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El aumento de los nuevos súper ricos en el mundo – Charla TEDGlobal 2013

Charla «El aumento de los nuevos súper ricos en el mundo» de TEDGlobal 2013 en español.

La tecnología avanza a pasos agigantados… y también la desigualdad económica, dice la escritora Chrystia Freeland. En una charla apasionada, traza el surgimiento de una nueva clase de plutócratas (personas muy poderosas por ser extremadamente ricas), y sugiere que la globalización y las nuevas tecnologías en realidad están estimulando, en lugar de achicar, la brecha mundial de ingresos. Freeland presenta tres problemas de la plutocracia… y un rayo de esperanza.

  • Autor/a de la charla: Chrystia Freeland
  • Fecha de grabación: 2013-06-22
  • Fecha de publicación: 2013-09-05
  • Duración de «El aumento de los nuevos súper ricos en el mundo»: 924 segundos

 

Traducción de «El aumento de los nuevos súper ricos en el mundo» en español.

Este es el hecho económico más importante de nuestro tiempo.

Estamos viviendo en una era de creciente desigualdad de ingresos, sobre todo entre los que están en lo más alto y todos los demás.

Este cambio es más llamativo en EE.UU.

y en el Reino Unido, pero es un fenómeno mundial.

Está ocurriendo en la China comunista, en la Rusia ex-comunista, ocurre en India, y en mi Canadá natal.

Lo vemos incluso en acogedoras democracias sociales como Suecia, Finlandia y Alemania.

Les daré unas cifras para ilustrar lo que está ocurriendo.

En la década del ’70, el 1 % de la población representaba un 10 % de la renta nacional en Estados Unidos.

Hoy en día, su participación se ha duplicado hasta un 20 %.

Pero aún más sorprendente es lo que ocurre bien en la cima de la distribución del ingreso.

El 0,1 % en EE.UU.

hoy representa más del 8 % de la renta nacional.

Están en el lugar en que estaba el 1 % hace 30 años.

Les daré otra cifra para poner eso en perspectiva, y esta es una cifra calculada en 2005 por Robert Reich, Secretario de Trabajo de la administración Clinton.

Reich tomó la riqueza de dos hombres ciertamente muy ricos, Bill Gates y Warren Buffett, y halló que su riqueza era equivalente a la del 40 % de la población de EE.UU., 120 millones de personas.

Ahora, siendo este el caso, Warren Buffett no solo es un plutócrata, sino uno de los observadores más astutos de ese fenómeno, y tiene su cifra favorita.

A Buffet le gusta señalar que en 1992, la riqueza combinada de las personas de la lista Forbes 400 —la lista de los 400 estadounidenses más ricos— era de USD 300 mil millones.

Piensen en eso.

No se necesitaba ser ultramillonario para entrar en esa lista en 1992.

Bueno, hoy, esa cifra se ha más que quintuplicado y llega a 1,7 billones y probablemente no necesito decirles que no hemos visto que ocurra nada parecido a la clase media, cuya riqueza se ha estancado, si acaso no disminuido.

Por eso estamos viviendo en la era de la plutocracia mundial, pero hemos tardado en darnos cuenta.

Una de las razones, creo yo, es esa especie de fenómeno de la rana hervida.

Los cambios lentos y graduales pueden ser difíciles de notar aunque su impacto final es bastante drástico.

Piensen en lo que le pasó, después de todo, a la pobre rana.

Pero creo que hay algo más en juego.

Hablando de la desigualdad de ingresos, estar en la lista Forbes 400, puede hacernos sentir incómodos.

Parece menos positivo, menos optimista, hablar de cómo se corta la torta que pensar en cómo hacerla más grande.

Si uno está en la lista Forbes 400, y habla de la distribución del ingreso e inevitablemente de su prima, la redistribución del ingreso, eso puede ser francamente amenazante.

Estamos viviendo en una era de desigualdad de ingresos en alza, en especial en la cima.

¿Qué la provoca? ¿Qué podemos hacer al respecto? Una serie de causas es política: reducción de impuestos, desregulación —en particular de los servicios financieros— privatización, protección legal más laxa para los sindicatos, todo eso ha contribuído a cada vez más ingresos en manos de los muy ricos.

Muchos de estos factores políticos pueden agruparse en líneas generales en la categoría de «capitalismo de amigos», cambios políticos que beneficien a un grupo de personas con influencias pero que en realidad no nos hace mucho bien al resto.

En la práctica, la eliminación del capitalismo de amigos es increíblemente difícil.

Piensen en todos los años en los que reformistas de todo tipo han tratado de deshacerse de la corrupción en Rusia, por ejemplo.

O en lo difícil que es volver a regular a los bancos incluso después de la crisis financiera más profunda desde la Gran Depresión, o en lo difícil que es conseguir que las grandes empresas multinacionales, incluyendo aquellas cuyo lema podría ser «no hagas el mal», paguen impuestos a una tasa cercana a la que paga la clase media.

Pero mientras que eliminar el capitalismo de amigos en la práctica es muy, muy difícil, al menos intelectualmente, es un problema fácil.

Después de todo, nadie está realmente a favor del capitalismo de amigos.

De hecho, este es uno de esos temas raros que une a la izquierda y la derecha.

Una crítica al capitalismo de amigos es tan central al Tea Party como a Occupy Wall Street.

Pero si el capitalismo de amigos es, intelectualmente al menos, la parte más fácil del problema, las cosas se vuelven más complicadas al mirar los motores económicos de la creciente desigualdad de ingresos.

En sí, no hay demasiado misterio.

La globalización y la revolución tecnológica, esas transformaciones económicas gemelas que están cambiando nuestras vidas y transformando la economía mundial, también están propiciando el aumento de los súper ricos.

Piensen en eso.

Por primera vez en la historia, si son emprendedores pujantes y tienen una idea brillante o un nuevo producto fantástico, tienen acceso casi instantáneo, casi sin fricciones a un mercado mundial de más de mil millones de personas.

Como resultado de ello, si uno es muy, muy inteligente y tiene mucha, mucha suerte, puede volverse muy, muy rico muy, muy rápidamente.

El último chico de portada para este fenómeno es David Karp.

El fundador de Tumblr, de 26 años; recientemente vendió su empresa a Yahoo en USD 1100 millones.

Piensen en eso un minuto: USD 1100 millones, 26 años.

Es fácil ver cómo la revolución tecnológica y la globalización están creando este tipo de efecto superestrella en campos muy visibles, como los deportes y el entretenimiento.

Todos podemos ver cómo un atleta fantástico o un artista estupendo pueden aprovechar hoy sus habilidades en la economía mundial como nunca antes.

Pero hoy, vemos ese efecto superestrella en toda la economía.

Tenemos tecnólogos superestrellas.

Tenemos banqueros superestrellas.

Tenemos abogados y arquitectos superestrellas.

Hay cocineros superestrellas y granjeros superestrellas.

Incluso hay, y este es mi ejemplo favorito, dentistas superestrellas, de los cuales el ejemplo más deslumbrante es Bernard Touati, el francés encargado de las sonrisas de sus compañeros superestrellas como el oligarca ruso Roman Abramovich o la diseñadora de moda estadounidense nacida en Europa Diane von Furstenberg.

Pero si bien es bastante fácil ver cómo la globalización y la revolución tecnológica están creando esta plutocracia mundial, es mucho más difícil saber qué pensar al respecto.

Y eso se debe a que en contraste con el capitalismo de amigos, mucho de lo hecho por la globalización y la revolución tecnológica es altamente positivo.

Empecemos con la tecnología.

Me encanta Internet.

Me encantan mis dispositivos móviles.

Me encanta que eso permita que quien lo desee pueda ver esta charla mucho más allá de este auditorio.

Soy fan de la globalización.

Esta es la transformación que ha sacado de la pobreza a cientos de millones, de entre los más pobres del mundo sumándolos a la clase media, y si uno vive en la parte rica del mundo, eso genera muchos productos asequibles.

¿Quiénes creen que fabrican sus iPhones y las cosas que durante mucho tiempo, hemos tenido mucho más baratas? Piensen en sus lavaplatos o sus camisetas.

¿Qué más se puede pedir? Bueno, un par de cosas.

Una de las cosas que me preocupa es la facilidad con lo que lo que podríamos llamar plutocracia meritocrática se vuelve plutocracia de amigos.

Imaginen que uno es un emprendedor brillante que ha vendido con éxito esa idea o ese producto a los miles de millones del mundo y así se ha vuelto ultramillonario.

Se vuelve tentador en ese punto usar el ingenio económico para manipular las reglas de la economía política mundial en favor propio.

Y no es un mero ejemplo hipotético.

Piensen en Amazon, Apple, Google, Starbucks.

Son algunas de las compañías más admiradas, más amadas, más innovadoras del mundo.

También resultan ser particularmente hábiles con el sistema fiscal internacional para reducir su factura de impuestos muy, muy significativamente.

¿Y por qué no usar el sistema político mundial y el sistema económico tal cual es para obtener el máximo beneficio? Una vez que se tiene ese tremendo poder económico que vemos bien en la cima de la distribución de ingresos y el poder político que inevitablemente conlleva, se vuelve tentador también empezar a tratar de cambiar las reglas del juego en favor propio.

De nuevo, esto no es una mera hipótesis.

Es lo que hicieron los oligarcas rusos al crear la privatización del siglo de los recursos naturales rusos.

Es una forma de describir lo ocurrido con la desregulación de los servicios financieros en EE.UU.

y en el R.U.

La segunda cosa que me preocupa es la facilidad con la que la plutocracia meritocrática puede volverse aristocracia.

Una forma de describir a los plutócratas es como «geeks alfa», personas muy conscientes de lo importante que son las habilidades altamente sofisticadas, analíticas y cuantitativas en la economía actual.

Por eso están gastando tiempo y recursos sin precedentes en la educación de sus hijos.

La clase media también está gastando más en educación, pero en la competencia educativa mundial que empieza en la guardería y termina en Harvard, Stanford o el MIT, el 99 % cada vez se ve más superado por el 1 %.

El resultado es algo que los economistas Alan Krueger y Miles Corak llaman la Gran Curva Gatsby.

Conforme aumenta la inequidad de ingresos, la movilidad social disminuye.

La plutocracia puede que sea una meritocracia, pero cada vez más uno tiene que nacer en el peldaño superior de la escalera para participar en esa carrera.

La tercer cosa, y esto es lo que más me preocupa, es el grado en que esas mismas fuerzas en gran medida positivas están guiando el aumento de la plutocracia mundial y también están vaciando a la clase media en las economías occidentales industrializadas.

Empecemos con la tecnología.

Esas mismas fuerzas que crean ultramillonarios también se devoran muchos empleos tradicionales de la clase media.

¿Cuándo fue la última vez que llamaron a un agente de viajes? Y a diferencia de la Revolución Industrial, los titanes de nuestra nueva economía no están creando muchos empleos nuevos.

En su apogeo General Motors empleaba cientos de miles de personas; Facebook menos de 10 000.

Lo mismo vale para la globalización.

Así como saca de la pobreza a cientos de millones de personas en los mercados emergentes, también está tercerizando muchos empleos de las economías desarrolladas occidentales.

La terrible realidad es que no existe regla económica que traduzca automáticamente mayor crecimiento económico en prosperidad ampliamente compartida.

Eso se muestra en lo que considero que es la estadística económica más aterradora de nuestro tiempo.

Desde finales de 1990, el aumento en la productividad se ha desvinculado de los aumentos en salarios y empleos.

Eso significa que nuestros países se vuelven más ricos, nuestras compañías se vuelven más eficientes, pero no creamos más empleos y no estamos pagando más a la gente en su conjunto.

Una conclusión aterradora que podría sacarse de todo esto es preocuparse por el desempleo estructural.

Lo que me preocupa más es un escenario de pesadilla diferente.

Después de todo, en un mercado laboral totalmente libre, podríamos encontrar empleos para casi todos.

La distopía que me preocupa es un universo en el que unos pocos genios inventan Google y el resto somos empleados para darles masajes a ellos.

Así que cuando me deprimo mucho con todo esto, me consuelo pensando en la Revolución Industrial.

Después de todo, a pesar de sus molinos sombríos y satánicos, salió bastante bien, ¿no es así? Todos los presentes somos más ricos, más sanos, más altos —bueno, hay algunas excepciones— y vivimos más que nuestros antepasados ​​del siglo XIX.

Pero es importante recordar que antes de aprender a compartir los frutos de la Revolución Industrial con amplios sectores de la sociedad, tuvimos que atravesar dos depresiones: la Gran Depresión de la década de 1930, la Larga Depresión de la década de 1870, dos guerras mundiales, revoluciones comunistas en Rusia y en China, y épocas de tremenda agitación social y política en Occidente.

También, no por casualidad, atravesamos una época de tremendas invenciones sociales y políticas.

Creamos el moderno estado de bienestar.

Creamos la educación pública.

Creamos la salud pública.

Creamos las pensiones públicas.

Creamos los sindicatos.

Hoy en día, vivimos una era de transformación económica comparable en escala y alcance a la Revolución Industrial.

Para asegurarnos de que esta nueva economía nos beneficia a todos y no solo a los plutócratas, tenemos que embarcarnos en una era de cambios políticos y sociales comparablemente ambiciosos.

Necesitamos un nuevo New Deal.

(Aplausos)

https://www.ted.com/talks/chrystia_freeland_the_rise_of_the_new_global_super_rich/

 

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