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Charla «Cómo podemos erradicar el acoso sexual en el trabajo» de TEDWomen 2017 en español.
Cuando Gretchen Carlson habló sobre su experiencia de acoso sexual en el lugar de trabajo, inspiró a las mujeres de todo el mundo a recuperar su poder y decirle al mundo lo que les sucedió. En una charla excepcional y valiente, ella cuenta su historia e identifica tres cosas específicas que todos podemos hacer para crear lugares más seguros en el lugar de trabajo. «Ya no seremos subestimadas, intimidadas o relegadas», dice Carlson. «Nos alzaremos en pie, hablaremos y haremos escuchar nuestras voces. Seremos las mujeres que deberíamos ser».
- Autor/a de la charla: Gretchen Carlson
- Fecha de grabación: 2017-11-01
- Fecha de publicación: 2017-11-06
- Duración de «Cómo podemos erradicar el acoso sexual en el trabajo»: 884 segundos
Traducción de «Cómo podemos erradicar el acoso sexual en el trabajo» en español.
«Todo lo que quería era un muy merecido ascenso, y él me dijo: «Sal de tu escritorio y separa las piernas».
«Todos los hombres de mi oficina escribieron en un pedazo de papel los favores sexuales que podría hacerles.
Todo lo que pedí fue una oficina con una ventana».
«Le pedí su consejo sobre cómo podría llegar al comité; él me preguntó si llevaba mis rodilleras».
Esas son solo algunas de las horribles historias que escuché de mujeres durante el año pasado, mientras investigaba el acoso sexual en el lugar de trabajo.
Y descubrí que es una epidemia en todo el mundo.
Es una realidad horrible para millones de mujeres, cuando todo lo que quieren hacer todos los días es ir a trabajar.
El acoso sexual no discrimina.
Puedes usar una falda, un uniforme hospitalario, un uniforme del ejército.
Puedes ser joven o vieja, casada o soltera, blanca o negra.
Puedes ser republicana, demócrata o independiente.
Lo escuché de muchas mujeres: oficiales de policía, miembros de nuestro ejército, asistentes financieras, actrices, ingenieras, abogadas, banqueras, contadoras, profesoras…
periodistas.
El acoso sexual resulta que no va de sexo, sino de poder, y sobre lo que alguien hace para tratar de quitarte tu poder.
Y estoy aquí hoy para alentarte a que sepas que puedes recuperar ese poder.
(Aplausos)
El 6 de julio de 2016 salté de un acantilado yo sola.
Fue el momento más aterrador de mi vida; una decisión insoportable de tomar.
Caí en un abismo sola, sin saber lo que habría debajo.
Pero luego, algo milagroso comenzó a suceder.
Miles de mujeres comenzaron a acercarse a mí para compartir sus propias historias de dolor, agonía y vergüenza.
Me dijeron que me convertí en su voz, ellas no tenían voz.
Y, de repente, me di cuenta de que incluso en el siglo XXI, toda mujer todavía tiene una historia.
Como Joyce, una supervisora de azafata cuyo jefe, en reuniones todos los días, le explicaba el porno que había visto la noche anterior mientras dibujaba penes en su bloc de notas.
Ella fue a quejarse.
La llamaron «loca» y la despidieron.
Como a Joanne, banquera de Wall Street, a quien sus colegas masculinos la decían esa palabra inmunda con P todos los días.
Ella se quejó.
Etiquetada como alborotadora, nunca más hizo negocio alguno en Wall Street.
Como Elizabeth, una oficial del ejército.
Sus subordinados masculinos agitaban billetes de un dólar en su cara, y decían: «¡Baila para mí!» Y cuando fue a quejarse a un comandante, él dijo: «
¿Qué?
¿Solo un dólar?
¡Vales al menos 5 o 10! Después de leer, responder a todas y llorar por todos estos correos electrónicos, me di cuenta de que tenía mucho trabajo por hacer.
Aquí están los hechos sorprendentes: una de cada tres mujeres, que nosotros sepamos, ha sido acosada sexualmente en el lugar de trabajo.
El 71 % de esas incidencias nunca son informadas.
¿Por qué?
Porque cuando las mujeres lo informan, encima se las llama mentirosas y alborotadoras se las degrada, destroza, se las rebaja, se las pone en la lista negra y las despiden del trabajo.
Denunciar el acoso sexual puede ser, en muchos casos, el final de una carrera.
De todas las mujeres que se acercaron a mí, casi ninguna seguía trabajando hoy en su profesión elegida, y eso es escandaloso.
Yo también guardé silencio al principio.
Me pasó al final de mi año como Miss América, cuando estaba reunida con un ejecutivo de televisión de muy alto rango en Nueva York.
Pensé que me estaba ayudando todo el día, haciendo muchas llamadas telefónicas.
Fuimos a cenar y en el asiento trasero de un auto, de repente se abalanzó sobre mí y me metió la lengua en la garganta.
No me di cuenta de que «entrar en el negocio», tonta de mí, también implicaba meterse en mis pantalones.
Y solo una semana después, reunida en Los Ángeles con un publicista de alto rango, sucedió de nuevo.
De nuevo, en un auto.
Y él me agarró el cuello con la mano, y empujó mi cabeza con tanta fuerza hacia su entrepierna, que no podía respirar.
Estos son los eventos que absorben toda la confianza en una misma.
Estos son los hechos que, hasta hace poco, ni siquiera llamaba acoso.
Y es por eso que tenemos mucho trabajo por hacer.
Después de mi año como Miss América, seguí conociendo a muchas personas célebres, incluyendo a Donald Trump.
Cuando se hizo esta foto en 1988, nadie podría predecir dónde estaríamos hoy.
(Risas)
Yo, luchando para erradicar el acoso sexual en el lugar de trabajo; él de presidente de EE.UU.
a pesar de todo ello.
Y poco después, logré cubrir mi primera gira en las noticias de televisión en Richmond, Virginia.
Vean esa sonrisa de confianza con la chaqueta rosa brillante y no tanto el cabello.
(Risas)
Estaba trabajando duro para demostrar que las rubias tienen mucho cerebro.
Pero irónicamente, una de las primeras historias que cubrí fueron los conciertos de Anita Hill en Washington, DC.
Y poco después, yo también fui acosada sexualmente en el lugar de trabajo.
Estaba cubriendo una historia en la Virginia rural, y cuando volvimos al auto, mi camarógrafo comenzó a decirme cuánto había disfrutado cuando me tocó los pechos al ponerme el micrófono.
Y entonces lo demás fue cuesta abajo.
Me estaba atrincherando contra la puerta del copiloto.
Esto fue antes de los teléfonos móviles.
Estaba petrificada.
De hecho, me imaginé rodando afuera de esa puerta con el auto a 80 km por hora, como lo había visto en las películas, y preguntándome cuánto dolería.
Cuando la historia sobre Harvey Weinstein salió a la luz, uno de los magnates de cine más conocidos de Hollywood, las acusaciones eran horribles.
Pero muchas mujeres denunciaron y me hizo darme cuenta de que lo que había hecho significaba algo.
(Aplausos)
Él tenía una excusa muy poco convincente.
Dijo que era un producto de los años 60 y 70, y que esa era la cultura entonces.
Sí, esa era la cultura entonces, y desafortunadamente, todavía lo es.
¿Por qué?
Debido a todos los mitos que todavía están asociados con el acoso sexual.
«Las mujeres deberían realizar otro trabajo y buscar otra carrera».
Sí, claro.
Dile eso a la madre soltera que tiene dos empleos, que trata de llegar a fin de mes, que además está siendo acosada sexualmente.
«Las mujeres se lo buscan ellas mismas».
Por la ropa que usamos y el maquillaje que nos ponemos.
Sí, supongo que esas sudaderas que usan los ingenieros de Uber en Silicon Valley son muy provocativas.
«Las mujeres se lo inventan».
Sí, porque es muy divertido y gratificante ser degradada y derrotada.
Lo sabría.
«Las mujeres presentan estas denuncias porque quieren ser famosas y ricas».
Nuestro propio presidente dijo eso.
Apuesto a que Taylor Swift, una de las cantantes más conocidas y ricas del mundo, no necesitaba más dinero o fama cuando denunció su caso de tocamientos por un dólar.
Y estoy muy contenta de que lo haya hecho.
Noticias de última hora; la historia no contada sobre las mujeres y el acoso sexual en el lugar de trabajo: las mujeres solo quieren un lugar seguro y acogedor y un ambiente libre de hostigamiento.
Es todo.
(Aplausos)
Y,
¿cómo hacemos para recuperar nuestro poder?
Tengo tres soluciones.
Número 1: necesitamos convertir a los espectadores y facilitadores en aliados.
El 98 % de las corporaciones de EE.UU.
en este momento tienen políticas educativas en acoso sexual.
El 70 % tiene programas de prevención.
Pero aun así, abrumadoramente, los espectadores y testigos no se presentan.
En 2016, la Harvard Business Review lo llamó el «efecto espectador».
Y, sin embargo, recuerden el 11-S.
Millones de veces lo hemos escuchado «Si ves algo, di algo».
Imaginen cuán impactante sería si lo lleváramos a cabo con los espectadores en el lugar de trabajo en referencia al acoso sexual, para reconocer y detener estas incidencias; para enfrentar a los perpetradores en su cara; para ayudar y proteger a las víctimas.
Este es mi llamamiento a los hombres: les necesitamos en esta pelea.
Y a las mujeres, también, facilitadores a los aliados Número 2: cambiar las leyes.
¿Cuántos de Uds.
saben, si existe una cláusula de arbitraje obligatorio en su contrato de trabajo?
No muchas manos.
Y si no lo saben, deberían saberlo, y aquí está el porqué.
La revista TIME lo llama, allí mismo en la pantalla, «La diminuta letra pequeña de los contratos que mantiene las demandas de acoso sexual desoídas».
Esto es lo que es.
El arbitraje obligatorio quita el derecho a la Séptima Enmienda a un proceso de jurado abierto.
Es secreto.
No se cuenta con los mismos testigos o declaraciones.
En muchos casos, la empresa elige el árbitro por ti.
No hay apelaciones, y solo el 20 % de las veces gana el empleado.
Pero de nuevo, es secreto, para que nadie sepa nunca lo que te pasó.
Por eso he estado trabajando tan diligentemente en Capitol Hill en Washington, DC, para cambiar las leyes.
Y esto es lo que les digo a los senadores: el acoso sexual es apolítico.
Antes de que alguien te acose, no te pregunta primero, si eres republicana o demócrata.
Simplemente lo hace.
Y es por eso que todos deberíamos preocuparnos.
Número 3: ser valientes.
Eso comienza cuando nos alzamos en pie, y construimos esa autoestima.
Y nos ponemos de pie y hablamos, y decimos al mundo lo que nos sucedió.
Sé que da miedo pero hagámoslo por nuestros hijos.
Detengamos esto para las próximas generaciones.
Sé que lo hice por mis hijos.
Ellos fueron esenciales en mi toma de decisiones sobre si me presentaría o no.
Mis hermosos hijos, mi hijo de 12 años, Christian, mi hija de 14 años, Kaia.
Y vaya si los subestimé.
El primer día de clase el año pasado pasó a ser el día en que se anunció mi resolución, y estaba muy ansiosa por lo que enfrentarían.
Mi hija llegó a casa de la escuela y dijo: «Mami, mucha gente me preguntó qué te pasó durante el verano».
Entonces ella me miró a los ojos y dijo: «Y, mami, estaba muy orgullosa de decir que eras mi madre».
Y dos semanas después, cuando finalmente encontró el coraje para enfrentarse a dos niños que habían estado haciéndole la vida imposible, ella vino a casa y me dijo: «Mami, encontré el coraje para hacerlo porque te vi hacerlo».
(Aplausos)
Ya ven, dar el don del coraje es contagioso.
Y espero que mi viaje les haya inspirado, porque en este momento, es el punto de inflexión.
Estamos viendo cómo sucede la historia.
Cada vez más mujeres se levantan y dicen: «Basta ya».
(Aplausos)
Esta es mi última súplica a las compañías.
Contratemos de nuevo a todas aquellas mujeres cuyas carreras se perdieron debido a algún idiota fortuito.
Porque esto es lo que sé de las mujeres: ya no seremos subestimadas, intimidadas o relegadas; no seremos silenciadas por los modos del sistema o las reliquias del pasado.
No.
Nos alzaremos en pie y hablaremos y haremos que nuestras voces se escuchen.
Seremos las mujeres que deberíamos ser.
Y, sobre todo, siempre seremos valientes.
Gracias.
(Aplausos)
https://www.ted.com/talks/gretchen_carlson_how_we_can_end_sexual_harassment_at_work/