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Charla «Elliot Krane: El misterio del dolor crónico» de TED2011 en español.
Pensamos al dolor como un síntoma, pero hay casos en que el sistema nervioso desarrolla ciclos de retroalimentación y dolor que se convierten en una terrible enfermedad por sí misma. A partir de la historia de una joven cuyo esguince en la muñeca se convirtió en una pesadilla, Elliot Krane habla sobre el complejo misterio del dolor crónico y analiza los hechos que apenas estamos aprendiendo acerca de su funcionamiento y tratamiento.
- Autor/a de la charla: Elliot Krane
- Fecha de grabación: 2011-03-02
- Fecha de publicación: 2011-05-18
- Duración de «Elliot Krane: El misterio del dolor crónico»: 494 segundos
Traducción de «Elliot Krane: El misterio del dolor crónico» en español.
Soy pediatra y anestesiólogo, así que me gano la vida durmiendo niños.
(Risas)
Y soy académico, así que duermo gratuitamente al público.
(Risas)
Pero sobre todo trabajo con el manejo del dolor en el Packard Children’s Hospital de Stanford en Palo Alto.
Y con la experiencia ganada en 20 ó 25 años de hacer esto esta mañana quiero contarles que el dolor es una enfermedad.
Ahora, la mayoría de las veces se piensa que el dolor es el síntoma de una enfermedad.
Y la mayoría de las veces es cierto.
Es el síntoma de un tumor, o de una infección o de una inflamación, o de una operación.
Pero cerca del 10% de las veces, después que el paciente se ha recuperado de uno de esos casos, el dolor persiste.
Persiste por meses y muchas veces durante años.
Y cuando eso ocurre, esa es su propia enfermedad.
Y antes de contarles qué creemos que sucede y qué podemos hacer en este caso, quiero mostrarles qué sienten mis pacientes.
Imagínense, si quieren, que estoy acariciándoles el brazo con esta pluma, como estoy acariciando el mío en este momento.
Ahora quiero que imaginen que lo estoy acariciando con esto.
Por favor, quédense en sus puestos.
(Risas)
Una sensación muy diferente.
Ahora,
¿qué tiene que ver esto con el dolor crónico?
Imagínense, si quieren, estas dos ideas juntas.
Imagínense cómo serían sus vidas si fueran acariciados con esta pluma, pero sus cerebros les dijeran que esto es lo que están sintiendo – y esa es la experiencia de mis pacientes con el dolor crónico.
De hecho, imagínense algo todavía peor.
Imagínense que estuviera acariciando el brazo de sus niños con esta pluma y su cerebro les dijera que lo sintieran como una antorcha caliente.
Esa fue la experiencia de mi paciente Chandler, que pueden ver en esta fotografía.
Como pueden ver, es una hermosa joven.
Cuando la conocí el año pasado tenía 16 años y aspiraba a ser una bailarina profesional.
Y durante el curso de uno de sus ensayos de baile, cayó sobre su brazo extendido y se torció la muñeca.
Probablemente ahora imaginarán lo mismo que pensó ella, que un esguince de muñeca es un caso trivial en la vida de una persona.
Se lo envuelve con una venda, Se toma ibuprofeno por 1 ó 2 semanas y caso resuelto.
Pero en el caso de Chandler, ese fue el inicio de la historia.
Así le quedó el brazo cuando vino a mi clínica unos tres meses después del esguince.
Observen que el brazo tiene una decoloración púrpura.
Era frío como si estuviera muerto.
Los músculos estaban helados, paralizados – distónicos como decimos.
El dolor se había extendido de la muñeca a sus manos, a las yemas de los dedos, desde la muñeca hasta el codo, casi llegándole hasta el hombro.
Pero lo peor no era el dolor espontáneo que sentía 24 horas al día.
Lo peor era que tenía alodinia, un término médico usado para el fenómeno que acabé de explicar con la pluma y la antorcha.
El menor roce en el brazo – el roce con una mano, incluso el contacto de una manga, de una prenda al ponérsela – le causaba un dolor insoportable, mucho ardor.
¿Cómo puede el sistema nervioso equivocarse así?
¿Cómo puede el sistema nervioso malinterpretar una sensación inocente como el roce de una mano y convertirla en una sensación tan maligna como el contacto con el fuego?
Bien, probablemente imaginarán que el sistema nervioso es como el cableado de su casa.
En su casa los cables pasan por la pared desde el interruptor de la luz a una caja de conexiones en el techo y desde la caja de conexiones a la bombilla.
Y cuando se enciende el interruptor, la luz se enciende.
Y cuando se apaga el interruptor, la luz se apaga.
La gente se imagina que el sistema nervioso funciona así.
Si se golpea el pulgar con un martillo, estos cables del brazo – que obviamente nosotros llamamos nervios – transmiten la información a la caja de conexiones en la médula espinal donde los cables nuevos, los nervios nuevos, llevan la información hasta el cerebro cuando se da cuenta que su pulgar se ha lesionado.
Pero por supuesto la situación en el cuerpo humano es mucho más complicada.
Se podría pensar que dicha caja de conexiones de la médula espinal es sólo un nervio que se conecta al nervio siguiente liberando estos paqueticos marrones de información química llamados neurotransmisores en modo lineal uno a uno, de hecho, lo que sucede es que los neurotransmisores se esparcen en tres dimensiones – a los lados, en vertical, arriba y abajo en la médula espinal – y comienzan a interactuar con otras células adyacentes.
Estas células, llamadas células gliales, antes se pensaba que eran elementos estructurales sin importancia en la médula espinal que sólo cumplían la función de mantener unidas todas las cosas importantes como los nervios.
Pero la verdad es que las células gliales juegan un papel vital en la modulación, amplificación y, en el caso del dolor, la distorsión de las experiencias sensoriales.
Estas células gliales se activan.
Su ADN comienza a sintetizar proteínas nuevas, que se derraman e interactúan con los nervios adyacentes.
Y empiezan a liberar sus neurotransmisores.
Y estos neurotransmisores se derraman y activan células gliales adyacentes y así sucesivamente, hasta que haya una retroalimentación positiva.
Es casi como si alguien fuera a su casa y cambiara el cableado de sus paredes, de modo que la próxima vez que encendiera el interruptor de luz, se tirara la cadena del baño, su lavavajillas se encendiera o se apagara el monitor de su computadora.
Eso es una locura, pero de hecho, eso es lo que sucede con el dolor crónico.
Y es por eso que el dolor se convierte en su propia enfermedad.
El sistema nervioso tiene plasticidad.
Cambia y se transforma en respuesta a los estímulos.
Bueno,
¿qué hacemos al respecto?
¿Qué podemos hacer en un caso como el de Chandler?
Actualmente tratamos a estos pacientes de forma más cruda.
Los tratamos con fármacos modificadores de los síntomas – analgésicos – que francamente no soy muy eficaces para este tipo de dolor.
Tomamos los nervios que son ruidosos y activos que deberían estar en silencio, y los ponemos a dormir con analgésicos locales.
Y lo más importante que hacemos es usar un riguroso, y a menudo, incómodo proceso de terapia física y terapia ocupacional para reeducar los nervios en el sistema nervioso para que respondan de forma normal a las actividades y experiencias sensoriales que forman parte de la vida cotidiana.
Y apoyamos a todo aquel que con un programa de psicoterapia intensiva hace frente al desánimo, la desesperación y la depresión que acompaña siempre el dolor crónico severo.
Es exitoso, como se puede ver en este vídeo de Chandler, que, dos meses después de conocerla, ahora está haciendo una voltereta.
Y ayer almorcé con ella porque es estudiante universitaria de danza aquí en Long Beach.
Y le está yendo muy bien.
Pero el futuro es incluso más brillante.
El futuro promete que los nuevos medicamentos que se desarrollarán no serán fármacos modificadores de síntomas que simplemente oculten el problema, como los que tenemos ahora, sino que serán fármacos modificadores de la enfermedad que realmente irán directamente a la raíz del problema y atacarán a las células gliales o a esas proteínas perjudiciales que las células gliales elaboran, que se derraman y provocan en el sistema nervioso esta sensibilización o plasticidad, que es capaz de distorsionar y amplificar la experiencia sensorial que llamamos dolor.
De esta manera ojalá que en el futuro se cumplan las palabras proféticas de George Carlin que decía: «Mi filosofía: No hay dolor, no hay dolor».
Muchas gracias.
(Aplausos)
https://www.ted.com/talks/elliot_krane_the_mystery_of_chronic_pain/