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Charla «Diana Nyad: Natación extrema con las medusas más peligrosas del mundo» de TEDMED 2011 en español.
En los años ’70, Diana Nyad registró marcas de larga distancia en natación que aún siguen imbatibles. Treinta años después, a los 60, intentó su desafío más grande: nadar de Cuba a Florida. En esta charla divertida y vigorosa, habla en TEDMED de cómo prepararse mentalmente para lograr un sueño extremo, y se pregunta: ¿Qué harás TÚ con esa indómita y preciosa vida que tienes?
- Autor/a de la charla: Diana Nyad
- Fecha de grabación: 2011-10-28
- Fecha de publicación: 2012-01-24
- Duración de «Diana Nyad: Natación extrema con las medusas más peligrosas del mundo»: 1017 segundos
Traducción de «Diana Nyad: Natación extrema con las medusas más peligrosas del mundo» en español.
Sí, hace un par de años veía venir los 60 años y no me gustaba tener 60 años.
(Risas)
Y empecé a lidiar con esa angustia existencial de lo poco que había hecho con mi vida.
No tenía que ver con batir una marca sino con ver qué me había sucedido.
¿Cómo había pasado mi valioso tiempo?
¿Cómo se me pasó como un rayo?
No podía perdonarme el haber perdido tantas y tantas horas con pensamientos negativos; todo ese tiempo que me recriminé la pérdida de mi matrimonio, no detener el abuso sexual de niña, los ascensos laborales, etc., etc., etc.
¿Por qué no me fue mejor?
¿Por qué?
¿Por qué?
Mi madre murió a los 82 años, así que empecé a pensar que no sólo no era feliz con el pasado sino que ahora me atormenta saber que «me quedan sólo 22 años de vida».
¿Qué haré con este poco tiempo que se pasa volando?
Mi ahora ya no es parte del presente.
Y resolví que para poner fin a este malestar tendría que perseguir un gran sueño, un sueño extremo; algo que requiriese una convicción absoluta y una pasión inquebrantable; algo que me hiciera sacar lo mejor de mí en cada aspecto de mi vida, en cada minuto de cada día, un sueño tan grande que no pudiera lograrlo sin ese comportamiento y esa convicción.
Entonces decidí, era un sueño que rondaba por mi mente, un sueño de hace muchos años, de hace 30 años, era un desafío de natación, intenté fallidamente a mis 20 años ir desde Cuba hasta Florida.
Era una gran fantasía.
Nadie lo había logrado sin jaula antitiburones.
Es amedrentador.
Son más de 160 km por un pasaje difícil.
Quizá, a mi velocidad, a mi edad -para cualquiera, a cualquier edad- llevaría 60 o tal vez 70 horas de natación continua sin subir nunca a un bote.
Y empecé a entrenar.
No había nadado en 31 años, ni una brazada.
Estaba en forma, pero nadar es algo totalmente distinto.
De hecho, en esta foto estoy en el entrenamiento.
Tengo la cara sonriente.
Pero cuando uno entrena en este deporte, no sonríe.
(Risas)
Es un deporte arduo, difícil, y no tengo presente sonreír todo el tiempo en este deporte.
Como dije, respeto otros deportes y a veces comparo este deporte con el ciclismo, el montañismo y otro tipo de expediciones pero éste provoca privación sensorial, coacción física.
Y cuando empecé a nadar 8 horas, 10 horas, 12 horas 14 horas, 15 horas, 24 horas sabía que lo lograría porque lo estaba sintiendo.
Cuando decía: «Nadaré 15 horas» y regresábamos al muelle después de un largo día, ya era de noche, volvíamos y habían sido 14 horas, 58 minutos y con tocar el muelle ya terminábamos.
El entrenador decía: «Genial, 14 horas, 58 minutos.
¿A quién le importan los 2 minutos?
» Yo decía: «No, tienen que ser 15 horas», y nadaba otro minuto de ida y otro de vuelta para completar las 15 horas.
Y armé una expedición.
No es que no tuviera ayuda pero, honestamente, yo lideraba el equipo.
Obtener los permisos gubernamentales, lo leyeron en la prensa,
¿creen que es fácil ir a Cuba hoy en día?
Intenten ir, como nosotros, con un ejército de 50 personas, 5 botes, el equipo de CNN, etc.
La navegación es difícil.
Hay un gran río llamado Corriente del Golfo que pasa por allí pero en otra dirección.
Se dirige al este y nosotros al norte.
Es complicado.
Hay deshidratación.
Hay hipotermia.
Y hay tiburones.
Hay todo tipo de problemas.
De verdad, reuní a los principales expertos del mundo.
Y, hace un mes, el 23 de septiembre, parada en esa costa miré al otro lado a ese horizonte tan, tan distante y me pregunté:
¿eres capaz?
¿Tienes los hombros listos?
Sí, los tenía.
Estaban preparados.
Hice todo lo posible.
¿Tenía la mente preparada?
Ya saben, uno nada con las gafas empañadas a 60 brazadas por minuto, una no enfoca nada, una no ve bien.
Una tiene esas gorras de baño ajustadas sobre los oídos que tratan de mantener el calor en la cabeza porque allí comienza la hipotermia y por eso no se oye muy bien.
Una está sola ante sus pensamientos.
Tenía diferentes sistemas para contar en inglés, seguido del alemán, seguido del español y del francés.
Reservé el francés para el final.
Y tenía listas de canciones en la cabeza -no en los auriculares, en mi cabeza- de 65 canciones.
Ansiaba entrar en la oscuridad de la noche, porque es entonces cuando aparece Neil Young.
(Risas)
Es raro,
¿no?
Una pensaría en «Hallelujah» de Leonard Cohen en la majestuosidad del océano, y no en canciones sobre la adicción a la heroína en Nueva York.
Pero, por alguna razón, ansiaba entrar en la oscuridad de la noche y cantar: ♫ «Oigo que llamas a mi puerta ♫ ♫ Te amo cariño y quiero más ♫ ♫ Ooh, ooh, el daño ya está» ♫
(Aplausos)
La noche previa había terminado de leer «El gran diseño», de Stephen Hawking, Ansiaba emprender ese fantástico viaje mental.
Tras unas 50 horas me puse a pensar en los confines del universo.
¿Existe el límite?
¿Vivimos dentro de un límite envolvente o hay un continuo infinito en tiempo y espacio?
No hay como nadar 50 horas en mar abierto para ponerse a pensar en cosas como éstas.
Ansiaba demostrarle a mi atleta interior que nadie más en el mundo podía nadar así.
Sabía que podía lograrlo.
Cuando me arrojé al agua, grité en mi francés materno «Courage!» Empecé a nadar y, Dios mío, estaba vidrioso.
Lo sabíamos, las 50 personas del bote lo sabíamos, era nuestro momento.
Pero pensaba un par de horas después que el deporte es un microcosmos de la vida misma.
Primero, uno tiene que sortear obstáculos.
Y luego, aunque nos sintamos bien, en un momento dado no hay que darlo por sentado, estemos listos, porque surgirá el dolor y el sufrimiento.
Esto no será tan agradable todo el trayecto.
Pensaba en la hipotermia y en el dolor de hombros y en todas esas cosas; en los vómitos que provoca el agua salada.
Una está sumergida en el líquido.
Al cuerpo no le agrada el agua salada.
Pasados un par de días, tres días, empiezan a manifestarse los síntomas físicos.
Pero no, dos horas después, ¡zaas! Nunca en mi vida…
pensé que habría portugueses aguerridos, todo tipo de medusas luna pero las cubomedusas de los mares del sur no debería estar en esas aguas.
Me ardía todo…
era un dolor insoportable.
No sé si llegan a ver la línea roja de aquí, y del brazo.
Evidentemente, un tentáculo de este porte tiene cien mil púas pequeñas y cada púa no sólo causa escozor en la piel, sino que manda veneno.
El animal más venenoso del océano es la cubomedusa.
Y cada una de esas púas manda ese veneno al sistema nervioso central.
Al principio sentí que estaba en aceite hirviendo.
Y gritaba: «¡Fuego! ¡Fuego! ¡Fuego! ¡Fuego! ¡Socorro! ¡Socorro, por favor»» Después vino la parálisis.
Primero en la espalda y luego aquí en el pecho.
No podía respirar.
Ahora ya no nadaba con la brazada larga sino que hacía así.
Luego vinieron las convulsiones.
Un médico de emergencias fue en mi ayuda.
Le pican.
Lo arrastran hacia el bote y él -obviamente, yo no lo vi- tendido en el bote se inyectaba epinefrina mientras lloraba.
Tiene 29 años muy fornido, delgado, 1,95 m 120 kg, está tumbado.
Llora y grita a mi entrenador que trata de ayudarme.
Le dice: «Bonnie, creo que moriré.
Bajé a tres respiraciones por minuto.
Auxilio, no puedo ayudar a Diana».
Esto sucedía a las ocho de la noche.
El médico, el equipo médico de la Universidad de Miami llegó a las cinco de la mañana.
Así que nadé toda la noche, y llegaron al amanecer y empezaron a darnos prednisona.
No, no salí.
Desde el agua tomaba prednisona, Xanax, oxígeno en la cara.
Era como una terapia intensiva en el agua.
(Risas)
Y creo que la cosa es que hasta la tropa de élite si les pica una cubomedusa terminan allí.
O mueren, o los llevan rápidamente a un hospital.
Pero yo nadé toda la noche y seguí nadando todo el día siguiente.
Y al atardecer del otro día ¡zaas, otra vez! La cubomedusa…
en todo el cuello, todo por aquí.
Y esta vez…
no quisiera, no quiero entrar en detalles, pero hay una diferencia entre nadar sin parar y nadar por etapas.
Y me resigné a nadar por etapas.
Me sacaron del agua y empezaron de nuevo con la epinefrina, la prednisona, con el oxígeno y todo lo que tenían a bordo.
Y regresé.
Y nadé toda la noche hasta el día siguiente.
Y a las 41 horas este cuerpo no lo resistió.
La devastación de esas picaduras hizo colapsar al sistema respiratorio, por eso no pude avanzar todo lo que quería.
El sueño se truncó.
¡Qué extraño! Esta persona inteligente que organizó todo y convocó a estos expertos conocía las medusas, pero fui un poco arrogante.
Muchos atletas sienten esa suerte de invencibilidad.
Deberían preocuparse de mí, no yo de ellas.
Nadaré hasta atravesarlas.
Tenemos Benadryl a bordo.
Si me pican, aguantaré con una sonrisa.
Bueno, no pude con eso, ni con la sonrisa.
De hecho, el mejor consejo que recibí fue en una escuela primaria del Caribe.
Les estaba contando a los niños, 120 niños, -estaban todos sentados en el piso del gimnasio- les estaba contando lo de las medusas, lo gelatinosas que son, y que no se las puede ver, sobre todo de noche.
Y que tienen esos tentáculos de 9, 12, 15 metros.
Y que te envuelven.
Y que pueden mandar el veneno al sistema.
Y un niñito del fondo hacía así.
Le dije: «
¿Cómo te llamas?
» «Henry».
«Henry,
¿cuál es tu pregunta?
» Dijo: «Bueno, no tenía una pregunta sino más bien una sugerencia».
Dijo: «
¿Conoce a esos tipos que realmente creen en lo que creen y llevan bombas en el cuerpo?
» Le dije: «Bueno, es extraño que creas que eso es un propósito noble, pero sí, conozco a esos tipos».
Dijo: «Eso es lo que necesita.
Necesita un cardumen que nade delante de Ud.
así.»
(Risas)
«Así, cuando vengan las medusas y abran sus tentáculos sobre los peces estarán tan ocupadas con ellos que Ud.
podrá escabullirse».
Le dije: «¡Oh, es como un arma suicida!».
Dijo: «De eso hablo.
Eso es lo que Ud.
necesita».
No imaginaba que había que escuchar a los niños de ocho años.
Y así, empecé a nadar con un traje de baño normal y, no es broma, cabé con esto, tomado de los buceadores de tiburón.
Terminé nadando así.
Nadaba con esto.
Ese era el miedo que le tenía a las medusas.
¿Y ahora qué hago?
No me extrañaría si Uds.
subieran al escenario esta noche y nos contaran cómo se recuperaron de las grandes decepciones de sus vidas.
Porque a todos nos ha pasado,
¿verdad?
A todos se nos ha partido el corazón.
Por eso ahora mi viaje indaga en algún tipo de gracia de cara a esta derrota.
Miro el derrotero y no sólo el destino.
Estoy orgullosa.
Me paro frente a Uds.
esta noche y digo que tuve coraje.
¡Sí!
(Aplausos)
Gracias.
Y, con toda sinceridad, puedo decir que me alegro de haber vivido así esos dos años de mi vida porque cumplí mi objetivo de no sufrir más lamentos.
Lo hice.
Cuando uno vive de ese modo, cuando vive con esa pasión, no hay tiempo, no hay tiempo para lamentos, hay que seguir adelante.
Y quiero vivir cada día del resto de mi vida así.
Nadando o no.
Pero la diferencia de aceptar esta derrota en particular es que a veces, si ganó el cáncer, si viene la muerte y no tenemos alternativa, entonces la gracia y la aceptación son necesarias.
Pero ese océano está allí.
Esta esperanza está viva.
Y no quiero ser la loca que hace lo mismo durante años y años, que prueba y falla, prueba y falla, prueba y falla, pero sí puedo nadar de Cuba a Florida, y nadaré de Cuba a Florida.
Gracias.
Gracias.
(Aplausos)
Gracias.
(Aplausos)
¿Qué viene después?
¿Vas a nadar en el Atlántico?
No, basta de natación.
Esto es lo único que me interesa.
Estoy lista.
Por cierto, un periodista me llamó el otro día y me dijo que vio en Wikipedia que decía que nací el 22 de agosto de 1949 y, por alguna extraña razón, en Wikipedia aparece mi fecha de muerte.
(Risas)
Me dijo: «
¿Sabía que Ud.morirá en el mismo lugar donde nació, Nueva York, y será en el 2035?
» «No, no lo sabía», le dije.
Así que viviré 85 años.
Tres años más de lo que pensaba.
Por eso me pregunto, empiezo a preguntármelo ahora, incluso antes de lograr este sueño extremo, me pregunto y quizá pueda preguntarles esta noche parafraseando a la poetisa Mary Oliver, que dice: «
¿Qué haces, qué estás haciendo, con esa indómita y preciosa vida que tienes?
» Muchas gracias.
(Aplausos)
Gracias.
Gracias.
Gracias.
Gracias.
(Aplausos)
Vivan a lo grande.
Vivan a lo grande.
https://www.ted.com/talks/diana_nyad_extreme_swimming_with_the_world_s_most_dangerous_jellyfish/