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Charla «Fotos de África tomadas desde una silla voladora» de TEDGlobal 2017 en español.
Las espectaculares fotografías de George Steinmetz muestran África desde el aire, tomadas a bordo de la aeronave más lenta y ligera del mundo. Steinmetz nos llevará a descubrir los sorprendentes patrones históricos, ecológicos y sociopolíticos que se revelan cuando volamos en una silla, sin prisa y a baja altura.
- Autor/a de la charla: George Steinmetz
- Fecha de grabación: 2017-08-27
- Fecha de publicación: 2018-01-24
- Duración de «Fotos de África tomadas desde una silla voladora»: 644 segundos
Traducción de «Fotos de África tomadas desde una silla voladora» en español.
Debo confesar que estar aquí arriba es algo más que intimidante: un hombre grande como yo, estadounidense, tratando de mostrar a los africanos algo nuevo sobre su propio continente.
Pero, a veces, una persona de fuera ve las cosas de manera diferente; desde el aire, por ejemplo.
Es lo que me sucedió cuando sobrevolé el continente africano fotografiando sin prisa y a baja altura el espectáculo de su diversidad.
No siempre fui un tipo grande.
(Risas)
Este soy yo en 1979, un joven mochilero de California atravesando la selva de Ituri, en Zaire.
Era un viaje a dedo, que duró un año.
Acababa de dejar la Universidad de Stanford; fui de Túnez a Kisangani, hasta El Cairo y aprendí a vivir con 10 dólares por día.
Fue una experiencia maravillosa.
Pasé una semana en este campo de ganado de la etnia dinka sobre las márgenes del Nilo en Sudán del Sur.
Los dinka me enseñaron a armar un refugio con papiro, y pude ver cómo adaptaron su modo de vida a las necesidades migratorias de su tan amado ganado.
Fue como un curso universitario en etnografía ecológica, y me dediqué a registrar con la cámara.
Sin dinero para viajar, hacían la ruta del «mzungu» [hombre blanco] sobre el techo de los camiones o, en este caso, arriba de un tren que atravesaba Sudán del Sur.
Tenía la sensación de estar viajando sobre el lomo de un insecto que cruzaba el inmenso tapiz africano.
La vista desde allí arriba era maravillosa, pero no podía dejar de pensar:
¿no sería aun más espectacular poder sobrevolar ese paisaje como un pájaro?
Pues bien, esa idea quedó en mi mente, y 20 años después, ya como fotógrafo profesional, llegué a un acuerdo con National Geographic para hacer una gran historia en Sahara central, y volví con un nuevo tipo de máquina voladora.
Aquí estoy, pilotando la aeronave más ligera y lenta del mundo.
(Risas)
Se llama parapente motorizado.
Consta de un motor adosado a la espalda del piloto y de un ala estilo paracaídas, que puede volar a unos 48 km por hora.
Con 10 litros de combustible, llega a volar unas 2 horas.
Pero lo fascinante es que ofrece una vista libre de obstáculos tanto vertical como horizontal, como desde una silla voladora.
Mi sueño juvenil de volar sobre África se hizo realidad cuando vi estas dos caravanas de camellos transitando en medio del Sahara.
La que vemos al frente lleva sal del desierto, y la caravana del fondo lleva forraje para los animales que regresan.
Comprendí que no era posible tomar una foto de este tipo desde una nave convencional.
Un avión va demasiado rápido, un helicóptero genera demasiado ruido y demasiada corriente de aire por debajo, y pensé que este pequeño y loco aparato volador podría abrir las puertas a un nuevo modo de ver zonas remotas del paisaje africano como nunca antes había sido posible.
Permítanme mostrarles cómo funciona.
(Aplausos)
Gracias.
(Aplausos)
Puede parecer un tanto peligroso, pero no soy un tipo arriesgado.
Soy un fotógrafo que vuela, con el sólo objeto de tomar fotos.
My altitud preferida es de 60 a 150 metros, que es la distancia para ver el mundo en tres dimensiones, pero también a escala humana.
Creo que gran parte de lo que hice esos años en África podría hacerse con un drone, pero los drones no han sido diseñados para explorar.
Vuelan apenas los 20 minutos que dura su batería y tienen unos 3 km de autonomía, y todo lo que se ve aparece en una pequeña pantalla delante de uno.
Pero a mí me gusta explorar.
Yo quiero ir más allá del horizonte y descubrir cosas nuevas y raras, como esta caldera volcánica en Níger.
Si miran el altímetro en mi pierna izquierda, verán que estoy a unos 1600 m del suelo.
Volar a esa altura realmente daba miedo, pero si hablan con un piloto profesional, les dirá que la altitud es en realidad una amiga, porque cuanto más alto te encuentras más tiempo tienes para resolver problemas.
(Risas)
Como buen principiante que era, pensé que así tendría más tiempo para gritar durante el descenso.
(Risas)
Para calmarme, empecé a tomar fotos, y a medida que lo hacía, retomé la sensatez mientras me zarandeaba el viento Harmattan que provenía del rincón superior derecho de esta imagen y vi cómo se había cubierto de arena todo el cráter.
Cuando llegué al norte de Chad, encontré otro tipo de volcán, con su exterior totalmente erosionado y lo único que quedaba era el antiguo núcleo.
Allí, en medio del Sahara, parecía como si a la Tierra le hubiesen arrancado la piel viva.
Por debajo de gran parte del Sahara fluye un enorme acuífero de agua dulce.
En la cuenca, el agua a veces se filtra hacia la superficie.
Si camináramos por esos palmerales, podríamos beber agua dulce a nuestros pies.
Pero
¿y ese lago de agua verde?
Debido a la extrema evaporación, es más salada que el agua de mar y casi no alberga vida.
En Níger, me sorprendió ver a los pobladores explotar otro tipo manantiales en el desierto.
Vemos aquí cómo mezclaron el fango salino con agua de manantial y lo extendieron en lagunas de aguas poco profundas que, al evaporarse, dan lugar a este espectáculo de colores.
Desde lo alto, también se observa muy bien la agricultura.
Esta imagen fue tomada al sur de Algeria, cuyos habitantes han aprendido a cultivar en campos de dunas móviles aprovechando las aguas subterráneas menos profundas.
Fue también maravilloso ver la adaptación de los animales al paisaje africano.
Esta fotografía fue tomada en el Lago Amboseli, muy cerca de la frontera, aquí en Kenia.
Los elefantes han abierto una red de senderos entre los pastizales de las aguas poco profundas del lago, separados a una distancia que permite sólo a ellos, con su larga trompa, acceder a las hierbas más suculentas.
En Namibia, las cebras han aprendido a vivir en un ambiente sin lluvias.
Estos pastizales son irrigados por la densa niebla costera que cubre la zona todas las mañanas.
¿Ven esas formaciones sin vegetación?
Se las llama «círculos de las hadas», de origen aún desconocido para los científicos.
Este es el monte Visoke, que tiene en su cima un cráter con un pequeño lago, a una altura de 3700 metros.
Forma el techo del Gran Valle del Rift y también separa Ruanda del Congo.
Es además el centro de la reserva del legendario gorila de montaña, sin dudas la atracción más redituable de Ruanda, y su conservación ha sido sumamente exitosa en este lado de la frontera.
Ruanda tiene la mayor densidad de población rural en África, y la vi en casi todos los rincones que visité en el país.
He oído decir que la lucha por la tierra fue uno de los motivos del conflicto que llevó al genocidio en la década del 90.
Hace unos años, regresé a Sudán del Sur y me sorprendió lo mucho que habían cambiado las cosas.
Los dinka aún adoraban a su ganado, pero habían cambiado sus lanzas por Kalashnikovs.
Los campos de ganado se veían desde el aire aun más espectaculares de lo imaginable, pero también allí cambiaron las cosas.
¿Ven esos puntitos azules?
Los dinka se habían adaptado a la nueva realidad, y ahora cubrían sus refugios de papiro con lona de los convoys de la ONU cargados con alimentos.
En Mali, el pueblo bozo ha aprendido a desarrollarse al ritmo palpitante del río Níger.
Cuando la temporada de lluvias termina y las aguas se retiran, cultivan arroz en los terrenos fértiles.
Esa ciudad en el rincón inferior de la derecha es Gao, punto de partida de las principales rutas comerciales en el Sahara.
Al final de la cosecha, los bozo recogen la paja de arroz residual y la mezclan con fango para reforzar sus techos y la mezquita del poblado.
Habré sobrevolado más de una docena de pueblos como este a lo largo del río Níger, cada uno con su particularidad, con un patrón distinto.
Cada mezquita era una obra maestra de la escultura, y no había dos iguales.
Volé por todo el mundo, pero nada se compara con la diversidad cultural de África.
Esto se aprecia en cada uno de sus países: desde Marruecos a Etiopía, a Sudáfrica, a Mozambique, a Sudán del Sur, hasta Mali.
El despliegue de ambientes y de adaptaciones culturales a esos ambientes es absolutamente extraordinario, y la historia es fascinante también.
La vista aérea es una ventana única para entrar en las primeras etapas de la historia colonial.
Esto es Cirene, en la costa montañosa de Libia, fundada por los griegos en 700 a.
C.
como centro de estudio.
Y Timgad, donde hoy está Algeria, fue fundada por los romanos en 100 d.
C.
para albergar a los soldados ancianos ya retirados.
Me maravilla pensar que el norte de África fue alguna vez el granero del Imperio Romano.
Pero 700 años después de su construcción, Timgad quedó sepultada en la arena, y aun entonces, el clima de África era más húmedo que hoy.
El clima del continente sigue cambiando, y eso se evidencia en todas partes, como en la garganta del Ziz, donde un inesperado temporal de lluvias pasó raudamente por el Sahara y cubrió las montañas de nieve.
Jamás imaginé que llegaría a ver palmeras datileras en la nieve; pero ese día los niños se divirtieron en grande, jugando con bolas de nieve.
Lo que me intriga es cómo harán los africanos para adaptarse a este clima que cambia a gran velocidad.
En un continente tan dinámico y diverso como África, a veces pareciera que lo único constante es el cambio.
Pero si algo aprendí es que los africanos son grandes improvisadores, siempre adaptándose y buscando el camino hacia adelante.
Gracias.
(Aplausos)
https://www.ted.com/talks/george_steinmetz_photos_of_africa_taken_from_a_flying_lawn_chair/