Saltar al contenido
Deberes escolares » Charlas educativas » La ciudad para caminar – Charla TEDCity2.0

La ciudad para caminar – Charla TEDCity2.0

Charla «La ciudad para caminar» de TEDCity2.0 en español.

¿Cómo resolver el problema de los suburbios? El urbanista Jeff Speck muestra cómo podemos liberarnos de la dependencia del auto, al que denomina «prótesis generadora de gases, que desperdicia tiempo y amenaza la vida», mediante ciudades en las que se pueda caminar más, que sean más placenteras para más personas.

  • Autor/a de la charla: Jeff Speck
  • Fecha de grabación: 2013-09-20
  • Fecha de publicación: 2013-10-14
  • Duración de «La ciudad para caminar»: 1016 segundos

 

Traducción de «La ciudad para caminar» en español.

Soy planificador y diseñador urbano, ex defensor de las artes, graduado en arquitectura e historia del arte, y hoy quiero hablarles no de diseño, sino de EE.UU.

y de cómo EE.UU.

puede ser económicamente más resiliente, de cómo EE.UU.

puede ser más saludable, y de cómo EE.UU.

puede ser ambientalmente más sustentable.

Sé que este es un foro mundial, pero creo que debo hablar de EE.UU.

porque hay una historia en algunos lugares, no en todos, de ideas de EE.UU.

que son adoptadas, emuladas, para bien o para mal, en todo el mundo.

Y la peor idea que hemos tenido es la expansión suburbana.

Mientras hablamos, la están imitando en muchos sitios.

Por expansión suburbana me refiero a la reorganización y creación de paisaje en torno a la exigencia del uso del automóvil, el automóvil que una vez fue un instrumento de libertad y que se ha convertido en una prótesis que pone en peligro nuestras vidas, malgasta nuestro tiempo y genera gases, una prótesis que muchos de nosotros necesitamos — muchos en EE.UU.

en verdad la necesitamos — para vivir nuestra vidas diarias.

Y hay una alternativa.

Ya saben, se dice que la mitad del mundo vive en ciudades.

Bueno, en EE.UU.,— ese vivir en ciudades para muchos de ellos— viven todavía en ciudades en las que dependen del automóvil.

Y yo trabajo para que en nuestras ciudades caminemos más.

Pero no puedo dar argumentos de diseño que tengan tanto impacto como los argumentos que aprendí de economistas, epidemiólogos y ambientalistas.

Y son estos tres argumentos los que voy a desarrollar rápidamente aquí hoy.

Cuando crecía, en los años ’70, el estadounidense típico gastaba un décimo de su ingreso — la familia estadounidense — en transporte.

Desde entonces hemos duplicado la cantidad de carreteras en EE.UU., y ahora gastamos un quinto de los ingresos en transporte.

Las familias trabajadoras, aquellas con ingresos entre USD 20 000 y USD 50 000 al año en EE.UU., están ahora gastando más en transporte que en vivienda, un poco más, debido a este fenómeno llamado «conduce hasta que califiques», que los lleva a establecer sus hogares más y más lejos cada vez del centro de las ciudades y de sus empleos, y a quedar atrapados en este tener que viajar 2, 3 y 4 horas al día para llegar al trabajo.

Y estos son los barrios, por ejemplo, del Valle Central de California que no sufrieron daño cuando estalló la burbuja inmobiliaria pero que cuando subió el precio de la gasolina fueron diezmados.

De hecho, estos son muchos de los vecindarios semi-vacíos que vemos hoy.

Imaginen que hipotecan todo lo que tienen para comprar casa, que se inundan, y que tienen que pagar el doble por sus gastos de transporte.

Sabemos lo que se le ha hecho a nuestra sociedad y todo el trabajo extra que tenemos que hacer para mantener nuestros autos.

¿Qué pasa cuando una ciudad decide fijar otras prioridades?

Y probablemente el mejor ejemplo que tenemos aquí en EE.UU.

es Portland, Oregón.

Portland tomó muchas decisiones en los años ’70 que empezaron a distinguirla de casi cualquier otra ciudad de EE.UU.

Mientras la mayoría de las otras ciudades se expandían indiscriminadamente, ellos instituyeron un límite al crecimiento urbano.

Mientras la mayoría de las ciudades ensanchaban las carreteras, acabando con las zonas de estacionamiento y los árboles para hacer más fluido el tráfico, ellos instituyeron un programa de calles estrechas.

Y mientras la mayoría de las ciudades invertían en más carreteras y autopistas, ellos invirtieron en bicicletas y caminatas.

Y gastaron USD 60 millones en instalaciones para bicicletas, que parece mucho dinero, pero se gastó en unos 30 años, a razón de USD 2 millones al año — no es tanto — la mitad del precio que la intersección en trébol que decidieron reconstruir en esa ciudad.

Estos cambios y otros similares cambiaron la forma de vida en Portland, y los kilómetros que viajamos por día.

La cantidad que maneja cada persona, que alcanzó su punto máximo en 1996, ha ido disminuyendo desde entonces, y ahora conducen 20 % menos que el resto del país.

El ciudadano típico de Portland conduce 6 kilómetros menos, 11 minutos menos por día, que antes.

El economista Joe Cortright hizo la cuenta y halló que esos 6 kilómetros más esos 11 minutos totalizan el 3,5 % del ingreso de la región.

Así que si no están gastando ese dinero conduciendo, — por cierto, 85 % del dinero que gastamos conduciendo deja la economía local — si no gastan ese dinero conduciendo,

¿en qué lo gastan?

Bueno, Portland tiene fama de tener la mayor cantidad de portaequipajes de techo por habitante, la mayor cantidad de librerías independientes per cápita, la mayor cantidad de clubes de striptease por habitante.

Son exageraciones, leves exageraciones de una verdad fundamental, que es que Portland gasta mucho más en recreación de todo tipo que el resto de EE.UU.

Efectivamente, Oregón gasta más en alcohol que la mayoría de los otros estados, algo que puede ser bueno o malo, pero lo alegra a uno que estén conduciendo menos.


(Risas)
Pero en efecto, están gastando la mayor parte en sus hogares, y la inversión en el hogar es lo más local en lo que pueda invertirse.

Pero hay toda otra historia de Portland, que no entra en este cálculo, y es que los jóvenes con instrucción han estado mudándose a Portland en masa, por eso entre los 2 últimos censos, tuvieron un incremento del 50 % en «jóvenes del milenio» universitarios, 5 veces superior respecto de otros lugares del país, o debería decir, de la media nacional.

Así que por un lado, una ciudad le ahorra dinero a sus residentes cuando por ella se puede caminar y andar más en bici, y por otro, es también ese tipo de ciudad genial en la que queremos vivir hoy en día.

Por eso la mejor estrategia económica que se puede tener como ciudad no es el viejo modo de intentar atraer corporaciones, y de tener un polo biotecnológico o un polo médico, o un polo aeroespacial, sino el de volverse un lugar en el que la gente quiera vivir.

Y ciertamente los «jóvenes del milenio, esos motores del emprendimiento, 64 % de los cuales deciden primero dónde quieren vivir, y se mudan luego allí para buscar después empleo, ellos vendrán a tu ciudad.

El argumento de la salud es aterrador, y probablemente han oído parte de este argumento antes.

De nuevo, en los años ’70 — mucho ha cambiado desde entonces — en los años ’70, uno de cada 10 estadounidenses era obeso.

Hoy en día uno de cada tres estadounidenses es obeso, y un segundo tercio de la población tiene sobrepeso.

25 % de los jóvenes y 40 % de las jóvenes tienen demasiado peso para alistarse en nuestras propias fuerzas militares.

Según el Centro de Control de Enfermedades, un tercio completo de los niños nacidos después del 2000 tendrá diabetes.

Esta es la primera generación de niños en EE.UU.

de la que se predice tendrán vidas más cortas que sus padres.

Creo que esta crisis sanitaria de EE.UU.

de la que todos hemos oído es una crisis de diseño urbano, y que en el diseño de nuestras ciudades yace la cura.

Porque hemos hablado mucho tiempo de dietas, y sabemos que las dietas inciden en el peso, y el peso por supuesto incide en la salud.

Pero recién empezamos a hablar del sedentarismo, y de que el sedentarismo nace de nuestro paisaje, El sedentarismo, que viene del hecho de que vivimos en un lugar donde ya no existen cosas como paseos idóneos, está disparando nuestro peso.

Y por último tenemos los estudios, uno británico llamado «Gula versus pereza» que comparó el peso con la dieta y el peso con el sedentarismo, y encontró una correlación mucho más alta, más fuerte, entre las últimas dos.

El Dr.

James Levine de, en este caso, la bien llamada Clínica Mayo [mayonesa], puso a sus sujetos de estudio ropa interior electrónica, mantuvo una dieta sostenida, y luego empezó a aumentar las calorías.

Algunas personas aumentaron de peso, otras personas no lo hicieron.

Esperaban que fuera efecto de algún factor metabólico o del ADN pero se vieron sorprendidos al averiguar que la única diferencia entre los sujetos que pudieron analizar era cuánto se movían, y que de hecho quienes aumentaron de peso estuvieron sentados, en promedio, 2 horas más por día que quienes no lo hicieron.

Tenemos pues estos estudios que ligan el peso al sedentarismo, pero también, tenemos ahora estudios que ligan peso al lugar donde vivimos.

¿Vives en una ciudad donde se camina más o vives en una ciudad donde se camina menos?

O,

¿en qué lugar de tu ciudad vives?

En San Diego, usaron Walk Score.

Walk Score puntúa cada dirección de EE.UU., y pronto del mundo, en términos de cuánto puede caminarse.

Usaron Walk Score para designar barrios donde se camina más y barrios donde se camina menos.

Y, adivinen qué.

Si uno vive en un barrio donde se camina más, tiene un 35 % de probabilidades de tener sobrepeso.

Si uno vive en un barrio donde se camina menos, uno tiene un 60 % de probabilidades de tener sobrepeso.

Hoy tenemos entonces un estudio tras otro vinculando el lugar donde se vive con la salud, en particular en EE.UU.

La mayor crisis de salud que tenemos es esta derivada del sedentarismo inducido por el entorno.

Y la semana pasada aprendí una palabra nueva.

«Generaobesos» es el nombre que reciben estos barrios.

Puede que lo diga mal, pero la idea se entiende.

Esa es solo una de las cosas, por supuesto.

Para mencionarlo brevemente, también tenemos una epidemia de asma en este país.

Probablemente no han pensado mucho en eso.

14 estadounidenses mueren a diario de asma, 3 veces más que en los años ’90, y casi todo viene de los exhostos de los autos.

La polución en EE.UU.

ya no viene de las fábricas, viene de los tubos de exhosto, y de lo mucho que la gente conduce en tu ciudad.

El «millaje de recorrido vehicular» urbano, es una buena predicción de los problemas de asma en tu ciudad.

Y luego, finalmente, en materia de conducir, está el tema del asesino más grande de adultos sanos, y uno de los asesinos más grandes de todo tipo de personas: los accidentes de auto.

Y aceptamos sin más los accidentes de auto.

Suponemos que es un riesgo natural que tiene salir a la calle.

Pero de hecho, aquí en EE.UU., 12 personas de cada 100 000 mueren al año en accidentes de auto.

Estamos bastante seguros aquí.

Pues, adivinen qué.

En Inglaterra, son 7 por cada 100 000.

En Japón, 4 por cada 100 000.

¿Saben dónde hay 3 por cada 100 000?

En Nueva York.

San Francisco, lo mismo.

Portland, lo mismo.

Entonces,

¿estamos más seguros en las ciudades porque conducimos menos?

Tulsa: 14 cada 100 000.

Orlando: 20 cada 100 000.

No se trata de si uno está en la ciudad o no.

¿Es como está diseñada tu ciudad?

¿Fue diseñada para los autos o para las personas?

Porque si tu ciudad se diseñó para los autos, ese diseño es bueno para hacer chocar autos.

Eso es parte de un argumento sanitario mucho mayor.

Por último, el argumento ambiental es fascinante porque los ambientalistas dieron un vuelco completo hace 10 años.

El movimiento ambientalista en EE.UU.

ha sido históricamente un movimiento anti-ciudad de Jefferson en adelante.

«Las ciudades son pestilentes para la salud, para las libertades, para la moral del hombre.

Si seguimos apiñándonos en las ciudades, como hacen en Europa, nos volveremos tan corruptos como lo son en Europa y nos comeremos unos a otros como hacen allí».

Él aparentemente tenía sentido del humor.

Y entonces el movimiento ambientalista estadounidense ha sido un movimiento clásicamente bucólico.

Para volvernos más ambientalistas, nos mudamos al campo, y en comunión con la naturaleza, construimos suburbios.

Y por supuesto que hemos visto lo que esto provoca.

El mapeo del carbono en EE.UU., dónde está el CO2 que está siendo emitido, solo machacó por muchos años con más y más fuerza sobre este mismo argumento.

Si vemos cualquier mapa del carbono, porque lo medimos por milla cuadrada, cualquier mapa, parece como una foto satelital del cielo nocturno de EE.UU., más caliente en las ciudades, más frío en los suburbios, oscuro y tranquilo en el campo.

Hasta que algunos economistas dijeron:

¿es esa la manera correcta de medir el CO2?

Es solo que hay tanta gente en este país en un momento dado, y nosotros podemos elegir vivir donde de pronto tengamos un impacto más leve.

Y dijeron, midamos el CO2 por hogar, y al hacer eso, los mapas se invirtieron, más frío en el centro de la ciudad, más caliente en los suburbios, y al rojo vivo en estos barrios alejados del tipo «conduce hasta que califiques».

Y entonces se dio un cambio fundamental y ahora tenemos ambientalistas y economistas como Ed Glaeser que dicen que somos una especie destructiva.

Si uno ama la naturaleza, lo mejor que puede hacer es mantenerse lo más alejado posible de ella, mudarse a una ciudad, cuanto más densa mejor, y las ciudades más densas, como Manhattan, son las que mejor rendimiento tienen.

El habitante medio de Manhattan consume gasolina a una tasa que el resto de la nación no ha visto desde los años ’20, consumiendo además la mitad de la electricidad de Dallas.

Pero, claro, podemos hacerlo mejor.

Las ciudades canadienses consumen la mitad de la gasolina que las ciudades de EE.UU.

Las ciudades europeas consumen la mitad de eso.

Así que, obviamente, podemos hacerlo mejor, y queremos hacerlo mejor, y todos tratamos de ser ecologistas.

Mi argumento final sobre este tema es que creo que tratamos de ser ecologistas de manera equivocada y soy uno entre muchos que cree que hacer hincapié en los dispositivos, en los accesorios, —

¿Qué le puedo añadir a mi casa?

¿Qué puedo añadirle a lo que ya tengo para tener un estilo de vida más sustentable?

— es algo que ha dominado la discusión.

No soy inmune a esto.

Mi esposa y yo construimos una casa nueva en un solar abandonado en Washington, DC, e hicimos nuestro mejor esfuerzo para limpiar los estantes de la tienda de sustentabilidad.

Tenemos el sistema solar fotovoltaico, calentador de agua solar, inodoros de doble descarga, pisos de bambú.

Un registro de combustión en mi cocina alemana de alta tecnología que al parecer, supuestamente, contribuye con menos carbono a la atmósfera que si se lo dejara solo descomponer en el bosque.

No obstante estas innovaciones…

Eso es lo que dicen en el folleto.


(Risas)
Todas estas innovaciones juntas contribuyen una fracción de lo que contribuimos viviendo en un barrio donde se puede caminar a 3 cuadras del metro en el centro de la ciudad.

Hemos cambiado todas las lámparas por las de bajo consumo, y Uds.

deberían hacer lo mismo, pero cambiar todas las lámparas por otras de bajo consumo ahorra tanta energía al año como mudarse a una ciudad donde se camina, en una semana.

Y no queremos tener esta discusión.

Los políticos y los vendedores temen promocionar la ecología como una «elección de estilo de vida».

No queremos decirle a los estadounidenses, Dios no lo permita, que tienen que cambiar su estilo de vida.

Pero,

¿y si el estilo de vida tuviera realmente que ver con calidad de vida y con algo que quizá todos disfrutaríamos más, algo mejor de lo que tenemos hoy en día?

Pues bien, el estándar de oro de los ránquines de calidad de vida se llama La Encuesta Mercer.

Puede que lo conozcan.

Califican a cientos de naciones del mundo según 10 criterios que ellos creen que aportan a la calidad de vida: salud, economía, educación, vivienda, lo que sea.

Hay 6 más.

Lo hago breve.


(Risas)
Es muy interesante notar que a la ciudad estadounidense mejor ubicada, Honolulu, número 28, le siguen las sospechosas de siempre: Seattle, Boston y todas las ciudades donde se camina más.

Las ciudades del auto del Cinturón del Sol, las Dallas, las Phoenix y, lo siento, Atlanta, estas ciudades no aparecen en la lista.

Pero,

¿a quién le va mejor?

A ciudades canadienses como Vancouver, donde, de nuevo, consumen la mitad del combustible.

Y por lo general ganan las ciudades que hablan alemán, como Dusseldorf o Viena, en las que consumen, de nuevo, la mitad del combustible.

Y vemos esta alineación, esta extraña alineación.

¿Es más sustentable lo que te da más alta calidad de vida?

Yo argumentaría que lo mismo que te hace más sustentable es lo que te da más alta calidad de vida, y eso es vivir en un barrio donde se camina más.

Por eso la sustentabilidad, y eso incluye nuestra riqueza y nuestra salud, puede no ser una función directa de nuestra sustentabilidad.

Pero en particular en EE.UU., estamos contaminando mucho porque desperdiciamos nuestro tiempo, nuestro dinero y nuestras vidas en la autopista, entonces estos 2 problemas parecerían compartir la misma solución, que es hacer que en nuestras ciudades se camine más.

No es fácil de hacer, pero puede hacerse, se ha hecho, y se ha hecho en varias ciudades de todo el mundo y en nuestro país.

Busco un poco de consuelo en Winston Churchill, que lo dijo así: «Se puede contar con que los estadounidenses hagan lo correcto una vez que hayan agotado las alternativas».


(Risas)
Gracias.


(Aplausos)

https://www.ted.com/talks/jeff_speck_the_walkable_city/

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *