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Cómo los estudiantes de color se enfrentan al síndrome del impostor – Charla TED Talks Live

Charla «Cómo los estudiantes de color se enfrentan al síndrome del impostor» de TED Talks Live en español.

Como mujer negra de una parte dura del Bronx que se educó para ir alcanzando todos los marcadores de prestigio académico, Dena Simmons sabe que para los estudiantes de color, el éxito en la escuela a veces está condicionado a no vivir de forma auténtica. Ahora siendo ella misma educadora, Simmons aborda cómo poder crear un aula que haga que todos los estudiantes se sientan orgullosos de quienes son. «Cada niño merece una educación que garantice la seguridad para aprender en la comodidad de su propia piel», dice.

  • Autor/a de la charla: Dena Simmons
  • Fecha de grabación: 2015-11-02
  • Fecha de publicación: 2016-12-15
  • Duración de «Cómo los estudiantes de color se enfrentan al síndrome del impostor»: 620 segundos

 

Traducción de «Cómo los estudiantes de color se enfrentan al síndrome del impostor» en español.

Mi viaje comenzó en el Bronx, Nueva York, en un apartamento de un dormitorio, con mis dos hermanas y una madre inmigrante.

Me encantaba nuestro barrio.

Era animado.

Había toda esa tronadura de merengue, vecinos que socializaban en las escalinatas del edificio y conversaciones animadas alrededor del juego de dominó.

Era mi hogar, y era dulce.

Pero no fue sencillo.

De hecho, todos en la escuela sabían que al barrio en el que vivíamos, la gente iba a comprar marihuana y otras drogas.

Y el tráfico de drogas viene acompañado de conflictos, así que a menudo nos íbamos a dormir con el sonido de disparos.

Pasé gran parte de mi infancia preocupada, preocupada por nuestra seguridad.

Y también nuestra madre.

Le preocupaba que la violencia de la que éramos testigos pudiera amenazar nuestras vidas; que nuestra pobreza significaba que los vecinos con los que vivíamos y compartíamos espacio pudieran hacernos daño.

Toda nuestra vida estaba en el Bronx, pero el miedo de mi madre le movió a actuar y pronto nos llevó a Connecticut,
(Risas)
a un campus escolar con internado con becas que cubrían todo.

No hay que subestimar el poder de una madre decidida a que sus hijos estén seguros.

(Aclamaciones)
(Aplausos)
En el internado, por primera vez, pude dormir sin preocupaciones.

Podía salir de la habitación de la residencia sin cerrarla con llave, caminar descalza por la hierba, y mirar hacia arriba para ver un cielo nocturno lleno de estrellas.

Felices novedades.

Pero hubo otras novedades también.

Muy rápidamente, me sentí como si no perteneciese al grupo.

Supe que yo no hablaba de la manera correcta, y para demostrarme la forma correcta de hablar, mis maestros me dieron lecciones frecuentes en público, sobre cuál era la forma adecuada de pronunciar ciertas palabras.

Una vez una maestra me instruyó en el pasillo: «Aaaaaas-king», preguntando.

Lo dijo en voz alta.

«Dena, no es ‘axing’, hachazo, como si estuvieras corriendo con un hacha.

Eso es tonto».

Se pueden imaginar las risas de mis compañeros de clase, pero ella continuaba: «Piensa en cortar la palabra en ‘ass’ -culo- y ‘king’ -rey- y luego poner ambas juntas para decirlo correctamente: «Asking» -preguntando- Hubo otros momentos que me recordaron que yo no pertenecía a allí.

Una vez entré en el dormitorio de una compañera de clase, y vi cómo cuidaba sus objetos de valor a mi alrededor.

¿Por qué lo hacía?

, pensaba.

Y luego hubo otro momento en el que otro compañero entró en mi habitación de la residencia, y gritó, «Puaj», cuando me estaba aplicando aceite capilar en el cabello.

Existe un daño emocional cuando los jóvenes no pueden ser ellos mismos, cuando se ven obligados a modificar lo que son para ser aceptados.

Es un tipo de violencia.

En última instancia, soy la historia de éxito por antonomasia.

Fui a un internado y a la universidad de Nueva Inglaterra, y estudié en el extranjero, en Chile; y regresé al Bronx para trabajar de maestra de secundaria.

Recibí una beca Truman, una Fulbright y una beca Soros.

Y podría enumerar más.


(Risas)
Pero no lo haré.


(Risas)
Obtuve mi doctorado en la Universidad de Columbia.

(Aclamaciones)
(Aplausos)
Y luego conseguí un puesto en la Universidad de Yale.


(Aplausos)
Estoy orgullosa de todo lo que he podido lograr en mi camino hasta ahora.

Tengo el síndrome de impostora eterna.

O me han invitado porque soy una muestra de algo que, en realidad, no se trata de mí, sino, más bien, de una casilla que alguien debe verificar.

O soy excepcional, lo que significa que he tenido que dejar a la gente que quiero atrás.

Es el precio que yo y tantos otros pagamos por estudiar siendo negros.


(Aplausos)
Me autocontrolaba todo el tiempo.

¿Llevo los pantalones demasiado apretados?

¿Debo llevar el cabello hacia arriba o a lo afro?

¿Debo hablar por mí, o el poder de mis palabras se reducirá a: «está enojada»?

¿Por qué tuve que salir del Bronx para tener acceso a una mejor educación?

Y

¿por qué, en el proceso de lograr una mejor educación, he tenido que soportar el trauma de borrar lo que me hizo ser yo, una chica negra del Bronx, criada por una madre de Antigua?

Así que cuando pienso en las iniciativas de reforma de la educación actual, no puedo evitar preguntar:

¿Qué aprenden los estudiantes de color sobre ellos mismos?

Tres, tres décadas de investigación revelan que los estudiantes de color son suspendidos y expulsados en una relación de tres veces más que los estudiantes blancos, y son castigados de maneras más severas por las mismas infracciones.

También aprenden esto por la ausencia de sus vidas y narrativas en los planes de estudio.

El Centro de libros infantiles cooperativos revisó unos 4000 libros y encontró que solo el 3 % eran sobre afroestadounidenses.

Y lo aprenden más por la falta de maestros que se parecen a ellos.

Un análisis de datos del Centro Nacional de Estadísticas de Educación encontró que el 45 % de los alumnos de nuestra nación desde preescolar hasta secundaria eran personas de color, mientras que solo el 17 % de nuestros maestros son de color.

Nuestra juventud de color paga un alto precio cuando en su escolarización se les da la consigna de que deben ser controlados, que tienen que salir de las identidades de su hogar para tener éxito.

Todos los niños merecen una educación que garantice la seguridad de aprender con la comodidad de su propia piel.


(Aplausos)
Es posible crear emocional y físicamente aulas seguras donde los estudiantes también prosperen académicamente.

Lo sé, porque lo hice en mi aula cuando volví a enseñar en el Bronx.

Entonces,

¿qué se ve?

Centré mi instrucción en las vidas, historias e identidades de mis alumnos.

E hice todo esto porque quería que mis estudiantes supieran que todo el mundo alrededor de ellos estaba apoyándolos para ser lo mejor de sí mismos.

Así que aunque no podía controlar la inestabilidad de sus hogares, la incertidumbre de su próxima comida, o los vecinos ruidosos que los mantenían en vela, yo les proporcionaba un aula cariñosa que les hacía sentir orgullosos de ser quienes eran, que hizo saber que ellos importaban.

Ya saben, cada vez que escucho o digo la palabra «asking» -preguntando- vuelvo a la secundaria de nuevo.

Estoy pensando en «ass» -culo- y en «king» -rey- y lo pongo junto para hablar de una manera donde alguien en el poder va a querer escuchar.

Hay una mejor manera, que no obliga a estar a los niños de color en un dilema; una manera en que pueden preservar los lazos con sus familias, hogares y comunidades; una manera que les enseña a confiar en sus instintos y tener fe en su propio genio creativo.

Gracias.


(Aplausos)

https://www.ted.com/talks/dena_simmons_how_students_of_color_confront_impostor_syndrome/

 

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