Contenidos
Charla «John Hunter y el Juego de la Paz Mundial» de TED2011 en español.
John Hunter pone todos los problemas mundiales en una plancha de contrachapado de 1,20 m por 1,5 m y deja que sus alumnos de nueve años los resuelvan. En TED2011, nos explica cómo se involucran los alumnos en su Juego de la Paz Mundial y por qué las lecciones que éste enseña (siempre de manera sorprendente y espontánea) van más allá de adonde llegan las clases convencionales.
- Autor/a de la charla: John Hunter
- Fecha de grabación: 2011-03-04
- Fecha de publicación: 2011-04-20
- Duración de «John Hunter y el Juego de la Paz Mundial»: 1190 segundos
Traducción de «John Hunter y el Juego de la Paz Mundial» en español.
Tengo mucha suerte de estar aquí.
Me siento muy afortunado.
¡Han sido tan buenos conmigo! Telefoneé a mi mujer, Leslie, y le dije: «
¿Sabes?
Hay tanta gente buena aquí tratando de mejorar tantas cosas.
Esto es como una colonia de ángeles».
Eso es lo que siento.
Pero me he de centrar, porque el tiempo vuela.
Soy un maestro de la Educación Pública y me gustaría contarles algo sobre mi superintendente.
Se llama Pam Moran y es del condado de Albemarle, en Virginia, de las faldas de las montañas Blue Ridge.
Es una superintendente muy aficionada a la tecnología.
Utiliza pizarras interactivas, tiene un blog, usa el Twitter y el Facebook: utiliza todas las nuevas tecnologías.
Es la primera en tecnología y en educación, pero en su oficina hay una vieja mesa de cocina, de madera, desgastada; con su pintura verde descascarada, muy desvencijada.
Le dije: «Pam, eres una persona muy moderna, vanguardista,
¿qué hace aquí esa mesa tan vieja?
«.
Y me respondió: «Crecí en el suroeste de Virginia, en la parte rural, entre las minas de carbón y los cultivos.
Esta mesa pertenecía a la cocina de mi abuelo.
Cuando volvíamos de jugar, él venía de arar la tierra, y nos sentábamos en esa mesa todas las noches.
Durante mi infancia, presencié tanta agudeza, tanta perspicacia, tanta sabiduría alrededor de esta mesa, que comencé a llamarla la mesa de la sabiduría.
Cuando mi abuelo falleció, tomé esta mesa y me la traje a mi oficina.
Me recuerda a él.
Me recuerda lo que a veces sucede alrededor de un espacio vacío».
El proyecto del que les voy a hablar se llama el juego de la paz mundial, y básicamente también es un espacio vacío.
Me gustaría pensar que es como la mesa de la sabiduría del siglo XXI.
Todo empezó en 1977.
Yo era joven y había dejado la universidad varias veces.
Mis padres tenían mucha paciencia.
Había hecho algunos viajes intermitentes a la India en una búsqueda espiritual.
Recuerdo que la última vez que volví de la India con mi túnica blanca vaporosa y mi tupida barba y mis gafas a lo John Lennon, le dije a mi padre: «Papá, creo que acabo de encontrar la iluminación espiritual».
Y me contestó: «Bien, pero necesitas encontrar algo más».
«
¿El qué, papá?
«.
«Un trabajo».
(Risas)
Me pidieron que estudiara algo, así que me gradué, y lo hice en educación.
Era un programa sobre educación experimental.
Podría haber sido odontología, pero tenía que ser «experimental».
Pero yo elegí la educación.
Me presenté a una entrevista para los colegios públicos de Richmond, la capital de Virginia.
Me compré un traje (mi única concesión al convencionalismo), pero seguía con mi barba larga, mi pelo a lo afro y mis zapatos de plataforma (eran los 70).
Entré y me entrevistaron.
Supongo que les costaba encontrar profesores, porque Anna Aro, la supervisora, me dio un puesto para enseñar a niños superdotados.
Me quedé tan impresionado, tan asombrado…
–Muchas gracias, pero…
¿qué debo hacer?
–les pregunté.
(Risas)
La educación para superdotados no estaba muy desarrollada, no había muchos materiales preparados.
Así que le pregunté: «
¿Qué hago?
«.
Y su respuesta me dejó helado.
Su respuesta puso los cimientos de lo que sería toda mi carrera profesional.
Me contestó: «
¿Qué quieres hacer?
«.
Y esa respuesta me dejó mucho margen.
No había un programa a seguir, ni un manual, ni todavía criterios de calidad en la enseñanza de superdotados.
Y me dejó tanto margen que desde entonces me esfuerzo en hacer lo mismo con mis alumnos, en darles libertad para que puedan crear y comprender, encontrar sus propias respuestas.
Esto ocurrió en 1978; muchos años después seguía siendo maestro y un amigo me presentó a un joven director de cine.
Se llamaba Chris Farina.
Chris Farina está hoy aquí por sus propios medios.
Chris,
¿puedes levantarte para que te vean?
Un director joven, un visionario, que ha hecho…
(Aplausos)
…la película «World Peace and Other 4th Grade Achievements».
Me propuso la película…
sí, es un título muy bueno.
Me propuso la película y le contesté: «Sí, quizá la pongan en un canal local y podamos saludar a nuestros amigos».
Pero ha llegado muy lejos.
Todavía no la han rentabilizado, pero Chris ha conseguido con su sacrificio sacarla adelante.
Hicimos la película y ha resultado ser mucho más que mi historia, o que la historia de un solo maestro.
Es un testamento para los maestros y la educación, y eso es algo precioso.
Lo raro es que, cuando la veo, siento algo espeluznante: literalmente me veo desaparecer.
Veo a mis profesores a través de mí.
Veo al señor Rucell, mi profesor de geometría en la secundaria, su irónica sonrisa tras su bigote manubrio.
Mi sonrisa es su sonrisa.
Veo los ojos centelleantes de Jan Polo.
Y no centelleaban de furia, sino llenos de amor, de un amor intenso por sus alumnos.
Yo tengo esos destellos a veces.
Veo a la señorita Ethel J.
Banks, que siempre iba al colegio con tacones y un collar de perlas.
Y tenía esa mirada de las maestras de toda la vida…
¿se acuerdan?
(Risas)
«E incluso puedo ver a los que están detrás, porque tengo ojos en la espalda».
(Risas)
¿Se acuerdan?
No uso esa mirada muy a menudo, pero la incluyo en mi repertorio.
Y la señorita Banks fue una gran mentora para mí.
Y también reconozco a mis propios padres, mis primeros maestros.
Mi padre: muy inventivo, un pensador espacial.
A la derecha está mi hermano Malcolm.
Y mi madre, que me dio clases con 9 años en los colegios segregados de Virginia ella me inspiró.
Y, de verdad, cuando veo la película, siento como si…
hago los mismos gestos que ella, así.
Me siento como la continuación de su gesto, o como si fuera uno de sus gestos de docente.
Y algo maravilloso fue que yo también le di clases en primaria a mi hija Madeline.
Y de esta forma, el gesto de mi madre se perpetúa a través de las generaciones.
Ser parte de ese linaje es una sensación sobrecogedora.
Así que yo me apoyo en los hombros de muchas personas, no estoy aquí solo.
Hay mucha gente aquí hoy conmigo en el escenario.
Me gustaría hablarles del Juego de la Paz Mundial (World Peace Game).
Empezó con una plancha de contrachapado de 1,20 m por 1,50 m en un colegio de un barrio marginal, en 1978.
Estaba preparando una clase sobre África.
Pusimos todos los problemas del mundo en la plancha y pensé: «Que los resuelvan ellos».
No quería dictarles apuntes ni leer un libro, quería que se sumergieran y sintieran, que aprendieran a través de las sensaciones de su cuerpo.
Pensé: «Les gustan los juegos, así que prepararé algo» (no dije «interactivo» porque ese término todavía no existía en 1978 pero era algo interactivo).
Hicimos el juego y desde entonces ha evolucionado a una estructura de plexiglás de 1,20 m por 1,20 m con cuatro capas: una es el espacio exterior, con agujeros negros y satélites, satélites de reconocimiento y asteroides minados.
Hay una capa aérea con nubes hechas de algodón que movemos de un lado a otro, espacios aéreos nacionales y fuerzas aéreas.
Una capa terrestre y marítima con miles de piezas, e incluso un nivel subacuático, con submarinos y hasta minas submarinas.
Hay cuatro países en los paneles.
Los niños se inventan los nombres.
Algunos son pobres y otros ricos.
Tienen diferentes recursos, comerciales y militares.
Cada país tiene un consejo de ministros: un primer ministro, un ministro de asuntos exteriores y otro de defensa, y uno de economía, o interventor.
Para elegir al primer ministro me baso en mi relación con ellos.
Les ofrezco el puesto, que pueden rechazar, y entonces ellos eligen su propio gabinete.
Hay un Banco Mundial, traficantes de armas y la ONU.
También tenemos una diosa del clima, que controla el tiempo y la bolsa, que son impredecibles.
(Risas)
Eso no es todo.
También hay un protocolo de emergencia de 13 páginas con 50 problemas interconectados.
De manera que, si uno cambia, todo lo demás varía.
Los lanzo en esta matriz tan compleja y ellos confían en mí porque tenemos una relación profunda y segura.
Y con todas estas crisis…
a ver, tenemos tensiones étnicas y de minorías, derrames químicos y nucleares, proliferación nuclear.
Hay derrames de petróleo, desastres ambientales, disputas por el agua, repúblicas separatistas, hambre, especies en peligro, calentamiento global.
Si Al Gore está aquí, le voy a mandar a mis alumnos de 9 años de los colegios Agnor-Hurt y Venable, porque resolvieron el calentamiento global en una semana.
(Risas)
(Aplausos)
Y lo han hecho muchas veces.
(Risas)
También hay en el juego un saboteador: un niño o una niña, de los que suelen alborotar, hace este papel.
Y los aprovechamos bien, porque los alborotadores están aparentemente tratando de salvarse a ellos mismos y al mundo en el juego, pero también tratan de socavar todo y a todos en el juego, y lo hacen en secreto, desinformando, diciendo ambigüedades y cosas irrelevantes, haciendo que todos reflexionen más profundamente.
El saboteador participa.
También leemos «El arte de la guerra» de Sun Tzu.
Los niños de 9 y 10 años lo entienden y lo usan para comprender los caminos hacia el poder y la destrucción, hacia la guerra (aunque al principio los siguen).
Aprenden a ignorar las reacciones imprudentes y a evitar la impulsividad.
A pensar a largo plazo, de una forma más consecuente.
Stewart Bran está aquí, y una de las ideas de este juego la tomé de él, de un artículo de Coevolution Quarterly sobre una liga por la paz.
En el juego, los alumnos a veces forman una liga por la paz.
Yo solo los observo, les clarifico cosas.
Solo soy un mediador.
Los alumnos controlan el juego.
Una vez que empieza el juego, yo no puedo introducir ninguna política.
Me gustaría compartir esto con ustedes.
(Vídeo) Niño: El Juego de la Paz Mundial es algo serio.
Te están enseñando algo parecido a cómo cuidar el mundo.
El señor Hunter lo hace porque dice que su generación ha echado a perder muchas cosas y nos intenta enseñar cómo arreglar esos problemas.
John Hunter: Les ofrecí un…
(Aplausos)
De hecho, no puedo decirles nada, porque no sé la solución.
Y les digo directamente: no sé la solución.
Y como no la conozco, ellos tienen que encontrarla.
También me disculpo ante ellos.
Les digo: «Lo siento mucho, chicos y chicas, pero la verdad es que, tristemente, os hemos dejado el mundo en tan mal estado, que solo esperamos que lo podáis arreglar.
Quizá este juego os ayude a aprender cómo hacerlo».
Es una disculpa sincera y ellos se la toman muy en serio.
Quizá se estén preguntando cómo es todo este juego tan complejo.
Cuando el juego empieza, esto es lo que se ve.
(Vídeo) JH: Bueno, ahora vienen las negociaciones, ¡en marcha! (Cháchara) JH: Lo que yo me pregunto es
¿quién está al mando de la clase?
Es una pregunta seria:
¿quién está al mando?
A lo largo de los años, he aprendido a ceder el control de la clase a los alumnos.
Hay confianza y comprensión, dedicación a un ideal, de manera que no tengo que hacer lo que pensé que tendría que hacer cuando empecé a enseñar: controlar todas las conversaciones y movimientos en la clase.
Es imposible.
Su sabiduría colectiva es muy superior a la mía, lo reconozco ante ellos abiertamente.
Rápidamente, compartiré con ustedes algunas de las cosas mágicas que nos han sucedido.
Había una niña en esta partida que era la Ministro de Defensa del país más pobre.
Como Ministro de Defensa controlaba los tanques, las fuerzas aéreas y todo eso.
Y su país lindaba con un vecino productor de petróleo muy rico.
Sin que mediara provocación alguna, atacó de repente los yacimientos petrolíferos del país vecino, en contra de las órdenes del Primer Ministro.
Rodeó los yacimientos, los invadió y, sin un solo disparo, tomó posesión de ellos y aseguró su posición.
Su vecino no podía responder militarmente porque sus reservas de petróleo eran inaccesibles.
Estábamos todos muy enfadados: «
¿Por qué has hecho eso?
Esto es el Juego de la Paz Mundial.
¿Qué te pasa?
«.
(Risas)
Era solo una niña, y con nueve años fue capaz de mantener la calma y contestar: «Sé lo que estoy haciendo».
Se lo dijo a sus amigas.
Eso era una infracción.
Aprendimos que nadie se las quiere ver con los tanques de una niña de nueve años.
(Risas)
Son los rivales más duros.
Estábamos muy molestos.
Yo pensaba que había fracasado como maestro.
¿Por qué había hecho eso?
Pero descubrí, en las sesiones de negociación entre equipos algunos días después…
Hay un periodo de negociación con cada equipo, los equipos se van turnando, y vuelven a negociar, por turnos, y cada turno es una sesión del juego.
Después de algunas sesiones salió a la luz que este país tan poderoso estaba planeando un ataque militar para dominar el mundo.
Si hubieran tenido sus reservas de petróleo, lo hubieran hecho.
Ella fue capaz de ver los vectores, las pautas y las intenciones mucho antes que nosotros, y así supo lo que iba a pasar y tuvo que tomar una decisión filosófica: atacar en un juego sobre la paz.
Con un pequeña guerra evitó otra mayor.
Paramos el juego y tuvimos una conversación muy interesante sobre si eso era correcto, correcto supeditado o incorrecto.
Este es el tipo de situaciones y razonamientos a los que se tienen que enfrentar.
No podría haber diseñado una lección así.
Sucedió espontáneamente, gracias a su sabiduría colectiva.
(Aplausos)
Otro ejemplo.
Ocurrió algo maravilloso.
Leímos una carta en el juego.
Si eres líder militar, empiezas una guerra y pierdes tropas (los juguetitos de plástico que las representan), te toca escribir una carta.
Debes escribir una carta a los padres, a los hipotéticos padres de tus hipotéticas tropas, explicándoles lo que sucedió y dándoles el pésame, para que te lo pienses mejor cuando envíes tropas a la guerra.
Esto nos pasó el verano pasado, en el colegio Agnor-Hurt del condado de Albemarle.
Uno de los comandantes iba a leer la carta cuando otro niño me preguntó: «Señor Hunter, hay una madre ahí, pidámosle que la lea».
Había una madre visitándonos ese día, sentada al fondo de la sala.
«Pidámosle que lea la carta, ásí será más realista».
Y eso hicimos, y ella se ofreció a participar en el juego.
«Por supuesto», dijo, y empezó a leer: la primera frase, la segunda…
En la tercera frase ya estaba llorando.
Yo estaba llorando.
Todos comprendimos que cuando perdemos a alguien, los ganadores no están contentos.
Todos perdemos.
Fue una idea extraordinaria y fue sorprendente lo que aprendimos.
Les mostraré lo que dice mi amigo David al respecto.
Ha estado en muchas batallas.
(Vídeo) David: Hemos tenido demasiados enfrentamientos.
Quiero decir, bueno, hemos tenido suerte casi siempre, pero ahora me siento un poco raro, porque estoy viviendo lo que Sun Tzu dijo un día.
Un día dijo: «Aquellos que luchen y ganen, querrán volver a luchar; y aquellos que luchen y pierdan, querrán volver para ganar».
Así que como he ganado algunas batallas, me meto en más y más batallas.
Y es como raro estar viviendo lo que Sun Tzu dijo.
JH: Se me pone la piel de gallina cada vez que lo escucho.
Ese es el tipo de compromiso que uno quiere ver.
Y eso no puedo planearlo, no puedo prepararlo, no puedo ni siquiera evaluarlo.
Pero la nota es obviamente buena.
Sabemos que eso es de verdad una prueba del aprendizaje.
Tenemos muchos datos, pero a veces la realidad de la experiencia sobrepasa los datos que tenemos.
Les contaré por último una historia sobre mi amigo Brennan.
Durante unas siete semanas, jugamos todos los días a este juego después de clase y básicamente resolvimos las 50 crisis interconectadas.
Para ganar el juego hay que resolver estos 50 problemas y todos los países deben disponer de más activos que al principio.
Algunos son pobres, otros ricos.
Hay miles de millones en juego.
El presidente del Banco Mundial quedó en tercer lugar una vez.
Decía: «
¿Cuántos ceros hay en un billón?
¡Lo voy a calcular!».
Pero en ese juego él estaba aplicando una política fiscal para los chicos de secundaria que jugaban con él.
Así que el país más pobre se había vuelto todavía más pobre; por lo que no podían ganar.
Eran cerca de las 4, que era cuando terminaba el juego, y solo nos quedaba un minuto.
La desesperación reinaba entre nosotros, yo pensé que había fallado como profesor.
Debería haberles ayudado para que pudieran ganar, no deberían fracasar así.
Les había fallado.
Me sentía muy triste y abatido cuando, de pronto, Brennan se acercó a mí y tomó la campana que uso para indicar un cambio o convocar una reunión entre gabinetes se volvió a su sitio y la tocó.
Todos fueron hacia él gritando, chillando, agitando papeles en el aire, todos sus expedientes llenos de documentos secretos.
Gesticulaban…
corrían.
Yo no sabía qué estaba pasando.
Había perdido el control de la clase.
Si el director lo hubiera visto, me habría despedido.
Los padres nos observaban por la ventana.
Brennan vuelve a su sitio y todos los demás también.
Vuelve a tocar la campana y dice: (solo quedaban 12 segundos) «Todas las naciones hemos logrado reunir un fondo de 600.000 millones de dólares y se lo vamos a ofrecer al país pobre.
Si lo acepta, eso aumentaría sus activos y ganaríamos el juego.
¿Lo aceptáis?
«.
Solo quedaban tres segundos…
Todo el mundo estaba mirando al Primer Ministro de ese país, quien dijo: «Sí».
Y ganaron el juego.
Un acto espontáneo de compasión que no podría haberse planeado, que fue inesperado e impredecible.
Cada partida de este juego es diferente.
Algunas son más sobre problemas sociales, otras sobre asuntos económicos y otras sobre disputas militares.
No les oculto esos aspectos de la realidad humana.
Les permito probar y, a través de su propia experiencia, y sin derramamiento de sangre, aprenden a evitar lo que creen que está mal.
Y descubren lo que es bueno para ellos, a su manera.
Se pueden aprender muchas cosas en este juego, pero diría que si solo aprendieran a pensar de manera crítica, o de manera creativa, si consiguieran mejorar el mundo aunque fuera solo un poco, nos salvarían a todos.
Con solo un poco…
De parte de todos mis profesores sobre cuyos hombros me apoyo, gracias.
Muchas gracias.
(Aplausos)
https://www.ted.com/talks/john_hunter_teaching_with_the_world_peace_game/