Saltar al contenido
Deberes escolares » Charlas educativas » Cómo las prisiones pueden ayudar a los encarcelados a vivir vidas con sentido – Charla TEDxMonroeCorrectionalComplex

Cómo las prisiones pueden ayudar a los encarcelados a vivir vidas con sentido – Charla TEDxMonroeCorrectionalComplex

Charla «Cómo las prisiones pueden ayudar a los encarcelados a vivir vidas con sentido» de TEDxMonroeCorrectionalComplex en español.

En los Estados Unidos, a las agencias que administran las prisiones se las llama con frecuencia «Departamento de Correccionales». Sin embargo, su atención se centra en contener y controlar a los reclusos. Dan Pacholke, el Secretario Adjunto del Departamento de Correccionales del estado de Washington, comparte una visión diferente: prisiones que proporcionan condiciones de vida humanas así como oportunidades de trabajo significativo y de aprendizaje.

  • Autor/a de la charla: Dan Pacholke
  • Fecha de grabación: 2014-03-15
  • Fecha de publicación: 2014-08-13
  • Duración de «Cómo las prisiones pueden ayudar a los encarcelados a vivir vidas con sentido»: 632 segundos

 

Traducción de «Cómo las prisiones pueden ayudar a los encarcelados a vivir vidas con sentido» en español.

Nos ven como la organización que recibe el resultado de políticas sociales fallidas.

No puedo decidir quiénes o cuánto se quedarán.

Recibimos a los que nada les funcionó, gente que ha pasado por todas las redes de programas sociales.

No pueden contenerlos, por lo que nos toca a nosotros.

Es nuestro trabajo: contenerlos, controlarlos.

Con los años, como sistema de prisión, como nación y como sociedad nos hemos vueltos eficientes en eso pero eso no debe alegrarlos.

Hoy en día encarcelamos más gente per cápita que cualquier otro país en el mundo.

Hoy tenemos más negros en prisión que cuando había esclavitud en 1850.

Encarcelamos a los padres de casi 3 millones de niños de nuestra comunidad, y nos hemos vuelto el nuevo asilo, el mayor centro de atención de salud mental de este país.

Cuando encerramos a alguien no es algo insignificante.

Aun así nos llaman Departamento de Correccionales.

Quiero hablarles acerca de cambiar la forma de pensar en los correccionales.

Creo, y mi experiencia me lo dice, que cuando cambiamos nuestra forma de pensar creamos nuevas posibilidades o futuros, y las prisiones necesitan un futuro diferente.

He pasado toda mi carrera, más de 30 años, en correccionales.

Sigo a mi padre en esta profesión.

Era un veterano de Vietnam; los correccionales le iban bien.

Era fuerte, firme, disciplinado.

No fui mucho de eso y estoy seguro de que eso lo preocupaba.

Finalmente decidí que si terminaba en prisión, era mejor terminar en el lado correcto, así que decidí visitarla y conocer el sitio donde mi padre trabajaba, la Penitenciaria de McNeil Island.

Fue a comienzos de los 80, y las prisiones no eran exactamente lo que ven en la televisión o películas.

En muchas formas era peor.

Llegué a una cárcel de cinco niveles.

Había 8 hombres en cada celda; 550 hombres en esa unidad.

Y en caso de que se pregunten si compartían un solo inodoro en esos pequeños confinamientos.

Un guardia puso una llave en una cerradura y cientos de hombres salieron de sus celdas.

Cientos de hombres.

Caminé lo más rápido que pude.

Finalmente regresé y comencé allí como guardia.

Mi trabajo era administrar uno de esos bloques de celdas y controlar esos cientos de hombres.

Cuando entré a trabajar en la recepción, podía escuchar la conmoción de los reclusos en el estacionamiento, golpeando las rejas, gritando, destruyendo sus celdas.

Encierras a cientos de personas con emociones volátiles y lo que obtienes es caos.

Contener y controlar, ese era nuestro trabajo.

Aprendimos a hacerlo más efectivamente con un nuevo tipo de unidad de confinamiento, la Unidad de Control Intensivo (IMU), la versión moderna del «hoyo».

Poníamos a los reclusos detrás de sólidas puertas de acero, con pequeñas ventanillas, así podíamos reprimirlos y alimentarlos.

Pues, ¿adivinen qué? Se tranquilizó.

Los disturbios desaparecieron de la población general.

El sitio se hizo más seguro porque a los reclusos más violentos y disruptivos ahora podíamos aislarlos.

Pero el aislamiento no es bueno.

Priva a la gente de contacto social y eso los deteriora.

Se hacía difícil sacarlos del IMU, para ellos y para nosotros.

Incluso en la prisión, encerrar a alguien no es algo insignificante.

Mi siguiente asignación fue en una de las cárceles más seguras del estado donde estaban los reclusos más violentos y disruptivos.

Para entonces, el sector había avanzado mucho y teníamos diferentes herramientas para controlar el comportamiento disruptivo.

Teníamos pistolas de aire, atomizadores de spray pimienta, escudos de plexiglás, granadas aturdidoras y equipos de respuesta a emergencias.

Enfrentábamos la violencia con la fuerza y el caos con el caos.

Éramos buenos apagando incendios.

Estando allí conocí a dos empleados veteranos del correccional que también eran investigadores, un antropólogo y un sociólogo.

Un día uno de ellos me comentó: «Eres muy bueno apagando incendios.

¿Has pensado en cómo prevenirlos?» Fui paciente con ellos explicándoles nuestro método de uso de fuerza bruta para hacer prisiones más seguras.

Ellos fueron pacientes conmigo.

De esas conversaciones surgieron nuevas ideas y comenzamos pequeños experimentos.

Empezamos a entrenar a nuestros oficiales en grupos en vez de enviarlos por separado a la academia de entrenamiento.

En vez de cuatro, les dimos diez semanas de entrenamiento.

Luego experimentamos con un modelo de aprendiz donde emparejábamos a miembros nuevos con veteranos.

Ambos se hicieron mejores en sus trabajos.

Segundo, agregamos destrezas verbales de desescalamiento en el entrenamiento continuo y lo hicimos parte del uso de la fuerza.

Era la no-fuerza en el uso de la fuerza.

Luego hicimos incluso algo más radical.

Entrenamos a los reclusos en esas mismas destrezas.

Cambiamos las destrezas, con reducción de la violencia, no solo respondiendo a ella.

Tercero, cuando expandimos nuestras instalaciones probamos un nuevo diseño.

Ahora, el componente más grande y controversial de este diseño fue, por supuesto, el inodoro.

No había inodoros.

Quizás no sea muy significativo para Uds.

escucharlo hoy, pero entonces lo era.

Nadie se imaginaba una celda sin inodoro.

Pensábamos que era peligroso y descabellado.

Incluso ocho hombres en una celda tenían un inodoro.

Ese pequeño detalle cambió nuestro funcionamiento.

Los reclusos y el personal comenzaron a interactuar más seguido y abiertamente y eso desarrolló la comunicación.

Fue más fácil detectar los conflictos e intervenir antes de que escalaran.

La unidad estaba más limpia, tranquila, segura y más humana.

Esto era más efectivo para mantener la paz que cualquier otra técnica de intimidación que conocía.

La interacción cambia el comportamiento, tanto de los oficiales como de los reclusos.

Cambiamos el ambiente y cambiamos el comportamiento.

Solo por si no había aprendido la lección, me asignaron luego a la sede principal, y allí me enfrenté a los opositores a los cambios en el sistema.

Muchas cosas están en contra de los cambios en el sistema: la política y los políticos, normas y leyes, cortes y demandas, políticas internas.

Los cambios en el sistema son difíciles y lentos, y muchas veces no te llevan a dónde quieres llegar.

Cambiar un sistema de prisiones no es tarea fácil.

Entonces reflexioné sobre mis experiencias tempranas y recordé que cuando interactuábamos con los reclusos, la tensión se reducía.

Cuando cambiamos el ambiente, cambiaba el comportamiento.

Y estos no fueron grandes cambios en el sistema.

Fueron pequeños pero crearon nuevas posibilidades.

Luego me asignaron como superintendente de una prisión pequeña.

Al mismo tiempo, estudiaba para obtener mi título en el Evergreen State College.

Interactuaba con mucha gente que no era como yo, gente con ideas diferentes y de otros ámbitos.

Una de ellas era una ecologista de la selva.

Vio mi pequeña prisión y lo que vio fue un laboratorio.

Conversamos y descubrimos cómo las prisiones y los reclusos podrían ayudar al avance de la ciencia al ayudar a completar proyectos que ellos solos no podían completar, como repoblar especies en peligro de extinción: ranas, mariposas, plantas de la pradera en peligro.

Al mismo tiempo hicimos cosas para que nuestras operaciones fueran más eficientes, como el uso de energía solar, el reúso de las agua de lluvias, cultivos orgánicos, reciclaje.

Esta iniciativa llevó a muchos otros proyectos que han tenido un gran impacto en todo el sistema, no solo en el nuestro, sino también en otros sistemas del estado.

Pequeños experimentos que cambian la ciencia, la comunidad.

Nuestra forma de pensar sobre el trabajo, lo cambia.

El proyecto hizo mi trabajo más interesante y emocionante.

El personal y yo estábamos emocionados.

Los oficiales y los reclusos estaban emocionados.

Estaban inspirados.

Todos querían tomar parte.

Estaban haciendo una contribución, una diferencia, que creían que era significativa e importante.

Déjenme aclarar lo que pasaba aquí.

Los reclusos se adaptan muy fácilmente.

Tienen que hacerlo.

Con frecuencia saben mucho más sobre nuestros sistemas que las personas que los manejan.

Y están aquí por una razón.

No veo que mi trabajo sea castigarlos o perdonarlos, sino creo que pueden tener una vida decente y significativa, incluso en prisión.

Así que esa es la pregunta: ¿Pueden los reclusos vivir una vida decente y significativa, y si es así, qué cambiaría eso? Así que llevé esta pregunta a lo más extremo, al sitio donde están encarcelados la mayoría de los reclusos más violentos.

El IMU era para los castigos.

Allí no recibes gratificaciones, como la programación.

Así pensábamos.

Pero nos dimos cuenta de que si había reclusos que necesitaban programación, eran estos en particular.

De hecho, una programación intensiva.

Así que cambiamos nuestra forma de pensar 180 grados, y comenzamos a buscar nuevas posibilidades.

Lo que conseguimos fue una silla nueva.

En vez de usar la silla para castigos la pusimos en salones de clases.

No olvidamos nuestra responsabilidad de controlar, pero ahora los reclusos podían interactuar de forma segura, cara a cara, con otros reclusos y el personal.

Como el control ya no era un problema podían enfocarse en otras cosas como aprender.

El comportamiento cambió.

Cambiamos nuestra forma de pensar y lo que era posible, y eso me dio esperanza.

No puedo decirles que estas cosas funcionarán.

Lo que puedo decirles es que están funcionando.

Nuestras prisiones son más seguras para el personal y los reclusos, y cuando nuestras prisiones son seguras, podemos canalizar nuestras energías en mucho más que controlar.

Reducir la reincidencia puede ser la meta final, pero no es la única meta.

Para serles honesto, para prevenir los crímenes se necesita mucho más de mucha más gente e instituciones.

Si solo confiamos en las prisiones para la reducción de los crímenes, me temo que nunca llegaremos allí.

Pero las prisiones pueden hacer cosas que nunca pensamos que pudieran hacer.

Las prisiones pueden ser una fuente de innovación y sustentabilidad, del repoblamiento de especies en peligro y de restauración ambiental.

Los reclusos pueden ser científicos y criadores de abejas, rescatadores de perros.

Las prisiones pueden ser la fuente de trabajo significativo y de oportunidad para el personal y los reclusos que allí viven.

Podemos contener y controlar y proporcionar un ambiente humano.

Estas no son atributos opuestos.

No podemos esperar de 10 a 20 años para descubrir si esto valió la pena.

Nuestra estrategia no es un cambio masivo del sistema.

Nuestra estrategia son cientos de cambio pequeños que ocurren en días, meses, no años.

Necesitamos más programas pilotos pequeños de donde podamos aprender, programas pilotos que cambien el alcance de las posibilidades.

Necesitamos formas nuevas y mejores para medir los impactos del compromiso, de la interacción, de los ambientes seguros.

Necesitamos más oportunidades en las que participar y contribuir en nuestras comunidades, sus comunidades.

Las prisiones necesitan ser fiables, sí, ser seguras, sí.

Podemos hacerlo.

Las prisiones pueden proporcionar ambientes humanos donde la gente pueda participar, contribuir, y tener una vida significativa.

Estamos aprendiendo a hacerlo.

Por eso tengo esperanza.

No tenemos que quedarnos con la vieja idea de prisiones.

Podemos definirla y crearla.

Y cuando lo pensamos bien y con humanidad las prisiones pueden ser más que el resultado de políticas sociales fallidas.

Quizás finalmente logremos ganarnos nuestro título: departamento de correccionales.

Gracias.

(Aplausos)

https://www.ted.com/talks/dan_pacholke_how_prisons_can_help_inmates_live_meaningful_lives/

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *