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Kakenya Ntaiya: Una niña que exigió una educación. – Charla TEDxMidAtlantic

Charla «Kakenya Ntaiya: Una niña que exigió una educación.» de TEDxMidAtlantic en español.

Kakenya Ntaiya hizo un trato con su padre: ella se sometería al ritual de iniciación de la circuncisión femenina si él la dejaba ir a la preparatoria. Ntaiya cuenta su valiente historia de cómo continuó sus estudios universitarios y de cómo trabajó con los ancianos de su aldea para construir una escuela para niñas en su comunidad. Es el viaje educativo de una persona que cambió el destino de 125 jóvenes mujeres.(Filmado en TEDxMidAtlantic)

  • Autor/a de la charla: Kakenya Ntaiya
  • Fecha de grabación: 2012-10-26
  • Fecha de publicación: 2013-03-07
  • Duración de «Kakenya Ntaiya: Una niña que exigió una educación.»: 916 segundos

 

Traducción de «Kakenya Ntaiya: Una niña que exigió una educación.» en español.

Hay un grupo de personas en Kenia.

Las personas cruzan océanos para verlos.

Son personas altas.

Saltan alto.

Usan prendas rojas.

Y matan leones.

Se preguntarán,

¿quiénes son estas personas?

Son los masái.

¿Y saben qué es lo genial?

Yo soy una de ellos.

En la tribu masái, los niños son criados para ser guerreros.

Las niñas, para ser madres.

Cuando tenía 5 años, me enteré de que estaba comprometida para casarme en cuanto llegara a la pubertad.

Mi madre, mi abuela, mis tías, me recordaban constantemente que mi marido acababa de pasar.


(Risas)
Genial,

¿no?

Y todo lo que debía hacer desde ese momento era prepararme para ser la mujer perfecta a la edad de 12 años.

Mi día comenzaba a las 5 de la mañana, ordeñando las vacas, barriendo la casa, cocinando para mis hermanos, recolectando agua y leña.

Hacía todo lo que necesitaba hacer para convertirme en la esposa perfecta.

Fui a la escuela, no porque las niñas o mujeres masái fueran a la escuela.

Fue porque a mi madre se le negó la educación, y ella constantemente nos recordaba a mis hermanos y a mí que ella no quería que viviéramos la vida que ella llevaba.

¿Por qué decía esto?

Mi padre trabajaba como policía en la ciudad.

Volvía a casa una vez al año.

A veces no lo veíamos durante casi dos años.

Y cuando volvía a casa, siempre era un caso diferente.

Mi madre trabajaba mucho en la granja cultivando la cosecha para que pudiéramos comer.

Ella criaba las vacas y las cabras para poder cuidarnos.

Pero cuando mi padre volvía, vendía las vacas, y los productos que teníamos, y se iba a beber con sus amigos a los bares.

Como mi madre era mujer, no se le permitía ser dueña de ninguna propiedad, y por defecto, todo en mi familia pertenecía a mi padre, así que tenía ese derecho.

Y si mi madre lo cuestionaba, él la golpeaba, abusaba de ella y realmente era difícil.

Cuando fui a la escuela, tuve un sueño.

Quería convertirme en maestra.

Los maestros se veían bien.

Siempre usaban lindos vestidos, zapatos con tacón.

Después me enteré que son incómodos, pero los admiraba.


(Risas)
Pero sobre todo, los maestros solo escribían en la pizarra; no es un trabajo difícil, eso pensé, comparado con lo que yo hacía en la granja.

Así que quería convertirme en maestra.

Y trabajé duro en la escuela, pero al llegar a octavo grado, fue un factor determinante.

En nuestra tradición, hay una ceremonia que las niñas deben pasar para convertirse en mujeres es un ritual de iniciación a la feminidad.

Y entonces, a penas estaba terminando el octavo grado, y esa era mi etapa de transición a la preparatoria.

Esta fue la encrucijada.

Una vez que pasara por este ritual, me iba a convertir en esposa.

Y, mi sueño de convertirme en maestra, no se realizaría.

Entonces hablé, tenía que idear un plan para poder resolver estas cuestiones.

Hablé con mi padre.

Hice algo que la mayoría de las niñas no habían hecho nunca.

Le dije a mi padre, «Voy a pasar por esta ceremonia solo si me dejas volver a la escuela».

La razón fue porque, si yo huía, mi padre quedaría estigmatizado, y lo llamarían el padre de la niña que no quiso atravesar la ceremonia.

Hubiese sido algo muy vergonzoso de llevar el resto de su vida.

Entonces lo resolvió.

«Bien», dijo, «está bien, vas a poder ir a la escuela después de la ceremonia».

Y lo hice.

La ceremonia ocurrió.

Es una larga semana de emoción.

Es una ceremonia.

Las personas la disfrutan.

Y el día anterior a la ceremonia, estábamos bailando, divirtiéndonos, y esa noche no dormimos.

Llegó el día, y salimos de la casa de donde habíamos bailado.

Sí, bailamos y bailamos.

Salimos al jardín, y había muchas personas esperando.

Formaban un círculo.

Y a medida que bailábamos y bailábamos, y nos acercábamos a este círculo de mujeres, había hombres, mujeres, niños, todo el mundo está allí.

Había una mujer sentada en el medio, y esta mujer, estaba esperando para sujetarnos.

Yo era la primera.

Estaban mis hermanas y un par de niñas más, y mientras me acercaba a ella, ella me miró, y me senté.

Y me senté, y abrí mis piernas.

Mientras abría mis piernas, vino otra mujer, y esta mujer traía un cuchillo.

Y con el cuchillo en la mano, caminó hacia mí sostuvo el clítoris, y lo cortó.

Como pueden imaginarse, yo sangraba y sangraba.

Luego de sangrar un rato, me desmayé.

Es algo que a muchas niñas…

Tuve suerte de no morir, muchas mueren.

Se practica, sin anestesia, con un cuchillo viejo y oxidado, y fue difícil.

Tuve suerte porque, además, mi mamá hizo algo que la mayoría de las mujeres no hace.

Tres días después, luego de que todos se fueran, mi mamá trajo una enfermera.

Nos cuidaron.

Tres semanas después, sané, y ya estaba de nuevo en la preparatoria.

Estaba tan decidida a convertirme en maestra en ese momento para poder marcar una diferencia en mi familia.

Bien, mientras estaba en preparatoria, ocurrió algo.

Conocí a un joven de nuestra aldea que había asistido a la Universidad de Oregón.

El hombre vestía una camiseta blanca, jeans, una cámara zapatillas blancas, y estoy hablando de zapatillas blancas.

Hay algo en la ropa, creo, y en los zapatos.

Eran zapatillas, y esta es un aldea que ni siquiera tiene caminos pavimentados.

Era muy atractivo.

Le dije, «Bien, quiero ir donde tú estás», porque este muchacho se veía muy feliz, y yo admiraba eso.

Y él me dijo, «Bueno,

¿qué quieres decir con que quieres ir?

¿Acaso no tienes un esposo esperándote?

» Y le dije, «No te preocupes por esa parte.

Solo dime cómo llegar allí».

Este caballero me ayudó.

Mientras estaba en la preparatoria, mi padre estaba enfermo.

Le dio un ACV, y estaba muy, muy enfermo, así que no podía decirme qué hacer.

El problema es que mi padre, no es el único padre que tengo.

Todos los hombres en la comunidad, de la edad de mi padre, son mi padre por defecto, mis tíos, todos ellos, y ellos dictan mi futuro.

Así que llegó la noticia, envié una solicitud y me aceptaron en la Randolph-Macon Woman’s College, en Lynchburg, Virginia, y no podía venir sin el respaldo de la aldea, porque necesitaba reunir el dinero para comprar el pasaje de avión.

Me dieron una beca, pero necesitaba llegar hasta aquí.

Pero necesitaba el respaldo de la aldea, y aquí, nuevamente, cuando los hombres se enteraron y las personas se enteraron de que una mujer tenía la oportunidad de ir a la universidad, todos dijeron, «Qué perdida de oportunidad.

Esto se lo tendrían que haber dado a un muchacho.

No podemos hacer esto», Así que regresé, y tuve que volver a nuestras tradiciones.

Hay una creencia, en nuestro pueblo que dice que la mañana trae buenas noticias.

Así que tuve que inventar algo que tuviese que ver con la mañana, porque hay buenas noticias en la mañana.

Y en la aldea, además, hay un jefe, un anciano, que si accede, todos deben seguirlo.

Así que fui a verlo, en la mañana, mientras salía el sol.

Lo primero que él vio cuando abrió la puerta, fue a mí.

«Mi niña,

¿qué estás haciendo aquí?

» «Bueno, Papá, necesito ayuda.

¿Puedes ayudarme para ir a Estados Unidos?

» Le prometí que sería la mejor niña, que regresaría, y que cualquier cosa que ellos quisieran después, yo la haría por ellos.

Él me dijo, «Bueno, pero no puedo hacerlo solo».

Me dio una lista de otros 15 hombres, 16 hombres más, y cada mañana yo los visitaba.

Todos ellos se reunieron.

La aldea, las mujeres, los hombres, todos se reunieron para respaldarme para que viniese a obtener mi educación.

Llegué a Estados Unidos.

Y como imaginan,

¿qué fue lo que encontré?

¡Encontré nieve! Encontré Wal-Marts, aspiradoras, y mucha comida en la cafetería.

Estaba en la tierra de la abundancia.

Lo disfruté, pero durante el tiempo que estuve aquí, descubrí muchas cosas.

Descubrí que la ceremonia que atravesé cuando tenía 13 años se llama mutilación genital femenina.

Aprendí que es anticonstitucional en Kenia.

Aprendí que no debía cambiar ninguna parte de mi cuerpo para obtener una educación.

Tenía un derecho.

Y mientras hablamos ahora, hay 3 millones de niñas en África, corriendo el riesgo de pasar por esta mutilación.

Aprendí que mi mamá tiene derecho a la propiedad.

Aprendí que no debía ser abusada solo por ser mujer.

Estas cosas me enfurecieron.

Quería hacer algo.

Cuando volvía, cada vez que volvía, veía que las hijas de mis vecinos se estaban casando.

Las estaban mutilando, y aquí, luego de graduarme, trabajé en la ONU, volví a la universidad para obtener mi licenciatura, y tenía presente el llanto constante de estas niñas.

Debía hacer algo.

Cuando volvía, comencé hablando con los hombres de la aldea, y las madres, y les dije, «Les quiero devolver, como les prometí que volvería para ayudarlos.

¿Qué necesitan?

» Y hablando con las mujeres, me dijeron, «

¿Sabes que necesitamos?

Realmente necesitamos una escuela para las niñas».

Porque nunca había habido una escuela para niñas.

Y la razón por la cual querían una escuela para ellas es porque cuando violaban a una niña mientras iba a la escuela, culpaban a la madre por ello.

Si quedaba embarazada antes del matrimonio, también culpan a la madre, y la castigan por ello.

La golpean.

Me dijeron «Queremos poner a nuestras niñas en un lugar a salvo».

Mientras nos mudábamos, y fui a hablar con los padres, se imaginarán por supuesto, lo que me dijeron ellos: «Queremos una escuela para niños».

Y les dije, «Bien, hay un par de hombres de mi aldea que han salido, y han obtenido una educación.

¿Por qué no pueden ellos construir una escuela para niños, y yo construyo una para niñas?

Esto tuvo sentido.

Y estuvieron de acuerdo.

Y les dije, que quería que me mostraran una señal de su compromiso.

Y lo hicieron.

Donaron el terreno donde construimos la escuela para las niñas.

Lo hicimos.

Quiero que conozcan a una de las niñas en esa escuela.

Angeline presentó una solicitud, y ella no cumplía con ninguno de los requisitos que teníamos.

Ella es huérfana.

Sí, podríamos haberla aceptado por eso.

Pero ella ya era mayor.

Tenía 12 años, y nosotros estábamos tomando niñas que estaban en cuarto grado.

Angeline había estado mudándose de un lugar a…

porque siendo huérfana, no tiene madre, ni padre, así que iba de la casa de una abuela a la otra, de tía en tía.

No tenía estabilidad en su vida.

Y la observé, recuerdo ese día, y vi algo mucho más allá de lo que veía en Angeline.

Y sí, ella ya era mayor para estar en cuarto grado.

Le dimos la oportunidad de venir a clases.

Cinco meses después, esta es Angeline.

Había comenzado una transformación en su vida.

Angeline quiere ser piloto, para poder volar alrededor del mundo y marcar una diferencia.

No era nuestra mejor alumna cuando la aceptamos.

Ahora es la mejor alumna, no solo en nuestra escuela, sino de toda la división en la que estamos.

Ella es Sharon.

Ahí está cinco años después.

Esta es Evelyn.

Cinco meses después, esta es la diferencia que estamos haciendo.

Mientras comienza un nuevo día en mi escuela, sucede el comienzo de algo nuevo.

En este momento, 125 niñas jamás serán mutiladas.

Ciento veinticinco niñas, no serán casadas a la edad de 12 años.

Ciento veinticinco niñas están creando y alcanzando sus sueños.

Esto es lo que estamos haciendo, dándoles oportunidades, donde pueden crecer.

En este momento, hay mujeres a quienes no están golpeando gracias a la revolución que comenzamos en nuestra comunidad.


(Aplausos)
Quiero desafiarlos hoy.

Me están oyendo, porque están aquí, siendo muy optimistas.

Son personas que son muy apasionadas.

Son personas que quieren ver un mundo mejor.

Son personas que quieren ver que la guerra llegue a su fin, sin pobreza.

Son personas que quieren marcar una diferencia.

Son personas que quieren construir un futuro mejor.

Quiero desafiarlos a que sean esa primera persona, porque los demás los seguirán.

Sean los primeros.

Las personas los seguirán.

Sean valientes.

Háganse valer.

Sean intrépidos.

Estén seguros.

Muévanse, porque mientras cambien el mundo, mientras cambien su comunidad, creemos que estamos impactando a una niña, una familia, una aldea, un país a la vez.

Estamos haciendo una diferencia, así que si cambian el mundo, van a cambiar su comunidad, van a cambiar su país, y piénsenlo.

Si Uds.

lo hacen, y yo lo hago,

¿acaso no estaremos creando un mejor futuro para nuestros hijos, para sus hijos, para sus nietos?

Y viviremos en un mundo muy pacífico.

Muchísimas gracias.


(Aplausos)

https://www.ted.com/talks/kakenya_ntaiya_a_girl_who_demanded_school/

 

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