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Charla «El peligro del silencio» de TED@NYC en español.
«Pasamos mucho tiempo oyendo lo que la gente dice y rara vez ponemos atención a lo que callan», dice el poeta de torneos y maestro Clint Smith. Una pieza corta, poderosa y desde corazón sobre encontrar el valor para alzar la voz contra la ignorancia y la injusticia.
- Autor/a de la charla: Clint Smith
- Fecha de grabación: 2014-07-08
- Fecha de publicación: 2014-08-15
- Duración de «El peligro del silencio»: 258 segundos
Traducción de «El peligro del silencio» en español.
Martin Luther King, Jr., en un discurso de 1968 en el que reflexiona sobre el movimiento por los derechos civiles, declara: «Al final, no recordaremos las palabras de nuestros enemigos sino el silencio de nuestros amigos».
Como maestro, he interiorizado este mensaje.
Todos los días, a nuestro alrededor, vemos las consecuencias del silencio manifestarse en la forma de discriminación, violencia, genocidio y guerra.
En el aula, estimulo a mis estudiantes a explorar los silencios en sus propias vidas a través de la poesía.
Trabajamos juntos para llenar esos vacíos, para reconocerlos, nombrarlos, para entender que no tienen que ser fuentes de vergüenza.
En un esfuerzo por crear una cultura en mi aula donde los alumnos se sientan seguros de compartir las intimidades de sus propios silencios, tengo 4 principios básicos en la pizarra que está en la parte delantera del salón, al que cada estudiante debe adherirse al comienzo del año: lee críticamente, escribe conscientemente, habla con claridad, di tu verdad.
Y pienso mucho sobre este último punto, di tu verdad.
Y me di cuenta de que si le pedía a mis alumnos que alcen la voz, tenía que decirles mi verdad y ser honesto con ellos acerca de las veces en que no pude hacerlo.
Así que les digo que al crecer, como hijo de una familia católica en Nueva Orleans, durante la Cuaresma siempre me enseñaron que lo más significativo que se podía hacer era renunciar a algo, sacrificar algo que nos suela complacer para demostrarle a Dios que entendemos su santidad.
He dejado de tomar refrescos, McDonald’s, papas a la francesa, besos franceses y todo ese espectro.
Pero un año, sacrifiqué el hablar.
Pensé que lo más valioso que podía sacrificar era mi propia voz, pero fue como si no supiera que la había sacrificado desde hace mucho tiempo.
Pasé gran parte de mi vida diciéndole a la gente las cosas que querían oír en lugar de las cosas que necesitaban, me dije que no estaba destinado a ser la conciencia de nadie porque aún tenía que averiguar mi propio ser, así que a veces yo no diría nada, apaciguaría la ignorancia con mi silencio, inconsciente de que la validación no necesita palabras para refrendar su existencia.
Cuando golpearon a Christian por ser gay, metí las manos en los bolsillos y caminé con la cabeza agachada, como si lo ignorara.
No pude usar mi casillero en semanas porque la cerradura me recordaba a la que había puesto en mi boca cuando el vagabundo en la calle me miraba buscando solo una afirmación de que él era digno de ver.
Yo me preocupaba más por mi aparato de la manzana que por darle una a él esa mañana.
Cuando una señora en la gala por fondos me dijo: «Estoy orgullosa de ti.
Debe ser duro enseñar a esos niños tontos y pobres», la respuesta la guarde en un sobre, porque necesitábamos el dinero más de lo que los chicos necesitaban su honra.
Pasamos tanto tiempo escuchando las cosas que las personas están diciendo que rara vez prestamos atención a las cosas que no dicen.
El silencio es residuo del miedo.
Es sentir tus defectos, es morderte la lengua.
Es el aire que se retira de tu pecho porque no se siente seguro en tus pulmones.
El silencio es el genocidio de Ruanda.
El silencio es Katrina.
Es lo que se escucha cuando ya no hay más bolsas para cadáveres.
Es el sonido después de que la soga ya está tensa.
Es el quemar.
Son las cadenas.
Es el privilegio.
Es el dolor.
No hay tiempo para elegir tus batallas cuando tus batallas ya te han elegido.
No voy a dejar que el silencio se envuelva en torno a mi indecisión.
Le diré a Christian que es un león, un santuario de la valentía y brillantez.
Le preguntaré al vagabundo su nombre y cómo le fue en su día, porque a veces lo único que todos queremos es ser humanos.
Le diré a esa señora que mis alumnos pueden hablar del trascendentalismo como si fuesen Thoreau, y solo porque has visto un episodio de «The Wire» no significa que sepas algo acerca de mis chicos.
Así que este año, en lugar de renunciar a algo, voy a vivir cada día como si hubiera un micrófono escondido debajo de mi lengua, un escenario en la parte inferior de mi inhibición.
Porque, ¿quién necesita una palestra cuando lo único que se necesita es la voz nuestra? Gracias.
(Aplausos)
https://www.ted.com/talks/clint_smith_the_danger_of_silence/