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El bello y duro trabajo de ser un copadre – Charla TEDWomen 2019

Charla «El bello y duro trabajo de ser un copadre» de TEDWomen 2019 en español.

«Copadre» no es un término de moda, sino una forma de estar presentes para nuestra familia, de forma constante y amorosa, dice el orador y padre Joel Leon. En esta charla conmovedora, desafía a todos los padres a desempeñar un papel igualitario y activo en la vida diaria de sus hijos, incluso en un mundo que a menudo coloca la carga del sacrificio solo en las madres. Leon nos anima a que tengamos conversaciones sutiles sobre la paternidad y nos recuerda que ser padre no es una responsabilidad, sino una oportunidad.

  • Autor/a de la charla: Joel Leon
  • Fecha de grabación: 2019-12-04
  • Fecha de publicación: 2020-02-19
  • Duración de «El bello y duro trabajo de ser un copadre»: 565 segundos

 

Traducción de «El bello y duro trabajo de ser un copadre» en español.

Mi nombre es Joel y soy un copadre.

De niño nunca escuché el término «copadre».

Pero sí escuché muchas otras cosas, como «padre ausente», «donador de esperma», esa es buena, «padre irresponsable», y, mi favorito, «papá del bebé».

«Papá del bebé», para los que no lo saben, se refiere a un individuo que ayuda a concebir un niño, pero no hace nada más.

El papá del bebé es también alguien que no está casado con la madre de dicho niño.

De niño pensaba que «copadre» estaba reservado para las familias blancas que protagonizan los dramas de Netflix.


(Risas)
Todavía lo pienso un poco.

Pero no se usaba para explicar el rol de un padre,

¿cierto?

Uno tenía hijos o no los tenía, y nadie de mi círculo social o que cenara con nosotros tenía conversaciones complejas sobre el papel de un padre, en esas conversaciones.

Un enfoque sobre la paternidad más equilibrado, abierto y amoroso no era algo que se discutiera en nuestros círculos sociales.

La mayoría del tiempo los padres que conocí de niño apenas estaban presentes o no existían para nada.

«Copadre» no era un término que yo haya escuchado o visto de niño, en el lugar de donde vengo.

Vengo del barrio.

Ese barrio es Creston Avenue 188, en el Bronx.

Y para…

una persona, eso es lo que hay.


(Risas)
Entiéndanlo.

Para muchos de ese barrio solo había una persona a quien recurrir para alimentación, cobijo, calor, amor y disciplina: nuestras madres.

Mi madre, a quien llamo «LindaT», fue mi primer ejemplo de amor verdadero y de cómo es un copadre sano.

Era una madre soltera fuerte y decidida, una mujer que se podría haber beneficiado de tener un compañero seguro y estable como un copadre.

Así que me prometí que cuando me casara mi amada y yo estaríamos juntos para siempre.

¿Saben?

(Ríe) Compartiríamos la misma cama y la misma casa, dormiríamos bajo las mismas sábanas discutiríamos en IKEA…

lo normal.


(Risas)
Mi compañera se sentiría vista y amada, y nuestros hijos crecerían en un hogar con padre y madre.

Sin embargo, las cosas raramente terminan siendo como las planeamos.

Nuestra hija Lilah nunca conoció un hogar con padre y madre viviendo juntos bajo el mismo techo.

Su madre y yo nunca nos casamos.

Salimos durante varios meses antes de descubrir que estaba embarazada.

Hasta ese entonces, mi madre ni siquiera sabía que ella existía.

Me sentía abochornado, me sentía avergonzado y, por momentos, pensaba en el suicidio.

Me preguntaba qué era lo que estaba haciendo mal.

Nunca había querido el estigma o la etiqueta de lo que algunos identificaban como el estereotipo del «padre negro»: ausente, contencioso, combativo, que no está presente.

Nos llevó mucho trabajo, tiempo, energía y esfuerzo para que finalmente nos diéramos cuenta de que quizá para nosotros ser copadres no implicaba compartir un hogar ni campanas de boda, que quizás, solo quizás, el modo de ser copadres no residía en los niveles sutiles de nuestra relación, sino en la capacidad de nuestros corazones para cuidar de un ser humano que habíamos ayudado a crear juntos.


(Aplausos)
Eso implicaría amor en un entorno cuidado y seguro que alimentaría a Lilah mucho tiempo después de que ambos hubiéramos dejado este mundo.

Cuatro años después Lilah está ahora en preescolar.

Ama las gomitas, y dice cosas como: «Mi corazón está lleno de amor».

Es el ser humano más amoroso, compasivo y comprensivo que conozco, y puedo decirles esto porque ella está de vuelta en el Bronx con su madre.

Esto es ser copadres y, en un mundo ideal, mi madre también habría tenido un copadre.

Habrá tenido apoyo, alguien que viniera y le diera un descanso.

En un mundo ideal, cada padre es un copadre.

En un mundo ideal, ambos padres comparten el peso del trabajo.

La madre de Lilah y yo tenemos un cronograma.

Algunos días paso a buscar a Lilah por la escuela, y otros no.

La madre de Lilah va a escalar o a estudiar para el examen de Derecho, y yo voy a una sala llena de mujeres audaces, dinámicas y poderosas y hablo de cosas de papá.


(Aplausos)
Funciona, es un bello y duro trabajo el desmantelar los sistemas que nos hacen creer que el rol de la mujer está en la cocina, encargándose del hogar, mientras que el desdichado papá titubea cuando debe pasar un fin de semana solo con los niños.

Es un trabajo que debe hacerse ahora.

Muchas veces, cuando ambos padres trabajan, uno de ellos carga con la organización del hogar y hace funcionar la casa.

Esa persona suele ser una mujer o alguien que se identifica como tal.

Demasiadas veces, quienes se identifican como mujeres y como madres deben sacrificar sus sueños para cumplir con los estándares.

Deben sacrificar sus sueños para asegurar que la maternidad esté por delante de todo lo demás.

No estoy aquí para decir que no es así, sino para decir que como compañeros igualitarios y copadres es nuestro deber asegurar que nuestro compañero copadre no tiene que poner sus aficiones, su realización y sus sueños en un segundo plano solo porque somos tan egocéntricos como para ser aliados.


(Aplausos)
El ser copadres hace que el espacio sea posible para todos.

Como copadre el tiempo que comparto y paso con Lilah es algo que aprecio; ese tiempo me ha permitido estar totalmente presente para mi niña, y quitó la idea de que la tarea emocional necesaria para criar a un niño es un trabajo para la mujer.

Lilah y yo hemos construido muñecos de nieve, hemos jugado con bellotas, hemos cantado las canciones de la película «Moana», como Uds.


(Risas)
Se sentó conmigo cuando dirigí talleres en la Universidad de Columbia, y hablé de la intersección entre la poesía, el hip hop y el teatro.

Hablamos sobre sus emociones y sus sentimientos porque tenemos tiempo juntos, y esos momentos son planeados, organizados no solo según mi cronograma, sino también según el de su madre.

Como copadres, ambos tenemos estilos diferentes de paternidad.

Y puede que a veces discutamos, pero en lo que siempre estamos de acuerdo es como criar a un ser humano…

nuestro ser humano.

Nunca comprenderé totalmente lo que significa llevar a un niño en el cuerpo durante 10 meses.

Nunca podré entender las dificultades de la lactancia el trabajo que eso conlleva, el costo emocional, físico y psicológico que tiene en el cuerpo femenino el llevar a un niño.

Pero el ser copadres ayuda a crear un equilibrio entre la vida del hogar y laboral para los implicados.

El ser copadres significa que, aunque puedan existir sacrificios, el peso de estos no recae en un solo padre.

No importa la dinámica de la relación, ni como se identifiquen como seres humanos —él, ella, ellos— el ser copadres permite crear espacio e igualdad, una mejor comunicación y empatía: te escucho, te veo,

¿cómo puedo ayudarte para beneficiar a nuestra familia?

Mi objetivo es: quiero que más padres acepten ser copadres como un modelo para un mañana mejor, un hoy mejor para nosotros, para nuestros compañeros, nuestras familias y nuestra comunidad.

Quiero que más padres hablen abiertamente sobre la paternidad, con franqueza, sinceridad y amor.

¿Sí?

Quiero que más personas reconozcan que los padres negros son algo más que el sistema judicial, la pensión alimenticia y la forma en que los medios nos representan.


(Aplausos)
Nuestro papel y valor como padres no depende de los ceros en las cifras de nuestros cheques, sino en la capacidad de estar presentes para nuestras familias, para los que amamos, para nuestros pequeños.

Ser padre no solo es una responsabilidad, es una oportunidad.

Esto es por Dwain, por Kareem «Buc» Drayton, por Biggs, por Boola, por Tyron, por todos los padres negros que están presentes diariamente.

Esto es por Charles Lorenzo Daniels, mi padre, que no tuvo el lenguaje o las herramientas para estar presente del modo que quería.

Gracias.

Mi nombre es Joel.

Hola, Bria; hola, West.

(En yoruba) Amen.


(Aplausos)

https://www.ted.com/talks/joel_leon_the_beautiful_hard_work_of_co_parenting/

 

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