y he aquí que, muchos años después, soy considerado uno de los mejores hijos en la historia del City College de Nueva York.
Así que, le digo a los jóvenes en todos lados, que no es donde empiezan en la vida, es lo que haces con la vida lo que determina dónde la terminarás, y que tienen la dicha de estar viviendo en un país que, no importa donde empiecen, tienen oportunidades mientras crean en sí mismos, crean en la sociedad y en el país, y crean que pueden automejorarse y educarse a medida que avanzan.
Y esa es la clave del éxito.
Pero empieza con el regalo de un buen comienzo.
Si no le damos ese regalo a todos y cada uno de nuestros niños, si no invertimos en la primera edad, vamos a tener dificultades.
Es por eso que tenemos una tasa de deserción de aproximadamente el 25 % del total y casi el 50 % de las minorías viviendo en zonas de bajos ingresos, porque no tienen el regalo de un buen comienzo.
Mi regalo de un buen comienzo no fue solo estar en una buena familia, una buena familia, sino también tener una familia que me dijo: «Ahora escucha, llegamos a este país en barcos bananeros en 1920 y 1924.
Trabajamos como perros en la industria textil todos los días.
No lo estamos haciendo para que te metas algo en la nariz o te metas en problemas.
Y ni se te ocurra pensar en abandonar la escuela».
Si alguna vez hubiera ido a casa y dicho a esos inmigrantes: «Saben, estoy cansado de la escuela, voy a dejarla», hubieran dicho: «Te vamos a dejar.
Tendremos otro niño».
(Risas)
Tenían expectativas para todos los primos en la extensa familia de inmigrantes que vivían en el sur del Bronx, pero tenían más que expectativas sobre nosotros.
Clavaron en nuestro corazón como una daga, un sentido de la vergüenza: «No avergüences a esta familia».
A veces me metía en problemas, y mis padres cuando llegaban a casa, estaba en mi habitación esperando lo que pasaría, y me sentaba ahí diciéndome: «Está bien, mira, golpéame, pero, Dios, no me vengas con eso de la «vergüenza de la familia».
Me abatía cuando mi mamá me lo decía.
Y también tuve esta red extendida.
Los niños necesitan una red.
Los niños necesitan ser parte de una tribu, una familia, un comunidad.
En mi caso eran las tías que vivían en todos esos edificios de apartamentos.
No sé cuántos de Uds.
son neoyorkinos, pero estaban esos edificios de departamentos, y estas mujeres siempre estaban pasando el rato en una de las ventanas apoyadas sobre una almohada.
Nunca se iban.
(Risas)
Yo, que Dios me ayude, crecí caminando por esas calles, y siempre estaban allí.
Nunca iban al baño.
Nunca cocinaban.
(Risas)
Nunca hacían nada.
Pero lo que hicieron fue mantenernos en juego.
Nos mantuvieron en juego.
Y no les preocupaba si te convertías en médico, abogado o general, nunca esperaron ningún general en la familia, siempre y cuando uno tuviera educación y luego un trabajo.
«No nos digas ninguna de esas cosas de autorrealización.
Obtén un trabajo y vete de la casa.
No tenemos tiempo para perder en eso.
Y entonces podrás apoyarnos.
Ese es el papel de Uds.».
Y así, es tan esencial que tendemos a poner esta cultura de nuevo en nuestra familias, en todas las familias.
Y es tan importante que todos los que están aquí hoy que son exitosos, estoy seguro que tienen familias, hijos y nietos maravillosos.
No basta.
Hay que extender la mano y volver y encontrar jóvenes como el joven Cruz que puede hacerlo si se le da la estructura, si uno vuelve y ayuda, si se le enseña, si se invierte en clubes de chicos y chicas, si se trabaja en el sistema escolar, aseguremos que sea el mejor sistema escolar, y no sólo la escuela de tu hijo, sino la escuela de Harlem, no sólo el centro Montessori del West Side.
Todos tenemos que tener un compromiso para hacer eso.
Y no solo estamos invirtiendo en los niños.
Estamos invirtiendo en nuestro futuro.
Vamos a ser un país minoría-mayoría en una generación más.
Aquellos que llamamos minorías ahora van a ser la mayoría.
Y tenemos que asegurarnos de que están dispuestos a ser la mayoría.
Tenemos que asegurarnos de que están listos para ser líderes de este, nuestro gran país, un país que no es como otro, un país que me maravilla cada día, un país que es rebelde.
Siempre estamos discutiendo entre nosotros.
Así es como se supone que funciona el sistema.
Es un país de contrastes, pero es una nación de naciones.
Tocamos a todas las naciones.
Cada nación nos toca.
Somos una nación de inmigrantes.
Por eso es que necesitamos una buena política de inmigración.
Es ridículo no tenerla para darles la bienvenida a aquellos que quieran venir y ser parte de esta gran nación, o podemos devolverlos a casa con educación para ayudar a su gente a salir de la pobreza.
Una de las grandes historias que me gusta contar es sobre mi amor de ir a mi ciudad natal de Nueva York y caminar por Park Avenue en un bello día y admirar todo y ver la gente pasar de todas partes del mundo.
Pero lo que siempre tengo que hacer es parar en una de las esquinas y comprar una salchicha del carrito ambulante del vendedor inmigrante.
Tengo que comer una.
(Risas)
Y no importa donde esté o lo que esté haciendo, tengo que hacerlo.
Incluso lo hice cuando fui Secretario de Estado.
Salía de mi suite en el Waldorf Astoria…
(Risas)
caminaba por la calle y llegaba hasta la calle 55 buscando el carrito ambulante.
Esos días, tenía cinco guardaespaldas alrededor y tres automóviles de policía de Nueva York cerca para asegurarse de que nadie me golpeara mientras caminaba por Park Avenue.
(Risas)
Y le pedía al hombre mi salchicha, y empezaba a hacerla y luego veía a su alrededor a todos los guardaespaldas y automóviles de policía…
«¡Tengo permiso de residencia! ¡Tengo permiso de residencia!»
(Risas)
«Está bien, está bien».
Pero ahora estoy solo.
Estoy solo.
No tengo guardaespaldas, no tengo automóviles de policía.
No tengo nada.
Pero tengo que tener mi salchicha.
Lo hice la semana pasada.
Fue en la tarde del martes por Columbus Circle.
Y la escena se repite a menudo.
Voy y pido mi salchicha, y el hombre empieza a hacerla y cuando termina, dice: «Lo conozco.
Lo he visto en televisión.
Ud.
es, bueno, Ud.
es el General Powell».
«Sí, sí».
«Oh…» Le paso el dinero.
«No, General.
No puede pagarme, ya me han pagado.
EE.
UU.
me ha pagado.
Nunca olvidaré de donde vine.
Pero ahora soy estadounidense.
Señor, gracias».
Acepto la generosidad, continúo por la calle, y me inunda, Dios mío, es el mismo país que recibió a mis padres de esta manera hace 90 años.
Así que aún somos ese magnífico país, pero que se alimenta de los jóvenes que llegan desde cada parte del mundo, y es nuestra obligación como ciudadanos contribuyentes de este nuestro hermoso país asegurarnos de que ningún niño se quede atrás.
Muchas gracias.
(Aplausos)
https://www.ted.com/talks/colin_powell_kids_need_structure/