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Elizabeth Lindsey: curaduría del patrimonio de la Humanidad – Charla TEDWomen 2010

Charla «Elizabeth Lindsey: curaduría del patrimonio de la Humanidad» de TEDWomen 2010 en español.

Se ha dicho que cuando un anciano muere es como si una biblioteca se quemara. La antropóloga Elizabeth Lindsey, miembro de National Geographic, reúne el profundo conocimiento cultural que se transmite mediante historias y leyendas.

  • Autor/a de la charla: Elizabeth Lindsey
  • Fecha de grabación: 2010-12-08
  • Fecha de publicación: 2011-02-23
  • Duración de «Elizabeth Lindsey: curaduría del patrimonio de la Humanidad»: 613 segundos

 

Traducción de «Elizabeth Lindsey: curaduría del patrimonio de la Humanidad» en español.

De niña fui criada por ancianas nativas de Hawai; por tres ancianas que me cuidaban mientras mis padres trabajaban.

Corría el año 1963.

Estamos en el océano al anochecer.

Estamos viendo salir las estrellas y el cambio de las mareas.

Es un tramo de playa que conocemos tan bien…

Los cantos rodados en la arena nos resultan familiares.

Si vieran a estas mujeres por la calle con sus ropas desteñidas, quizá las tacharían de pobres y humildes.

Eso sería un error.

Estas mujeres son descendientes de navegantes polinesios, educadas a la vieja usanza por sus mayores.

Y ahora me están pasando el legado.

Me enseñan los nombres de los vientos y las lluvias, de la astronomía, según una genealogía de las estrellas.

Hay luna nueva en el horizonte.

Los hawaianos dicen que hace buena noche para pescar.

Empiezan a cantar.

[Canto hawaiano] Cuando terminan, se sientan en círculo y me piden que me una a ellos.

Quieren enseñarme mi destino.

Yo pensaba que todas las niñas de 7 años pasaban por esto.


(Risas)
«Niña, algún día el mundo estará en apuros.

Las personas olvidarán su sabiduría.

Será necesario recurrir a los ancianos de los lugares más recónditos del planeta para que el mundo recupere el equilibrio.

Vas a ir muy lejos.

A veces va a ser un camino solitario.

Nosotras no vamos a estar allí.

Pero vas a ver en los ojos de supuestos extraños y vas a reconocer a tu «ohana», a tu familia.

Y va a requerir de todos Uds.

Va a requerir de todos Uds».

Me aferré a estas palabras toda mi vida, porque la idea de hacerlo sola me asusta.

Corre el año 2007.

Me encuentro en una isla remota de Micronesia.

Satawal tiene 800 m de largo por 1.600 m de ancho.

Es la casa de mi mentor.

Su nombre es Pío Piailug.

Mau es un palu, un sacerdote navegante.

Se le considera también el mayor buscador de olas del mundo.

Son contados con los dedos de una mano los palu que quedan en la isla.

Su tradición es tan extraordinaria que estos marineros navegaron 7.700.000 km² por todo el Pacífico sin el uso de instrumentos.

Pudieron sintetizar los patrones de la naturaleza usando la salida y la puesta de las estrellas, la secuencia y dirección de las olas, el vuelo de ciertas aves.

Incluso el más mínimo toque de color en la parte baja de las nubes les daría información y les sería de ayuda para navegar con precisión exacta.

Cuando los científicos occidentales fueron en canoa con Mau y lo vieron entrar en el casco, les pareció que el anciano iba a descansar.

De hecho, el casco de la canoa es el vientre de la nave.

Es el lugar más indicado para sentir el ritmo, la secuencia, y la dirección de las olas.

De hecho, Mau estaba reuniendo datos explícitos por medio de su cuerpo.

Para eso había sido formado desde los 5 años.

La ciencia puede que prescinda de esta metodología, pero los navegantes polinesios la usan actualmente porque les permite determinar con precisión el ángulo y la dirección de su barco.

Los palu tienen también una capacidad extraordinaria para prever las condiciones meteorológicas con días de antelación.

A veces estaba con Mau en una noche cubierta de nubes, nos sentábamos en la costa oriental de la isla, echaba un vistazo y luego decía: «Bien, vamos».

Vio el primer destello de luz y supo cómo iba a ser el tiempo en los próximos 3 días.

Sus logros, intelectuales y científicos, son extraordinarios y a la vez muy importantes para los tiempos que corren, en los que estamos capeando el temporal.

Estamos en un momento muy crítico de nuestra historia colectiva.

Se los ha comparado con los astronautas a estos viejos navegantes que surcan los océanos abiertos en canoas de doble casco, haciendo miles de kilómetros desde una pequeña isla.

Sus canoas, nuestros cohetes, su mar, nuestro espacio.

La sabiduría de estos mayores no es una mera colección de historias de gente mayor de algún lugar remoto.

Esto es parte de nuestra narrativa colectiva.

Es el ADN de la humanidad.

No podemos darnos el lujo de perderlo.

Corre el año 2010.

Como predijo la mujer que me crió en Hawai, el mundo está en problemas.

Vivimos en una sociedad repleta de datos pero hambrienta de sabiduría.

Estamos conectados las 24 horas, pero la ansiedad, el miedo, la depresión y la soledad nos asolan como nunca.

Debemos corregir el curso.

Un chamán africano dijo: «Tu sociedad adora al bufón mientras que el rey viste de burgués».

El vínculo entre el pasado y el futuro es frágil.

Esto lo sé de primera mano porque a medida que viajo por el mundo escuchando y grabando estas historias, yo lucho.

Me atormenta el hecho de que olvidaré los nombres de los vientos y las lluvias.

Mau falleció hace 5 meses, pero sus lecciones y su legado continúan.

Y recuerdo que en todo el mundo hay culturas plagadas de conocimiento, tan potentes como la de los navegantes micronesios que pasan por alto que este es un testamento de ciencia, tecnología, y sabiduría muy, pero que muy brillante, que se desvanece rápidamente.

Porque cuando un anciano muere se quema con él una biblioteca.

Y hay bibliotecas en llamas por todo el mundo.

Estoy muy agradecida por haber tenido un mentor como Mau que me enseñó a navegar.

Y me doy cuenta mediante una lección que él compartía que seguimos buscando la salida.

Esto es lo que él dijo: «La isla es la canoa; y la canoa, la isla».

Con eso quiso decir que si uno está viajando muy lejos de casa, la propia supervivencia depende de que todos estén a bordo.

No se puede hacer el viaje solo; no era esa la idea.

Esta noción del «sálvese quien pueda» es completamente insostenible.

Siempre lo fue.

Así que para concluir me gustaría decir que el planeta es nuestra canoa y nosotros somos los viajeros.

La verdadera navegación empieza en el corazón humano.

Es el mapa más importante de todos.

Juntos, tal vez tengamos un buen viaje.


(Aplausos)

https://www.ted.com/talks/elizabeth_lindsey_curating_humanity_s_heritage/

 

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