Saltar al contenido
Deberes escolares » Charlas educativas » Hablemos de la muerte mientras estemos sanos – Charla TED@Westpac

Hablemos de la muerte mientras estemos sanos – Charla TED@Westpac

Charla «Hablemos de la muerte mientras estemos sanos» de TED@Westpac en español.

¿Sabes lo que deseas para cuando mueras? ¿Sabes cómo querrías ser recordado? En una profunda y sincera charla sobre un tema que la mayoría prefiere evitar, Michelle Knox nos invita a reflexionar sobre nuestros valores más importantes en torno a la muerte y a compartirlos con nuestros seres queridos para que puedan tomar decisiones consensuadas sin temor a haber faltado a nuestra voluntad. «La vida sería mucho más fácil si habláramos de la muerte ahora», dice Knox. «Debemos hablar de estos temas cuando estamos sanos para poder dejar de lado las emociones, y así saber no solo lo que es importante, sino por qué lo es».

  • Autor/a de la charla: Michelle Knox
  • Fecha de grabación: 2017-12-11
  • Fecha de publicación: 2018-01-16
  • Duración de «Hablemos de la muerte mientras estemos sanos»: 825 segundos

 

Traducción de «Hablemos de la muerte mientras estemos sanos» en español.

Estirar la pata, morder el polvo, pasar a mejor vida, ir al cielo, partir, expirar, pasar a la inmortalidad …

Son todos eufemismos usados con humor para describir esa experiencia única por la que todos pasaremos en la vida: la muerte.

Pero la mayoría no queremos aceptar la muerte, no queremos hacer planes para cuando suceda, y no queremos hablarlo con las personas más importantes de nuestra vida.

Crecí en una comunidad australiana donde la gente envejecía o se enfermaba, y moría, y solo los adultos asistían al funeral.

Mis padres volvían tristes y agotados, pero no lo hablaban con nosotros.

De manera que yo desconocía la muerte y el proceso de duelo.

A los 15 años recibí una invitación.

Una querida vecina, que era como una tía para mí, murió inesperadamente de un ataque cardíaco.

Asistí entonces a mi primer funeral y leí allí mis primeras palabras.

No sabía que sentir el pecho oprimido y la boca seca era normal.

El oficiante se equivocó en algunos datos y eso me enfureció.

Se puso a hablar de lo mucho que a mi vecina le gustaba tejer.

Tejer.


(Risas)
No mencionó que a los 75 años todavía cortaba el césped, que había hecho un maravilloso estanque de peces en su jardín y hacía su propia cerveza de jengibre.

Estoy segura de que «excelente tejedora» no es lo que ella habría escogido para su elegía.


(Risas)
Creo que si hablamos de la muerte como parte de nuestra vida cotidiana, nos damos la oportunidad de reflexionar sobre nuestros valores básicos, de compartirlos con nuestros seres queridos y, de este modo, quienes nos sobrevivan podrán tomar decisiones consensuadas, sin temor ni arrepentimiento de haber faltado a nuestra voluntad.

Tengo la suerte de liderar un equipo maravilloso, culturalmente diverso, y en los últimos 12 meses, perdimos cinco padres, incluido a mi propio padre, y hace poco a un excolega que falleció de cáncer intestinal a los 41 años.

Empezamos a tener conversaciones abiertas y sinceras sobre lo que nos pasaba.

Hablamos de cosas prácticas, de la parte para la que nadie nos prepara: el tratar con agencias gubernamentales, hospitales, hogares de ancianos, directivos de cuidados avanzados, dueños de funerarias, y todo el grupo familiar,
(Risas)
la toma de decisiones sobre el ataúd, la lápida, la inscripción que llevará, el tamaño de la letra de la inscripción, y todo eso, con falta de sueño.

Hablamos también de algunas cuestiones relacionadas a los distintos entornos culturales, y nos dimos cuenta de que puede haber diferencias significativas en la manera en que honramos la muerte de un ser querido.

Un gran ejemplo de esto es el «sorry business», un período del duelo practicado por los aborígenes e isleños del estrecho de Torres.

Durante el «sorry business» los miembros de la familia asumen roles y responsabilidades puntuales.

Protocolos tales como restringir el uso de fotografías, decir el nombre del difunto y celebrar la ceremonia del humo son todas señales de respeto que permiten una transición serena del espíritu.

Estas costumbres pueden ser diametralmente opuestas a las que tenemos en las culturas occidentales, donde honramos la memoria de los seres queridos hablando de ellos y compartiendo fotografías.

De manera que la lección que aprendí este último año es que la vida sería mucho más fácil si habláramos de la muerte ahora, mientras estamos sanos.

La mayoría esperamos hasta estar demasiado sensibles, demasiado enfermos o demasiado cansados físicamente, y entonces ya es demasiado tarde.

¿No es hora de hacernos cargo de nuestro final en este mundo?

Empecemos, entonces.

¿Saben qué quieren para su muerte?

¿Saben cómo quieren ser recordados?

¿Tiene importancia el lugar?

¿Quieren estar cerca del mar o en el mar?


(Risas)

¿Prefieren un servicio religioso o una fiesta informal?

¿O prefieren irse con un disparo, literalmente, en fuegos artificiales?


(Risas)
Cuando de la muerte se trata, hay mucho de qué hablar, pero quiero referirme a dos aspectos puntuales: por qué el hablar y planificar la muerte nos puede ayudar a tener una buena muerte y a reducir el estrés de nuestros seres queridos; y cómo el hablar de la muerte nos puede ayudar a consolar a quienes están haciendo el duelo.

Empecemos por la planificación.

¿Cuántos de Uds.

han hecho un testamento?

Levanten la mano.

Oh, excelente.

En Australia, el 45 % de los adultos mayores de 18 años no han hecho un testamento por ley.

Uds.

están un poco por encima de la media.

Esta estadística sorprende, pues hacer un testamento es bastante sencillo y económico.

Así es que empecé a hacer esta pregunta a amigos y vecinos y me sorprendió saber que la mayoría no hizo testamento, y algunas parejas no se dan cuenta de que es necesario hacer testimonios individuales.

El típico argumento era: «Bueno, igualmente todo irá para mi pareja».

Tengamos en cuenta que las leyes varían de un estado a otro, y de un país a otro, y esto es lo que sucede en Nueva Gales del Sur si alguien muere sin dejar testamento por ley.

Primero, la Corte Suprema de ese estado debe designar un administrador competente.

Es muy posible que esa persona nunca haya siquiera conocido al difunto.

Esa persona se encargará luego de organizar el funeral, reunir los bienes y distribuirlos luego de pagar deudas e impuestos.

Y una de esas deudas será la cuenta de honorarios.

Esta persona no es quien sabrá que la jirafa de madera de 1 metro de altura que teníamos en casa deber legarse a la persona que nos ayudó a trasladarla cruzando medio mundo.

Y sí, eso está en mi testamento.


(Risas)
Si al morir dejamos un cónyuge o una pareja, todo indica que esa persona nos heredará, pero para los solteros es mucho más complicado, pues allí intervienen los padres, los hermanos, los medio hermanos y todas las personas relacionadas.

Y

¿sabían que si hacemos donaciones regulares a organizaciones benéficas, esas entidades pueden reclamar nuestros bienes?

Lo más importante a tener en cuenta es que cuanto mayor es nuestro patrimonio más se complicarán las cosas, y más altos serán los honorarios.

De manera que si no tienen un testamento, les pregunto:

¿En qué otra circunstancia de la vida le han dado dinero al gobierno de manera voluntaria cuando no había obligación?


(Risas)
Perdí a mi padre en febrero debido a a una enfermedad pulmonar progresiva.

Cuando supo que su muerte era inminente, pidió tres deseos muy claros.

Quería morir en su casa; quería morir rodeado de su familia; y quería morir en paz, sin ahogos ni dificultades para respirar.

Afortunadamente, mi familia pudo concederle esos deseos, y él logró su cometido.

En ese sentido, tuvo una buena muerte.

Tuvo la muerte que había planificado.

Como él quería morir en su casa, tuvimos que tener algunas conversaciones bastante duras y cumplir con unos cuantos trámites burocráticos.

Las preguntas de los formularios van desde reanimación a donación de órganos.

Mi padre dijo: «Saquen los órganos que sirvan».

Esto fue duro para mi madre, porque la salud de mi padre se deterioraba muy rápido, y ya no era el momento adecuado para hablar de donación de órganos.

Considero que debemos hablar de estos temas cuando estamos sanos, y así podemos dejar de lado las emociones, y aprender no solo lo que es importante, sino por qué es importante.

De manera que, como parte de mi viaje, empecé a involucrar a familiares y amigos para que reflexionen sobre su muerte y cómo querían ser recordados.

Descubrí que podemos organizar una cena sobre la muerte, o un café sobre la muerte, que es una manera informal y muy buena de introducir el tema …


(Risas)
y lograr un mejor entendimiento.


(Risas)

¿Sabían que nuestro cuerpo debe ser legalmente desechado, y no se nos puede arrojar desde un acantilado, ni quemarnos en el patio de la casa?


(Risas)
En Australia, existen tres opciones.

Las más comunes son el entierro y la cremación, pero también se puede donar el cuerpo a la ciencia.

Y tengo el placer de informarles que la innovación ha llegado al mundo de la eliminación de cadáveres.


(Risas)
Ahora se puede optar por un funeral ecológico.

Podemos ser enterrados al pie de un árbol en cartón reciclado o en un canasto de mimbre y, para quienes aman el océano, hay urnas ecológicas que se disuelven en el mar.

En mi caso, prefiero la cremación pero, considerando que estar en altamar me marea, no puedo imaginar nada peor que mis cenizas navegando en el inmenso oleaje del océano.

Por eso compré una parcela en la rosaleda contigua a mi padre.

Es mi inversión inmobiliaria.


(Risas)
Lamentablemente, no está sujeta a deducción impositiva.


(Risas)
Entonces, si planificamos nuestra muerte, quienes nos sobrevivan sabrán cómo vivir un duelo de manera sana, sin temor ni culpa por haber faltado a nuestra voluntad.

Como parte de mi investigación, asistí a seminarios, leí libros y hablé con enfermeros de cuidados paliativos.

Y llegué a la conclusión de que, por no hablar de la muerte, no sabemos manejar nuestro propio duelo.

Y por otro lado, si hablamos más de la muerte, nos sentiremos más cómodos con las emociones que sentimos por el duelo.

Este año, descubrí que es un verdadero privilegio poder ayudar a alguien dejar este mundo, y aunque mi corazón esté dolido por la pérdida, lleno de tristeza, no siente remordimiento.

Yo sabía lo que mi padre deseaba, y me siento en paz por haber cumplido sus deseos.

Transcurrió sus últimas 24 horas en un coma pacífico, y al cabo de días de cuidados permanentes, tuvimos tiempo de sentarnos, tomarlo de la mano, y despedirnos.

Falleció un lunes por la mañana antes del desayuno, y después de que llegara el médico, mientras esperábamos el servicio fúnebre, fui a la cocina, y tomé un generoso desayuno.

Cuando se lo conté a mis amigos, no podían creerlo.

«

¿Cómo puedes comer en un momento así?

» Bueno…

tenía hambre.


(Risas)
La pena afectó mi sueño y mi capacidad de concentración, pero nunca mi estómago.

Siempre tenía hambre.


(Risas)
A todos nos afecta de distintas maneras, y es muy importante ser conscientes de ello.

Y si no hablamos de nuestra muerte ni de la muerte de nuestros seres queridos,

¿cómo podríamos consolar a un amigo, un colega, un vecino que atraviesa un duelo?

¿Cómo podemos consolar a alguien que ha sufrido una pérdida inesperada, en un accidente o un suicidio, por ejemplo?

Tendemos a evitar a esa persona.

No porque no nos importe, sino porque no sabemos qué decir.

Como amigos, sabemos que no lo podemos solucionar, no podemos evitarle ese dolor, y decimos cosas para llenar esos silencios incómodos, cosas de las que a veces nos arrepentimos.

Ejemplos: «Al menos ya no sufre».

«Al menos te quedas con los recuerdos».

«Al menos ya no seguirás pagando el estacionamiento en el hospital».


(Risas)
En realidad, no tenemos que decir nada.

Simplemente tenemos que estar, ser pacientes, ser comprensivos, y ser buenos escuchando.

Y si no podemos ser nada de esto, entonces, al menos seamos quien prepara la lasaña, el curry o el guisado, porque ese servicio será sumamente apreciado.


(Risas)
En el último año, estuve en diez funerales, uno de los cuales ayudé a organizar.

No faltó nada: un solemne servicio griego ortodoxo, cuatro misas de réquiem y una fiesta en el jardín, donde yo propuse un brindis mientras esparcía las cenizas de mi amigo por el jardín con un cucharón de sopa.


(Risas)
He cargado ataúdes, los he besado, los he escrito y he brindado por ellos con un trago de ouzo.

He vestido toda de negro, o de colores, o con ropa de fiesta.

A pesar de las enormes diferencias en las costumbres de la despedida, a pesar de estar a veces fuera de mi zona de confort haciendo cosas que nunca había hecho, encontré consuelo en una cosa: en saber que eso era lo que cada una de esas personas habría deseado.

¿Qué es lo que quiero yo?

Pues bien, como organizada que soy, hice mi testamento, estoy registrada como donante de órganos, y he hecho mi inversión inmobiliaria.

Solo resta organizar mi despedida: una gran fiesta, mucha champaña, color, risas y, por supuesto, música con la cual me recuerden.

Gracias.


(Aplausos)

https://www.ted.com/talks/michelle_knox_talk_about_your_death_while_you_re_still_healthy/

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *