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Charla «Cómo tomar decisiones difíciles» de TEDSalon NY2014 en español.
Esta es una charla que literalmente podría cambiar tu vida. ¿Qué carrera debería seguir? ¡¿Debería romper… o casarme?! ¿Dónde debería vivir? Grandes decisiones como estas pueden ser terriblemente difíciles. Pero eso se debe a que las pensamos en forma incorrecta, dice la filósofa Ruth Chang. Ella ofrece un nuevo y potente marco para dar forma a quienes realmente somos.
- Autor/a de la charla: Ruth Chang
- Fecha de grabación: 2014-05-15
- Fecha de publicación: 2014-06-18
- Duración de «Cómo tomar decisiones difíciles»: 881 segundos
Traducción de «Cómo tomar decisiones difíciles» en español.
Piensen en una elección difícil que enfrentarán en el futuro cercano.
Puede que sea entre dos carreras, ser artista o contador, o lugares para vivir, la ciudad o el país, o incluso entre dos personas para casarse.
Uno podría casarse con Betty o con Lolita.
O podría elegir entre tener hijos o no, hacer que un padre enfermo venga a vivir con uno, criar al hijo en la religión que profesa nuestra pareja pero que nos es indiferente.
O si donar los ahorros de toda la vida a la caridad.
Es probable que la elección difícil que pensaron fuera algo grande, algo trascendental, algo que les importa.
Las elecciones difíciles parecen ser ocasiones de agonía, de apretones de manos, y rechinar de dientes.
Pero creo que hemos entendido mal las elecciones difíciles y su papel en nuestra vida.
Entender las elecciones difíciles descubre un poder oculto que todos tenemos.
Lo que hace difícil a una elección es la forma de la relación entre alternativas.
En cualquier elección fácil, una alternativa es mejor que la otra.
En una elección difícil, una alternativa es mejor en cierta forma, la otra alternativa es mejor en otra forma, y ninguna es mejor que otra en general.
Uno se desespera sobre si quedarse en el trabajo actual en la ciudad o cambiar radicalmente la vida con un trabajo más desafiante en el campo porque quedarse es mejor en cierta forma, y mudarse es mejor en otra forma, y ninguna es mejor que la otra, en general.
No deberíamos pensar que todas las elecciones difíciles son grandes.
Digamos que estamos decidiendo qué desayunar.
Podríamos comer cereal de salvado con mucha fibra o un donut de chocolate.
Supongamos que lo que importa en la elección es el sabor y que sea sano.
El cereal es mejor para uno, el donut tiene mucho mejor sabor, pero tampoco es mejor que el otro en general, una elección difícil.
Darse cuenta de que las pequeñas decisiones también pueden ser difíciles puede hacer que las grandes decisiones difíciles parezcan menos espinosas.
Después de todo, nos las ingeniamos para elegir qué desayunar de modo que podemos ingeniárnoslas para quedarnos en la ciudad o cambiar de vida y trabajar en el campo.
Tampoco deberíamos pensar que las elecciones difíciles lo son porque seamos tontos.
Cuando me gradué en la universidad, no podía decidirme entre dos carreras, filosofía y abogacía.
Me encantaba la filosofía.
Hay cosas maravillosas que uno puede aprender como filósofo, y todo desde la comodidad de un sillón.
Pero yo vengo de una familia de inmigrantes modestos donde mi idea de lujo era tener un sándwich de lengua de cerdo y jalea para almorzar en la escuela, por lo que la idea de pasar toda mi vida sentada en sillones solo para pensar, me parecía el colmo de la extravagancia y la frivolidad.
Así que saqué mi libreta amarilla, dibujé una línea por el medio, e hice el mejor esfuerzo para pensar las razones a favor y en contra de cada alternativa.
Recuerdo que pensé: si al menos supiera cómo sería mi vida con cada alternativa.
Si al menos Dios o Netflix me enviaran un DVD de mis dos posibles carreras futuras.
Las compararía lado a lado, vería que una es mejor, y la elección sería fácil.
Pero no tenía DVD, y como no podía adivinar cuál era mejor, hice lo que muchos hacemos en situaciones difíciles: tomé la opción más segura.
El temor de ser una filósofa desempleada me convirtió en abogada, para descubrir que no encajaba en la abogacía.
Yo no era así.
Por eso ahora soy filósofa, y estudio las elecciones difíciles, y puedo decirles que el temor a lo desconocido, si bien es un motivador común por omisión para lidiar con elecciones difíciles, se basa en una concepción errónea de estas.
Es un error pensar que, en elecciones difíciles, una alternativa realmente es mejor que otra, pero somos demasiado tontos para saber cuál es, y como no sabemos cuál es, podríamos también tomar la opción menos arriesgada.
Incluso tomando dos alternativas lado a lado con información total, la decisión aún puede ser difícil.
Las elecciones difíciles lo son no por nosotros o por nuestra ignorancia; son difíciles porque no hay una opción que sea mejor.
Ahora, si no hay una opción que sea mejor, si las escalas no favorecen a una alternativa sobre la otra, entonces las alternativas deben ser igualmente buenas, y quizá lo correcto sea decir que las elecciones difíciles se dan entre opciones igualmente buenas.
Eso no puede ser correcto.
Si las alternativas son igualmente buenas, uno debería arrojar una moneda.
Y parece erróneo pensar que esa sea la forma de decidir entre carreras, lugares para vivir, personas para casarse: arrojar una moneda.
Hay otra razón para pensar que las elecciones difíciles no se dan entre opciones igualmente buenas.
Supongamos que tienen que elegir entre dos empleos: pueden ser banqueros de inversión o artistas gráficos.
Hay muchas cosas que importan en esa elección, como el entusiasmo por el trabajo, lograr seguridad financiera, tener tiempo para formar una familia, etc.
Quizá la carrera de artista los ponga a la vanguardia de las nuevas formas de expresión pictórica.
Quizá la carrera bancaria los ponga a la vanguardia de nuevas formas de manipulación financiera.
No obstante, imaginen los dos empleos de modo que ninguno es mejor que el otro.
Ahora, supongamos que mejoramos uno un poco.
Supongamos que el banco nos corteja, añade USD 500 al mes a su salario.
El dinero extra ¿hace al empleo en el banco mejor que el del artista? No necesariamente.
Un salario más alto hace al empleo en el banco mejor que antes, pero puede que no sea suficiente para hacerlo mejor que ser artista.
Pero si una mejora en uno de los empleos no lo hace mejor que el otro, entonces los dos empleos del principio no eran igualmente buenos.
Si uno parte de dos cosas igualmente buenas, y mejora una de ellas, ahora debe ser mejor que la otra.
Ese no es el caso de las opciones en elecciones difíciles.
Por eso tenemos un rompecabezas.
Tenemos dos empleos.
Ninguno mejor que el otro, pero tampoco igualmente buenos.
¿Cómo se supone que elegiremos? Algo parece no estar bien aquí.
Quizá la opción en sí es problemática y la comparación es imposible.
Pero eso no puede ser correcto.
No estamos tratando de elegir entre dos cosas que no pueden compararse.
Después de todo, estamos sopesando los méritos de dos empleos no los méritos del número 9 con respecto a un plato de huevos fritos.
Una comparación de los méritos generales de dos empleos es algo que podemos hacer, y algo que hacemos a menudo.
Pienso que el rompecabezas surge por un supuesto irreflexivo que hacemos de los valores.
Sin querer, suponemos que los valores como la justicia, la belleza, la bondad, son similares a las cantidades científicas, como la longitud, la masa y el peso.
Tomen cualquier pregunta comparativa que no implique valores, tal como ¿cuál de las dos maletas es más pesada? Hay solo tres posibilidades: el peso de una es mayor, menor o igual al peso de la otra.
Las propiedades como el peso se pueden representar con números reales, uno, dos, tres, etc.
y hay solo tres comparaciones posibles entre dos números reales.
Un número es mayor, menor, o igual a otro.
No es así con los valores.
Como criaturas de la post Ilustración, solemos suponer que el pensamiento científico es la clave de todo lo importante en nuestro mundo, pero el mundo de los valores es diferente al mundo de la ciencia.
Las cosas de un mundo pueden ser cuantificadas por los números reales.
Las cosas del otro mundo no pueden.
No deberíamos suponer que el mundo de las longitudes y los pesos, tiene la misma estructura que el mundo del deber, o de lo que debemos hacer.
Por eso, lo que nos importa, el deleite de un niño, el amor por la pareja, no puede representarse con números reales, luego no hay razón para creer que en la elección solo hay tres posibilidades: una alternativa es mejor, peor o igual que la otra.
Necesitamos una cuarta relación más allá del mejor, peor o igual que describa lo que ocurre en las elecciones difíciles.
Me gusta decir que las alternativas están al mismo nivel.
Cuando las alternativas están al mismo nivel, puede importar mucho la que uno elija, pero una alternativa no es mejor que la otra.
Más bien, las alternativas están en el mismo radio en cuanto a valor, en la misma liga en cuanto a valor, mientras que al mismo tiempo son muy distintas en tipo de valor.
Por eso la elección es difícil.
Entender así las elecciones difíciles nos descubre algo sobre nosotros que no conocíamos.
Cada uno de nosotros tiene el poder de crear razones.
Imaginen un mundo en el que cada elección que enfrentásemos fuese fácil, o sea, siempre existe la mejor alternativa.
De existir una mejor alternativa, es la que uno debería elegir, porque parte de ser racional es hacer lo mejor, en vez de lo peor al elegir lo que uno puede fundamentar mejor.
En un mundo así, tendríamos más razones para usar calcetines negros en vez de rosados, de comer cereales en vez de donuts, de vivir en la ciudad en vez de vivir en el campo, de casarnos con Betty en vez de hacerlo con Lolita.
Un mundo lleno de elecciones fáciles nos haría esclavos de la razón.
Si lo piensan, es de locos creer que las razones dadas determinarán que hay más razón en seguir los pasatiempos exactos para uno, la casa exacta para uno, el empleo exacto para uno.
En cambio, uno enfrenta alternativas que estaban al mismo nivel, elecciones difíciles, y uno encontró razones propias para elegir ese pasatiempo, esa casa y ese empleo.
Cuando las alternativas están al mismo nivel, las razones dadas, las que determinan si estamos cometiendo un error, guardan silencio en cuanto a qué hacer.
Es aquí, en el espacio de las elecciones difíciles que tenemos que ejercitar nuestro poder normativo, el poder de crear las propias razones, para hacer de uno mismo el tipo de persona para quien la vida rural es preferible a la vida urbana.
Cuando elegimos entre opciones que están al mismo nivel, podemos hacer algo bastante notable.
Podemos alinearnos detrás de una opción.
Aquí me posiciono.
Este soy yo.
Me gusta la banca.
Me gustan los donuts de chocolate.
Esta respuesta en las elecciones difíciles es una respuesta racional, pero no responde a razones dadas.
Más bien, se apoya en razones creadas por nosotros.
Cuando creamos razones para nosotros, para ser este tipo de personas en vez de otro, nos convertimos totalmente en las personas que somos.
Se podría decir que llegamos a ser los autores de nuestras propias vidas.
Cuando enfrentamos elecciones difíciles, no deberíamos darnos con la cabeza en la pared tratando de averiguar qué alternativa es mejor.
No existe la mejor alternativa.
En vez de buscar las razones fuera, deberíamos buscar las razones dentro: ¿Quién quiero ser? Puedo decidir usar calcetines rosados, amar los cereales, ser banquero rural, y puedo decidir usar calcetines negros, y ser artista urbano, amante de los donuts.
Lo que hagamos ante las elecciones difíciles depende mucho de nosotros.
Ahora, las personas que no ejercen su poder normativo en elecciones difíciles van a la deriva.
Todos conocemos personas así.
Yo fui a la deriva en abogacía.
No puse mi determinación en la abogacía.
La abogacía no era lo mío.
Quienes van a la deriva dejan que el mundo escriba la historia de sus vidas.
Permiten que los mecanismos de recompensas y castigos, las palmaditas en la cabeza, el miedo, la facilidad de una opción, determinen quiénes son.
Por eso, la lección de las elecciones difíciles se refleja dónde uno pone la determinación, en lo que uno decide apoyar, y, mediante elecciones difíciles, se vuelve esa persona.
Lejos de ser fuente de agonía y terror, las elecciones difíciles son oportunidades preciosas para celebrar lo especial de la condición humana, que las razones que rigen nuestras elecciones sean correctas o incorrectas a veces se agotan, y es aquí, en el espacio de elecciones difíciles, que tenemos el poder de crear las propias razones para volvernos las personas singulares que somos.
Y por eso las elecciones difíciles no son una maldición, sino un regalo del cielo.
Gracias.
(Aplausos)
https://www.ted.com/talks/ruth_chang_how_to_make_hard_choices/