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Karen Thompson Walker: Lo que el miedo nos puede enseñar – Charla TEDGlobal 2012

Charla «Karen Thompson Walker: Lo que el miedo nos puede enseñar» de TEDGlobal 2012 en español.

Imagina que eres un naufrago a la deriva en el gigantesco océano Pacífico. Puedes elegir uno de tres rumbos y salvarte con tus compañeros a bordo, pero cada opción viene con una consecuencia terrible. ¿Cómo eliges? Al contar la historia del ballenero Essex, la novelista Karen Thompson Walker muestra cómo el miedo impulsa la imaginación, obligándonos a imaginar futuros posibles y la manera de afrontarlos.

  • Autor/a de la charla: Karen Thompson Walker
  • Fecha de grabación: 2012-06-28
  • Fecha de publicación: 2013-01-02
  • Duración de «Karen Thompson Walker: Lo que el miedo nos puede enseñar»: 690 segundos

 

Traducción de «Karen Thompson Walker: Lo que el miedo nos puede enseñar» en español.

Un día de 1819, a 4 800 kilómetros de la costa de Chile, en una de las zonas más remotas del océano Pacífico, 20 marineros estadounidenses vieron su barco inundarse con agua de mar.

Los había golpeado un cachalote, que había abierto un agujero catastrófico en el casco del barco.

Mientras su embarcación se hundía bajo el oleaje, los hombres se amontonaron en tres pequeños botes balleneros.

Estos hombres estaban a 16 000 kilómetros de casa y a más de 1 600 kilómetros del trozo de tierra más cercano.

En sus pequeños botes sólo llevaban equipo rudimentario de navegación y reservas limitadas de comida y agua.

Ellos eran la tripulación del ballenero Essex, cuya historia inspiraría algunas partes de “Moby Dick.” Incluso hoy, su situación sería terrible, pero imaginen cuán peor habría sido entonces.

Nadie en tierra firme tenía idea de que algo había salido mal.

Ningún equipo de rescate iba a salir en su búsqueda.

La mayoría de nosotros nunca ha experimentado una situación tan aterradora como en la que se encontraron estos marineros, pero todos sabemos lo que es estar asustado.

Sabemos cómo se siente el miedo, pero no creo que dediquemos tiempo suficiente a pensar lo que significan nuestros temores.

Conforme crecemos, se fomenta que pensemos en el miedo como una debilidad, otra cosa infantil para desechar, como los dientes de leche o unos patines.

Y no creo que esto sea casualidad.

Los neurocientíficos han demostrado que los humanos realmente estamos predispuestos a ser optimistas.

Quizá por eso a veces vemos el miedo como un peligro en sí mismo.

“No te preocupes,” nos gusta decirnos unos a otros.

“No te asustes.” Decimos que conquistamos el miedo.

Lo combatimos.

Lo superamos.

Pero, ¿y si lo viéramos desde una nueva perspectiva? ¿Qué tal si pensáramos en él como un acto sorprendente de la imaginación, algo que puede ser tan profundo y revelador como narrar historias? Es más fácil ver esta relación entre el miedo y la imaginación en los niños pequeños, cuyos temores son a menudo extraordinariamente vívidos.

Cuando era niña, vivía en California, que como saben, es casi siempre un lugar muy agradable para vivir, aunque para mí también era un poco aterrador.

Recuerdo cuán espantoso era ver el candelabro que colgaba sobre la mesa de nuestro comedor columpiarse de un lado a otro durante cada terremoto menor, y a veces no podía conciliar el sueño, aterrada por que uno mayor ocurriese mientras dormíamos.

Y lo que decimos acerca de los niños con temores como ese es que tienen una imaginación vivaz.

Pero en algún punto, la mayoría de nosotros maduramos y aprendemos a dejar atrás este tipo de visiones.

Aprendemos que no hay monstruos escondidos debajo de la cama y que no todos los terremotos derrumban edificios.

Pero quizá no es coincidencia que algunas de las mentes más creativas no logren abandonar este tipo de miedos como adultos.

Las mismas mentes increíbles que produjeron “El origen de las especies”, “Jane Eyre” y “En busca del tiempo perdido”, también generaron angustias intensas que persiguieron las vidas adultas de Charles Darwin, Charlotte Brontë y Marcel Proust.

La pregunta es, ¿qué nos pueden enseñar los visionarios y niños pequeños acerca del miedo? Bien, regresemos por un instante al año 1819, al escenario al que se enfrentaba la tripulación del ballenero Essex.

Echemos un vistazo a los temores que se generaban en su imaginación mientras iban a la deriva a mitad del Pacífico.

Habían pasado 24 horas desde el naufragio.

Había llegado el momento de elaborar un plan, pero los marineros tenían muy pocas opciones.

Nathaniel Philbrick escribió en un relato fascinante del desastre que estos hombres estaban tan lejos de tierra firme como era posible en la Tierra.

Sabían que las islas más cercanas a las que podían llegar eran las Marquesas, a 1900 kilómetros de distancia.

Pero habían oído algunos rumores escalofriantes.

Habían oído que en esas islas, y en otras cercanas a ellas, habitaban caníbales.

Así, los hombres se imaginaron desembarcando solo para ser asesinados y servidos como cena.

Otro destino posible era Hawái, pero dada la temporada, el capitán temía que una tormenta severa los golpeara.

La última opción era la más larga y la más difícil: navegar 2400 kilómetros hacia el sur con la esperanza de encontrar una corriente de viento que finalmente podría llevarlos hacia la costa de América del Sur.

Pero sabían que la duración misma del viaje podría acabar con sus reservas de comida y agua.

Ser comidos por caníbales, golpeados por tormentas o morir de hambre antes de tocar tierra.

Esos eran los miedos que bailaban en la imaginación de estos pobres hombres, y como verán, el miedo al que eligieron escuchar determinaría si vivirían o morirían.

Ahora, fácilmente podríamos llamar a estos miedos por otro nombre.

¿Qué tal si en lugar de llamarlos miedos los llamamos historias? Porque si piensan en ello, eso es en realidad el miedo.

Es una forma inconsciente de narrar historias que ya sabemos hacer al nacer.

Y los miedos y las historias tienen los mismos componentes.

Comparten la estructura.

Como todas las historias, los miedos tienen personajes.

Nosotros somos los personajes de nuestros miedos.

Los miedos también tienen tramas.

Tienen principios, intermedios y finales.

Abordas el avión.

El avión despega.

Los motores fallan.

Nuestros temores también contienen imágenes que pueden ser tan vívidas como las que podrían encontrar en las páginas de una novela.

Imaginen a un caníbal, dientes humanos hundiéndose en piel humana, carne humana asándose al fuego.

Los miedos también tienen suspense.

Si hoy he hecho mi trabajo como narradora, deberían estarse preguntado qué sucedió con la tripulación del ballenero Essex.

Nuestros temores nos provocan ese tipo de suspense.

Al igual que las grandes historias, los miedos concentran nuestra atención en una pregunta que es tan importante en la vida como lo es en la literatura: ¿Qué pasará ahora? En otras palabras, nuestros miedos nos hacen pensar en el futuro.

Y por cierto, los humanos somos las únicas criaturas capaces de pensar en el futuro de esta forma, de proyectarnos hacia delante en el tiempo, y este viaje mental en el tiempo es otra de las cosas que los miedos comparten con las historias.

Como escritora, les puedo decir que un elemento importante al escribir ficción es aprender a predecir cómo un suceso en la historia afectará al resto de los sucesos, y los miedos funcionan igual.

En el miedo, como en la ficción, una cosa siempre lleva a otra.

Mientras escribía mi primera novela, “La edad de los milagros”, pasé meses pensando qué sucedería si, de pronto, la rotación de la Tierra comenzará a ralentizarse.

¿Qué sucedería con los días? ¿Qué sucedería con los cultivos? ¿Qué sucedería con nuestras mentes? Y más tarde me di cuenta de lo parecido que eran estas preguntas a las que me hacía de niña, aterrada en la noche.

Si esta noche ocurriese un terremoto, solía preguntarme, ¿qué sucedería con nuestra casa? ¿Qué pasaría con mi familia? Y la respuesta a esas preguntas siempre tomaba la forma de una historia.

Entonces, si pensamos en nuestros temores no sólo como miedos sino como historias, deberíamos pensar en nosotros como los autores de tales historias.

Pero igual de importante es pensar en nosotros como los lectores de nuestros miedos, y la forma en que elijamos interpretarlos puede afectar profundamente nuestras vidas.

Ahora, algunos analizamos nuestros miedos con mayor detenimiento que otros.

Hace poco leí sobre un estudio acerca de emprendedores exitosos, y el autor descubrió que estas personas compartían un hábito al que llamó “paranoia productiva”; significa que en lugar de ignorar sus temores, los analizaban detenidamente, los estudiaban, y luego traducían ese miedo en preparación y acción.

De esa forma, si sus mayores temores se volvían realidad, sus empresas estaban preparadas.

Y por supuesto, a veces nuestros peores miedos se vuelven realidad.

Es una de las cosas más extraordinarias sobre el miedo.

De vez en cuando, nuestros miedos pueden predecir el futuro.

Aunque es imposible prepararnos para todos los miedos que crean nuestras mentes.

Así que, ¿cómo podemos distinguir entre los miedos a los que vale la pena hacer caso del resto? Creo que el final de la historia del ballenero Essex ofrece un ejemplo esclarecedor, aunque trágico.

Después de mucho deliberar, los marineros por fin tomaron una decisión.

Aterrados por los caníbales, decidieron evitar las islas más cercanas y en su lugar se embarcaron en la ruta más larga y difícil hacia América del Sur.

Después de más de dos meses en el mar, los hombres se quedaron sin comida, como sabían que podría ocurrir, y aún estaban muy lejos de tierra firme.

Cuando los últimos supervivientes por fin fueron rescatados por dos barcos que pasaban, menos de la mitad de los hombres quedaban vivos, y algunos habían recurrido a su propia forma de canibalismo.

Herman Melville, quien estudió esta historia como investigación para “Moby Dick”, escribió años después y desde tierra firme, cito, “Los sufrimientos de estos desdichados hombres del Essex podrían haberse evitado, con toda probabilidad, si se hubieran dirigido directos hacia Tahití inmediatamente después de abandonar el buque.

Pero,” como dijo Melville, “le tenían pavor a los caníbales.” La cuestión es, ¿por qué estos hombres temían a los caníbales mucho más que a la enorme posibilidad de morir de hambre? ¿Por qué se vieron mucho más influenciados por una historia que por otra? Visto desde esta perspectiva, su historia se convierte en una de interpretación.

El novelista Vladimir Nabokov dijo que el mejor lector tiene una combinación de dos temperamentos muy distintos, el artístico y el científico.

Un buen lector tiene la pasión del artista, la disposición de perderse en la historia, pero de igual importancia, el lector necesita el juicio imparcial del científico, que actúa para templar y complicar las reacciones intuitivas del lector hacia la historia.

Como hemos visto, los hombres del Essex no tenían dificultad con la parte artística.

Se imaginaron una diversidad de escenarios horripilantes.

El problema fue que prestaron atención a la historia incorrecta.

De todos los escenarios que surgieron de sus miedos, respondieron solo al más espeluznante y vívido, aquél que les era más fácil imaginar: los caníbales.

Pero quizá si hubieran sido capaces de interpretar sus miedos más como un científico, con mayor objetividad, hubieran escuchado la historia menos violenta, pero más probable, la del hambre, y se hubieran dirigido a Tahití, como sugiere el lúgubre comentario de Melville.

Y tal vez, si todos intentáramos analizar nuestros miedos, también nos dejaríamos influenciar menos por los más salaces.

Quizá así pasaríamos menos tiempo angustiándonos por asesinos seriales y accidentes de avión, y más tiempo preocupándonos por los desastres más sutiles y paulatinos que enfrentamos: la acumulación silenciosa de placa en nuestras arterias, los cambios graduales de nuestro clima.

Así como las historias con más matices son a menudo las más ricas en la literatura, también nuestros miedos más sutiles pueden ser los más reales.

Leídos correctamente, nuestros miedos son un regalo sorprendente de la imaginación, una forma cotidiana de clarividencia, una manera de vislumbrar el futuro cuando aún hay tiempo de influir en él.

Interpretados de la forma apropiada, nuestros miedos pueden ofrecernos algo tan valioso como nuestras obras de literatura preferidas: un poco de sabiduría, algo de perspicacia y una versión de lo más elusivo: la verdad.

Gracias.

(Aplausos)

https://www.ted.com/talks/karen_thompson_walker_what_fear_can_teach_us/

 

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