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Charla «Joseph Kim: La familia que perdí en Corea del Norte. Y la familia que gané.» de TEDGlobal 2013 en español.
Un refugiado que ahora vive en EE.UU., Joseph Kim, cuenta la historia de su vida en Corea del Norte durante los años de hambruna. Ha comenzado a crearse una nueva vida, pero aún busca a la familia que perdió.
- Autor/a de la charla: Joseph Kim
- Fecha de grabación: 2013-06-13
- Fecha de publicación: 2013-06-19
- Duración de «Joseph Kim: La familia que perdí en Corea del Norte. Y la familia que gané.»: 1283 segundos
Traducción de «Joseph Kim: La familia que perdí en Corea del Norte. Y la familia que gané.» en español.
Nací y crecí en Corea del Norte.
Aunque mi familia constantemente luchaba contra la pobreza Siempre se me amó y se me cuidó, porque era el único hijo y el más joven de los dos en la familia.
Pero luego comenzó la gran hambruna en 1994.
Tenía cuatro años de edad.
Mi hermana y yo íbamos en busca de leña comenzando a las 5 de la mañana y regresando después de medianoche.
Vagabundeaba por las calles buscando comida y recuerdo ver a este pequeño niño amarrado a la espalda de su madre comiendo frituras y querer robárselas.
El hambre es humillación.
El hambre es desesperanza.
Para un niño hambriento, la política y la libertad ni siquiera se imaginan.
Para mi noveno cumpleaños, mis padres no me pudieron dar ningún alimento para comer.
Pero incluso siendo niño, podía sentir la tristeza en sus corazones.
Más de un millón de norcoreanos murieron de hambre en ese momento y en 2003, cuando yo tenía 13 años de edad, mi padre fue uno de ellos.
Vi a mi padre debilitarse y morir.
En el mismo año, mi madre desapareció un día y luego mi hermana me dijo que ella iba a ir a China a ganar dinero, pero que pronto regresaría con dinero y comida.
Ya que nunca nos habíamos separado y creí que estaríamos juntos para siempre, ni siquiera le di un abrazo cuando se fue.
Fue el error más grande que he cometido en mi vida.
Pero de nuevo, no sabía que iba a ser un largo adiós.
No he visto a mi mamá o a mi hermana desde entonces.
De repente, me convertí en un huérfano y sin hogar.
Mi vida cotidiana se hizo muy difícil, pero muy sencilla.
Mi objetivo era encontrar un pedazo polvoriento de pan en la basura.
Pero esa no es manera de sobrevivir.
Comencé a darme cuenta de que mendigar no sería la solución.
Así que comencé a robar de los carros de comida en los mercados ilegales.
Algunas veces, encontré pequeños trabajos a cambio de comida.
Una vez, incluso pasé dos meses en invierno trabajando en una mina de carbón, 33 metros bajo tierra sin protección hasta 16 horas al día.
No era poco común.
Muchos otros huérfanos sobrevivieron de esta manera o peor.
Cuando no podía dormir por culpa del frío polar o de dolores de hambre, esperaba que, a la mañana siguiente, mi hermana volviera para despertarme con mi comida favorita.
Esa esperanza me mantuvo vivo.
No quiero decir una gran, gran esperanza.
Quiero decir el tipo de esperanza que me hizo creer que la siguiente basura podía tener pan, a pesar de que por lo general no era así.
Pero si no lo creía, no lo intentaría y luego moriría.
La esperanza me mantuvo vivo.
Cada día, me decía, por muy difícil que las cosas se pongan tenía que seguir viviendo.
Después de tres años esperando el regreso de mi hermana, me decidí ir a China a buscarla.
Me di cuenta de que no podía sobrevivir mucho más de esta manera.
Sabía que el viaje sería arriesgado, pero estaría arriesgando mi vida de cualquier manera.
Podía morir de hambre, como mi padre en Corea del Norte, o al menos intentar tener una vida mejor al escapar a China.
Descubrí que mucha gente trataba de cruzar la frontera con China durante la noche para evitar ser visto.
Los guardias fronterizos de Corea del Norte a menudo disparan y matan gente que intentan cruzar la frontera sin permiso.
Los soldados chinos atrapan y envían de vuelta a los norcoreanos, donde enfrentan castigos severos.
Decidí cruzar durante el día, primero porque era aún un niño y me asustaba la oscuridad, segundo porque sabía que ya me estaba arriesgando y ya que no mucha gente trataba de cruzar durante el día, creí que podría ser capaz de cruzar sin ser visto por nadie.
Llegué a China el 15 de febrero de 2006.
Tenía 16 años.
Creí que las cosas en China serían más fáciles, ya que había más comida.
Creí que más gente me ayudaría.
Pero fue más difícil que vivir en Corea del Norte, porque no era libre.
Estaba siempre preocupado por ser capturado y enviado de vuelta.
De milagro, algunos meses después, conocí a alguien que llevaba un refugio bajo tierra para los norcoreanos y se me permitió vivir ahí y comer comidas regulares por primera vez en muchos años.
Más tarde ese año, un activista me ayudó a escapar de China e ir a EE.UU.
como refugiado.
Fui a EE.UU.
sin saber una palabra de inglés, sin embargo, mi asistente social me dijo que tenía que ir a la escuela secundaria.
Incluso en Corea del Norte, era un estudiante de F.
(Risas)
Y apenas terminé la escuela primaria.
Y recuerdo que luché en la escuela más de una vez al día.
Los libros de texto y la biblioteca no eran mi patio de recreo.
Mi padre intentó duramente motivarme en el estudio, pero no funcionó.
En un momento, mi padre se rindió conmigo.
Me dijo, «Ya no eres mi hijo».
Tenía solo 11 o 12, pero me hirió profundamente.
Pero, sin embargo, mi nivel de motivación aún no cambió antes de que muriera.
Así que en EE.UU., era un poco ridículo que me dijeran que debía ir a la escuela secundaria.
Ni siquiera fui a la escuela intermedia.
Decidí ir solo porque me lo dijeron, sin intentarlo demasiado.
Pero un día, llegué a casa y mi madre de acogida había hecho alitas de pollo para la cena.
Y durante la cena, quise comer una alita más, pero me di cuenta de que no habían bastantes para todos, así que decidí no comerla.
Cuando miré mi plato, vi la última alita de pollo, mi padre de acogida me había dado la suya.
Estaba tan feliz.
Lo miré sentado a mi lado.
Él solo me miró muy cálidamente, pero no dijo palabras.
De repente recordé a mi padre biológico.
El pequeño acto de amor de mi padre de acogida me recordó a mi padre, quien amaba compartir su comida conmigo cuando él estaba hambriento, incluso si se moría de hambre.
Me sentí tan sofocado que tenía tanta comida en EE.
UU., sin embargo, mi padre murió de inanición.
Mi único deseo esa noche fue cocinarle una cena y esa noche también pensé en qué otra cosa podía hacer para honrarlo.
Y mi respuesta fue prometerme que estudiaría con ahínco y obtendría la mejor educación en EE.UU.
para honrar su sacrificio.
Tomé en serio la escuela y por la primera vez en mi vida, recibí un premio académico por excelencia entré a la lista de honor desde el primer semestre en la escuela secundaria.
(Aplausos)
Esa alita de pollo cambió mi vida.
(Risas)
La esperanza es personal.
La esperanza es algo que nadie puede darte.
Tienes que elegir creer en la esperanza.
Tienes que hacerla tuya.
En Corea del Norte, la hice mía.
La esperanza me trajo a EE.UU.
Pero en EE.UU.
no sabía qué hacer, porque tenía esta abrumadora libertad.
Mi padre de acogida en esa cena me dio una dirección y me motivó y me dio un propósito para vivir en EE.
UU.
No vine aquí solo.
Tenía esperanza, pero la esperanza por sí sola no basta.
Mucha gente me ayudó en el camino para llegar acá.
Los norcoreanos pelean duro para sobrevivir.
Tienen que esforzarse para sobrevivir, tienen esperanza para sobrevivir, pero no pueden lograrlo sin ayuda.
Este es mi mensaje para Uds.
Tengan esperanza, pero también ayúdense mutuamente.
La vida puede ser dura para todos, donde sea que vivan.
Mi padre de acogida no tenía la intención de cambiar mi vida.
De la misma manera, Uds.
también pueden cambiar la vida de alguien incluso con el más pequeño acto de amor.
Un pedazo de pan puede satisfacer su hambre y tener esperanza les traerá pan para mantenerlos vivos.
Pero creo con seguridad que su acto de amor y cariño también puede salvar la vida de otro Joseph y cambiar las de miles de otros Joseph que aún tienen esperanza de sobrevivir.
Gracias.
(Aplausos)
Adrian Hong: Joseph, gracias por compartir esa historia muy personal y especial con nosotros.
Sé que no has visto a tu hermana por, como dijiste, hace casi exactamente una década, y en la remota posibilidad de que ella pudiera ser capaz de ver esto, queremos darte una oportunidad de enviarle un mensaje.
Joseph Kim:
¿En coreano?
AH: Puedes hacerlo en inglés, luego también en coreano.
(Risas)
JK: Está bien, no lo haré en coreano porque no creo que pueda hacerlo sin que se me llenarán los ojos de lágrimas.
Nuna, hace ya 10 años que no te veo.
Solo quería decir que te extraño y que te amo y que por favor vuelvas a mí y sigas viva.
Y yo…
oh, dios.
Aún no pierdo la esperanza de verte.
Viviré mi vida felizmente y estudiaré con ahínco hasta que te vea y prometo que no lloraré más.
(Risas)
Sí, deseo verte y si no puedes encontrarme, también te buscaré y espero verte algún día.
¿Puedo también enviarle un pequeño mensaje a mi mamá?
AH: Seguro, por favor.
JK: No pasé mucho tiempo contigo, pero sé que aún me amas y probablemente aún rezas por mí y piensas en mí.
Solo quería darte las gracias por permitirme estar en este mundo.
Gracias.
(Aplausos)
https://www.ted.com/talks/joseph_kim_the_family_i_lost_in_north_korea_and_the_family_i_gained/