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El mundo, ¿está mejorando o empeorando? Una mirada a los números – Charla TED2018

Charla «El mundo, ¿está mejorando o empeorando? Una mirada a los números» de TED2018 en español.

El 2017, ¿fue realmente el “peor año de la historia”, como algunos nos quieren hacer creer? En su análisis de datos recientes sobre homicidios, guerra, pobreza, polución y otras cosas, el psicólogo Stven Pinker encuentra que estamos mejor ahora en muchas de ellas que hace 30 años. Pero el progreso no es inevitable, y no significa que todo mejore para todos todo el tiempo, dice Pinker. En cambio, el progreso implica resolver los problemas, por lo que deberíamos ver las cosas como el cambio climático y la guerra nuclear como problemas a resolver, y no como apocalipsis en espera. “Nunca tendremos un mundo perfecto, y sería peligroso buscarlo”, dice él. “Pero no hay límites para las mejoras que podemos obtener si continuamos aplicando el conocimiento para impulsar el florecimiento humano”.

  • Autor/a de la charla: Steven Pinker
  • Fecha de grabación: 2018-04-10
  • Fecha de publicación: 2018-04-30
  • Duración de «El mundo, ¿está mejorando o empeorando? Una mirada a los números»: 1112 segundos

 

Traducción de «El mundo, ¿está mejorando o empeorando? Una mirada a los números» en español.

Mucha gente enfrenta las noticias cada mañana con temor y ansiedad.

Todos los días leemos sobre tiroteos, desigualdad, polución, dictaduras, guerra y proliferación de armas nucleares.

Estas son algunas de las razones por las que el 2016 fue nombrado el «peor año de la historia».

Hasta que el 2017 reclamó ese récord…


(Risas)
e hizo que mucha gente añorara las décadas anteriores, cuando el mundo parecía más seguro, más limpio y más igualitario.

Pero,

¿es este un modo razonable de entender la condición humana en el siglo XXI?

Como señaló Franklin Pierce Adams: «Nada es más responsable del recuerdo de los viejos buenos tiempos como una mala memoria».


(Risas)
Siempre pueden engañarse y ver un deterioro si comparan los titulares sangrientos del presente con las imágenes color de rosa del pasado.

¿Cómo se ve la trayectoria del mundo si medimos el bienestar a lo largo del tiempo usando un criterio constante?

Comparemos los datos más recientes del presente con las mismas medidas, pero de hace 30 años.

El año pasado, en EE.UU.

se mataron a un ritmo de 5,3 por cada 100 000, tenían a un 7 % de sus habitantes en la pobreza y emitieron 21 millones de toneladas de material particulado y cuatro millones de toneladas de dióxido de azufre.

Pero hace 30 años, la tasa de homicidios era de 8,5 por cada 100 000, la tasa de pobreza era del 12 % y emitimos 35 millones de toneladas de material particulado y 20 millones de toneladas de dióxido de azufre.

¿Y el mundo en su totalidad?

Durante el año pasado hubo 12 guerras en curso, 60 autocracias, un 10 % de la población mundial viviendo en extrema pobreza y más de 10 000 armas nucleares.

Pero hace 30 años había 23 guerras, 85 autocracias, un 37 % de la población mundial viviendo en extrema pobreza y más de 60 000 armas nucleares.

Es verdad que el año pasado fue terrible para Europa, por el terrorismo, con 238 muertes, pero 1988 fue peor, con 440 muertes.

¿Qué está ocurriendo?

¿Es que 1988 fue un año especialmente malo?

¿O es que estas mejoras son una señal de que el mundo, con todas sus luchas, está mejorando con el tiempo?

También podríamos invocar la sin duda anticuada noción de..

¿progreso?

Hacerlo es exponerse a una cierta cantidad de burla, porque he descubierto que los intelectuales odian el progreso.


(Risas)

(Aplausos)
Y los intelectuales que se llaman progresistas realmente odian el progreso.


(Risas)
Ahora bien, la verdad, no es que ellos odien el fruto del progreso.

La mayoría de los académicos y de los expertos preferirían someterse a cirugía con anestesia que sin ella.

Es la idea del progreso lo que irrita a los intelectualoides.

Me han dicho que creer que los humanos pueden mejorar su situación, significa que uno tiene una fe ciega y una creencia casi religiosa en la superstición pasada de moda y en la falsa promesa del mito de la marcha hacia adelante del progreso inexorable.

Uno es un animador del vulgar «todo se puede» de EE.UU., con el espíritu entusiasmado de la ideología de las salas de juntas, Silicon Valley y la Cámara de Comercio.

Uno es un practicante de la «historia whig», un optimista naif, un Pollyana, y, por supuesto, un Pangloss, aludiendo al personaje de Voltaire que declaró: «Todo sucede para bien en este, el mejor de los mundos posibles».

Bien, el profesor Pangloss era, en realidad, un pesimista.

Un verdadero optimista cree que puede haber mundos mejores que este que tenemos ahora.

Pero todo esto es irrelevante, porque la pregunta de si ha habido progreso no es cuestión de fe o de tener un temperamento optimista o de ver el vaso medio lleno.

Es una hipótesis comprobable.

Por todas sus diferencias, la gente generalmente está de acuerdo en lo que constituye el bienestar humano: vida, salud, sustento, prosperidad, paz, libertad, seguridad, conocimiento, ocio, felicidad.

Todas estas cosas se pueden medir.

Si mejoraron con el paso del tiempo, yo sostengo que eso es progreso.

Pasemos a los datos, comenzando por el más valioso de todos: la vida.

Durante casi toda la historia humana, la esperanza de vida al nacer eran 30 años.

Hoy en día, mundialmente, es de más de 70 años, y en el mundo desarrollado es de más de 80 años.

Hace 250 años, en los países más ricos del mundo, un tercio de los niños no vivían para ver su quinto cumpleaños, antes de que el riesgo descendiera 100 veces.

Hoy en día, menos de un 6 % de los niños corren esa misma suerte en los países más pobres del mundo.

La hambruna es uno de los cuatro jinetes del Apocalipsis.

Puede llevar la devastación a cualquier parte del mundo.

Hoy, la hambruna ha sido desterrada a las regiones más remotas y devastadas por la guerra.

Hace 200 años, un 90 % de la población mundial subsistía en extrema pobreza.

Hoy en día, menos del 10 % de la gente lo hace.

En casi toda la historia humana, los estados poderosos y los imperios estuvieron casi siempre en guerra entre sí, y la paz fue simplemente un interludio entre las guerras.

Hoy en día, nunca están en guerra entre sí.

La última gran guerra de poder enfrentó a EE.UU.

contra China hace 65 años.

Más recientemente, guerras de toda clase han disminuido y son menos mortales.

La tasa anual de guerras disminuyó de un 22 por cada 100 000 al año, al principio de la década del 50, a 1,2 por cada 100 000, hoy en día.

La democracia ha sufrido, sin duda, retrocesos en Venezuela, Rusia, Turquía y está amenazada por el aumento del populismo autoritario en el este de Europa y en EE.UU.

Sin embargo, el mundo nunca ha sido más democrático que en la década pasada, con dos tercios de la población mundial viviendo en democracias.

Las tasas de homicidio caen siempre que la anarquía y el código de venganza son reemplazados por el estado de derecho.

Ocurrió cuando la Europa feudal fue puesta bajo el control de reinos centralizados, por lo que, hoy en día, un europeo tiene una posibilidad de ser asesinado de 1 en 35 comparado con sus ancestros medievales.

Ocurrió nuevamente en la Nueva Inglaterra colonial, en el Salvaje Oeste de EE.UU., cuando los sheriffs se mudaron a la ciudad y en México.

Verdaderamente, nos volvimos más seguros en todos los modos posibles.

Durante el último siglo, alcanzamos un 96 % menos de probabilidad de morir en un accidente de auto, un 88 % menos de posibilidad de ser abatidos en la acera, un 99 % menos posibilidad de morir en un accidente de avión, un 95 % menos de posibilidad de morir en el trabajo, un 89 % menos de posibilidad de morir por un desastre natural, como una sequía, inundación, incendio forestal, tormenta, volcán, deslizamiento de tierra, terremoto o meteorito, presumiblemente no porque Dios esté menos enojado con nosotros sino por las mejoras en la resistencia de nuestra infraestructura.

¿Y qué sobre el desastre natural supremo el proyectil lanzado por el mismo Zeus?

Sí, tenemos un 97 % menos de posibilidad de que nos mate un rayo.

Antes de siglo XVII, solo un 15 % de los europeos sabían leer o escribir.

Europa y EE.UU.

alcanzaron la alfabetización universal a mediados del siglo XX, y el resto del mundo la está alcanzando.

Hoy en día, más del 90 % de la población mundial de menos de 25 años sabe leer y escribir.

En el siglo XIX, los occidentales trabajaban más de 60 horas por semana.

Hoy en día, trabajan menos de 40 horas.

Gracias al suministro universal de agua corriente y electricidad en el mundo desarrollado y la adopción general de lavarropas, aspiradoras, refrigeradores, lavavajillas, hornos y microondas, la cantidad de tiempo que pasamos en tareas domésticas se redujo de 60 horas por semana a menos de 15 horas por semana.

Todos estos avances en salud, riqueza, seguridad, conocimiento y ocio,

¿nos hacen más felices?

La respuesta es sí.

En un 86 % de los países del mundo, la felicidad ha aumentado en las décadas recientes.

Bien, espero haberlos convencido de que el progreso no es cuestión de fe u optimismo, sino una realidad de la historia humana, de hecho, la realidad más grande en la historia humana.

¿Y cómo han cubierto los medios esta realidad?


(Risas)
Una tabulación de palabras sobre emociones positivas y negativas en las noticias mostró que durante las décadas en las que la humanidad se volvió más sana, más rica, más sabia, más segura y más feliz, «The New York Times» se volvió cada vez más sombrío y las transmisiones de TV también se fueron volviendo más taciturnas.

¿Por qué la gente no aprecia el progreso?

Parte de la respuesta proviene de nuestra psicología cognitiva.

Estimamos los riesgos con un atajo mental: la «heurística de la disponibilidad».

Cuanto más fácil es evocar un recuerdo, más lo consideramos como probable.

La otra parte de la respuesta proviene de la naturaleza del periodismo, capturada en el titular satírico de «The Onion»: «CNN se reúne por la mañana para decidir de qué deberemos sentir pánico durante el día».


(Risas)

(Aplausos)
Las noticias son sobre cosas que ocurren, no cosas que no pasan.

Nunca ven un periodista que diga: «Estoy transmitiendo en vivo desde un país que estuvo en paz durante 40 años», o una ciudad que no ha sido atacada por los terroristas.

Además, las cosas malas suelen ocurrir rápidamente, pero las cosas buenas no se construyen en un día.

Los periódicos podrían destacar: «137 000 personas escaparon ayer de la extrema pobreza», cada día durante los últimos 25 años.

Eso es 1250 millones de personas que dejaron atrás la pobreza, pero nunca leen sobre eso.

Además, las noticias capitalizan nuestro interés mórbido en lo que puede ir mal, capturado en la política de programación: «Si sangra, manda».

Si combinamos nuestros sesgos cognitivos con la naturaleza de las noticias, podemos ver por qué el mundo está por terminar ya desde hace mucho tiempo.

Hay algunas preguntas sobre el progreso que sin duda se les han ocurrido a muchos de Uds.

Primero,

¿no es bueno ser pesimista para protegerse de la autocomplacencia, para exponer la corrupción y decir la verdad al poder?

Bueno, no exactamente.

Es bueno ser preciso.

Debemos tener en cuenta el sufrimiento y el peligro donde sea que ocurran, pero también debemos ser conscientes de cómo se pueden reducir, porque el pesimismo indiscriminado tiene sus peligros.

Uno de ellos es el fatalismo.

Si nuestros esfuerzos para mejorar el mundo han sido en vano,

¿por qué seguir malgastando el dinero?

Siempre habrá pobres.

Y como el mundo terminará pronto —si no nos mata el cambio climático, lo hará la desbocada inteligencia artificial— la respuesta natural es disfrutar de la vida mientras podamos, beber, comer y divertirse, porque mañana moriremos.

El otro peligro del pesimismo irreflexivo es el radicalismo.

Si nuestras instituciones están fallando y sin esperanza de ser reformadas, la respuesta natural es buscar destruir la máquina, drenar el pantano, quemar el imperio hasta los cimientos con la esperanza de que sea lo que sea que surja de las cenizas será mejor de lo que tenemos ahora.

Bien, si existe el progreso,

¿qué lo causa?

El progreso no es una fuerza mística o una dialéctica que nos eleva más alto.

No es un misterioso arco de la historia que se inclina hacia la justicia.

Es el resultado del esfuerzo humano gobernado por una idea, una idea que asociamos con la Ilustración del siglo XVIII, concretamente, que si aplicamos la razón y la ciencia para mejorar el bienestar humano, podemos tener éxito gradualmente.

¿Es inevitable el progreso?

Por supuesto que no.

El progreso no implica que todo se vuelve mejor para todos, en todas partes, todo el tiempo.

Eso sería un milagro, y el progreso no es un milagro sino resolver problemas.

Los problemas son inevitables y las soluciones crean nuevos problemas que a su vez deberán ser resueltos.

Los problemas sin resolver que el mundo enfrenta hoy en día son gigantescos, incluyendo los riesgos del cambio climático y la guerra nuclear, pero debemos verlos como problemas a resolver, no como apocalipsis en espera, y buscar agresivamente soluciones como la «descarbonización» profunda para el cambio climático y el «cero global» para la guerra nuclear.

Finalmente, la Ilustración,

¿va en contra de la naturaleza humana?

Esta es una pregunta profunda para mí, porque soy un gran defensor de la existencia de la naturaleza humana, con todos sus defectos y perversiones.

En mi libro «La tabla rasa», planteé que el panorama humano es más trágico que utópico y que no somos polvo de estrellas, no somos de oro y no hay forma de que volvamos al jardín.


(Risas)
Pero mi visión del mundo se ha relajado durante los 15 años desde la publicación de «La tabla rasa».

Mi familiarización con las estadísticas del progreso humano, comenzando con la violencia pero ahora abarcando los demás aspectos de nuestro bienestar, ha fortificado mi creencia de que para entender nuestras tribulaciones y sufrimientos, el problema es la naturaleza humana, pero esta naturaleza, canalizada por las normas e instituciones de la Ilustración, es también la solución.

Ciertamente, no es fácil reproducir mi revelación basada en los datos con la humanidad en general.

Algunos intelectuales respondieron con furia a mi libro «En defensa de la Ilustración», diciendo primero, cómo se atreve a afirmar que los intelectuales odian el progreso, y segundo, cómo se atreve a afirmar que ha habido progreso.


(Risas)
Otros, en cambio, son fríos con la idea del progreso.

¿Salvar la vida de miles de millones, erradicar la enfermedad, alimentar a los hambrientos, enseñar a leer a los niños?

Aburrido.

Al mismo tiempo, la respuesta más común que recibí de los lectores es gratitud, gratitud por cambiar su visión del mundo desde un fatalismo entumecido e impotente a algo más constructivo, incluso heroico.

Creo que los ideales de la Ilustración pueden emitir una narrativa conmovedora, y espero que la gente con mayor destello artístico y poder retórico que yo puedan contarlo mejor y esparcirlo más.

Es algo como esto.

Nacemos en un universo despiadado, enfrentando el orden que posibilita la vida con gran dificultad y en riesgo constante de derrumbarse.

Fuimos formados por un proceso despiadadamente competitivo.

Estamos hechos de madera torcida, vulnerable a las ilusiones, el egocentrismo y a veces a la estupidez asombrosa.

Pero la naturaleza humana también fue bendecida con recursos que abren un espacio a un tipo de redención.

Estamos dotados del poder de combinar ideas recursivamente, de tener pensamientos sobre nuestros pensamientos.

Tenemos un instinto para el lenguaje, lo que nos permite compartir los frutos de nuestro ingenio y experiencia.

Nos hacemos más profundos con la capacidad de solidaridad, de piedad, de imaginación, de compasión, de conmiseración.

Estas dotes han encontrado el modo de magnificar su propio poder.

El alcance del lenguaje ha sido aumentado por la palabra escrita, impresa y electrónica.

Nuestro círculo de solidaridad se ha expandido mediante la historia, el periodismo y las artes narrativas.

Y nuestras facultades racionales han sido multiplicadas por las normas y las instituciones de la razón, la curiosidad intelectual, el debate abierto, el escepticismo sobre la autoridad y el dogma, y la carga de la prueba para verificar las ideas confrontándolas con la realidad.

Y la espiral de la mejora recursiva cobra impulso, ganamos nuestras victorias contra las fuerzas que nos oprimen, sobre todo, las partes más oscuras de nuestra naturaleza.

Penetramos los misterios del cosmos, incluyendo la vida y la mente.

Vivimos más, sufrimos menos, aprendemos más, somos más listos y disfrutamos más de los pequeños placeres, y de las ricas experiencias.

Menos de nosotros somos asesinados, atacados, esclavizados, explotados u oprimidos por los otros.

Partiendo de unos pocos oasis, los lugares con paz y prosperidad están creciendo y podrían abarcar el mundo algún día.

Todavía queda mucho sufrimiento y un tremendo peligro, pero se han expresado ideas para reducirlos, y se están concibiendo una infinidad de otras ideas.

Nunca tendremos un mundo perfecto, y sería peligroso buscar uno.

Pero no hay un límite para las mejoras posibles si seguimos aplicando el conocimiento para impulsar el florecimiento humano.

Esta historia heroica no es otro mito.

Los mitos son ficciones, pero esta es verdadera, verdadera a nuestro mejor entender, que es la única verdad que podemos tener.

Cuanto más aprendemos, podemos mostrar qué partes de la historia siguen siendo verdaderas y cuáles no, cómo podrían ser algunas de ellas y en qué se podrían convertir.

Y esta historia no pertenece a una tribu sino a toda la humanidad, a cualquier ser sensible con poder de razonamiento y la necesidad de persistir en su existencia, ya que requiere solo las convicciones de que la vida es mejor que la muerte, la salud es mejor que la enfermedad, la abundancia es mejor que la falta, la libertad es mejor que la coerción, la felicidad es mejor que el sufrimiento, y el conocimiento es mejor que la ignorancia y la superstición.

Gracias.


(Aplausos)

https://www.ted.com/talks/steven_pinker_is_the_world_getting_better_or_worse_a_look_at_the_numbers/

 

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