Saltar al contenido
Deberes escolares » Charlas educativas » El mito azteca del dios Sol menos pensado – Kay Almere Read – Charla TED-Ed

El mito azteca del dios Sol menos pensado – Kay Almere Read – Charla TED-Ed

Charla «El mito azteca del dios Sol menos pensado – Kay Almere Read» de TED-Ed en español.

Mirar la lección completa en https://ed.ted.com/lessons/the-aztec-myth-of-the-unlikeliest-sun-god-kay-almere-read

Nanahuatl, el más débil de los dioses aztecas, enfermo y cubierto de llagas, había sido elegido para crear un nuevo mundo. Anteriormente, habían existido cuatro mundos, cada uno de ellos regidos por su propio dios Sol; pero cada uno, a su turno, había sido destruido. Para que sea posible la creación de un mundo nuevo, otro dios debía arrojarse a la gran hoguera y transformarse en el quinto Sol. ¿Será Nanahuatl capaz de ofrecerse en sacrificio? Kay A. Read nos relata el mito del Sol.

Lección de Kay Almere Read; dirección de Tomás Pichardo-Espaillat.

  • Autor/a de la charla: Kay A Read
  • Fecha de grabación: 2019-05-09
  • Fecha de publicación: 2019-05-09
  • Duración de «El mito azteca del dios Sol menos pensado – Kay Almere Read»: 238 segundos

 

Traducción de «El mito azteca del dios Sol menos pensado – Kay Almere Read» en español.

Nanahuatl, el más débil de los dioses aztecas, enfermo y cubierto de llagas, había sido elegido para crear un nuevo mundo.

Anteriormente, ya hubo cuatro mundos, cada uno regido por su propio dios Sol, que fueron destruidos a su turno: el primero, por jaguares; el segundo, por los vientos; el tercero, por lluvias de fuego; y el cuarto, por inundaciones.

Para crear el quinto Sol, el dios Quetzalcoatl, o «la serpiente emplumada», había descendido al inframundo a rescatar los huesos de la humanidad desaparecida, y los roció con su propia sangre para resucitarlos a la vida.

Pero ahora necesitaban un mundo donde habitar, y otro dios debía lanzarse a la gran hoguera para transformarse en el quinto Sol.

El dios del Sustento y el del Fuego habían escogido a Nanahuatl para la tarea, en tanto que el dios de la Lluvia y el de los Cuatro Rumbos tenían a su propio elegido: el arrogante y opulento Tecciztecatl.

Primero, los rivales debían ayunar cuatro días y hacer ritos de sangre.

Nanahuatl solo contaba con espinas de cactus para verter su propia sangre y con ramas de pino para bañarlas en su preciada ofrenda roja.

Aun así, se propuso dar lo mejor.

Tecciztecatl, en tanto, hizo alarde de sus riquezas, y ofreció bellas espinas y ramas de jade con plumas tornasoladas de quetzal en lugar de un sacrificio de sangre.

Al cabo de los cuatro días, la hoguera ardía con gran intensidad.

El arrogante Tecciztecatl se acercó cuatro veces a las llamas, y cuatro veces desistió, dominado por el miedo.

El humilde Nanahuatl dio un paso adelante.

Los otros dioses lo pintaron de blanco y lo cubrieron de plumas.

Sin dudarlo, se arrojó a las llamas.

Un águila con las plumas chamuscadas se abalanzó a la hoguera, tomó a Nanahuatl y lo llevó al cielo.

Allí, el dios y la diosa del Sustento lo bañaron, lo sentaron en un trono de plumas y le ciñeron la cabeza con una cinta roja.

Inspirado por Nanahuatl, Tecciztecatl se arrojó a la hoguera ya extinguida, meras cenizas frías.

Un jaguar saltó al pozo, pero no pudo llevar a Tecciztecatl al cielo.

Cuando Tecciztecatl llegó al horizonte, una banda de diosas lo vistió con harapos.

Aun así, seguía teniendo el mismo brillo de Nanahuatl, pero como había demostrado tan poca valentía y tanta arrogancia, uno de los dioses le arrojó un conejo sobre la cara, que atenuó su resplandor.

Pero el quinto mundo no había terminado de formarse.

Nanahuatl, el dios Sol, brilló durante cuatro días seguidos sin moverse en el cielo como lo habían hecho sus antecesores.

En Teotihuacán, los dioses empezaron a preocuparse.

Encomendaron al Halcón de Obsidiana preguntarle cuál era el motivo.

Nanahuatl respondió que, así como él se había sacrificado para ser el dios Sol, era preciso ahora que los otros dioses le ofrecieran su sangre para poder desplazarse por el cielo.

Encolerizado ante el pedido, el dios del Amanecer le arrojó una flecha.

El dios Sol se defendió y acertó con sus flechas de plumas de quetzal en la cara de su agresor, y lo transformó en escarcha.

Antes de que otros intervinieran impulsivamente, los dioses se reunieron para dirimir la cuestión.

Ciertamente, nadie quería ofrecerse en sacrificio, pero tampoco querían actuar como el dios del Amanecer.

Por otro lado, Nanahuatl había cumplido con su palabra de sacrificarse por el mundo.

¿Cómo no recompensarlo ahora con el sacrificio ajeno? Tuvieron en cuenta que hasta el cobarde de Tecciztecatl había llegado a imitar la valentía de Nanahuatl.

Por fin, cinco dioses decidieron ofrecerse en sacrificio.

Uno a uno, el dios de la Muerte les atravesó el corazón con una daga de obsidiana, y los ofreció al nuevo dios Sol.

Con el sacrificio del último dios, el dios Quetzalcoatl reavivó las brasas de la hoguera con su aliento y finalmente el Sol comenzó a desplazarse por el cielo, que marcó así el inicio de la quinta era.

Gracias a un ser débil y poco agraciado, cuya fortaleza inspiró a otros dioses, el Sol hace su recorrido día a día, y la Luna con cara de conejo le sigue los pasos.

https://www.ted.com/talks/kay_almere_read_the_aztec_myth_of_the_unlikeliest_sun_god/

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *