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Charla «Cómo sería un mundo sin cárceles» de TEDWomen 2017 en español.
Deanna Van Buren diseña centros de justicia restaurativa que, en vez de optar por un enfoque punitivo usado por un sistema centrado en la encarcelación masiva, trata al crimen como una ruptura de las relaciones y la justicia como un proceso en el que todos los interesados se unen para reparar esa brecha. Con ayuda e ideas de hombres y mujeres encarcelados, Van Buren está creando espacios dinámicos que resultan ser lugares seguros para el diálogo y la reconciliación, el empleo y la formación y servicios sociales para intentar evitar que la gente llegue a entrar en el sistema judicial. «Imaginen un mundo sin cárceles» dice Van Buren. «Y únanse a mi para crear todas las cosas que podríamos construir en su lugar».
- Autor/a de la charla: Deanna Van Buren
- Fecha de grabación: 2017-11-01
- Fecha de publicación: 2018-03-13
- Duración de «Cómo sería un mundo sin cárceles»: 919 segundos
Traducción de «Cómo sería un mundo sin cárceles» en español.
Mucha gente me llama «arquitecta de la justicia».
Pero no diseño prisiones.
No diseño cárceles.
No diseño centros de detención y ni siquiera diseño juzgados.
Aún así, todas las semanas recibo una llamada diciendo, «Bien, pero diseñas prisiones mejores,
¿no?
Como esas bonitas que están construyendo en Europa».
Entonces, hago una pausa y los invito, así como los invito hoy a Uds., a imaginarse un mundo sin prisiones.
¿Cómo sería esta justicia?
¿Qué necesitamos para llegar a eso?
Me gustaría enseñarles algunas ideas de cosas que estamos construyendo.
Y empezaré con un primer prototipo.
Esto lo construí cuando tenía 5 años.
Lo llamo «la cabaña curativa».
Y la construí después de que me mandaran a casa del colegio por darle un puñetazo a un niño que me llamó negra.
Se lo merecía.
En realidad pasaba mucho porque mi familia abolió la segregación en una comunidad blanca en la Virginia rural.
Y me daba mucho miedo.
Estaba asustada.
Estaba enfadada.
Así que huía al bosque y construía estas pequeñas cabañas de ramitas y hojas, y mantas que le quitaba a mi madre.
Y cuando la luz se colaba por mi refugio me sentía en paz.
A pesar de mis esfuerzos para reconfortarme, me fui de mi comunidad tan pronto como pude, y me metí en la Facultad de Arquitectura y luego en una carrera profesional diseñando centros comerciales, casas para los adinerados y edificios de oficinas.
Hasta que entré en una prisión por primera vez.
Fue en la Institución Correccional de Chester State en Pensilvania.
Mi amiga me invitó a ir para trabajar con algunos de sus alumnos presos y enseñarles acerca del poder positivo del diseño.
La ironía es muy obvia,
¿verdad?
Mientras me acercaba a este edificio de cemento, con esas ventanitas, una cerca de alambre de púas, paredes altas, torres de vigilancia, y dentro, espacios fríos y duros, con poca luz y aire, los guardias gritando, las puertas retumbando, y una pared de celdas llena de presos negros y mulatos.
Y entonces me di cuenta de que lo que estaba viendo era el resultado de políticas racistas que causaban el encarcelamiento masivo.
Pero como arquitecta lo que veía era cómo una prisión era el peor tipo de edificio que pudimos haber creado para abordar el daño que nos hacemos unos a otros.
Pensé, «
¿Podría diseñar una alternativa a esto más allá de diseñar una prisión más bonita?
» No me parecía bien; todavía no me lo parece.
Pero en aquel entonces no tenía ni idea de qué hacer.
¿Qué construimos en vez de esto?
Entonces oí hablar de la justicia restaurativa.
Y me sentí en paz de nuevo, porque había un sistema alternativo que dice que cuando se comete un crimen se abre una brecha en la relación, que las necesidades de los que han sido dañados deben ser afrontadas primero; que aquellos que han cometido la ofensa tienen la obligación de enmendarla.
Pero en realidad son diálogos intensos en los que todos los interesados se unen para intentar reparar las brechas.
Los primeros datos muestran que la justicia restaurativa crea empatía, que reduce la recaída violenta hasta un 75 %, que alivia el estrés postraumático en supervivientes de violencia grave.
Y debido a esas razones, vemos a los fiscales, a los jueces y a los fiscales del distrito empezando a sacar casos del juzgado y derivarlos a la justicia restaurativa de manera que algunas personas nunca llegan a entrar en el sistema.
Entonces pensé, «Pero bueno,
¿por qué no estamos diseñando para este sistema?
»
(Aplausos)
En vez de construir prisiones, deberíamos estar construyendo lugares que amplifiquen la justicia restaurativa.
Así que empecé por los colegios, porque las suspensiones y las expulsiones llevan décadas pavimentando el camino hacia las prisiones.
Y muchos distritos escolares, quizás algunos de los suyos, están empleando la justicia restaurativa como alternativa.
En mi primer proyecto, convertí este cuartucho sucio de almacenamiento en una habitación en la que hacer las paces, parte de un programa en una secundaria en mi ciudad natal de Oakland.
Y cuando terminamos, la directora nos dijo que los grupos que se formaban en el lugar eran muy poderosos a la hora de unir a la comunidad después de las peleas en la escuela o la violencia armada en la comunidad, y que los estudiantes y profesores habían empezado a ir allí simplemente porque lo veían como un lugar de refugio.
Lo que pasaba era que el espacio estaba amplificando los efectos del proceso.
Luego hice algo que hacen siempre los arquitectos.
Me puse en plan, ¡ahora construiré algo enorme! Yo sola construiré el primer centro de justicia restaurativa del mundo.
Y será una imagen preciosa en el paisaje, como un faro en la noche.
Miles de personas vendrán aquí en vez de ir al juzgado.
Yo solita acabaré con las encarcelaciones masivas y ganaré muchos premios de diseño.
(Risas)
Y luego volví a la realidad,
(Risas)
porque esto es lo que pasa: estamos encarcelando a más de nuestros ciudadanos per cápita que cualquier otro país del mundo.
Y la población que crece a mayor ritmo es la de las mujeres negras.
El 95 % de esta población volverá a casa.
Y muchos son supervivientes de abusos sexuales, físicos y emocionales.
Han estado literalmente en ambos lados del daño.
Así que pensé, vaya, quizás debería preguntarles qué deberíamos construir en vez de prisiones.
Así que volví con un experto en justicia restaurativa y empezamos a diseñar el primer estudio de diseño del país con hombres y mujeres encarcelados en torno al cruce de la justicia restaurativa y el diseño.
Para mí fue algo transformativo.
Vi a toda esta gente entre rejas de una manera completamente distinta.
Eran almas profundamente comprometidas con su transformación personal y con su responsabilidad.
Eran creativas, visionarias.
Danny es una de esas almas.
Lleva 27 años encerrado en San Quintín por quitar una vida a los 21.
Desde el principio se ha centrado en responsabilizarse por ese acto y en hacer todo lo que puede por enmendar el daño detrás de las rejas.
Volcó su trabajo en el diseño de un centro comunitario para la reconciliación y el bienestar.
Era un diseño precioso.
Es un espacio verde con muchas de estas estructuras circulares para que dialoguen víctimas y delincuentes.
Y cuando me presentó el proyecto comenzó a llorar.
Dijo: «Luego de experimentar durante tanto tiempo la brutalidad en San Quintín no creemos que la reconciliación llegue algún día.
Este diseño es para un lugar que cumple la promesa de una justicia restaurativa.
Y ahora parece más cercano».
Sé a ciencia cierta que simplemente visualizar espacios para la justicia restaurativa y la sanación es transformativo.
Lo he visto una y otra vez en nuestros talleres.
Pero sabemos que solo con visualizar estos espacios no es suficiente.
Tenemos que construirlos.
Así que empecé a buscar innovadores de la justicia.
No son fáciles de encontrar.
Pero encontré uno.
Encontré el Centro para la Innovación Judicial.
Estaban usando prácticas pacificadoras de los indios nativos de EE.UU.
fuera de esa comunidad por primera vez en EE.UU.
Los contacté y les dije: «Mientras montan el proceso,
¿puedo trabajar con la comunidad para diseñar un centro pacificador?
» Y me dijeron que sí.
Gracias a Dios porque no tenía otro plan.
Así que en Near Westside en Siracusa, Nueva York, empezamos a dirigir talleres de diseño para la comunidad para localizar y reimaginar una vieja narco-casa para que fuera un centro pacificador.
El Centro de Construcción de Paz de Near Westside está terminado.
Y ya tienen funcionando cerca de 80 grupos al año con un resultado muy interesante, porque es el espacio en sí el que convence a la gente para que se involucre en el proceso de paz por primera vez en sus vidas.
Isabel y su hija son algunos de los miembros de esa comunidad.
Y se les recomendó la pacificación para reparar su relación tras una historia de abuso familiar, abuso sexual, y otros problemas que tenían en su familia y en la comunidad.
Pero Isabel no quería hacer las paces.
Decía: «Esto es como ir al juzgado.
¿De qué va esto de la pacificación?
» Cuando llegó estaba estresada, nerviosa.
Pero cuando entró, miró un poco a su alrededor y se acomodó.
Se giró hacia el coordinador y dijo: «Me siento cómoda aquí, estoy a gusto.
Es cálido».
Ese día Isabel y su hija tomaron la decisión de comprometerse y completar el proceso de hacer las paces.
Y hoy su relación se ha transformado, les va muy bien y están sanando.
Tras este proyecto no seguí con la idea de construir un centro pacificador enorme.
Quería construir centros pacificadores en todas las comunidades.
Pero entonces surgió una idea nueva.
Estaba haciendo un taller en la cárcel de Santa Rita en California, y Doug, uno de nuestros diseñadores encarcelados dijo: «Sí, bueno, reparar el daño, volver a empezar, sanarme…
muy importante.
Pero la realidad es, Deanna, cuando salga de aquí no tengo a dónde ir.
No tengo trabajo,
¿quién querría contratarme?
Acabaré aquí otra vez».
Y
¿saben qué?
, tiene razón, porque entre el 60 % y el 75 % de aquellos que vuelven a sus comunidades se verán desempleados un año después de haber salido.
Sabemos que si no logras satisfacer tus necesidades económicas básicas vas a cometer un delito, cualquiera de nosotros lo haría.
Así que en vez de construir prisiones podemos construir sitios para formar empleados y emprendedores.
A estos lugares los llamamos «economía restaurativa».
Ubicado en East Oakland, California.
«Restaurar Oakland» será el primer centro del país de justicia y economía restaurativa.
(Aplausos)
Esto es lo que vamos a hacer.
Vamos a remodelar este edificio y convertirlo en tres cosas.
Primero, un restaurante llamado «Colores», que abolirá la división racial dentro de la industria restaurantera entrenando a trabajadores para que ganen sueldos dignos en restaurantes de alta cocina, sin importar sus antecedentes penales.
En el segundo piso tenemos espacios abiertos y llenos de luz para apoyar a una constelación de organizaciones activistas y ayudarles a extender su misión de «Sí a salud, no a las esposas» y «El alojamiento es un derecho humano».
Y tercero, el primer espacio del condado dedicado a la justicia restaurativa lleno de naturaleza, color, texturas y lugares de refugio para apoyar los diálogos.
Este programa debutará en dos meses.
Y tenemos planes para copiarlo en Washington D.C., Detroit, Nueva York y Nueva Orleans.
(Aplausos)
Ya han visto dos cosas que podemos construir en vez de prisiones.
Y miren, lo mejor es el precio.
En vez de una cárcel, podemos construir 30 centros restaurativos.
(Aplausos)
Es darle un mejor uso a sus impuestos.
Yo quiero construir todos estos.
Pero construir edificios es una carga pesada.
Lleva tiempo.
Y lo que sucedía en las comunidades en las que estaba ayudando es que perdíamos gente cada semana por la violencia armada y las encarcelaciones.
Necesitábamos servir a más gente y más rápido y alejarlas del sistema.
Y una nueva idea surgió en la comunidad, una que era bastante más rápida.
En vez de construir prisiones, podríamos construir aldeas sobre ruedas.
Se llama la «aldea emergente» y lleva una gran cantidad de recursos a comunidades aisladas en el área de San Francisco, incluyendo medicina móvil, servicios sociales y tiendas temporales.
Lo que estamos haciendo ahora es construir una aldea entera con la comunidad, empezando por transformar autobuses municipales en aulas con ruedas que lleven educación básica y de secundaria por todo el terreno.
(Aplausos)
Así serviremos a miles de estudiantes con esta iniciativa.
Estamos creando espacios de refugio móviles para mujeres que salen de la cárcel en mitad de la noche, cuando son más vulnerables.
El próximo verano, «la aldea» comenzará a moverse y aparecerá cada semana, expandiéndose a más y más comunidades.
Así que estén atentos.
(Aplausos)
Entonces,
¿qué construimos en vez de prisiones?
Hemos visto tres cosas: centros pacificadores, centros de justicia y economía restaurativas y aldeas emergentes.
Pero les diré que tengo una lista enorme.
Casas personalizadas para jóvenes que salen de casa de acogida.
Centros de reinserción para que las mujeres se reúnan con sus hijos.
Espacios para los supervivientes de violencia.
Espacios que abordan las causas que originan la encarcelación masiva.
Y ni uno solo es una cárcel o una prisión.
El activista, filósofo y escritor Cornel West dijo: «La justicia es el aspecto que tiene el amor en público».
Así que con esto en mente les vuelvo a pedir que se imaginen un mundo sin prisiones, y únanse a mí para crear todas estas cosas que podríamos construir en su lugar.
Gracias.
(Aplausos)
https://www.ted.com/talks/deanna_van_buren_what_a_world_without_prisons_could_look_like/