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Charla «¿Cuándo empieza a importar a los niños la opinión de los demás?» de TEDxAtlanta en español.
En su investigación acerca del desarrollo en la primera infancia, la psicóloga Sara Valencia Botto analiza cuándo y cómo los niños empiezan a cambiar el comportamiento ante los demás, y explora el significado de los valores que transmitimos en las interacciones cotidianas. (¡Vean imágenes preciosas de niños muy astutos!)
- Autor/a de la charla: Sara Valencia Botto
- Fecha de grabación: 2019-03-15
- Fecha de publicación: 2019-08-19
- Duración de «¿Cuándo empieza a importar a los niños la opinión de los demás?»: 611 segundos
Traducción de «¿Cuándo empieza a importar a los niños la opinión de los demás?» en español.
Me gustaría que Uds.
se tomaran un momento y pensaran qué ropa llevan ahora.
Les planteo una pregunta profunda y filosófica:
¿por qué no llevamos pijamas confortables ahora?
(Risas)
Soy psicóloga no alguien que lea la mente, aunque mucha gente piensa que son lo mismo.
Apuesto a que la respuesta sea algo como: «No debo llevar pijama en público», o «No quiero que la gente piense que soy descuidado».
De todos modos, el hecho de que todos elegimos llevar ropa informal de trabajo, en vez de los pantalones de chandal favoritos, no es una simple casualidad.
En cambio, revela dos características humanas determinantes.
La primera es que somos conscientes de lo que los demás valoran, lo que aprueban o desaprueban, tal como no llevar pijama en ese tipo de ambiente.
La segunda es que de inmediato hemos usado esa información para orientar nuestro comportamineto.
A diferencia de otras especies, el ser humano es propenso a adaptar su comportamiento ante los demás para obtener aprobación.
Empleamos mucho tiempo maquillándonos, eligiendo la mejor foto y el filtro de Instagram, y redactando ideas que sin duda cambiarán el mundo en 140 caracteres o menos.
Es evidente que la preocupación de cómo nos evalúan los demás es una parte importante del ser humano.
Aunque es un rasgo natural del ser humano, sin embargo, se sabe muy poco sobre cuándo y cómo nos empezó a importar la opinión de los demás.
Ese es un tema muy importante que requiere muchos estudios.
Pero el primer paso para revelarlo es investigar cuándo, en el desarrollo, nos volvimos sensibles a la evaluación de los demás.
He pasado los cuatro últimos años en la Universidad Emory, investigando como un niño, que, sin ningún problema, va al supermercado llevando su peluche, se convierte en adulto que tiene miedo a hablar en público y a que le evalúan negativamente.
(Risas)
Aquí es cuando la gente generalmente me pregunta: «
¿Por qué investiga Ud.
este tema exactamente?
Los niños no pueden hablar,
¿verdad?
» Bueno, si mi marido estuviera aquí les diría que entrevisto a bebés, porque prefiere no decir que su mujer hace experimentos con niños.
(Risas)
En realidad, desarrollo experimentos para niños, generalmente en forma de juegos.
El psicólogo del desarrollo, Dr.
Philippe Rochat, y yo creamos un «juego» que se llama «The Robot Task», para explorar cuándo los niños empiezan a volverse sensibles al juicio de los demás.
La «tarea del robot» en concreto es capturar cuando los niños así como los adultos, cambian su comportamiento estratégicamente cuando los demás les observan.
Para lograrlo, les enseñamos a niños de 14 a 24 meses cómo activar el robot juguete, Lo más importante es que le atribuimos un valor positivo al decir «¡Guau, es genial!»; o un valor negativo al decir «¡Oh, oh!, ¡Uuuy, oh no!», tras haber presionado el mando a distancia.
Después de la demostración del juguete, invitamos a los niños a que jugaran con el mando.
Les observábamos, o nos girábamos, y simulábamos leer una revista.
La idea era que, si a los 24 meses los niños son realmente sensibles al juicio de los demás, el hecho de presionar el botón debería verse afectado no solo por que los observáramos, sino también por los valores que la investigadora expresaba al presionar el mando.
Por ejemplo, se esperaba que los niños jugaran con el mando positivo mucho más cuando les observábamos.
Pero decidían explorar el mando negativo ya que nadie les observaba.
Para realmente capturar ese fenómeno, hicimos tres variaciones del estudio.
El primer estudio exploró como los niños se ponían a jugar con un nuevo juguete si no había habido valores o instrucciones.
Solo les enseñamos como activar el robot juguete, pero no atribuimos ningún valor, tampoco les dijimos que podrían jugar con el mando, proporcionándoles una situación realmente ambigua.
En el segundo estudio, incorporamos los dos valores, un positivo y un negativo.
En el tercer estudio, había dos investigadoras y un mando.
Una investigadora expresaba un valor negativo al presionar el mando y decía «¡Puaj, el juguete se movió!»; la otra investigadora expresaba un valor posititivo y decía «¡Yupi, el juguete se movió!».
Vean la reacción de los niños a esas tres situaciones distintas.
En el primer estudio, la situción ambigua, observo a la niña.
No parece estar interesada en presionar el juguete.
Cuando me giro, ella se pone a jugar.
(Risas)
En este momento no observo al niño.
Está concentrado.
Me giro.
(Risas)
Él no estaba haciendo nada,
¿verdad?
En el segundo estudio hay dos mandos: uno con el valor positivo, y el otro con el negativo.
Observo a la niña en ese momento.
El mando naranja es de valor negativo.
Ella mira alrededor, me mira, espera.
Entonces me giro…
(Risas)
¡Y lo elige! No observo al niño.
Él quiere que su madre juegue también,
¿verdad?
Toma el camino más seguro.
Me giro…
(Risas)
Tampoco estaba haciendo algo.
Sí, se siente avergonzado.
(Risas)
Todos conocemos esta mirada de reojo,
¿verdad?
En el tercero, están las dos investigadoras y un mando.
La investigadora que reaccionó negativamente hacia el mando está mirando a la niña ahora.
Se siente un poco avergonzada, no sabe qué hacer y confía en su madre.
Entonces ella se va a girar.
La investigadora que expresó una respuesta positiva la observa.
Nadie la mira.
Ahora ya puede jugar.
(Risas)
Según sugieren los datos, descubrimos que el acto de presionar los botones de hecho se vio afectado por los valores e instrucciones de la investigadora.
En el primer estudio, puesto que los niños no sabían qué evaluación sería positiva o negativa, tomaban el camino más seguro y esperaban que me girara para presionar el mando.
Los niños del segundo estudio eligieron presionar el mando positivo sobre todo mientras les observaba.
Pero cuando me giraba, enseguida agarraban el mando negativo y empezaban a jugar.
En un estudio de control, en el cual eliminamos los distintos valores de los mandos, simplemente les dijimos «¡Oh, guau!» tras haber presionado cualquiera.
El comportamiento de los niños no cambió más entre las condiciones, lo que sugiere que los valores que dimos a los dos mandos realmente orientaron el comportamiento en el estudio anterior.
Por último, los niños del tercer estudio eligieron presionar sobre todo un mando cuando la investigadora que expresó un valor positivo les observaba, al contrario de la investigadora que expresó un valor negativo.
No por casualidad, los niños empiezan a demostrar vergüenza aproximadamente en esa edad, en situaciones que puedan provocar un juicio negativo, tal como mirarse al espejo y ver una señal en la nariz, que, para los adultos, es como tener espinacas en los dientes.
(Risas)
¿Qué se puede decir en función de esos hallazgos?
¿Además de que los bebés son muy, muy, astutos?
(Risas)
Desde muy temprana edad, los niños, tal como los adultos, son sensibles a los valores que se dan a objetos y comportamiento.
Lo importante es que usan esos valores para orientar su comportamiento.
Sin importar si somos conscientes de eso, siempre transmitimos valores a los que nos rodean.
No me refiero a valores tales como «ser gentil» o «no robar», aunque son muy importantes.
Es decir, siempre les mostramos a los demás, sobre todo a nuestros hijos, lo que es y no es agradable, valioso y admirable.
Y muchas veces lo hacemos sin darnos cuenta.
Los psicólogos estudian el comportamiento para explorar los secretos de la mente, porque él siempre refleja nuestras creencias, nuestros valores y nuestros deseos.
Acá en Atlanta, todos creemos en lo mismo: que Coca-Cola es mejor que Pepsi.
(Risas)
Quizás sea porque la Coca-Cola la inventaron en Atlanta.
A pesar de ello, esa creencia se expresa en el hecho de que la mayoría elegirá Coca-Cola.
De la misma manera, transmitimos un valor cuando hacemos un cumplido a las niñas por su pelo o su vestido bonito, pero a los niños, por su inteligencia.
O cuando decidimos ofrecer dulces en vez de alimentos nutritivos como recompensa por buen comportamiento.
Los adultos y los niños son increíblemente eficaces para captar valores de esos comportamientos sutiles.
Y a su vez, eso termina moldeando su propio comportamiento.
La investigación que he compartido hoy sugiere que esa habilidad surge muy temprano en el desarrollo, incluso antes de que podamos pronunciar una frase completa o usar el baño.
Se convertirá en una parte integrante de los adultos que seremos.
Antes de irme, me gustaría que consideraran los valores que se transmiten en la interacción cotidiana, y cómo pueden moldear el comportamiento de los que nos rodean.
Por ejemplo,
¿qué valor se está transmitiendo cuando se pasa más tiempo sonriendo al teléfono que con otras personas?
Asimismo, piensen cómo su comportamiento ha sido moldeado por los que les rodean, de maneras que tal vez no hayan pensado antes.
Volviendo a nuestro ejemplo sencillo,
¿En realidad prefieren Coca-Cola a Pepsi?
¿O su preferencia simplemente se basó en lo que los demás valoran?
Los padres y los profesores sin duda tienen el privilegio de moldear el comportamiento de los niños.
Pero es importante que se acuerden de que con los valores que transmitimos en las simples interacciones diarias tenemos el poder de moldear el comportamiento de los que nos rodean.
Gracias.
(Aplausos)
https://www.ted.com/talks/sara_valencia_botto_when_do_kids_start_to_care_about_other_people_s_opinions/