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Charla «Karen Armstrong formula su deseo de premio TED: la Carta de la compasión» de TED2008 en español.
Según afirma la estudiosa Karen Armstrong, la gente quiere ser religiosa. Deberíamos actuar para contribuir a que la religión se convierta en un motor para la armonía. Solicita a la comunidad de TED que le ayude a elaborar una Carta de la compasión que contribuya a restablecer la regla de oro como principal doctrina religiosa a nivel global.
- Autor/a de la charla: Karen Armstrong
- Fecha de grabación: 2008-02-28
- Fecha de publicación: 2008-03-19
- Duración de «Karen Armstrong formula su deseo de premio TED: la Carta de la compasión»: 1288 segundos
Traducción de «Karen Armstrong formula su deseo de premio TED: la Carta de la compasión» en español.
Es todo un honor.
Es maravilloso estar en presencia de una organización que de verdad marca una diferencia en el mundo.
Estoy muy agradecida por la oportunidad de dirigirme a vosotros hoy.
También estoy bastante sorprendida, porque, si echo la vista atrás, lo último que yo quería era escribir sobre la religión o relacionarme de alguna forma con ella.
Tras dejar el convento, terminé con la religión, la verdad.
Pensaba que aquello era todo.
Durante 13 años me mantuve al margen.
Quería ser catedrática de Literatura inglesa.
De pronto, tampoco deseaba especialmente ser escritora.
Pero entonces sufrí una serie de catástrofes profesionales, una detrás de otra, y, al final, me encontré en la televisión.
Se lo comentaba a Bill Moyers y me dijo: «Es que aceptamos a cualquiera».
Salía en programas religiosos bastante controvertidos.
Funcionó bastante bien en Reino Unido, donde la religión es muy impopular.
Así, por primera vez en la vida, por fin formaba parte de la corriente principal.
Pero me enviaron a Jerusalén a hacer una película sobre el primer cristianismo.
Allí, por primera vez, me topé con las demás tradiciones religiosas: el judaísmo y el islamismo, religiones hermanas del cristianismo.
Me di cuenta de que no sabía nada en absoluto sobre estas creencias, a pesar de mi intenso pasado religioso.
Solía ver el judaísmo como una especie de preludio del cristianismo y no sabía nada de nada acerca del islamismo.
Pero en esa ciudad torturada, donde las tres creencias luchan entre sí, también te das cuenta de la profunda conexión que existe entre ellas.
Fue el estudio de otras tradiciones religiosas lo que me devolvió el sentido de lo que puede ser la religión, y me permitió observar mi propia fe desde otro punto de vista.
Descubrí cosas asombrosas durante mi estudio que nunca se me habían ocurrido.
La verdad, cuando creía haber acabado con la religión, todo eso me parecía totalmente increíble.
Aquellas doctrinas me parecían indemostrables, abstractas, y, para mi sorpresa, cuando empecé a estudiar otras tradiciones en serio, me empecé a dar cuenta de que la creencia, que tanto nos preocupa hoy, es un entusiasmo religioso muy reciente que no apareció en occidente hasta alrededor del siglo XVII.
«Creer» originalmente solía significar amar, valorar, tener en gran estima.
En el siglo XVII se redujo su alcance por razones que estoy investigando para el libro que escribo ahora, y pasó a significar un ascenso intelectual a una serie de proposiciones: un credo.
«Creo» no significaba «acepto determinados credos de fe».
Significaba: «Me entrego.
Me comprometo».
De hecho, algunas tradiciones mundiales piensan muy poco en la ortodoxia religiosa.
En el Corán, la opinión religiosa, la ortodoxia religiosa, se desechaba como «zanna»: conjeturas excesivas sobre asuntos de los que nadie podía estar seguro pero que hacen a la gente beligerante y estúpidamente sectaria.
Entonces, si la religión no se basa en creer cosas, ¿en qué consiste? He descubierto que, en general, la religión consiste en actuar de otra forma.
En lugar de decidir si se cree o no en Dios, primero hay que hacer algo.
Se actúa de forma comprometida y luego se empiezan a comprender las verdades de la religión.
Las doctrinas religiosas pretenden ser llamamientos a la acción; sólo las comprendes al ponerlas en práctica.
En fin, en esta práctica, la compasión ocupa un lugar de honor.
Es un hecho fascinante que, sin excepción, en todas y cada una de las principales religiones, la compasión, la capacidad de sentirse con el prójimo como lo hemos estado planteando hoy, no es sólo la prueba de la religiosidad verdadera, sino lo que nos lleva a la presencia de lo que judíos, cristianos y musulmanes denominan «Dios» o «lo divino».
Según Buda, es la compasión lo que conduce al Nirvana.
¿Por qué? Porque con la compasión, al sentir al prójimo, nos quitamos del centro de nuestro mundo y colocamos allí a otra persona.
Una vez nos hayamos librado del ego, estaremos listos para ver lo divino.
Concretamente, todas las principales tradiciones del mundo han recalcado y han colocado en el centro de su tradición la llamada regla de oro, pronunciada por primera vez por Confucio cinco siglos antes de Cristo: «Lo que no desees para ti mismo, no se lo hagas a otros».
Aquello era el hilo conductor que regía toda su enseñanza y lo que sus discípulos deberían poner en práctica en todo momento.
Esa regla de oro les llevaría al valor trascendental que denominaba «ren», bondad humana, que era una experiencia trascendente en sí.
También es absolutamente crucial para las religiones monoteístas.
Existe una conocida historia sobre el rabino Hilel, «el viejo», coetáneo de Jesús.
Un pagano se ofreció a convertirse al judaísmo si el rabino era capaz de recitar todas las enseñanzas judías a la pata coja.
Hilel se puso a la para coja y dijo: «Lo que te sea odioso, no lo hagas a tu vecino.
Ésta es toda la Torá.
El resto es todo comentario.
Estúdiatelo».
Era lo que quería decir con «Estúdiatelo».
Dijo: «En tu exégesis, debes dejar claro que todos los versos de la Torá son un comentario, una glosa de la regla de oro».
El rabino Meir afirmó que las interpretaciones de las escrituras que condujeran al odio, desdén o desprecio de otros, de cualquier persona, son ilegítimas.
San Agustín planteaba exactamente lo mismo: según él, las escrituras «sólo enseñan caridad y no debemos dejar una interpretación de una escritura hasta que hayamos encontrado una compasiva».
Esta búsqueda de la compasión en algunos de estos repugnantes textos es un buen ensayo general para hacerlo en la vida real.
Ahora echemos un vistazo a nuestro mundo.
Vivimos en un mundo en que se ha secuestrado la religión, los terroristas citan el Corán para justificar atrocidades, donde, en lugar de tomar las palabras de Jesús: «Ama a tus enemigos.
No juzgues a los demás», vemos que los Cristianos juzgan a otras personas sin cesar, y se sirven de las escrituras para discutir con otros, para dejarles mal.
A lo largo de los siglos, la religión se ha usado para oprimir a los demás.
Esto se debe al ego y a la avaricia del hombre.
Como especie, tenemos el don de estropear las cosas maravillosas.
Las tradiciones también insistían, y creo que esto es importante, en que no se podía ni debía limitar la compasión a nuestro propio grupo: nuestra nación, nuestros correligionarios, nuestros compatriotas.
Hay que tener lo que un sabio chino denominaba «jian ai»: aprecio por todo el mundo.
Ama a tus enemigos.
Honra al extraño.
El Corán dice que hemos sido formados en tribus y naciones para conocernos entre nosotros.
De nuevo, esta asistencia universal se ve relegada por el uso estridente de la religión, el abuso de la religión, por viles beneficios.
Ya he perdido la cuenta del número de taxistas que, cuando digo a qué me dedico, me informan de que la religión ha sido la causa de las principales guerras de la historia.
Error.
La causa de nuestros males actuales es política.
Pero no nos equivoquemos: la religión es una discrepancia y, cuando el conflicto se arraiga en una región, la religión se puede ver arrastrada y convertirse en parte del problema.
Nuestra modernidad ha sido excesivamente violenta, Entre 1914 y 1945, 70 millones murieron sólo en Europa a causa del conflicto armado.
Muchas de nuestras instituciones, incluso el fútbol, que solía ser un agradable pasatiempo, ahora causan disturbios en los que incluso muere gente.
No sorprende que también la religión se haya visto afectada por este espíritu violento.
También opino que existe mucho analfabetismo religioso.
Parece que ahora se equipara la fe religiosa con creer en cosas.
Se llama creyentes a las personas religiosas, como si creer fuese lo único que hacen.
Muy a menudo, los objetivos secundarios pasan a un primer plano, en lugar de la compasión y la regla de oro.
Porque la regla de oro es complicada.
A veces, cuando hablo a las congregaciones sobre la compasión, veo una expresión de rebeldía en sus rostros porque mucha gente religiosa prefiere tener razón a tener compasión.
Pero eso no es todo.
Desde el 11 de septiembre, cuando mi trabajo sobre el islam de pronto me empujó a la vida pública como jamás habría imaginado, he podido viajar alrededor del mundo y ver, en todos los sitios, un ansia de cambio.
Acabo de volver de Paquistán donde literalmente miles de personas acudieron a mis ponencias, en primer lugar, porque ansiaban oír una voz occidental cordial.
Sobre todo vino gente joven y me preguntaban…
Los jóvenes me preguntaban: «¿Qué podemos hacer para cambiar las cosas?» Y mis anfitriones en Paquistán dijeron: «No seas demasiado educada con nosotros.
Dinos en qué nos equivocamos.
Hablemos sobre dónde falla la religión».
Porque me da la impresión de que nuestra situación actual es tan grave ahora mismo, que las ideologías que no promueven un entendimiento global y una apreciación global entre nosotros suspenden la prueba del tiempo.
Y la religión, con gran seguimiento aquí, en Estados Unidos…
La gente puede ser religiosa de forma distinta, como ha demostrado un informe, pero sigue queriendo ser religiosa.
Sólo Europa occidental ha mantenido su secularismo, que ahora empieza a parecer algo anticuado.
Pero la gente quiere ser religiosa y la religión debería convertirse en un motor de la armonía en el mundo, lo cual puede y debe ser, gracias a la regla de oro: «Lo que no desees para ti mismo, no se lo hagas a otros», un espíritu que debería aplicarse a nivel global.
No deberíamos tratar a otras naciones como no nos gusta ser tratados.
Esto, sin importar nuestras malditas creencias, es un asunto religioso, espiritual.
Es un asunto moral profundo que nos atañe y debería atañernos a todos.
Como decía, hay hambre de cambio ahí fuera.
Aquí, en Estados Unidos, puede comprobarse en la campaña electoral el deseo de cambio.
La gente de las iglesias y mezquitas de todo el continente, después del 11 de septiembre, se reúne localmente para crear redes de entendimiento.
Las mezquitas, las sinagogas dicen: «Debemos empezar a hablar entre nosotros».
Ha llegado el momento de traspasar la idea de tolerancia y pasar a la apreciación mutua.
Me gustaría comentar una historia.
Viene de «La Ilíada», pero transmite lo que debería ser esta espiritualidad.
Ya conocéis la historia de «La Ilíada «, la guerra de 10 años entre Grecia y Troya.
En un episodio, Aquiles, el famoso guerrero de Grecia, retira sus tropas de la guerra y todo el esfuerzo belicoso sufre.
En la confusión que siguió, su querido amigo, Patroclo, muere en un combate cuerpo a cuerpo a manos de un príncipe troyano, Héctor, y Aquiles enloquece de dolor, ira y rabia y mata a Héctor, le mutila el cuerpo y luego se niega a devolver el cadáver a la familia para su entierro, lo cual implica, según las creencias griegas, que el alma de Héctor vagaría perdida eternamente.
Una noche, Príamo, rey de Troya, un anciano, entra de incógnito al campamento griego y va hacia la tienda de Aquiles a pedir el cuerpo de su hijo.
Todos se asombran cuando el anciano se quita el sombrero y se muestra.
Aquiles le mira y piensa en su padre.
Comienza a llorar.
Príamo contempla al hombre que ha asesinado a muchos de sus hijos y el también empieza a llorar, y el sonido de su llanto invade el lugar.
Los griegos pensaban que llorar en compañía creaba vínculos entre la gente.
Aquiles entonces toma el cuerpo de Héctor y se lo entrega con ternura a su padre y los dos hombres se miran, y se ven como divinos.
Esos valores se encuentran en todas las religiones.
Se trata de superar el terror que sentimos cuando estamos amenazados por nuestros enemigos y comenzar a apreciar al prójimo.
Es muy importante que «sagrado» en hebreo, aplicado a Dios, sea «kadosh», separado, otro.
Quizá a menudo lo ajeno de nuestros enemigos es lo que puede darnos indicios de esa trascendencia totalmente misteriosa que es Dios.
Ahora, he aquí mi deseo: deseo que me ayudéis en la creación, lanzamiento y difusión de una Carta de la compasión, elaborada por un grupo de pensadores inspiradores de las tres tradiciones abrahámicas: judaísmo, cristianismo e islam, basada en el principio fundamental de la regla de oro.
Necesitamos crear un movimiento entre todas las personas que conozco en mis viajes, y tal vez conozcáis también, que quieran unirse, y, en cierto modo, recuperar su fe, que sienten, como decía, secuestrada.
Necesitamos dar la capacidad a esas personas de recordar su espíritu compasivo y darles directrices.
Esta Carta no sería un documento masivo.
Me gustaría verlo como unas directrices sobre cómo interpretar las escrituras, estos textos de los que se abusa.
Recordad lo que los rabinos y San Agustín decían sobre que las escrituras deberían regirse por el principio de la caridad.
Volvamos a ello y a la idea, también, de que judíos, cristianos y musulmanes, tradiciones a menudo en desacuerdo, trabajen juntos para crear un documento que esperamos firmen al menos mil de los principales líderes religiosos de todas las tradiciones del mundo.
Vosotros sois esas personas.
Yo sólo soy una estudiosa solitaria.
Aunque me encanta pasarlo bien, cosa que me sorprendió que me ocurriera, paso mucho tiempo sola, estudiando, y no soy muy…
Vosotros tenéis los conocimientos tecnológicos para explicarme cómo transmitírselo a todos.
a todas las personas del planeta.
He tenido algunas charlas preliminares y el arzobispo Desmond Tutu, por ejemplo, está dispuesto a poner su nombre, al igual que el imán Faisal Rauf de Nueva York.
También trabajaría con la Alianza de Civilizaciones de la ONU.
Formé parte de la esa iniciativa de la ONU llamada Alianza de Civilizaciones, a la que Kofi Annan solicitó diagnosticar las causas el extremismo, y otorgar directrices prácticas a los estados miembros para evitar que siguiese en aumento.
La Alianza me ha comunicado que estaría dispuesta a trabajar con ella.
La importancia de esto es que es…
Me empezáis a parecer preocupados, porque pensáis que es un organismo lento y torpe, pero la ONU puede proporcionar cierta neutralidad para que no se vea como una iniciativa occidental o cristiana, sino como una que procede, por así decirlo, de las Naciones Unidas, del mundo, y nos ayudaría con la burocracia de todo esto.
Por eso os pido que os unáis a mí en la elaboración de esta Carta, en su lanzamiento y propagación para que se convierta…
Me gustaría verla en todas las escuelas, iglesias, mezquitas y sinagogas del mundo, para que la gente pueda observar su tradición, reivindicarla y hacer de la religión una fuente de paz en el mundo, como puede y debe ser.
Muchas gracias.
https://www.ted.com/talks/karen_armstrong_my_wish_the_charter_for_compassion/