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Charla «Cómo posibilitar una electricidad asequible y sustentable en África» de TEDSummit 2019 en español.
La pobreza energética, o la falta de acceso a la electricidad y otros servicios energéticos básicos, afecta a casi dos tercios del África subsahariana. Con el creciente aumento demográfico en la región, también aumentará la necesidad de construir un nuevo sistema energético que acompañe ese crecimiento, dice Rosie M. Mutiso. En una valiente charla, explica de qué manera África puede forjar un futuro de alta producción energética mediante la combinación equilibrada de diversos sistemas, como la energía solar, los parques eólicos, la energía geotérmica y una infraestructura de redes modernas. De este modo, el servicio eléctrico sería confiable, se crearían empleos y habría una mejora en los ingresos.
- Autor/a de la charla: Rose M. Mutiso
- Fecha de grabación: 2019-07-20
- Fecha de publicación: 2019-10-28
- Duración de «Cómo posibilitar una electricidad asequible y sustentable en África»: 780 segundos
Traducción de «Cómo posibilitar una electricidad asequible y sustentable en África» en español.
Actualmente, casi mil millones de personas en el mundo carecen de acceso a electricidad domiciliaria.
Y en el África subsahariana, más de la mitad de la población vive a oscuras.
Seguramente conocen esta imagen tomada por la NASA.
Este tipo de oscuridad tiene un nombre: pobreza energética.
Sus implicancias son enormes, tanto en el desarrollo económico como en el bienestar social.
Un aspecto muy particular de la pobreza energética en el África subsahariana, y aclaro que cuando digo «energía» me refiero a «electricidad», ese aspecto particular es que, actualmente, no existe una infraestructura de gestiones anteriores en varios países de la región.
Por ejemplo, según datos del año 2015, el total de la capacidad energética instalada en el África subsahariana es tan solo de unos 100 gigavatios, similar a la del Reino Unido.
Esta realidad representa una oportunidad única para construir un sistema energético en el siglo XXI prácticamente de nuevo.
La pregunta es:
¿cómo?
Una manera es inspirarnos en el pasado y replicar los mecanismos utilizados para producir electricidad estable y asequible a un inmenso sector de la población mundial.
Pero bien sabemos de sus terribles efectos secundarios, como la polución y el cambio climático, además de ser un sistema costoso e ineficiente.
Con la perspectiva de una población que se cuadruplicará a fines de siglo en África esta pregunta no es meramente teórica.
África necesita gran cantidad de energía, y rápido, por su explosión demográfica y la necesidad de desarrollar su economía.
Ahora bien, la instalación del sistema eléctrico en la mayoría de los países suele seguir el mismo circuito.
Primero, se hace el tendido de red a gran escala, que en general supone una onerosa inversión del Estado.
Esa infraestructura lleva energía a centros de producción, como fábricas, mecanización agrícola, emprendimientos comerciales, etc.
Esto incentiva el crecimiento económico, con la creación de empleo y mejoras salariales, y así surge un círculo virtuoso que permite el acceso popular a más aparatos, lo cual, a su vez, aumenta la demanda de electricidad domiciliaria.
Pero en el África subsahariana, pese a décadas de proyectos energéticos, no hemos podido disfrutar de estos beneficios.
Los proyectos energéticos se caracterizaron por el despilfarro, la corrupción y la ineficiencia.
El índice de electrificación rural es notablemente bajo y el de las ciudades podría ser más elevado.
La confiabilidad de nuestro sistema eléctrico es deplorable, y nuestras tarifas eléctricas figuran entre las más altas del mundo.
Y por si fuera poco, nos enfrentamos a las consecuencias de la creciente catástrofe climática.
En conclusión, África tendrá que buscar otro camino.
Y, según vemos, se están produciendo cambios muy interesantes en el ámbito energético de África.
Es un nuevo sistema que prescinde de la red eléctrica, funciona con paneles solares de bajo costo, con tecnología a base de LED y baterías, y se combina con modelos comerciales innovadores.
Estos productos sin conexión a la red suelen incluir desde una simple lámpara a equipos para el hogar que permiten cargar teléfonos, hacer funcionar un televisor o un ventilador.
Lo diré claro: estas instalaciones solares autónomas son importantísimas para África.
Hace varios años trabajo en el sector, y estos productos nos permiten llevar servicios básicos de energía a uno de los sectores más pobres, y así mejorarles la calidad de vida.
Es un proyecto muy bueno y sumamente importante.
Pero este sistema de energía solar autónoma no resolverá la pobreza energética en África y, para el caso, tampoco servirán las políticas oficiales para conectar cada casa a la red eléctrica.
Sinceramente, no quiero reflotar el consabido debate de energía con o sin conexión a la red, de lo viejo o lo nuevo.
En realidad, creo que nuestra incapacidad para afrontar y resolver de verdad la pobreza energética en África surge de tres factores básicos.
Primero, no tenemos una idea clara de lo que es la pobreza energética ni cuál es su magnitud.
Segundo, estamos ignorando problemas sistémicos complejos y preferimos soluciones rápidas.
Y tercero, estamos desviando nuestro interés por el cambio climático.
Estos tres errores nos obligan a imponer un debate en Occidente sobre el futuro de la energía y sobre las repetidas actitudes paternalistas hacia África.
Intentaré responder a estas preguntas.
Primero,
¿qué es la pobreza energética?
El principal indicador de metas sobre pobreza energética aparece en el 7mo.
Objetivo de Desarrollo Sostenible de la ONU, u ODS 7.
Establece que el 100 % de la población mundial deberá tener acceso a la electricidad hacia el año 2030.
Pero este umbral binario ignora la calidad, la confiabilidad o la utilidad de la energía, si bien actualmente hay indicadores que apuntan a considerar estos aspectos.
Sin embargo, los parámetros que evalúan si una casa está conectada o no no están muy bien definidos.
Por ejemplo, el año pasado, la primera ministra de India, Narendra Modi, declaró que todas los pueblos de India contaban con electricidad, tomando como parámetro la instalación de un transformador en cada lugar y en sus centros públicos, pero el 10 %, tan solo el 10 % de las casas tiene conexión eléctrica.
Por otro lado, la Agencia Internacional de Energía, que registra los avances según el ODS 7, considera que el acceso a la energía debe ser de 50 kilovatios-hora por persona y por año.
Ese volumen alcanza para encender lámparas, cargar un teléfono y quizá hacer funcionar una TV de bajo consumo o un ventilador varias horas al día.
Ahora bien, este nivel de acceso es un primer paso muy importante, pero es preciso ser realistas.
Bajo cualquier punto de vista, un par de lámparas y no mucho más siguen indicando que existe pobreza energética.
Y, peor aún, estos indicadores y objetivos de la pobreza energética se refieren tan solo al consumo residencial.
Pero este consumo doméstico representa tan solo un cuarto del consumo a nivel mundial.
Esto es así porque el mayor consumo energético se da en la industria y el comercio, lo cual me da pie para el siguiente planteo: los países no pueden salir de la pobreza sin acceso a una electricidad abundante, asequible y confiable para suministrar energía a estos centros de producción, o lo que yo llamo «energía para el crecimiento».
Como se aprecia en este gráfico, simplemente no existe un país de altos ingresos y bajo consumo.
No existe.
Sin embargo, 3 mil millones de personas en el mundo viven actualmente en países sin electricidad confiable y asequible, no solo para tener energía en cada casa sino también en las fábricas, los edificios de oficinas, los centros de datos y otras actividades económicas.
Proveer energía a cada casa y a los microemprendimientos no es suficiente para resolver la pobreza energética.
Este profundo problema debe abordarse con el suministro de electricidad confiable, asequible y a gran escala para incentivar la creación de empleo en toda la economía y aumentar los ingresos.
Pero esta necesidad se da de bruces contra una narrativa emergente según la cual, en virtud del cambio climático, debemos pasar de sistemas energéticos de gran escala y centralizados, a una electricidad distribuida de baja escala.
El auge de la energía solar autónoma en África, reitero, es muy buena, pero encaja perfectamente en esta narrativa de que África está dejando atrás las formas viejas de energía y construyendo su sistema energético desde cero, con sus paneles solares, uno a uno.
Es un argumento atractivo y complaciente, pero también bastante ingenuo.
Como todas las narrativas de los cambios tecnológicos, generalmente impulsadas por Silicon Valley, da por sentado los sistemas existentes que respaldan esta transformación.
Sucede que, cuando de innovación y energía se trata, Occidente transita por el camino de un sistema que ya fue probado.
Y todas las cosas atractivas, como los techos solares, los electrodomésticos inteligentes, los vehículos eléctricos, están construidas sobre la base de una red enorme y fundamental que, a su vez, existe dentro de un marco de gestión pública establecida.
Ni siquiera los países más avanzados del mundo tienen un sistema energético distribuido y descentralizado a gran escala.
En definitiva, ningún sistema, sea centralizado o distribuido, renovable o a base de fósiles, puede contribuir a resolver la pobreza energética sin antes encontrar la manera de brindar electricidad confiable y asequible a los sectores emergentes de la industria y el comercio en África.
Es decir, no basta con llevar luz a cada casa de las zonas rurales.
Se trata de llevar energía a ciudades de rápida expansión en África, donde hay cada vez más gente joven y dispuesta con la imperiosa necesidad de un empleo.
A su vez, esto requerirá de una importante interconectividad y de economías a escala, para construir una red sólida y moderna, que es una pieza fundamental para resolver toda pobreza energética.
Ahora bien, el segundo error es caer en la tentación de las soluciones rápidas.
Sabemos que la pobreza energética existe en un complejo contexto socioeconómico y político.
Y parte del atractivo de los nuevos modelos energéticos, como la energía solar autónoma, es que no están atados a los tiempos increíblemente lentos ni a la ineficiencia gubernamental.
En los sistemas pequeños se puede saltear la burocracia y las empresas, y vender directamente a los consumidores.
Pero para enfrentar la pobreza energética, no se puede ignorar a los gobiernos, ni tampoco a las instituciones, ni a los muchos actores que participan en la producción, el transporte y el consumo de electricidad a gran escala.
Significa que, para brindar energía que permita el crecimiento, no basta con innovar en tecnología.
Se trata de un trabajo lento y arduo para mejorar la gestión, las instituciones y el macroentorno más amplio.
Ahora bien, puede parecer un discurso muy bonito, pero
¿qué hay del cambio climático?
¿Cómo se puede asegurar un futuro de alta producción energética y a la vez disminuir las emisiones?
Pues bien, habrá que hacer algunas complejas concesiones, pero creo que un futuro de alta producción energética en África no es incompatible con un futuro reducido en carbono.
Y no nos engañemos: el mundo no debe pretender que África siga en la pobreza energética por el cambio climático.
(Aplausos)
En realidad, los datos muestran que es exactamente al revés.
La energía será fundamental para que África se adapte al cambio climático y pueda hacerle frente.
Las mayores temperaturas incrementarán la demanda para refrigerar espacios y sitios de almacenamiento.
La disminución de las capas freáticas aumentará el riego por bombeo.
Los climas extremos y el aumento del nivel del mar nos obligarán a expandir y reforzar nuestra infraestructura de manera considerable.
Todas estas actividades son de alto consumo energético.
Compatibilizar el cambio climático con la imperiosa necesidad de África para tener un futuro de alta producción energética será muy difícil.
Pero es un compromiso no negociable; habrá que encontrar el camino.
El primer paso es abrir los términos del debate y dejar de lado los planteos binarios.
También hay que descartar las soluciones idealistas que nos distraen de los desafíos importantes.
Y no olvidemos que África está dotada de inmensos recursos naturales, muchos de los cuales son potencialmente renovables.
Por ejemplo, en Kenia, mi país, la energía geotérmica produce la mitad de nuestra electricidad y la otra fuente eléctrica es la energía hídrica.
Básicamente, ya usamos energía renovable.
Acabamos de poner en marcha el parque eólico más grande de África y la planta solar más extensa de África Oriental.
(Aplausos)
Por otro lado, las nuevas tecnologías nos permiten operar y diseñar nuestros sistemas energéticos y usar la energía con más eficiencia que antes, haciendo más con menos.
La eficiencia energética será una herramienta esencial para luchar contra el cambio climático.
Para terminar, quiero decir que África es un lugar real con gente real que atraviesa por complejos desafíos y enormes transiciones, igual que cualquier otra parte del mundo.
(Aplausos)
Y si bien cada país y cada región tiene sus peculiaridades sociales, económicas y políticas, la física de la electricidad es igual en todas partes.
(Risas)
(Aplausos)
Y las necesidades energéticas de nuestras economías son tan profundas como las de otras economías.
Por eso, extender el acceso de la electricidad a cada casa mediante sistemas con o sin conexión a la red ha tenido un impacto increíble en África.
Pero no son suficientes para resolver la pobreza energética.
Para resolverla, es preciso generar electricidad a partir de diversas fuentes a escala, con redes modernas para un futuro de alta producción energética donde África pueda disfrutar de un nivel de vida moderno y empleos bien remunerados.
Los africanos se lo merecen.
Y considerando que, según los pronósticos, 1 de cada 4 personas del mundo será de origen africano en 2100, el planeta lo necesita.
Gracias.
(Aplausos)
https://www.ted.com/talks/rose_m_mutiso_how_to_bring_affordable_sustainable_electricity_to_africa/