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Charla «El arte de la metáfora – Jane Hirshfield» de TED-Ed en español.
Vea la lección entera en ed.ted.com http://ed.ted.com/lessons/jane-hirshfield-the-art-of-the-metaphor
¿Qué hacen las metáforas para que entendamos mejor el mundo? Y, ¿cómo hacer una buena metáfora? Explora estas preguntas con escritores como Langston Hughes y Carl Sandburg, quienes dominaron el arte de dar vida a una escena o emoción.
Lección de Jane Hirshfield, animación de Ben Pearce
- Autor/a de la charla: Jane Hirshfield
- Fecha de grabación: 2012-09-24
- Fecha de publicación: 2020-01-30
- Duración de «El arte de la metáfora – Jane Hirshfield»: 327 segundos
Traducción de «El arte de la metáfora – Jane Hirshfield» en español.
Al hablar, a veces decimos cosas de manera directa.
«Voy a la tienda y vuelvo en cinco minutos».
En otras ocasiones, hablamos de una forma que evoca una pequeña escena.
Decimos, «Llueve a cántaros», «Esperaba la espada de Damocles».
Las metáforas son una manera de hablar de una cosa describiendo otra.
Pueden parecer rodeos, pero no lo son.
Viendo, oyendo y degustando, es como primero conocemos el mundo.
El filósofo William James, describía el mundo de los bebés recién nacidos, como una «confusión que zumba en pleno auge».
Las ideas abstractas son pálidos referentes comparados con aquellas primeras abejas y flores.
Las metáforas piensan con la imaginación y los sentidos.
Los chiles picantes en ellas, explotan en la boca y en la mente.
También son precisas.
No pensamos en gotas de lluvia del tamaño de un cántaro pero al hacerlo, nos damos cuenta que el cántaro debe ser uno muy pequeño; un botijo, un tarro, pero no ollas con asas laterales Un pocillo sería el tamaño justo.
Una metáfora, no es ni verdadera ni falsa en un sentido común.
Las metáforas son arte, no ciencia, pero aun así pueden resultar verdaderas o falsas.
Una mala metáfora, lo deja a uno confundido.
Saben lo que es sentir la cuadratura del círculo, pero no lo que es estar cansado como una ballena.
Las metáforas son paradójicas.
Casi siempre expresan cosas que no son ciertas.
Si uno dice, «Hay un elefante en la habitación», no es que de hecho haya uno, buscando maníes en la mesa.
Las metáforas entran en la piel rebasando subrepticiamente la mente lógica.
Además, estamos acostumbrados a pensar en imágenes.
Todos los días soñamos con cosas imposibles.
Y cuando despertamos, esa forma de pensar, permanece en nosotros.
Nos quitamos los zapatos de los sueños, y nos vestimos en nuestras vidas.
Algunas metáforas incluyen las palabras «como» o «cual».
«Dulce como la miel», «fuerte cual roble».
Estas se llaman símiles.
Un símil es una metáfora que admite hacer comparaciones.
Las símiles tienden a hacernos pensar.
Las metáforas nos permiten sentir cosas de manera directa.
Tomemos la famosa metáfora de Shakespeare, «El mundo entero es un escenario».
«El mundo es como un escenario» es simplemente más reducido y más aburrido.
Las metáforas también pueden vivir en los verbos.
Emily Dickinson empieza un poema «No veo cómo los cielos fueron cosidos», sabemos al instante como sería si el cielo fuera una tela que se cerrara con el cosido.
Pueden vivir también en los adjetivos.
«Aguas mansas son profundas», decimos de alguien calmado y pensativo.
Y la profundidad importa tanto como la quietud y el agua.
Uno de los lugares más nítidos para encontrar buenas metáforas es en los poemas.
Tomen este haiku del siglo XVIII del poeta japonés Issa.
«Flotando en una rama río abajo, canta un grillo».
La primera forma de ver una metáfora es justo ver el mundo a través de sus ojos: Un insecto canta en una rama que pasa en medio del río.
Incluso viéndolo así, parte de nosotros reconoce en la imagen un pequeño retrato de cómo es vivir en este mundo cambiante, nuestro destino humano como el del grillo sin duda se desvanecerán y aún así hacemos lo que hacemos: vivir, cantar.
En ocasiones un poema toma una metáfora y la extiende, construyendo una idea de muchas maneras.
Este es el comienzo del famoso poema de Langston Hughes «De Madre a Hijo».
«Bien, hijo, te voy a contar, mi vida no ha sido una escalera de cristal.
Ha tenido tachuelas metidas y astillas, pliegos rotos y lugares sin alfombra.
Langston Hughes hace una metáfora que compara una vida dura a una casa arruinada en la que tienes que seguir viviendo.
Esas tachuelas y astillas se sienten reales, nos duelen en nuestros propios pies y corazón, pero la madre está describiendo su vida, y no la casa en sí.
Y hambre, trabajo agotador y pobreza es lo que también hay en esas astillas.
Las metáforas no siempre son acerca de vidas y sentimientos humanos.
El poeta de Chicago Carl Sandburg escribió: «La bruma viene en patitas de gato, silencioso se acuclilla mirando el puerto y la ciudad para luego seguir andando».
Aquí la comparación es sencilla.
La bruma se describe como un gato.
Pero una buena metáfora no es un acertijo, o una forma de transmitir mensajes escondidos, sino una forma de hacerte sentir y saber algo de modo distinto.
Nadie que oiga este poema lo olvida.
Ves la bruma y ahí está un minino gris en la cercanía.
Las metáforas dan a las palabras formas de rebasar su propio significado.
Son manijas de puerta de lo que podemos saber y lo que podemos imaginar.
Cada puerta lleva a alguna casa nueva y a algún mundo nuevo que sólo esa manija puede abrir.
Lo asombroso es que: Al girar la manija, podemos crear un mundo.
https://www.ted.com/talks/jane_hirshfield_the_art_of_the_metaphor/