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Charla «La belleza de ser inadaptada» de TED2016 en español.
Para aquellos que sienten que no pertenecen a ninguna parte, existe belleza en ser inadaptado. La escritora Lidia Yuknavitch comparte su propio viaje díscolo en un collage íntimo de historias sobre pérdidas, vergüenza y el lento proceso de la autoaceptación. «Incluso en el momento de tu fracaso, eres hermosa», dice ella. «Tú no lo sabes todavía, pero tienes la capacidad sin fin de reinventarte. Esa es tu belleza».
- Autor/a de la charla: Lidia Yuknavitch
- Fecha de grabación: 2016-02-18
- Fecha de publicación: 2016-05-23
- Duración de «La belleza de ser inadaptada»: 778 segundos
Traducción de «La belleza de ser inadaptada» en español.
Sé que TED trata de cosas grandiosas, pero yo quiero hablarles de algo muy pequeño.
Tan pequeño que cabe en una sola palabra.
La palabra es «inadaptado».
Es una de mis palabras favoritas, porque es muy literal.
Es decir, una persona que no logra adaptarse.
O una persona que se adapta mal.
O esto: «una persona que se adapta de forma deficiente a las nuevas situaciones y entornos».
Soy una inadaptada acreditada.
Y estoy aquí para el resto de los inadaptados de esta sala, porque nunca soy la única.
Les contaré una historia de una inadaptada.
En alguna parte a mis treintaitantos, el sueño de convertirme en escritora llegó justo a mi puerta.
En realidad, se trataba de mi buzón de correo en forma de carta donde se leía que había ganado un premio literario gigante por un cuento que había escrito.
La corta historia era sobre mi vida como nadadora de competición y sobre mi patética vida familiar, y un poco sobre cómo el dolor y la pérdida puede volverte loca.
El premio era un viaje a la ciudad de Nueva York para reunirse con grandes editores, agentes y otros autores.
Era el sueño del aspirante a escritor,
¿verdad?
¿Saben qué hice el día que la carta llegó a mi casa?
Porque yo así puse la carta sobre la mesa de la cocina, me serví un vaso gigante de vodka con hielo y limón, y me quedé sentada en ropa interior durante un día entero, simplemente mirando la carta.
Pensaba en todas las formas que ya en mi vida la había cagado.
¿Quién demonios era yo para ir a la ciudad de Nueva York y fingir ser escritora?
¿Quién era yo?
Se lo diré.
Yo era una inadaptada.
Al igual que legiones de otros niños, provenía de un hogar violento que por poco acabó con mi vida.
Yo ya tenía dos matrimonios épicamente fallidos a mis espaldas.
Tuve que abandonar la universidad no una sino dos veces, tal vez incluso tres pero que no contaré.
(Risas)
Y había pasado por una rehabilitación por consumo de drogas.
Y había pasado dos estancias vacacionales preciosas en la cárcel.
Así que estoy en el escenario correcto.
(Risas)
Pero la verdadera razón, creo, de ser una inadaptada, es porque mi hija murió el día de su nacimiento y todavía no había descubierto cómo vivir con esa historia.
Tras la muerte de mi hija también fui un tiempo una sintecho, viviendo debajo de un puente en un estado de profunda tristeza y pérdida como una zombi que algunos de nosotros experimentamos en el camino.
Tal vez todos nosotros, si viven lo suficiente.
Los sintecho son algunos de nuestros inadaptados más heroicos, porque comienzan como nosotros.
Había perdido la oportunidad de adaptarme a casi todas las categorías existentes: hija, esposa, madre, universitaria.
Y el sueño de ser escritora era realmente algo como una piedrecita, triste en la garganta.
Era demasiado, a mi pesar, subir al avión y volar a la ciudad de Nueva York, donde están los escritores.
Compañeros inadaptados casi puedo ver sus cabezas ardiendo.
Les puedo señalar en la sala.
En un primer momento, les habría encantado.
Deben elegir los tres escritores famosos que desean conocer, y estos tipos fueron y los encontrado.
Logras estar en el Hotel Gramercy Park, donde hay que beber whisky tarde en la noche con gente cool, ostentosa y elegante.
Y tienes que fingir ser cool, elegante y ostentosa también.
Y hay que cumplir con muchos autores, editores y agentes en almuerzos y cenas muy, muy elegantes.
Pregúntenme cuán sofisticado.
Audiencia:
¿Cuán sofisticado?
Lidia Yuknavitch: Les confesaré que robé tres servilletas de lino,
(Risas)
de tres restaurantes diferentes.
Y metí un menú en mis pantalones.
(Risas)
Solo quería algunos recuerdos, para que al llegar a casa, pudiera creerme que realmente me había sucedido.
¿Saben?
Las tres escritoras que quería encontrar eran Carole Maso, Lynne Tillman y Peggy Phelan.
No eran famosas o autoras de grandes ventas, pero para mí, eran titanes como mujeres escritoras.
Carole Maso escribió el libro que más tarde fue mi biblia del arte.
Lynne Tillman me dio permiso para creer que existía una posibilidad de que mis historias pudieran existir.
Y Peggy Phelan me recordó que tal vez mi cerebro podría ser más importante que mis tetas.
No eran mujeres escritoras convencionales, pero estaban creando un camino en la corriente principal con sus historias corpóreas.
Es como pensar, cómo el agua erosiona al Gran Cañón.
Eso casi me mata de alegría pasar el rato con estas tres escritoras mayores de 50 años.
Y la razón por la que casi me mata de alegría es porque nunca había experimentado una alegría tal.
Nunca había estado en una sala así.
Mi madre nunca fue a la universidad.
Y mi carrera creativa hasta ese momento era algo pequeño, triste, un mortinato.
Así que en esas primeras noches en Nueva York quería morirme allí.
Pensaba: «Mátame ahora.
Estoy bien.
Esto es hermoso».
Algunos de Uds.
en la sala entenderán qué sucedió después.
Primero me llevaron a las oficinas de Farrar, Straus y Giroux.
Farrar, Straus y Giroux eran como la prensa de mi megasueño.
Es decir, TS Eliot y Flannery O’Connor publicaron allí.
El principal editor me sentó y me habló durante mucho tiempo, intentando convencerme de que tenía un libro en mí sobre mi vida como nadadora.
Ya saben, como un libro autobiográfico.
Durante todo el tiempo que me hablaba, estaba allí sonriendo y asintiendo con la cabeza como un idiota insensible, con los brazos cruzados sobre el pecho, mientras que nada, absolutamente nada salía de mi garganta.
Así que al final, él me dio una palmada en el hombro al igual que lo haría un entrenador de natación.
Y me deseó suerte y me dio algunos libros gratis y me mostró la puerta.
A continuación, me llevaron a la oficina de W.W.
Norton, cuando estaba bastante segura de que me llevarían fuera del edificio simplemente por llevar Doc Martens.
Pero eso no sucedió.
Al estar en las oficinas de Norton me sentía llegar hasta el cielo nocturno y tocar la luna mientras que las estrellas tenían su nombre bordado en el cosmos.
Quiero decir, así de grande se me asemejaba esto para mí.
¿Lo entienden?
Su editor de plomo, Carol Smith Houck, se inclinó hacia mi cara con estos ojitos brillantes y feroces y dijo: «Bueno, envíame algo, entonces, ¡de inmediato!» En ese momento la mayoría de las personas, especialmente de TED, habría corrido al buzón de correo,
¿verdad?
Me tomó más de una década incluso imaginar poner algo en un sobre y pegar un sello.
En la última noche, di un gran lectura en el Club de Poesía Nacional.
Y al final de la lectura, Katharine Kidde de Kidde, Hoyt & Picard Literary Agency, vino directamente a mí y me dio la mano y me ofreció la representación, en el acto.
Me quedé allí y me quedé sorda.
¿Les sucedió esto alguna vez?
Y casi me puse a llorar porque todas las personas en la sala estaban tan bien vestidas, y todo lo que salió de mi boca fue: «No sé.
Tengo que pensarlo».
Y ella dijo: «Está bien, entonces», y se alejó.
Todas esas manos abiertas hacia mí, esa piedrecita, triste en la garganta.
Ya ven, estoy tratando de contarles algo sobre la gente como yo, personas inadaptadas, que no siempre saben cómo tener esperanza o decir que sí o elegir lo grandioso, incluso estando ante nosotros.
Es una pena que llevamos.
Es la vergüenza de querer algo bueno.
Es la vergüenza de sentirse algo bueno.
Es la vergüenza de no creer realmente que no merecemos estar en la sala con la gente que admiramos.
Si pudiera, me gustaría volver y autoaconsejarme.
Sería exactamente igual que aquellas mujeres de 50 años que me ayudaron.
Me autoenseñaría cómo querer las cosas, cómo ponerse de pie, cómo pedirlas.
Yo diría, «¡Ud.! ¡Sí, Ud.! Ud.
también debe estar en la sala».
El esplendor cae sobre todos nosotros, y no somos nada el uno sin el otro.
En su lugar, volé de regreso a Oregon, y mientras observaba los árboles de hoja perenne y volvía a ver la lluvia, terminé de beber muchas botellitas del avión.
«¡Sientan lástima de sí mismos».
Pensé en si yo fuese escritora, sería una especie de escritora inadaptada.
Lo que digo es que regrese a Oregon sin un acuerdo para un libro, sin un agente, y con solo una cabeza y corazón lleno de recuerdos por haber estado sentada tan cerca de escritoras hermosas.
La memoria era el único premio que me permití.
Y, sin embargo, en casa, en la oscuridad, de vuelta en mi ropa interior, todavía podía oír sus voces.
Dijeron: «No hagas caso de quien intente hacer que te calles o cambiar tu historia».
Dijeron: «Da voz a la historia única solo tú sabes cómo contar».
Dijeron: «A veces, al contar la historia es lo que salva tu vida».
Ahora soy, como se puede ver, la mujer de más de 50.
Y yo soy escritora.
Y yo soy madre.
Y me convertí en maestra.
Adivinen cuáles son mis estudiantes favoritos.
A pesar de que no ocurrió ese día, ese sueño se hizo realidad a través de mi buzón de correo, he escrito un libro de memorias, llamado «La cronología de agua».
En ella cuento las historias de las veces que he tenido que autoreinventarme de las ruinas de mis elecciones, historias de cómo mis fracasos aparentes eran extraños soportales cabrones de, en realidad, hacia algo hermoso.
Todo lo que tenía que hacer era dar voz a la historia.
Hay un mito en la mayoría de culturas acerca de seguir los sueños.
Se llama el viaje del héroe.
Pero yo prefiero un mito diferente, que está ligeramente al margen o por debajo del otro.
Se llama el mito del inadaptado.
Y dice así: incluso en el momento de tu fracaso, en ese momento, eres hermoso.
Tú no lo sabes todavía, pero tienes la capacidad de reinventarte sin fin.
Esa es tu belleza.
Puedes ser un borracho, un sobreviviente de violencia, puedes ser un exconvicto, puede ser un sintecho, puede que pierdas todo el dinero el trabajo o a tu marido o esposa, o lo peor de todo, a un hijo.
Puedes incluso perder tus canicas.
Puedes estar en el punto muerto en el centro de tu fracaso y aún así, solo estoy aquí para decirte: Eres tan hermoso.
Tu historia merece ser escuchada, porque eres un inadaptado raro y extraordinario.
Uds., nuevas especies, son los únicos en la sala que puede contar la historia como solo Uds.
podrían contarla.
Y estaré escuchando.
Gracias.
(Aplausos)
https://www.ted.com/talks/lidia_yuknavitch_the_beauty_of_being_a_misfit/