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El lado oscuro de la historia fea: Campos de internamiento japoneses-estadounidenses – Densho – Charla TED-Ed

Charla «El lado oscuro de la historia fea: Campos de internamiento japoneses-estadounidenses – Densho» de TED-Ed en español.

Para ver la lección completa: https://ed.ted.com/lessons/ugly-history-japanese-american-internment-camps-densho

El 7 de diciembre de 1941, Aki Kurose, de 16 años, compartió el horror de millones de estadounidenses cuando los aviones japoneses atacaron Pearl Harbor. Sin que ella lo supiera, esta experiencia compartida pronto dejaría a su familia y a más de 120 000 japoneses estadounidenses alienados de su país, tanto social como físicamente. Densho explora el racismo y la paranoia que llevaron al internamiento injusto de los japoneses estadounidenses.

Lección de Densho, dirigida por Lizete Upīte.

  • Autor/a de la charla: Tom Ikeda
  • Fecha de grabación: 2019-10-01
  • Fecha de publicación: 2019-10-01
  • Duración de «El lado oscuro de la historia fea: Campos de internamiento japoneses-estadounidenses – Densho»: 327 segundos

 

Traducción de «El lado oscuro de la historia fea: Campos de internamiento japoneses-estadounidenses – Densho» en español.

El 7 de diciembre de 1941 Aki Kurose, de 16 años, compartió el horror de millones de estadounidenses cuando aviones japoneses atacaron Pearl Harbor.

Lo que ella no sabía era cómo esa experiencia compartida pronto dejaría a su familia y a más de 120 000 japoneses estadounidenses enajenados de su propio país, tanto social como físicamente.

Desde el 1941 las comunidades japonesas estadounidenses habían crecido durante más de 50 años en EE.

UU.

Alrededor de un tercio de ellos eran inmigrantes y muchos de ellos se establecieron en la costa oeste, donde vivían durante décadas.

El resto había nacido como ciudadanos estadounidenses, como Aki.

Akiko Kato nació en Seattle.

Aki creció en un vecindario diverso, y nunca se pensó a sí misma como no estadounidense hasta el día posterior al ataque, cuando una maestra le dijo: «Uds.

bombardearon Pearl Harbor».

En medio del racismo, la paranoia y el miedo al sabotaje, los japoneses de EE.

UU.

fueron calificados de traidores potenciales.

Los agentes del FBI comenzaron a buscar casas, confiscar pertenencias y detener sin juicio a los líderes de la comunidad.

La familia de Aki no fue inmediatamente sometida a estas medidas extremas, pero el 19 de febrero de 1942, el presidente Roosevelt emitió la Orden Ejecutiva 9066.

La orden autorizaba la eliminación de cualquier enemigo sospechoso: incluyendo a cualquiera de herencia japonesa parcial, incluso de las «áreas militares» designadas.

Primero, los japoneses estadounidenses fueron obligados a abandonar las áreas restringidas y migrar hacia el interior.

Pero a medida que el gobierno congeló sus cuentas bancarias e impuso restricciones locales como toques de queda, muchos no pudieron marcharse, como la familia de Aki.

En marzo una orden prohibió a japoneses estadounidenses cambiar su residencia, atrapándolos en zonas militares.

En mayo, el ejército trasladó a Aki y su familia, junto con más de 7000 japoneses estadounidenses que vivían en Seattle a «Camp Harmony» en Puyallup, Washington.

Este fue uno de varios centros de detención improvisados en antiguos parques de atracciones y pistas de carreras, donde familias enteras fueron apiñadas en establos y barracas maltrechas.

En los meses siguientes el ejército trasladó a largo plazo a japoneses estadounidenses a campamentos a zonas desoladas del oeste y sur, llevando a Aki y su familia a Minidoka en el sur de Idaho.

Vigilados por soldados armados, muchos de estos campamentos todavía se estaban construyendo cuando los encarcelados se mudaron.

Estas prisiones construidas a toda prisa estaban superpobladas y eran insalubres.

Con frecuencia las personas enfermaban y no recibían atención médica adecuada.

La Autoridad de Reubicación de Guerra confió en los encarcelados para mantener los campamentos en funcionamiento.

Muchos trabajaban en los campamentos o enseñaban en aulas mal equipadas, mientras que otros cultivaban y criaban animales.

Algunos japoneses estadounidenses se rebelaron, organizando huelgas laborales e incluso disturbios.

Pero muchos más, como los padres de Aki, aguantaron.

Constantemente intentaban simular una apariencia de vida fuera de los campos pero la realidad de su situación era inevitable.

Igual que muchos encarcelados más jóvenes, Aki estaba decidida a abandonar su campamento.

Terminó su último año de secundaria en Minidoka, y con la ayuda de una organización cuáquera antirracista, pudo inscribirse en Friends University en Kansas.

Sin embargo, para la familia de Aki, las cosas no comenzarían a cambiar hasta finales de 1944.

Un caso histórico de la Corte Suprema dictaminó que la detención continua de ciudadanos estadounidenses sin cargos era inconstitucional.

En el otoño de 1945, la guerra terminó y los campamentos se cerraron.

Los encarcelados restantes recibieron solo USD 25 y un boleto de tren a su dirección anterior a la guerra, pero muchos ya no tenían un hogar o trabajo al que regresar.

La familia de Aki pudo mantener su departamento, y Aki finalmente regresó a Seattle después de la universidad.

Pero los prejuicios de la posguerra hicieron difícil encontrar trabajo.

Los encarcelados enfrentaron discriminación y resentimiento de trabajadores e inquilinos que los reemplazaron.

Afortunadamente, los japoneses estadounidenses no estaban solos en la lucha contra la discriminación racial.

Aki encontró trabajo en uno de los primeros sindicatos interraciales de Seattle y se unió al Congreso de Igualdad Racial.

Se convirtió en maestra y durante las siguientes décadas su defensa de una educación multicultural y socialmente consciente impactaría a miles de estudiantes.

Sin embargo, muchos exencarcelados, particularmente miembros de generaciones anteriores, no pudieron reconstruir sus vidas después de la guerra.

Los hijos de los encarcelados comenzaron un movimiento.

pidiendo a EE.

UU.

que reparara esta injusticia histórica.

En 1988 el gobierno de EE.

UU.

se disculpó oficialmente por el encarcelamiento en tiempos de guerra.

admitiendo que fue el resultado catastrófico del racismo, la histeria y el fallo del liderazgo político.

Tres años después de esta disculpa, Aki Kurose recibió el Premio de Derechos Humanos del Capítulo de Seattle de Naciones Unidas, celebrando su visión de paz y respeto por personas de todos los orígenes.

https://www.ted.com/talks/densho_ugly_history_japanese_american_incarceration_camps/

 

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