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Charla «Cómo pasé de niña refugiada a modelo internacional» de TEDxKakumaCamp en español.
Halima Aden hizo historia cuando se convirtió en la primera modelo con hiyab en la portada de la revista Vogue. En la actualidad, ha regresado al campo de refugiados de Kakuma en Kenia, donde nació y vivió hasta los siete años, para compartir un mensaje inspirador sobre lo que ha aprendido en el camino desde su infancia como refugiada hasta llegar a ser una modelo internacional.
- Autor/a de la charla: Halima Aden
- Fecha de grabación: 2018-06-09
- Fecha de publicación: 2018-08-30
- Duración de «Cómo pasé de niña refugiada a modelo internacional»: 478 segundos
Traducción de «Cómo pasé de niña refugiada a modelo internacional» en español.
Esta soy yo a los siete años.
Y esta soy yo también.
(Aplauso y ovación) El hecho de estar aquí hoy en el campo de refugiados de Kakuma parece surrealista y me embarga la emoción.
Esta es la tierra en la que nací y pasé los primeros siete años de mi vida.
Creo que a mucha gente le sorprende oír que, aquí en Kakuma, tuve una educación excelente.
Era feliz.
Era inteligente, tenía amigos y, sobre todo, tenía esperanza en un futuro mejor.
Eso no quiere decir que no tuviéramos obstáculos.
Claro que había dificultades.
A veces, enfermaba de malaria y no siempre sabíamos si tendríamos asegurada nuestra comida.
Pero el sentido de comunidad que hay aquí en Kakuma y el orgullo que todos poseen, sencillamente no tiene precedentes.
Cuando era más joven, me acuerdo de que surgían conflictos.
Eso suele pasar cuando hay gente de distinta procedencia que además no habla el mismo idioma.
Con el tiempo, el suajili, el idioma principal aquí, fue el punto en común.
Me hice amiga de los niños del campamento e incluso empecé a aceptar algunas de sus culturas, celebraba Navidad a pesar de que me educaron como musulmana.
Los otros niños también aceptaron mi cultura, y a veces, incluso rezaban a mi lado.
Siendo niños, era fácil juntarse y mezclar nuestras creencias para formar así nuestro propio entorno, incomparable y multicultural.
Me llamo Halima Aden y soy una somalí-estadounidense musulmana y de color, procedente de Kenia.
(Aplauso) Dicen que soy una pionera, fui la primera reina musulmana del baile de mi bachillerato, la primera senadora somalí estudiantil en mi universidad y la primera mujer en portar el hiyab en muchos sitios, como en el concurso de belleza de Señorita Minnesota en EE.
UU.
las pasarelas de Milán y las Semanas de la Moda de Nueva York, e incluso en la histórica portada de la «Vogue» británica.
Como ven, no me preocupa ser la primera y salir por mi cuenta, arriesgarme y buscar el cambio porque en eso consiste ser minoría.
Se trata de usarse a sí mismo para propiciar un cambio y de ser una representante humana del poder de la diversidad.
Ahora, utilizo mi posición para difundir un importante mensaje de aceptación.
Pero no siempre ha sido fácil.
Cuando llegamos a EE.
UU., hicimos de St.
Louis, Missouri, nuestro hogar, me acuerdo de que le pregunté a mi madre: «¿De verdad esto es EE.
UU.?».
Había cosas que me resultaban tristemente familiares, como oír disparos por la noche o las calles de aspecto empobrecido.
Pero también había cosas que eran muy diferentes, como cuando empecé la primaria.
Noté que los niños jugaban en grupos.
En EE.
UU., lo llaman «pandillas».
Aquí, todos jugábamos juntos.
Tu sexo no importaba, y tu raza, sin lugar a dudas, tampoco.
Recuerdo que me preguntaba: «¿Por qué no entienden suajili? El suajili es el idioma que une a los pueblos».
Para colmo de males, el colegio en el yo estaba no tenía ningún programa de inmersión en inglés.
Así que todos los días, me levantaba, iba al colegio, me sentaba en mi pupitre y no aprendía nada.
Ahí empecé a perder la esperanza y solo deseaba regresar a Kakuma, al campo de refugiados.
Pronto, mi madre descubrió que muchos somalíes hallaron asilo en un pueblecito de Minnesota.
Y cuando cumplí ocho años, nos mudamos a Minnesota.
Mi vida cambió en cuanto conocí a otros estudiantes que hablaban somalí, fui a un colegio con un programa de inmersión en inglés y encontré profesores que hacían lo imposible, se quedaban después de clases y en los recreos, dedicados a ayudarme a triunfar en clase.
Ser una niña refugiada me enseñó que a uno podían despojarlo de todo: de la comida, de la vivienda, del agua potable, incluso de la amistad, pero lo único que nadie podría quitarnos jamás sería la educación.
Así que mi prioridad principal fueron los estudios y pronto, comencé a prosperar en clase.
A medida que fui creciendo, tomé conciencia de otras personas y de lo que opinaban de mi raza y de mi pasado.
Específicamente, cuando empecé a portar el velo en la cabeza llamado hiyab.
Cuando empecé a usarlo, estaba emocionada.
Recuerdo cómo admiraba el de mi madre y quería emular su hermosura.
Pero cuando comencé la secundaria, los alumnos se burlaban y me decían que no tenía cabello, y para demostrarles lo contrario, les enseñaba mi cabello, lo cual va en contra de mis creencias, pero me sentí presionada a hacerlo.
Yo quería encajar con todas mis fuerzas.
Al reflexionar sobre cuestiones de raza, religión o identidad, me vienen a la mente muchos recuerdos dolorosos.
Podría acusar fácilmente a los de otras culturas de hacerme sentir ese dolor, pero pensándolo bien, también reconozco que los hechos más impactantes, positivos y que cambiaron mi vida, me ocurrieron gracias a toda esa gente que es diferente a mí.
Fue entonces cuando decidí salir de mi zona de confort y competí en un certamen portando el hiyab y el burkini.
Lo vi como una oportunidad para hablar por las mujeres que, como yo, no se sentían representadas.
Y aunque no conseguí la corona, esa experiencia me abrió muchas puertas.
Recibí correos y mensajes de mujeres de todo el mundo diciéndome que mi autenticidad les había servido de inspiración.
Otros «debuts» siguieron llegando.
Carine Roitfeld, icono de la moda, me invitó a Nueva York para rodar mi primera sesión de editorial.
En esa época me convertí en la primera modelo con hiyab y en mi primer año, adorné las portadas de nueve revistas de moda.
Fue sensacional, por decir algo.
Pero a pesar de ese éxito tan repentino, hubo algo que no cambió: la idea de poder regresar aquí a Kakuma, el lugar al que llamo mi hogar.
Y tan solo unos meses después, me sucedió algo increíble.
Estaba en Nueva York, en una sesión de fotos, cuando conocí a la modelo sursudanesa Adut Akech quien también nació aquí en Kukuma.
Esa experiencia en sí, es la mejor definición de esperanza.
Imagínense, dos niñas que nacieron en el mismo campo de refugiados se juntan por primera vez en la portada de la «Vogue» británica.
(Aplauso y ovación) Tuve el gran honor de asociarme con UNICEF sabiendo de primera mano el trabajo que hacen por los niños necesitados.
Quisiera que se acuerden de que los niños aquí refugiados, siguen siendo niños.
Se merecen todas las oportunidades para prosperar, tener esperanza, soñar y triunfar.
Mi historia comenzó justo aquí, en el campo de refugiados de Kakuma, un lugar de esperanza.
Gracias.
(Aplauso)
https://www.ted.com/talks/halima_aden_how_i_went_from_child_refugee_to_international_model/