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Cómo la magia de la amabilidad me ayudó a sobrevivir al Holocausto – Charla TEDxMidAtlantic

Charla «Cómo la magia de la amabilidad me ayudó a sobrevivir al Holocausto» de TEDxMidAtlantic en español.

Werner Reich, superviviente del Holocausto, cuenta su desgarradora adolescencia como prisionero transportado de un campo de concentración a otro, y comparte cómo un pequeño acto de amabilidad puede inspirar toda una vida de compasión. «Si alguna vez conocen a alguien que necesita ayuda, si conocen a alguien que tiene miedo, sean amable con esa persona», dice. «Si lo hacen en el momento adecuado, entrará en su corazón y permanecerá con ella adonde vaya, para siempre.»

  • Autor/a de la charla: Werner Reich
  • Fecha de grabación: 2019-03-29
  • Fecha de publicación: 2020-01-27
  • Duración de «Cómo la magia de la amabilidad me ayudó a sobrevivir al Holocausto»: 661 segundos

 

Traducción de «Cómo la magia de la amabilidad me ayudó a sobrevivir al Holocausto» en español.

En el encantador libro «El principito», hay una cita que dice: «Solo con el corazón se puede ver bien.

Lo esencial es invisible a los ojos».

Y cuando el autor escribía estas palabras sentado en una silla cómoda, en algún lugar de los Estados Unidos, aprendí la misma lección a kilómetros de distancia, en un sucio y asqueroso barracón, en un campo de exterminio en Polonia.

No es el valor económico o el tamaño de un regalo lo que realmente importa, sino cómo lo guardas en tu corazón.

Cuando tenía seis años, mi madre, mi padre, mi hermana y yo, abandonamos la Alemania antisemita y nos fuimos a Yugoslavia.

Vivimos en Yugoslavia siete maravillosos años.

Luego Alemania invadió Yugoslavia y, de repente, fuimos perseguidos de nuevo.

Y tuve que esconderme.

Estuve escondido durante dos años aproximadamente con una pareja que había estado trabajando para la resistencia.

Revelaba carretes y hacía ampliaciones fotográficas.

Un día, cuando tenía 15 años, fui arrestado por la Gestapo y me golpearon.

Y, durante dos meses, fui trasladado a varias cárceles, Finalmente, acabé en un fuerte penitenciario de 150 años, en Checoslovaquia, que los nazis habían convertido en un campo de concentración.

Estuve allí durante 10 meses.

Instalé vías de ferrocarril, exterminé alimañas, hice cestas, y después de unos 10 meses, junto a otras 2000 personas, nos cargaron en vagones de ganado.

Cerraron las puertas, y nos enviaron al este.

Durante tres días, viajamos así.

Y cuando nos descargaron, olíamos a orina y heces, y nos encontramos en el campo de exterminio de Auschwitz; un campo en el que, hasta ese momento, se había asesinado a casi un millón de personas, que fueron enviadas al cielo a través de las chimeneas Llegamos, fuimos despojados de todas nuestras pertenencias, de todo lo que teníamos, y nos dieron uniformes a rayas, nos tatuaron los brazos, y también nos informaron que estaríamos allí durante exactamente seis meses.

Y después de eso, abandonaríamos el campo, por la chimenea.

Nos ubicaron en distintos barracones.

Los barracones estaban llenos de literas de madera.

Seis personas en cada nivel: tres dormían en una dirección y otras tres personas en la otra, así que, fuera como fuera la forma en que durmieras, siempre tenías un par de pies en la cara.

El hombre que estaba a mi lado era un caballero extremadamente agradable, que se presentó como Herbert Levine.

El Sr.

Levine fue amable y educado conmigo.

Un día, cuando regresé de un trabajo que me habían asignado, me subí a mi litera, que estaba en la parte superior de una litera de tres niveles, y ahí estaba el Sr.

Levine con una baraja de cartas.

Las estaba barajando.

Me resultaba difícil de entender que hubiera una baraja de cartas en Auschwitz.

Era como encontrarte a un gorila en el baño.


(Risas)
Diría:»

¿Qué está haciendo ahí?

«.

Y entonces, el Sr.

Levine se giró hacia mí, me ofreció la baraja de cartas y me dijo: «Escoge una carta».

Así que escogí una carta y me hizo un truco.

Realizó un milagro.

Yo nunca antes había visto hacer un truco con cartas, y el hombre que lo había hecho estaba sentado justo ahí.

Y entonces el Sr.

Levine hizo lo impensable.

Me explicó el truco.

Y esas palabras se grabaron a fuego en mi cerebro.

Recordé cada una de las palabras, y desde ese día, he practicado el truco cada día.

Aunque no tuviera ninguna carta.

Tan solo continué practicando.

Alrededor de tres semanas después, los prisioneros del campo entero, con la salvedad de un par de cientos, fueron enviados a las cámaras de gas.

Yo fui trasladado a otro campamento donde trabajé en los establos, y después, en enero de 1945, cuando los soviéticos avanzaron, 60 000 fuimos enviados a la marcha de la muerte.

Caminamos durante tres días, de forma interrumpida, en mitad del invierno.

Para cuando llegamos a un apartadero ferroviario, de las 60 000 personas, 15 000 habían muerto.

Y con el resto fuimos cargados en vagones abiertos.

Durante cuatro días, fuimos distribuidos por el camino, desde Polonia a Austria.

Y llegamos a un campo de la muerte, un campo de concentración llamado Mauthausen, que de nuevo estaba construido como una fortaleza.

En ese punto, las SS nos abandonaron.

No había comida allí, pero sí había cientos y cientos de cuerpos.

Dormí durante tres días al lado de un hombre muerto, solo para quedarme con su ración, una pequeña porción de pan mohoso.

Y dos días antes del fin de la guerra, el 5 de mayo, fuimos liberados por las fuerzas estadounidenses.

Para entonces, tenía 17 años, y pesaba 29 kg.

Hice autostop de vuelta a Yugoslavia.

Y cuando llegué a Yugoslavia, donde imperaba el comunismo, no tenía familia allí, ni amigos.

Me quedé allí dos años, y después me apañé para escapar a Inglaterra.

Y cuando llegué a Inglaterra, no sabía hablar inglés, no tenía educación, no tenía ninguna habilidad.

Empecé a trabajar, y al cabo de un año de haber llegado a Inglaterra, me compré una baraja de cartas.

Y por primera vez, pude realizar el truco, el que me habían mostrado en Auschwitz en lo alto de una litera.

Y me salió bien.

Funcionó hermosamente.

Se lo mostré a algunos amigos, y les encantó.

Fui a una tienda de magia, compré algunos trucos de magia, y se los mostré a mis amigos.

Luego compré algunos trucos más, y se los enseñé.

Después compré libros de magia, y luego otros más.

Hay una línea sumamente delgada entre una afición y una locura.


(Risas)
Luego me casé, y me vine a los Estados Unidos.

Y uno de los primeros trabajos que tuve consistía en hablar con pequeños grupos de gente.

Y lo hacía bien; era muy bueno para eso.

Después, hace 25 años, me jubilé.

Y comencé a dar charlas en colegios.

Y la única razón por la que pude dar charlas en colegios es porque un hombre muy simpático le mostró un truco de cartas a un niño asustado en un campo de concentración.

Este hombre que me mostró el truco, el Sr.

Levine, había sido mago profesional.

Trabajó en Alemania, y cuando llegó a Auschwitz, las SS sabían quién era, así que le dieron algunas cartas, le dieron un trozo de cuerda, le dieron algunos dados y él actuaba para ellos.

Y también les enseñó a algunos de ellos.

Él sobrevivió a la guerra, pero su mujer y su hijo murieron.

Él se vino a los Estados Unidos y actuó en varios locales, pero nunca lo volví a ver.

Pero el truco que me mostró permaneció conmigo y me permitió recorrer colegios y tratar de hacer de este mundo solo un poquito mejor.

Así que si alguna vez conocen a alguien que necesita ayuda, si conocen a alguien que está asustado sean amables con esa persona.

Denle consejo, denle un abrazo, enséñenle un truco de magia.

Cualquier cosa que hagan va a ser una esperanza para esa persona.

Y si lo hacen en el momento adecuado, entrará en su corazón, y permanecerá con ella adonde vaya, para siempre.

Gracias.


(Aplausos)

https://www.ted.com/talks/werner_reich_how_the_magic_of_kindness_helped_me_survive_the_holocaust/

 

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