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Cursos de verano para los niños que lo deseen – Charla TED2017

Charla «Cursos de verano para los niños que lo deseen» de TED2017 en español.

Durante el verano los jóvenes de barrios de clase baja en Estados Unidos olvidan casi tres meses de lo que aprenden durante el año escolar. Karim Abouelnaga, emprendedor educativo y TED Fellow quiere invertir esta pérdida de formación, convirtiendo el bache del verano en una oportunidad para adelantarse en los estudios y encaminarse hacia un futuro mejor.

  • Autor/a de la charla: Karim Abouelnaga
  • Fecha de grabación: 2017-04-24
  • Fecha de publicación: 2017-05-05
  • Duración de «Cursos de verano para los niños que lo deseen»: 425 segundos

 

Traducción de «Cursos de verano para los niños que lo deseen» en español.

Una educación universitaria es una inversión a 20 años.

Al crecer pobre, no estás acostumbrado a pensar a tan largo plazo.

En cambio piensas de dónde vas a sacar tu siguiente comida y cómo tu familia va a pagar el alquiler del mes.

Además, a mis padres y a los padres de mis amigos les iba bastante bien trabajando de taxistas y conserjes.

No fue hasta mi adolescencia cuando supe que yo no quería hacer esas cosas.

Para entonces, ya había completado dos tercios de mi educación y casi era demasiado tarde para cambiar.

Cuando creces pobre, quieres ser rico.

Yo era igual.

Soy el segundo de siete hijos y me educó una madre soltera con ayudas estatales en Queens, Nueva York.

Al crecer en la clase baja, mis hermanos y yo fuimos a algunas de las escuelas más problemáticas de Nueva York.

Yo tuve más de 60 faltas cuando estaba en 1º de ESO, porque no me apetecía ir a clase.

Mi instituto tenía una tasa de graduación del 55 % y aún peor, solo 20 % de los jóvenes que se graduaban tenían nivel universitario.

Cuando llegué a la universidad, le conté a mi amigo Brennan que nuestros profesores siempre nos hacían levantar la mano si íbamos a ir la universidad.

No me creí cuando Brennan me dijo: «Karim, a mí nunca me han preguntado eso».

Siempre decían: «¿A qué universidad vas a ir?» Solamente la forma de preguntar le hacía inaceptable no ir a la universidad.

Ahora me preguntan otra cosa: «¿Cómo saliste de esas condiciones?».

Durante años dije que había tenido suerte, pero no fue solo suerte.

Cuando mi hermano mayor y yo nos graduamos del instituto al mismo tiempo y después él abandonó una carrera de dos años, quería entender por qué él había dejado los estudios y yo seguía estudiando.

Solo al convertirme en investigador académico en Cornell empecé a aprender sobre las consecuencias muy reales de ser criado por una madre soltera con ayudas estatales y de ir a las escuelas a las que fui.

En ese momento la trayectoria de mi hermano empezó a tener sentido.

También aprendí que nuestros reformadores educativos más admirables, gente como Arne Duncan, exsecretario de educación de EE.

UU., o Wendy Kopp, la fundadora de Teach For America, no habían ido a escuelas en barrios marginales como yo.

La mayor parte de la reforma de la educación se enfoca desde la simpatía, la gente dice: «Vamos a ayudar a estos pobres niños de zonas marginales, o a estos pobres niños negros o latinos»; en lugar de enfocarse en la empatía, con alguien como yo, que haya crecido en este ambiente pueda decir: «conozco las adversidades a las que te enfrentas y quiero ayudarte a superarlas.» Ahora cuando me preguntan cómo salí de esas condiciones, les digo que uno de los factores más importantes es que no tenía miedo a pedir ayuda.

En una familia normal de clase media o alta si un niño tiene problemas, es muy probable que un padre o un profesor les eche una mano incluso aunque no pidan ayuda.

Por otra parte, si ese mismo niño crece pobre y no pide ayuda, es muy probable que nadie le ayude.

No tienen prácticamente ninguna red de seguridad disponible.

Así que hace siete años, empecé a reformar nuestro sistema de educación pública desde mi punto de vista personal.

Empecé con los cursos de verano.

Los estudios dicen que dos tercios de la diferencia de rendimiento, o sea, la disparidad de nivel educativo entre niños ricos y niños pobres o niños negros y niños blancos, podría ser el resultado de la falta de educación estival.

En barrios de clase baja, los niños olvidan casi tres meses de lo que aprendieron en el curso escolar a lo largo del verano.

Vuelven a clase en otoño y sus profesores se pasan otros dos meses volviéndoles a enseñar lo mismo Eso son cinco meses.

El curso escolar en EE.

UU.

es de solo 10 meses.

Si los niños pierden cinco meses de clase todos los años, eso es la mitad de su educación.

La mitad.

Si los niños fueran a clase en el verano no perderían la educación, pero la escuela de verano tradicional está mal diseñada.

Para los niños es como un castigo y para los profesores es como hacer de niñera.

Pero ¿cómo podemos esperar que los directores creen un plan estival efectivo si el curso escolar acaba la última semana de junio y los cursos de verano empiezan una semana después? No hay tiempo para encontrar la gente adecuada, organizarlo todo y diseñar un plan de estudios que apasione a niños y profesores.

Pero ¿y si creamos un programa en el verano que habilitara a los profesores como entrenadores de docentes para crear futuros maestros? ¿Y si habilitamos a gente con estudios universitarios como ayudantes para ayudar a los niños a lograr sus ambiciones académicas? ¿Y si habilitamos a chicos con buenos resultados como mentores para ayudar a sus compañeros más jóvenes e inspirarlos a que inviertan en sus educaciones? ¿Y si habilitamos a todos los niños como académicos, les preguntamos a qué universidades van a ir, les diseñamos una escuela de verano a la que quieran ir para suprimir la pérdida de conocimientos del verano y reducir en dos tercios la diferencia de rendimiento? Para este verano mi equipo habrá ayudado a más de 4000 jóvenes de clase baja, entrenado a más de 300 futuros profesores y creado más de 1000 empleos temporales en algunos de los barrios más desfavorecidos de Nueva York.

(Aplausos) Y nuestros jóvenes están triunfando.

Dos años de estudios independientes dicen que nuestros jóvenes no pierden conocimientos en el verano y se adelantan un mes extra en matemáticas y dos meses en lectura.

Así que en vez de volver a clase en otoño atrasados tres meses, ahora vuelven adelantados cuatro meses en matemáticas y cinco meses en lectura.

(Aplausos) Hace diez años, si me hubieras dicho que me graduaría en el 10 % de mi clase de una institución de la Ivy League y que iba a poder dejar mi marca en nuestro sistema de educación pública solamente abordando dos meses del año, habría dicho: «No.

Imposible».

Lo que es aún más emocionante es que si podemos evitar la pérdida de cinco meses de tiempo solamente remodelando dos meses, imagina las posibilidades que podemos desvelar si abordamos el resto del año escolar.

Gracias.

(Aplausos)

https://www.ted.com/talks/karim_abouelnaga_a_summer_school_kids_actually_want_to_attend/

 

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