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Cómo renovar tu fe en la democracia – Charla TED2019

Charla «Cómo renovar tu fe en la democracia» de TED2019 en español.

El predicador cívico Eric Liu nos muestra una poderosa forma de reavivar el espíritu de la ciudadanía y su creencia en que la democracia aún funciona. Descubre qué son los “Domingos de civismo” y cómo desarrollar el hábito de participar en eventos cívicos semanales puede contribuir a crear comunidades sobre la base de valores comunes y un camino hacia el sentido de pertenencia.

  • Autor/a de la charla: Eric Liu
  • Fecha de grabación: 2019-04-15
  • Fecha de publicación: 2019-05-07
  • Duración de «Cómo renovar tu fe en la democracia»: 873 segundos

 

Traducción de «Cómo renovar tu fe en la democracia» en español.

Los saludo desde la 52º nación más libre del mundo.

Como estadounidense, me irrita que mi nación se siga hundiendo en los rankings anuales publicados por Freedom House.

Soy hijo de inmigrantes.

Mis padres nacieron en China durante la guerra y la revolución, huyeron a Taiwán y después vinieron a Estados Unidos.

Esto significa que toda mi vida he sido muy consciente de cuán frágil es realmente la herencia de la libertad.

Por ello me dedico a enseñar, predicar y practicar la democracia.

No me engaño.

Hoy día, en todo el mundo, la gente duda de si la democracia es posible.

Los autócratas y los demagogos parecen envalentonados, incluso arrogantes.

El mundo libre siente que no tiene líderes.

Y aun así, yo tengo esperanzas.

No me refiero al optimismo; el optimismo es para espectadores.

La esperanza implica acción, implica que tengo injerencia en los resultados.

La esperanza democrática requiere de fe, no en un hombre fuerte o en un salvador carismático, sino en todos nosotros.

Y nos obliga a preguntarnos: «

¿Cómo podemos ser dignos de esa fe?

» Creo que hoy atravesamos una época de despertar moral, el tipo de época que ocurre cuando las antiguas certezas se desmoronan.

En el centro de este despertar se encuentra lo que llamo «religión cívica».

Y hoy quiero contarles qué es la religión cívica, cómo se practica y por qué es hoy más importante que nunca.

Permítanme comenzar por la definición.

Defino a la religión cívica como el sistema de valores y prácticas colectivas compartidas a través del cual los miembros de una comunidad autónoma eligen vivir como ciudadanos.

Ahora bien, por «ciudadano» no me refiero a documentos ni pasaportes, sino a una noción más profunda, amplia y ética que implica contribuir a la comunidad, ser parte del todo.

Hablar de la religión cívica como una religión no responde a cuestiones poéticas, sino a que la democracia es una de las actividades humanas que más fe requiere.

La democracia funciona únicamente cuando muchos de nosotros creemos que funciona.

Es una apuesta y un milagro a la vez.

Su legitimidad viene no de reglas constitucionales externas, sino de los funcionamientos internos del espíritu cívico.

La religión cívica, como toda religión, contiene un credo sagrado, acciones sagradas y rituales sagrados.

Mi credo incluye ideas como «igualdad de protección ante la ley» y «Nosotros, el pueblo».

Entre las acciones sagradas están la abolición de la esclavitud, el voto femenino, el movimiento por los derechos cívicos, el desembarco de los Aliados en Normandía, la caída del muro de Berlín.

Y tengo un nuevo ritual cívico que les comentaré en un momento.

No importa de dónde sean, pueden encontrar o crear su propio conjunto de credo, acciones y rituales.

La práctica de la religión cívica no consiste en adorar al Estado, ni obedecer al partido gobernante.

Tiene que ver con el compromiso social y nuestros ideales comunes.

Y lo sagrado de la religión cívica no tiene que ver con la divinidad o lo sobrenatural, sino con un grupo de gente diferente que se comunica a partir de lo que tienen en común, los grupos.

Quizá ahora les preocupe un poco que esté tratando de venderles una secta.

Relájense, no se trata de eso.

No necesito venderles nada.

Como personas, están siempre en el mercado en busca de una secta o de algún tipo de experiencia religiosa.

Como humanos, siempre buscamos explicaciones cosmológicas para sacralizar creencias que nos unan mediante un propósito trascendente.

Las personas inventamos religiones porque formamos grupos.

La única opción que tenemos es utilizar esos grupos para hacer el bien.

Si son personas devotas, ya saben esto.

Si no lo son, si ya no van a servicios de oración o nunca fueron, entonces puede que digan que el yoga es su religión, o la liga de fútbol Premier, o tejer, o programar, o las charlas TED.

Ya sea que crean en un dios o que los dioses no existen, la religión cívica no les pide renunciar a sus creencias.

Solamente les pide actuar como ciudadanos.

Y esto me lleva al segundo tema: cómo practicar la religión cívica de forma productiva.

Ahora les contaré sobre ese nuevo ritual cívico.

Se llama «Domingo de civismo» y es similar a una congregación religiosa.

Cantamos, conversamos con los desconocidos a nuestro lado acerca de problemas comunes, escuchamos lecturas de poesía y de las escrituras, hay un sermón que vincula los textos a las elecciones éticas y controvertidas actuales.

Pero las canciones, las escrituras y el sermón no pertenecen a una iglesia, sinagoga ni mezquita.

Son cívicas, provienen de nuestros ideales cívicos en común y de una historia común de lucha por esos ideales.

Luego, armamos círculos para organizar eventos, registrar votantes, unirnos a nuevos clubes, hacer amigos.

Mis colegas y yo comenzamos a organizar los Domingos de civismo en Seattle en 2016.

Desde entonces, se han multiplicado por todo el continente.

A veces asisten cientos de personas, a veces decenas.

Se llevan a cabo en bibliotecas, centros comunitarios y espacios comunes de trabajo, en festivas carpas o en enormes salones.

No hay nada demasiado tecnológico sobre esta tecnología social.

Se trata de un anhelo humano básico de relacionarnos cara a cara.

Atrae a jóvenes y adultos, de izquierda y derecha, ricos y pobres, religiosos y no religiosos, de todas las razas.

Cuando vienen a un Domingo de civismo y se los invita a debatir una pregunta como «

¿De quiénes son responsables?

» o «

¿Qué están dispuestos a arriesgar o abandonar por su comunidad?

«, con estas preguntas, algo se activa.

Se sienten interpelados.

Comienzan a contar sus historias.

Comenzamos a conocernos de verdad.

Se dan cuenta de que la indigencia, la violencia con armas, la gentrificación, el tráfico, la desconfianza hacia los nuevos, las noticias falsas…

Estas cosas no son problema de otra persona, sino la acumulación de sus propios hábitos y omisiones.

La sociedad cambia de acuerdo a nuestro comportamiento.

Nunca se nos pide reflexionar sobre el contenido de nuestra ciudadanía.

A la mayoría nunca se nos invita a hacer más o ser más, y muchos ni siquiera sabemos cuánto deseamos realmente esa invitación.

Creamos también un seminario cívico para capacitar a otras personas a llevar a cabo sus propios Domingos de civismo en sus pueblos.

En la comunidad de Athens, Tennessee, una líder decidida llamada Whitney Kimball Coe los lleva a cabo en una tienda de arte, tienen un coro de jóvenes y muchas banderitas.

Un joven activista llamado Berto Aguayo realiza su Domingo de civismo en una esquina del barrio de Chicago «Back of the Yards».

Berto solía involucrarse con pandillas.

Ahora se encarga de mantener la tranquilidad y organizar campañas políticas.

En Honolulu, Rafael Bergstrom, un exjugador de béisbol profesional, ahora fotógrafo y conservacionista, realiza el suyo bajo el lema «lo cívico es sexy».

Lo es.


(Risas)
Incluso los seminaristas a veces me preguntan: «

¿No es peligroso usar el lenguaje religioso?

¿No hará que nuestra política suene más dogmática y sentenciosa?

» Pero esto supone que todas las religiones son fundamentalistas.

No es así.

La religión también implica discernimiento moral, la aceptación de la duda, el compromiso de ser desinteresado y ayudar a otros, el desafío de reparar el mundo.

En este sentido, la política podría intentar asemejarse un poco más a la religión, no menos.

Lo que me lleva al último tema del día: por qué la religión cívica es importante hoy.

Quisiera ofrecerles dos razones: primero, para contrarrestar la cultura del hiperindividualismo.

Todos los mensajes que recibimos de las pantallas en el mercado actual nos dicen que cada uno de nosotros está por su cuenta, somos libres: libres para administrar nuestras empresas, libres para vivir bajo un puente, libres para tener trabajos alternativos, libres para morir solos sin cobertura.

Según el liberalismo de mercado, somos jefes que no rinden cuentas a nadie, pero luego esto nos esclaviza y nos aísla con conductas de consumo y ansiedad.

Público: ¡Sí! Millones de nosotros ya lo hemos notado.

Nos estamos dando cuenta ahora de que «gratis para todos» no es lo mismo que «libertad para todos».


(Aplausos)
Lo que verdaderamente nos libera es ser responsables por otros, ayudarnos mutuamente, solucionar los problemas de la mejor manera posible en nuestros barrios y ciudades, como si nuestros destinos estuvieran entrelazados, —pues lo están— como si no pudiéramos separarnos unos de otros ya que, al final, no podemos.

Conectarnos de esta forma en realidad nos libera.

Demuestra que somos iguales en dignidad.

Nos recuerda que los derechos implican responsabilidades.

Nos recuerda, de hecho, que los derechos correctamente entendidos son responsabilidades.

La segunda razón por la cual la religión cívica es importante hoy es porque nos ofrece la mejor historia posible sobre «nosotros» y «ellos».

Hoy hablamos sobre las políticas identitarias como si se tratara de algo nuevo, pero no lo es.

Toda política es identitaria, una batalla interminable para determinar adónde pertenecemos realmente.

En vez de los mitos nocivos sobre sangre y suelo que marcan a algunos como marginados para siempre, la religión cívica ofrece a todos un camino a la pertenencia basado solamente en un credo universal de contribución, participación, inclusión.

En la religión cívica, el «nosotros» incluye a quienes desean ayudar, ser voluntarios, votar, escuchar, aprender, sentir empatía, argumentar mejor, relegar el poder en lugar acapararlo.

Y «ellos» son quienes no hacen esto.

Es posible juzgarlos con dureza, pero no es necesario, ya que en cualquier momento uno de ellos puede volverse uno de nosotros, simplemente al elegir vivir como ciudadano.

Así que démosles la bienvenida.

Whitney, Berto y Rafael son muy buenos en esto.

Cada uno tiene una forma distintiva y determinada por su entorno de hacer que la fe en la democracia sea atractiva para los demás.

Su jerga puede ser la de los Apalaches, la del sur de Chicago, la de Hawái, pero su mensaje es el mismo: el amor cívico, el espíritu cívico, la responsabilidad cívica.

Puede parecerles que todo esto de la religión cívica es solo para estadounidenses entusiastas de segunda generación como yo.

Pero en verdad es para cualquiera, en cualquier parte, que quiera afianzar los lazos de confianza, afecto y acción conjunta necesarios para gobernarnos y ser libres.

Quizá los Domingos de civismo no sean para Uds.

Está bien.

Encuentren sus propias formas de promover los hábitos cívicos clave.

Actualmente proliferan muchas formas de comunidad cívica, en esta era de despertares.

Grupos como «Community Organizing Japan» emplean rituales creativos y performativos de narración para promover igualdad para las mujeres.

En Islandia, existen las confirmaciones cívicas en las que un anciano guía a los jóvenes en el aprendizaje de la historia y las tradiciones cívicas de la sociedad, y esto culmina con una ceremonia del rito de paso similar a la confirmación de la Iglesia.

En «Ben Franklin Circles» en EE.UU., conocidos se reúnen una vez al mes para debatir y reflexionar sobre las virtudes que Franklin codificó en su autobiografía: justicia, gratitud y perdón.

Sé que la religión cívica no es suficiente para remediar los graves problemas de nuestros tiempos.

Para eso necesitamos poder.

Pero el poder sin carácter es una cura peor que la enfermedad.

Sé que la religión cívica por sí sola no puede arreglar las instituciones corrompidas, pero las reformas institucionales sin normas no duran.

La cultura es el río arriba de la ley.

El espíritu es el río arriba de la política.

El alma es el río arriba del Estado.

No podemos descontaminar nuestra política si únicamente limpiamos río abajo.

Debemos ir hasta el origen.

El origen son nuestros valores.

Y, sobre los valores, mi consejo es sencillo: tengan algunos.


(Risas)

(Aplausos)
Asegúrense de que esos valores beneficien a la sociedad.

Pónganlos en práctica, y háganlo junto con otras personas, con una estructura de credo, acciones y rituales alegres que interesen a todos para que así regresen.

Quienes creemos que la democracia aún es posible, tenemos la tarea de demostrarlo.

Pero recuerden, no es una carga en lo absoluto ser parte de una comunidad donde se los considera humanos, donde tienen injerencia en las decisiones que los afectan, donde no necesitan estar conectados para ser respetados.

Eso es una bendición y está al alcance de todos los que creen.

Gracias.


(Aplausos)

https://www.ted.com/talks/eric_liu_how_to_revive_your_belief_in_democracy/

 

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