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Charla «Joshua Foer: Hazañas de la memoria que todos pueden alcanzar.» de TED2012 en español.
Hay personas que pueden memorizar rapidamente listas de miles de números, el orden de todas las cartas en una baraja (¡o diez!) y mucho más. El escritor científico Joshua Foer describe esta técnica –llamada el palacio de la memoria– y da cuenta de su más extraordinaria cualidad: cualquier persona puede aprender a usarla, incluyendo él mismo.
- Autor/a de la charla: Joshua Foer
- Fecha de grabación: 2012-02-29
- Fecha de publicación: 2012-05-10
- Duración de «Joshua Foer: Hazañas de la memoria que todos pueden alcanzar.»: 1228 segundos
Traducción de «Joshua Foer: Hazañas de la memoria que todos pueden alcanzar.» en español.
Quiero invitarlos a que cierren los ojos.
Imagínense de pie afuera, frente a la puerta de ss casa.
Quisiera que le presten atención al color de la puerta, al material del que está hecha.
Ahora visualicen un grupo de nudistas obesos en bicicletas.
Están compitiendo en una carrera nudista de bicicletas y van en dirección a su puerta de entrada.
Necesito que vean esto verdaderamente.
Están pedaleando fuerte, están sudando, van saltando mucho.
Y chocan de frente contra la puerta de su casa.
Hay bicicletas volando por todas partes, ruedas que pasan a su lado, rayos de las ruedas que terminan en lugares absurdos.
Pasen el umbral de la puerta, al vestíbulo, al pasillo, o lo que que haya al otro lado de la puerta, y observen la calidad de la luz.
La luz brilla sobre el Monstruo de las Galletas.
Los está saludando con la mano desde su silla, sobre un caballo marrón.
Es un caballo que habla.
Pueden sentir su pelaje azul haciéndoles cosquillas en la nariz.
Pueden oler la galleta de avena y pasas que está a punto de meterse en la boca.
Pasen por un lado y entren a su sala de estar.
Ya en la sala, y haciendo uso máximo de su imaginación, imagínense a Britney Spears.
Está con poca ropa, bailando sobre su mesita de centro, cantando «Hit Me Baby One More Time».
Ahora síganme a la cocina.
El suelo ha sido recubierto con un camino de ladrillos amarillos y desde el horno vienen hacia ustedes Dorothy, el Hombre de Hojalata, el Espantapájaros y el León de «El Mago de Oz», agarrados de las manos, saltando hacia ustedes.
Bien.
Abran los ojos.
Quiero contarles acerca de un concurso peculiar que se lleva a cabo cada primavera en Nueva York.
Se llama el «Campeonato de Memoria de los Estados Unidos».
Yo fui a cubrir este evento hace unos años como periodista cientíifico, esperando, supongo, que esto fuese como la final de un supercampeonato de sabios.
Había varios hombres y unas pocas damas de diferentes edades y diferentes hábitos de higiene.
(Risas)
Estaban memorizando cientos de números aleatorios, mirándolos solo una vez.
Memorizaban los nombres de decenas y decenas de extraños.
Memorizaban poemas enteros en solo minutos.
Competían para ver quien podía memorizar con mayor rapidez el orden de una baraja de naipes.
Y yo pensaba: «Esto es increible».
Estas personas deben ser fenómenos de la naturaleza.
Y empecé a hablar con algunos de los competidores.
Este, es un hombre llamado Ed Cook que había venido desde Inglaterra y que tiene una de las memorias mejor entrenadas.
Le pregunté: «Ed,
¿cuándo te diste cuenta de que eras un sabio?
» Ed respondió: «Yo no soy un sabio.
En realidad, tengo una memoria promedio.
Todos los que participan de esta competencia dicen que tienen memoria normal.
«Nosotros nos hemos entrenado para realizar estos milagrosos actos de memoria usando unas técnicas antiguas, inventadas hace 2500 años en Grecia, las mismas técnicas que utilizaba Cicerón para memorizar sus discursos, y que los académicos medievales utilizaban para memorizar libros enteros».
Y mi reacción fue: «Vaya.
¿Cómo es que no había oído de esto antes?
» Estábamos parados fuera del salón de la competencia, y Ed, quien es un inglés maravilloso y brillante, aunque un poco excéntrico, me dijo: «Josh, tú eres un periodista estadounidense,
¿conoces a Britney Spears?
» Y yo dije, «
¿Qué?
No,
¿por qué?
«Porque me gustaría enseñarle a Britney Spears cómo memorizar el orden en una baraja de naipes en vivo, en televisión nacional.
Eso le probaría al mundo que cualquiera puede hacerlo».
(Risas)
Y yo dije, «Bueno, no soy Britney Spears, pero quizás puedas enseñarme a mí.
O sea, tienes que empezar por algo
¿no?
» Y ese fue el inicio de un viaje muy extraño para mí.
Terminé pasando la mayor parte del año siguiente no solo entrenando mi memoria, sino también investigándola, tratando de entender cómo funciona, por qué a veces no funciona y cuál puede ser su potencial.
Conocí a un montón de gente realmente interesante.
Este es un hombre llamado E.P.
Él es amnésico, muy probablemente con la peor memoria en el mundo.
Su memoria era tan mala que ni siquiera recordaba que tenía un problema de memoria; es impresionante.
Alguien increíblemente trágico, pero era una ventana que permitía ver hasta qué punto nuestra memoria nos hace quienes somos.
En el otro extremo del espectro conocí a este hombre.
Este es Kim Peek.
En él se basaron para el papel de Dustin Hoffman en la película «Rain Man».
Pasamos una tarde juntos en la biblioteca pública de Salt Lake City, memorizando guías telefónicas; fue centelleante.
(Risas)
Y al regresar, leí una cantidad de tratados sobre la memoria escritos hace algo más de 2.000 años en latín, en la Antigüedad y luego en la Edad Media.
Y aprendí muchas cosas realmente interesantes.
Una de las cosas más interesantes que aprendí es que hubo un tiempo en que esta idea de tener memoria entrenada, disciplinada y cultivada no era una cosa tan rara como puede parecernos hoy en día.
Hace mucho tiempo, la gente invertía en su memoria, en proveer laboriosamente sus mentes.
Durante los últimos milenios se han inventado una serie de técnicas, desde el alfabeto, los rollos de pergamino, los códices, la imprenta, la fotografía, la computadora, los teléfonos inteligentes; esto ha hecho que sea progresivamente más y más fácil externalizar nuestra memoria, para esencialmente tercerizar esta capacidad humana fundamental.
Estas técnicas han hecho posible nuestro mundo moderno, pero también nos han cambiado.
Nos han cambiado culturalmente, y yo diría que nos han cambiado también cognitivamente.
Como ya casi no tenemos necesidad de recordar, a veces parece que nos hemos olvidado cómo hacerlo.
Uno de los últimos lugares en nuestro planeta en dónde aún se encuentra gente apasionada por esta idea de una memoria entrenada, disciplinada y cultivada es esta competencia tan singular de memoria.
En realidad no es tan singular; hay competencias como ésta en todo el mundo.
Yo estaba fascinado, quería saber cómo hacen estas personas.
Hace unos años, un grupo de investigadores del University College de Londres invitó a un grupo de campeones de memoria, al laboratorio.
Querían saber:
¿Será que tiene cerebros de alguna manera, estructural o anatómicamente diferentes del resto de nosotros?
La respuesta fue, no.
¿Son acaso más inteligentes que el resto?
Les dieron una batería de test cognitivos, y la respuesta fue en realidad, no.
Había sin embargo, una diferencia realmente interesante y significativa entre los cerebros de los campeones de memoria y las de los sujetos de control con que los compararon.
Cuando los pusieron en una máquina de resonancia magnética, escanearon sus cerebros mientras memorizaban números, caras y formas de copos de nieve.
Encontraron que en los campeones de memoria se iluminaban partes del cerebro, diferentes a los demás.
En efecto ellos utilizaban, o parecían utilizar, una parte del cerebro que involucra memoria espacial y navegación.
¿Por qué?
¿Hay algo que podamos aprender de esto?
El torneo de la memorización competitiva se maneja como una carrera armada en donde cada año aparece alguien con una nueva manera de recordar más cosas, más rápidamente, y luego el resto de los competidores deben ponerse al día.
Este es mi amigo Ben Pridmore, tres veces campeón de memoria.
En su escritorio, frente a él, hay 36 barajas de naipes desordenadas que él está a punto de tratar de memorizar en una hora, usando una técnica que él inventó y que sólo él domina.
Él utilizó una técnica similar para memorizar el orden preciso de 4140 dígitos binarios aleatorios, en media hora.
Sí.
Y mientras hay una gran cantidad de maneras de recordar cosas en estas competencias, absolutamente todas las técnicas utilizadas al final se reducen a un solo concepto que los psicólogos llaman «codificación elaborativa».
Se ilustra con una elegante paradoja conocida como la paradoja «Baker/baker».
[Baker/panadero] Dice lo siguiente: Le digo a dos personas que recuerden la misma palabra.
Se los digo a ustedes.
«Recuerden que hay un hombre llamado Baker».
Ese es su apellido.
Y luego les pido, «Recuerden que hay un «baker» [panadero] Y cuando regreso más tarde, y les pregunto «
¿Recuerdan esa palabra que les dije hace un rato?
» «
¿Recuerdan cuál era?
» La persona a la que se le dijo que su nombre es Baker es poco probable que recuerde la misma palabra que la persona a la que se le dijo que su trabajo es «baker».
La misma palabra, diferente capacidad de recuerdo; eso es raro.
¿Qué pasa aquí?
Bueno, el nombre Baker, en realidad no significa nada para ustedes.
No tiene ninguna relación con todos los otros recuerdos que bailan por su cabeza.
Pero la palabra, «baker»…
Conocemos panaderos.
Usan simpáticos sombreros blancos.
Tienen harina en las manos.
Huelen bien cuando vuelven a casa de trabajar.
Probablemente conozcamos algún panadero.
Y cuando oimos esa palabra por primera vez, empezamos a poner enganches asociativos para pescarlos facililmente en algún momento posterior.
El secreto de lo que sucede en estas competencias de memoria y todo el arte de recordar mejor los asuntos del día a día es encontrar una manera de transformar la B mayúscula de Baker en la b minúscula de «baker», tomando información fuera de contexto o significado, y dársela y transformarla, de alguna manera en algo con significado a la luz de todas las demás cosas que hay en nuestra mente.
Una de las técnicas más elaboradas para hacer esto data de hace 2500 años en la Grecia Antigua Se conoce como el «palacio de la memoria».
La historia dice así: Había un poeta llamado Simónides que asistía a un banquete.
Lo habían contratado como entretenimiento, porque antes, si se quería dar una muy buena fiesta, no se traía a un DJ, se contrataba a un poeta.
Él se puso de pie, recitó su poema de memoria, y se marchó, y tan pronto se fue, el salón del banquete se colapsó, matándolos a todos.
Pero no sólo los mató a todos, sino que destrozó los cuerpos dejándolos irreconocibles.
Nadie podía decir quién estaba ahí, nadie podía recordar dónde estaban sentados.
Así no podrían enterrarse los cuerpos..
Una tragedia detrás de la otra.
Simónides, parado afuera, único sobreviviente, en medio de los escombros, cerró los ojos y se dió cuenta de que con los ojos de su mente, podía ver dónde había estado sentado cada invitado.
Tomó a los familiares de la mano llevándolos hacia donde estaban sus seres queridos entre los escombros.
Lo que Simónides advirtió en ese momento es algo que todos conocemos más o menos intuitivamente, y es que sin importar si no somos buenos para recordar nombres o números de teléfono o instrucciones palabra por palabra de nuestros colegas, tenemos memoria visual y espacial excepcionales.
Si les pidiese que me recitaran las primeras 10 palabras de la historia que les acabo de contar de Simónides, es muy probable que les resulte muy difícil hacerlo.
Pero apostaría que si les pidiese que digan quién estaba sentado sobre el caballo parlante marrón en su vestíbulo, serían capaces de vizualizarlo.
La idea del palacio de la memoria es crear este edificio con los ojos de su mente y poblarla de imágenes con las cosas que se quiere recordar.
Cuanto más loca, descabellada, graciosa, escabrosa y apestosa sea la imagen, más inolvidable será.
Este es un consejo que viene de hace más de 2000 años, a los primeros tratados de memoria, en latín.
¿Y cómo funciona?
Digamos que Uds.
han sido invitados al escenario de TED para dar una charla y quieren hacerlo de memoria, de la misma forma que lo hubiese hecho Cicerón si lo hubieran invitado a TEDxRoma hace 2000 años.
Lo que podrían hacer es imaginarse que están en la puerta de su casa.
E idear alguna especie de imagen absolutamente ridícula, loca e inolvidable para ayudarles a recordar que lo primero que quieren mencionar es esa competencia completamente insólita.
Y luego se pueden imaginarse entrando a su casa, y ver al Monstruo de las Galletas montado sobre Mister Ed.
Y eso les recordaría que quieren presentar a su amigo Ed Cook.
Y luego verían a Britney Spears para recordarles esa anécdota graciosa que quieren contar.
Y luego entrarían en la cocina, y el cuarto tema del que hablarían sería ese viaje extraño que hicieron por un año entero, y tienen algunos amigos para que les ayuden a recordarlo.
Así es como los oradores romanos memorizaban sus discursos, no palabra por palabra, que los va a confundir sino, tópico por tópico.
De hecho el término «tópico», viene del griego «topos», que significa «lugar».
Es un vestigio de cuando las personas pensaban en la oratoria y en la retórica con esta especie de términos espaciales.
La frase «en primer lugar», sería como el primer lugar en su palacio de memoria.
Vi que esto era simplemente fascinante, y me metí de lleno en eso.
Fui a algunas de estas competencias de memoria y tenía la idea de escribir algo extenso sobre esta subcultura de memorizadores competitivos.
Pero había un problema.
El problema era que una competencia de memoria es un evento patológicamente aburrido.
(Risas)
En serio, es como ver un montón de personas sentadas tomando exámenes.
Quiero decir, que lo más emocionante que pasa es cuando alguien se masajea la frente.
Soy un periodista y necesito poder escribir sobre algo.
Sé que hay cosas increíbles sucediendo en las mentes de estas personas, pero no tengo acceso.
Me dí cuenta de que si iba a contar esta historia, necesitaba tratar de ponerme en su lugar.
Así que comencé a pasar 15 o 20 minutos todas las mañanas, antes de sentarme a ver el New York Times, simplemente tratando de recordar algo.
Quizá un poema.
O los nombres de un antiguo anuario escolar comprado en un mercado de pulgas.
Y descubrí que esto era sorpresivamente entretenido.
Jamás hubiese esperado que lo fuese.
Era entretenido, porque no se trataba solamente de entrenar la memoria.
Lo que en realidad se trata de hacer es mejorar cada vez más la capacidad para crear e imaginar estas imágenes ridículas, cómicas, provocativas, insólitas, absurdas y ojalá inolvidables, en el ojo de la mente.
Me enganché bastante con esto.
Este soy yo, usando mi equipo estándar de entrenamiento para la competencia de memoria.
Es un par de orejeras y unas gafas de seguridad cubiertas con cinta dejando solo dos agujeritos, porque la distracción es el peor enemigo de un competidor de memoria.
Terminé regresando al mismo concurso que había cubierto un año antes.
Tenía la idea de que podría ingresar, en una especie de experimento periodístico participativo.
Pensé que esto podría servir de buen epílogo para toda mi investigación.
El problema fue que el experimento se salió de control.
Y me gané el concurso, algo que no tenía que suceder.
(Aplausos)
Claro que es lindo poder memorizar discursos, y números de teléfono, y listas de compras, pero en realidad este no es el punto.
Estos son tan solo trucos.
Trucos que funcionan porque se basan en principios bastante básicos sobre cómo funciona el cerebro.
Y no es necesario que se pongan a construir palacios de la memoria o memorizar barajas de naipes.
Para beneficiarse con un poco de perspicacia sobre cómo funciona su mente.
Con frecuencia hablamos de personas con una gran memoria como si se tratara de un don innato, pero no es el caso.
Las grandes memorias se educan.
Al nivel más básico, recordamos cuando prestamos atención.
Recordamos cuando nos concentramos profundamente.
Recordamos cuando somos capaces de tomar una información y alguna experiencia y descubrimos por qué es importante para nosotros, por qué es significativa, por qué es colorida.
Cuando somos capaces de transformarla en algo que tenga sentido a la luz de las demás cosas que flotan por nuestra mente, cuando podemos transformar Baker en «baker».
El palacio de la memoria…
Estas técnicas de memoria, son solo atajos.
De hecho, ni siquiera son atajos de verdad.
Funcionan porque hacen que nostros funcionemos.
Fuerzan una especie de procesamiento profundo, una especie de atención completa que la mayoría no anda ejercitando por ahí.
Pero la realidad es que no hay atajos.
Así es como las cosas se hacen memorables.
Y si hay algo que quiero dejarles hoy, es lo que E.P., el amnésico que ni siquiera podía recordar que tenía un problema de memoria, me dejó a mí, que es la noción de que la vida es la suma de nuestros recuerdos.
¿Cuánto estamos dispuestos a perder de lo que ya es nuestra corta existencia perdiéndonos en los Blackberries o iPhones, no prestando atención al ser humano frente a nosotros, quien camina a nuestro lado.
¿Seremos tan holgazanes que ni siquiera nos molestamos en procesar en profundidad?
Aprendí de primera mano que existen capacidades de memoria increíbles latentes en todos nosotros.
Pero si quieres vivir una vida memorable, debes ser del tipo de persona que recuerda recordar.
Gracias.
(Aplausos)
https://www.ted.com/talks/joshua_foer_feats_of_memory_anyone_can_do/