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Charla «El verdadero daño del comercio mundial de armas» de TED Talks Live en español.
En algunas partes del mundo, es más fácil conseguir un fusil automático que un vaso de agua potable. ¿Es solo esta cómo son las cosas? Samantha Nutt, médica y fundadora de la organización internacional humanitaria War Child, explora el comercio mundial de armas y sugiere una solución audaz de sentido común para poner fin al ciclo de violencia. «La guerra es la nuestra», dice ella. «La compramos, la vendemos, la difundimos y la libramos. Por lo tanto, no somos impotentes para resolverla».
- Autor/a de la charla: Samantha Nutt
- Fecha de grabación: 2015-11-04
- Fecha de publicación: 2016-06-01
- Duración de «El verdadero daño del comercio mundial de armas»: 814 segundos
Traducción de «El verdadero daño del comercio mundial de armas» en español.
Muchas gracias.
Buenas tardes.
Algunos de Uds.
pueden haber notado que mi apellido es Nutt.
Y como en inglés eso significa ‘Loca’, se preguntarán cómo una loca terminó en una zona de guerra.
De hecho, me lo ofrecieron tras acabar medicina y acepté un contrato de voluntaria para trabajar con UNICEF por valor de un dólar en la Somalia desgarrada por la guerra, Y, me tenían que pagar ese dólar en el caso de que la ONU tuviera que emitir una orden de evacuación, así estaría completamente asegurada.
Yo iba, después de todo, a uno de los lugares más peligrosos del mundo.
Y a estas alturas, algunos de Uds.
puede que se pregunte y solo quiero asegurarles, que me hicieron llegar la mitad del dinero por adelantado.
(Risas)
Así es como, con 50 centavos en el bolsillo, aterricé en Baidoa, Somalia.
Los periodistas la llamaban «la ciudad de la muerte».
Y la llamaban ciudad de la muerte porque 300 000 personas habían perdido la vida allí.
300 000 personas, como resultado del hambre y enfermedades relacionadas con la guerra.
Yo era parte de un equipo encargado de averiguar la mejor manera de responder a esta catástrofe humanitaria.
Estaba justo en la antesala del genocidio de Ruanda, y el dinero de la ayuda a la región se estaba agotando.
Muchas organizaciones de ayuda, por desgracia, habían sido obligadas a cerrar sus puertas.
Así que la pregunta que se me planteó a esa llamada de ayuda específica es la que los cooperantes también se plantean en zonas de guerra en todo el mundo:
¿Qué demonios hacemos ahora?
El ambiente de seguridad en Somalia en ese momento, y realmente nada ha cambiado demasiado hasta ahora, puede describirse como «Mad Max» a modo de «La naranja mecánica».
Y recuerdo muy claramente un par de días tras mi llegada, fui a una clínica de alimentación.
Había docenas de mujeres que estaban de pie en la fila, y arrullaban a sus bebés muy cerca.
En la conversación de unos 20 minutos que tuve con esta joven, me incliné hacia delante y traté de poner el dedo en la palma de la mano de su bebé.
Y cuando lo hice, descubrí que su bebé ya estaba rígida.
Estaba rígida, y su manita sin vida estaba enroscada sobre sí misma.
Había muerto horas antes por desnutrición y deshidratación.
Supe más tarde que mientras su bebé se estaba muriendo, esta joven había sido retenida durante dos días por adolescentes armados con fusiles Kaláshnikov, y que la zarandearon para obtener dinero, dinero que claramente no tenía.
Y esto es una escena con la que me he confrontado en zonas de guerra de todo el mundo.
Lugares donde los niños de ocho años, que son así de grandes, y niños, que no han ido nunca a la escuela, pero que luchan y han matado con fusiles automáticos.
¿Así son las cosas?
Algunos dirán que la guerra es inevitablemente humana.
Después de todo, es tan antigua como la propia existencia.
Decimos nunca más y, sin embargo, sucede una, y otra y otra vez.
Pero les diré que he visto lo peor de lo que los humanos somos capaces de hacernos los unos a los otros, y, sin embargo, sigo creyendo que algo diferente es posible.
¿Quieren saber por qué?
Porque después de más de 20 años de hacer este trabajo, entrando y saliendo de zonas de guerra de todo el mundo, he llegado a comprender que hay aspectos de este problema que todos nosotros, como personas ocupando este espacio compartido, podemos cambiar.
No mediante la fuerza, ni la coacción o la invasión, sino viendo todas las opciones disponibles para nosotros, y seleccionando las que favorecen la paz a costa de la guerra, en vez de la guerra a costa de la paz.
¿Pero cómo?
Quiero que piensen esto: Hay por lo menos 800 millones de armas pequeñas y armas ligeras en circulación en el mundo de hoy.
La gran mayoría de la población civil, como la bebé, están muriendo en zonas de guerra todo el mundo, están muriendo a manos de grupos armados que dependen de un suministro casi infinito de armas baratas, fáciles y eficientes para violar, amenazar, intimidar y maltratar a esos civiles.
A cada paso.
¿Cuán barato?
Bueno, en algunas partes del mundo, se puede comprar una AK-47 por solo USD 10.
En muchos lugares en los que he trabajado, es más fácil de conseguir el acceso a un rifle automático que conseguir el acceso a agua potable.
Y ahora la parte importante:
¿Se puede hacer algo al respecto?
Para responder esta pregunta, veamos este mapa del mundo.
Y añadiremos todos los países en guerra actualmente, además del número de personas que, o bien han muerto o han sido desplazados como resultado de la violencia.
Es un número asombroso.
Más de 40 millones de personas.
Pero también notarán algo más en este mapa.
Notarán que la mayoría de los países están en el hemisferio sur.
Ahora, veamos los 20 países principales exportadores internacionales de armas pequeñas en el mundo.
¿Y de qué nos damos cuenta?
Estos están en verde.
Notarán que esos países en su mayoría están en el hemisferio norte, países, principalmente occidentales.
¿Qué nos dice esto?
Nos dice que la mayoría de la gente que está muriendo en la guerra vive en los países pobres.
Y, por el contrario, la mayoría de los que se benefician de la guerra viven en los países ricos, personas como Uds.
y como yo.
Y, y si vamos más allá de las armas pequeñas por un segundo,
¿qué pasa si vemos todas las armas en circulación en el mundo?
¿Quién hace el negocio más grande?
Bueno, más o menos el 80 % de esas armas provienen de los cinco países miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU, más Alemania.
Es sorprendente,
¿verdad?
Algunos de Uds.
podrían estar pensando en este momento, «Oh, sí, pero no, espera un segundo ahí…
Nutt».
(Risas)
La escuela primaria fue espectacular para mí.
Fue, en realidad, una experiencia maravillosa.
(Risas)
Pero puede que se digan a Uds.
mismos: «Bueno, todas estas armas en zonas de guerra no son una causa, sino un efecto de la violencia que les afecta a cada uno todos los días».
Lugares como Irak y Afganistán, donde estas armas son necesarias para poder mantener la ley y el orden, para promover la paz y la seguridad, y para combatir a los grupos terroristas, es sin duda algo bueno.
Veamos esa suposición un momento, ya que ha habido un auge en el comercio de armas ligeras desde el inicio de la guerra contra el terrorismo.
De hecho, se trata de un negocio que se ha multiplicado por tres en los últimos 15 años.
Y ahora comparemos con el número de personas que han muerto directamente en los conflictos armados en todo el mundo en ese mismo período.
¿Qué notan?
Bueno, observarán que, de hecho, el número también aumenta aproximadamente entre tres y cuatro veces.
Básicamente suben y terminan en el mismo punto.
Podemos hacer un razonamiento recíproco sobre si este aumento en las muertes es una respuesta al aumento de las armas pequeñas o al revés.
Pero lo que deberíamos realmente inferir de esto, lo que debemos sacar de esto, es que esta es una relación a examinar, sobre todo si se considera que las armas ligeras enviadas a Irak para que las usara el ejército iraquí, o a Siria para los llamados combatientes de la oposición moderada, que esas armas, muchas de ellas, están ahora en manos de ISIS.
O si se considera que las armas que se enviaron a Libia ahora están a la deriva activamente en todo el Sahel, en manos de grupos como Boko Haram y Al Qaeda y otros grupos combativos.
Y ahí está el problema.
Porque, como ven, las armas ligeras en cualquier lugar son una amenaza en todas partes, porque su primera parada rara vez es la última.
El gasto en la guerra por persona por año asciende a unos USD 249, USD 249 por persona.
Esto es unas 12 veces lo que gastamos en ayuda exterior, dinero que se usa para educar y vacunar a los niños y combatir la malnutrición en el hemisferio sur.
Pero podemos cambiar ese equilibrio.
¿Cómo podemos hacerlo?
Se trata esencialmente de un problema de oferta y demanda, para poderlo abordar desde ambos lados.
En el lado de la oferta, podemos presionar a nuestros gobiernos para que adopten mecanismos de transparencia internacionales de armas como el Tratado de Comercio de Armas.
Este trata de que los países ricos sean más responsables sobre a dónde van sus armas, y para qué se van a usar esas armas.
Aquí en EE.UU., el país que más exporta armas en el mundo, por mucho, el presidente Obama ha firmado con razón el Tratado de Comercio de Armas, pero no entra en vigor, porque no es vinculante, hasta que se apruebe y ratifique en el Senado.
Aquí es donde debemos hacer oír nuestra voz.
La limitación de armas ligeras no va a resolver el problema de la guerra.
El aumento de los mecanismos de control no va a resolver ese problema.
Pero es un paso importante en la dirección correcta.
Y es tarea de todos nosotros que vivimos en los países ricos promover el cambio.
¿Qué pasa en el lado de la demanda?
Hay generaciones de todo el mundo que se han malogrado por la guerra.
Es posible interrumpir que el ciclo de la violencia con inversiones en educación, con el fortalecimiento del estado de derecho y en el desarrollo económico, especialmente para las mujeres.
Personalmente he visto lo increíblemente poderoso que puede ser ese tipo de esfuerzo en todo el mundo.
Pero aquí está el quid de la cuestión: llevan tiempo.
Esto significa para Uds.
como individuos, si quieren donar, por favor, por todos los medios háganlo.
Pero sepan que la manera de donar es tan importante como la cantidad donada.
Las contribuciones regulares, como las donaciones mensuales son una forma mucho más eficaz de donar, porque permiten que las organizaciones humanitarias planifiquen adecuadamente e inviertan a largo plazo, para estar presentes en la vida de las familias afectadas por la guerra, guerras que muchos, francamente, olvidamos con demasiada rapidez.
Cuando llegué por primera vez en avión a Somalia siendo una joven médica, no tenía ni idea de lo que significaba vivir con la guerra.
Pero les puedo decir que ahora sé lo que significa.
Y sé lo que significa estar en la cama en noches oscuras y escuchar ese inquietante ¡ra-ta-tá, ra-ta-tá! de armas automáticas, y preguntarme con absoluto pavor cuántos minutos me quedan hasta que me lleguen a mí.
Les puedo decir que es un miedo aterrador y angustioso, un miedo al que millones de personas en todo el mundo se ven obligados a enfrentar cada santo día, especialmente los niños.
En los años que he trabajado en esto, por desgracia, la guerra ha matado a demasiadas personas cercanas a mí.
Y por lo menos en un par de ocasiones, la guerra casi me ha matado también.
Pero creo firmemente, que la razón por la que me levanto y hago lo que hago todos los días, es porque podemos elegir diferentes opciones.
Porque como ven, la guerra es nuestra, como seres humanos.
La compramos, la vendemos, la difundimos y libramos.
Por tanto, no somos impotentes para resolverla.
Todo lo contrario, somos los únicos que podemos hacerlo.
Muchas gracias y les deseo el mayor éxito.
(Aplausos)
https://www.ted.com/talks/samantha_nutt_the_real_harm_of_the_global_arms_trade/