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Charla «John Wooden habla sobre la diferencia entre ganar y el éxito» de TED2001 en español.
Con una sencillez profunda, el entrenador John Wooden redefine el éxito e insta a todos a buscar lo mejor de nosotros mismos. En esta inspiradora charla nos comparte el consejo que dio a sus jugadores en la UCLA, cita poesías y recuerda la sabiduría de su padre.
- Autor/a de la charla: John Wooden
- Fecha de grabación: 2001-02-01
- Fecha de publicación: 2009-03-26
- Duración de «John Wooden habla sobre la diferencia entre ganar y el éxito»: 1056 segundos
Traducción de «John Wooden habla sobre la diferencia entre ganar y el éxito» en español.
Acuñé mi propia definición de éxito en 1934, cuando enseñaba en una escuela secundaria de South Bend, Indiana.
Estando un poco decepcionado, y tal vez desilusionado por la forma en que los padres de los jóvenes de mi clase de inglés esperaban que sus hijos obtuvieran una A o una B.
Ellos pensaban que una C estaba bien para los hijos de los vecinos, porque los hijos de los vecinos son todos niños promedio.
Pero no estaban satisfechos cuando sus propios niños — hacían que el profesor sintiera que había fracasado, o que el joven había fracasado.
Y eso no está bien.
El buen Dios en su sabiduría infinita no nos creó a todos iguales en lo que se refiere a la inteligencia, más de lo iguales que somos en tamaño, apariencia.
No todos podían obtener una A o una B, y no me gustaba esa forma de juzgar.
Y yo sabía cómo los alumnos de varias escuelas en los años 30 juzgaban a sus entrenadores o equipos deportivos.
Si les ganabas a todos ellos, eras considerado razonablemente exitoso.
No completamente.
Porque descubrí — que tuvimos un número de años en la UCLA, donde no perdimos un juego.
Pero parecía que no ganamos cada juego individual por el margen que algunos de nuestros alumnos habían predicho.
Y muy frecuentemente yo —
(Risas)
— frecuentemente sentía que ellos habían apoyado sus predicciones de una forma más materialista.
Pero eso era así en los años 30, por lo que lo entendía.
Pero no me gustaba.
Y no estaba de acuerdo con ello.
Y quería salir con algo que esperaba me hiciera un mejor profesor, y dárselos a los jóvenes bajo mi supervisión — ya fuera en la clase de deportes o en la de inglés — algo a lo que ellos aspiraran, algo más que sólo una calificación alta en el salón de clases, o más puntos en una competencia deportiva.
Pensé en eso durante un buen tiempo, y quería encontrar mi propia definición.
Pensé que eso podía ayudar.
Y sabía cómo el Sr.
Webster lo definía: como la acumulación de posesiones materiales o la obtención de una posición de poder o prestigio, o algo por el estilo.
Logros dignos tal vez, pero en mi opinión no necesariamente indicativos de éxito.
Así que yo quería encontrar algo mio.
Recuerdo que me crié en una pequeña granja al sur de Indiana.
Y papá trató de enseñarme a mí y a mis hermanos que nunca se debe tratar de ser mejor que otra persona.
Estoy seguro que cuando el hizo esto, yo no — no — bueno, en algún lugar, supongo que en los rincones ocultos de mi mente, apareció años más tarde.
Nunca tratar se ser mejor que otra persona, siempre aprende de los demás.
Nunca te rindas.
tratar de ser el mejor que puedas ser — eso esta bajo tu control.
Si estás demasiado absorto e involucrado y preocupado en relación a las cosas de las que no tienes control, afectará adversamente las cosas sobre las que tienes control.
Luego me crucé con este simple verso que dice, «En el estrado de Dios para confesar, se arrodilló una pobre alma, y bajando la cabeza, gritó «¡He fallado!» El Maestro dijo: ‘Habéis hecho lo mejor, eso es el éxito.» De esas cosas, y otras tal vez, Acuñé mi propia definición de éxito.
Que es: paz interior alcanzada sólo a través de la auto-satisfacción de saber que hiciste el esfuerzo de hacer lo mejor de lo que eres capaz.
Yo creo que eso es cierto.
Si tu haces el esfuerzo de hacer lo mejor de lo que eres capaz, tratar de mejorar la situación que existe para ti, yo creo que eso es éxito.
Y no creo que otros puedan juzgar eso.
Pienso que es como el carácter y la reputación.
Tu reputación es lo que se percibe que eres; tu carácter es lo que realmente eres.
Y creo que el carácter es mucho más importante de lo que se percibe que eres.
Esperarías que ambos fueran buenos.
Pero no necesariamente serán el mismo.
Bueno, esa era mi idea y quería tratar de hacerla llegar a los jóvenes.
Me encontré con otras cosas.
Me encanta enseñar, y fue mencionado por el orador anterior que me gusta la poesía, y juego con ella un poco, y me encanta.
Hay algunas cosas que me han ayudado, creo, a ser mejor de lo que hubiera sido.
Sé que no soy lo que debo ser, ni lo que debería ser.
Pero creo que soy mejor de lo que hubiera sido si no me hubiera cruzado con ciertas cosas.
Una de ellas era sólo un pequeño verso que decía «Ninguna palabra escrita, ni petición dicha, puede enseñar a nuestros jovenes lo que deberían ser Ni todos los libros en todos los estantes — suman lo que los maestros son en sí mismos».
Esto causó una impresión en mi en la década de 1930.
Y trate de usarla más o menos en mi enseñanza, ya fuera en los deportes, o en el salón de Inglés.
Amo la poesía y siempre he tenido un interés en ella de una u otra forma.
Tal vez sea porque papá solía leernos en la noche.
Lámpara de aceite de carbón – no teníamos electricidad en nuestra casa de la granja.
Y papá nos leía poesía.
Así que siempre me gustó.
Y en la misma época en que me crucé con este verso, Me crucé con otro.
Alguien preguntó a una maestra por qué enseñaba.
Y ella — después de un tiempo, dijo que quería pensarlo.
Luego se levanto y dijo, «Me preguntan que por qué enseño y yo respondo, ‘
¿Dónde puedo encontrar tan espléndida compañía?
‘ Ahí estaba un hombre de estado, fuerte, imparcial, sabio.
Otro Daniel Webster, de gran elocuencia.
Un doctor se sienta junto a él, cuya rápida y firme mano podía reparar un hueso, o contener el flujo vital de sangre.
Y ahí un constructor.
Levantando el arco de una iglesia que el construye, donde ese sacerdote podrá hablar la palabra de Dios y guiar un alma que ha tropezado, a tocar a Cristo.
Y todo acerca de una reunión de profesores, agricultores, comerciantes, trabajadores.
Aquellos que trabajan y votan y construyen y planean y oran para un gran mañana.
Y puedo decir, no podré ver la iglesia, o escuchar la palabra o comer la comida que sus manos cultiven.
Pero tal vez podré.
Y después podré decir, Lo conocí una vez, y el era débil, o fuerte, o audaz u orgulloso o jovial.
Lo conocí una vez, pero entonces él era un niño.
Ellos me preguntan que por qué enseño y yo respondo ‘
¿Dónde puedo encontrar tan esplendida compañía?
‘ Y creo que la profesión de docente — es verdad, tienes a tantos jóvenes.
Y tengo que pensar en mis jóvenes de UCLA — 30 y tantos abogados, 11 dentistas y doctores, muchos, muchos profesores y otras profesiones.
Y eso te da un gran placer, verlos continuar.
Siempre intenté hacer sentir a los jóvenes que estaban ahí primero que nada para obtener una educación, el básquetbol era secundario, porque les costeaba sus gastos, y ellos necesitan un poco de tiempo para sus actividades sociales pero si permites que las actividades sociales tengan mayor prioridad sobre los otros dos no vas a tener ninguno por mucho tiempo.
Así que esas eran las ideas que intentaba hacerles llegar a los jóvenes bajo mi supervisión.
Yo tenía tres reglas, más o menos, a las que me apegaba prácticamente todo el tiempo.
Las había aprendido antes de llegar a UCLA, y decidí que eran muy importantes.
Una era — nunca llegar tarde.
Nunca llegar tarde.
Más tarde dije ciertas cosas — Yo tenía — jugadores, si nos ibamos a algún lugar, tenían que estar arreglados y limpios Hubo un tiempo en que los hacía vestir sacos y camisas y corbatas.
Luego vi a nuestro rector venir a la escuela en mezclilla y cuellos de tortuga, y pensé, no es correcto para mi seguir con esto otro.
Por lo que los deje — sólo tenían que estar arreglados y limpios.
Uno de los grandes jugadores que tuve, de quien probablemente han escuchado, Bill Walton, vino a tomar el autobús nos estábamos yendo a algún lugar a jugar.
Y no estaba arreglado ni limpio, por lo que no lo deje ir.
No pudo subirse al autobús.
Tuvo que ir a casa y arreglarse para ir al aeropuerto.
Asi que yo era muy quisquilloso con eso.
Yo creía en eso.
Creo que el tiempo es muy importante.
Creo que se debe ser puntual.
Pero sentía que lo practicaba, por ejemplo, empezamos puntualmente, terminamos puntualmente Los jóvenes no tenían que sentir que los ibas a tener por mucho tiempo.
Al dar pláticas en clínicas de entrenadores, generalmente les digo a los entrenadores jóvenes — y en las clínicas de entrenadores, más o menos, van a estar los entrenadores jóvenes que están entrando en la profesión.
La mayoría de ellos son jóvenes, ustedes saben, y probablemente recién casados.
Y les digo, «No alarguen sus prácticas.
Porque se irán a casa de mal humor.
Y eso no es bueno, para un hombre recién casado irse a casa de mal humor.» Cuando sean mayores, eso no hará ninguna diferencia.
Pero —
(Risas)
Así que yo creo en la puntualidad, creo en empezar a tiempo, y creo en terminar a tiempo.
Y otra regla que tenía era, ni una sola mala palabra.
Una mala palabra, y tú estas fuera por el día.
Si yo lo veo en un juego, sales y te quedas sentado en la banca.
La tercera era, nunca criticar a un compañero de equipo.
Yo no quería eso.
Solía decirles que a mi me pagaban para hacerlo.
Ese era mi trabajo.
Me pagaban para hacerlo.
Lastimosamente poco, pero me pagaban para hacerlo.
No como a los entrenadores de hoy, por dios, no.
Es algo diferente de lo que era en mis días.
Esas fueron las tres cosas a las que me apegué todo el tiempo Y eso en realidad provino de mi padre.
Eso fue lo que intentó enseñarnos a mí y a mis hermanos una vez.
Finalmente se me ocurrió una pirámide, no tengo tiempo para entrar en eso.
Pero me ayudo, yo creo, a convertirme en un mejor profesor.
Es algo así: Tenía bloques en la pirámide.
Y los bloques de la base eran la diligencia y el entusiasmo, trabajar arduamente y disfrutar lo que estás haciendo.
Subiendo hasta la cúspide.
De acuerdo a mi definición de éxito.
Y justo en la cima — fe y paciencia.
Y les digo a ustedes, en cualquier cosa que estén haciendo, deben de ser pacientes.
Deben de tener paciencia — Deseamos que las cosas pasen.
Hablamos de que la juventud es muy impaciente.
Y lo son.
Quieren cambiarlo todo.
Creen que todo cambio es progreso.
Y vamos envejeciendo – y vamos dejando ir las cosas.
Y olvidamos que no hay progreso sin cambio.
Así que se debe tener paciencia.
Y creo que debemos tener fe.
Creo que debemos creer, verdaderamente creer.
No solamente decirlo; creer que las cosas resultarán como deberían, siempre que hagamos lo que deberíamos hacer, Creo que nuestra tendencia es esperar que las cosas salgan como queremos, muchas de las veces.
Pero no hacemos las cosas que son necesarias para hacer que esas cosas se vuelvan una realidad.
He trabajado en esto durante unos 14 años, y creo que me ha ayudado a llegar a ser un mejor profesor.
Pero todo giraba en torno a esa definición original de éxito.
Saben hace algunos años, había un árbitro de las Ligas Mayores de Béisbol llamado George Moriarty.
El escribía Moriarty con sólo una «i».
Nunca había visto eso antes, pero el lo hacia.
Los jugadores de las ligas mayores de béisbol — son muy perspicaces acerca de esas cosas, y se dieron cuenta de que había sólo una «i» en su nombre.
Se sorprenderían de cuántos también le dijeron que esa era una más de la que tenía en la cabeza en varias ocasiones.
(Risas)
Pero él escribió algo que creo que hizo mientras yo lo intentaba hacer en esta pirámide.
Lo llamó «El Camino por Recorrer, o El Camino Recorrido.» «A veces pienso que las Moiras deben sonreír mientras las condenamos e insistir que la única razón por la que no podemos ganar, es que las Moiras mismas fallan.
Sin embargo, las vidas de nuestros ancestros claman: ganamos o perdemos dentro de nosotros mismos.
Los trofeos brillantes en nuestras repisas nunca podrán ganar el juego de mañana Usted y yo sabemos en el fondo, siempre hay una oportunidad de ganar la corona.
Pero cuando fallamos en dar lo mejor, simplemente no hemos pasado la prueba, de darlo todo y no quedarnos con nada hasta ganar el juego.
De mostrar lo que se entiende por agallas.
De seguir jugando cuando otros se dan por vencidos.
De seguir jugando, sin ceder.
Es la determinación lo que gana la copa.
De soñar que hay una meta por delante.
De tener esperanza cuando nuestros sueños mueran.
De rezar cuando nuestras esperanzas han huido.
Aún perdiendo, no temer a la caída, si valientemente hemos dado todo.
Pues quién puede pedir más de un hombre que dar todo lo que esté a su alcance.
Darlo todo, me parece, no esta lejos de la victoria.
Y así, las Moiras rara vez se equivocan, no importa cómo se retuerzan y serpenteen.
Somos usted y yo quienes creamos nuestro destino — nosotros abrimos o cerramos las puertas del camino por recorrer o del camino recorrido.» Esto me recuerda otra tercia de consejos que mi padre quiso transmitirnos.
No lloriquees, No te quejes.
No inventes excusas.
Solo da un paso afuera, y lo que sea que hagas, hazlo a lo mejor de tus habilidades.
Y nadie puede hacer más que eso.
Intenté transmitirles esto, también — mis rivales no les van a decir — nunca me han escuchado decir ganar.
Nunca mencione ganar.
Mi idea es que se puede perder cuando superas en puntuación a alguien en un juego.
Y se puede ganar cuando eres superado en la puntuación.
Yo me he sentido así en algunas ocasiones, en varios momentos.
Y sólo quería que fueran capaces de mantener su cabeza erguida después del juego.
Yo solía decir que cuando termina un juego, y ves a alguien que no conoce el resultado, esperaba que no pudieran adivinarlo por tus acciones si le habías ganado a tu oponente o el oponente te había ganado.
Eso es lo que verdaderamente importa: si haces el esfuerzo de hacer lo mejor que puedas regularmente, los resultados serán lo que deben ser.
No necesariamente lo que quieres que sean, pero serán lo que deberían ser, y sólo tu sabrás si puedes hacerlo.
Y eso es lo que quería de ellos más que cualquier otra cosa.
Y conforme pasó el tiempo y aprendí más de otras cosas, Creo que funcionó un poco mejor, en cuanto a resultados.
Pero deseaba que la puntuación del juego fuera el derivado de estas otras cosas, y no la finalidad en sí.
Me parece que fue — un gran filósofo dijo — no, no.
Cervantes.
Cervantes dijo, «El viaje es mejor que el destino.» Y eso me gusta.
Creo que está — llegando a eso.
A veces cuando llegas, hay casi una decepción.
Pero es llegar ahí lo que es divertido.
Me gustaba — como entrenador de básquetbol en la UCLA me gustaba que las prácticas fueran el trayecto, y el juego fuera la finalidad.
El resultado final.
Me gustaba subir y sentarme en los estrados y verlos jugar, y ver si había realizado una labor digna durante la semana.
Una vez más, es lograr que los jugadores se sientan satisfechos consigo mismos, en saber que habían hecho el esfuerzo de lograr lo mejor de lo que eran capaces.
A veces me preguntan quién fue el mejor jugador que tuve, o los mejores equipos.
Jamás podré responder eso, mientras tenga que ver con los jugadores.
Una vez me preguntaron sobre eso, y dijeron, «Suponga que de algún modo pudiera — pudiera hacer al jugador perfecto.
Qué es lo que querría?
» Yo respondí, «Bien, querría uno que supiera por qué estaba en la UCLA: para obtener una educación, que fuese un buen estudiante, que supiera por qué estaba ahí en primer lugar.
Pero querría uno que pudiera jugar, también.
Querría uno que se diera cuenta de que la defensa suele ganar campeonatos, y que trabajara duro en la defensa.
Pero querría uno que jugara a la ofensiva también.
Querría que no fuese egoísta, y que buscara el pase primero y no tirara todo el tiempo.
Y querría uno que pudiese dar pases y que hiciese pases.
(Risas)
He tenido algunos que podían y no lo hacían, y he tenido otros que lo hacían y no podían.
(Risas)
Quería que fuesen capaces de tirar desde fuera.
Quería que fuesen buenos por dentro también.
(Risas)
He querido que sean capaces de rebotar bien en ambos extremos, también.
Y por qué no tener a alguien como Keith Wilkes y dejarlo así.
Él tenía las aptitudes.
No era el único, pero era alguien que yo utilizaba en esa categoría en particular, porque pienso que hizo su mejor esfuerzo en llegar a ser el mejor.
Menciono en mi libro, «Me llaman Entrenador», a dos jugadores que me dieron gran satisfacción; que se acercaron más que cualquier otro a alcanzar su potencial total: uno fue Conrad Burke.
Y uno fue Doug McIntosh.
Cuando los conocí en primer año, en nuestro equipo de primer año — no teníamos — los de primer año no podían representar al equipo.
Y pensé, «Cielos, si estos dos jugadores, cualquiera de ellos» — fue en distintos años, pero pensé en cada uno al momento en que estaba ahí — «Vaya, si logra representar al equipo, si él es bueno como para lograrlo, nuestra representación debe ser muy deplorable.» Y ustedes conocen a uno de ellos fue un jugador titular por una temporada y media.
El otro era — en su siguiente año jugó 32 minutos en un juego del campeonato nacional, fue algo magnifico para nosotros.
Y el año siguiente, fue un jugador titular en el equipo del campeonato nacional.
Y entonces pensé que no jugaría ni un minuto, y lo hizo — y son las cosas que te dan gran alegría, y gran satisfacción al verlas.
Ninguno de esos jóvenes podía tirar muy bien.
Pero tenían porcentajes de tiro sobresalientes, porque no lo forzaban.
Y ninguno podía saltar muy bien, pero tuvieron — mantuvieron una buena posición, y por tanto hicieron buen rebote.
Recordaron que cada tiro que es tomado, se asume que será perdido.
He tenido demasiados que se paran a esperar a ver si lo pierden, entonces van y es demasiado tarde.
Alguien más se les adelantó.
Y no eran muy rápidos, pero jugaron en buena posición, mantuvieron un buen equilibrio.
Así que jugaron buena defensiva a nuestro favor.
Así que tenían cualidades que -se acercaron a ellas- tanto como a alcanzar posiblemente su potencial total como ningún otro jugador que haya tenido.
Por lo que los considero tan exitosos como Lewis Alcindor o Bill Walton, o muchos de los otros que teníamos — habían algunos sobresalientes — algunos jugadores sobresalientes.
¿Ya divagué bastante ?
Me comentaron que cuando él apareciera, supuestamente yo debía callarme.
(Risas)
(Aplausos)
https://www.ted.com/talks/john_wooden_the_difference_between_winning_and_succeeding/