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Charla «La conversación que no estamos teniendo sobre abuso digital infantil» de TEDxRiodelaPlata en español.
Necesitamos hablar con los niños sobre los riesgos que enfrentan en Internet, dice el experto en seguridad informática Sebastián Bortnik. En su charla, Bortnik describe el «grooming», el abuso sexual de niños por parte de adultos en Internet, y comparte las conversaciones que tenemos que empezar a tener sobre la tecnología para que nuestros niños estén seguros.
- Autor/a de la charla: Sebastián Bortnik
- Fecha de grabación: 2016-10-22
- Fecha de publicación: 2017-04-05
- Duración de «La conversación que no estamos teniendo sobre abuso digital infantil»: 825 segundos
Traducción de «La conversación que no estamos teniendo sobre abuso digital infantil» en español.
[Este video contiene contenido gráfico.
Se recomienda discreción al espectador.] Este es el Facebook de Nina Rodríguez.
Tenía tres perfiles distintos y 890 chicos de entre 8 y 13 años entre sus contactos.
Estos son fragmentos de una conversación con uno de esos niños.
La conversación es textual y está en el expediente.
Este chico empezó a enviarle fotos íntimas, hasta que su familia se dio cuenta.
La denuncia y posterior investigación permitieron llegar a un domicilio.
Esta era la habitación de la niña.
Nina Rodríguez era en realidad un adulto de 24 años, que tenía la costumbre de hacer esto con muchos menores.
Micaela Ortega tenía 12 años cuando se fue a encontrar con su nueva amiga de Facebook, de su misma edad.
«Rochi de River», decía llamarse.
Se encontró en realidad con Jonathan Luna, de 26 años, quién, finalmente cuando lo atraparon, confesó que la mató, porque la nena no quiso tener relaciones sexuales.
Él tenía cuatro perfiles de Facebook y 1700 mujeres entre sus contactos.
El 90 % eran menores de 13 años.
Estos son dos casos distintos de «grooming»: un adulto se contacta con un menor a través de Internet, y mediante la manipulación o el engaño, los lleva a terrenos sexuales, desde hablar de sexo, hasta compartir fotos íntimas, grabarlo a través de la cámara web, o concretar un encuentro físico.
Esto es el grooming.
Está pasando y está creciendo.
La pregunta es: «
¿Qué vamos a hacer?
«, porque, mientras tanto, los chicos están solos.
Terminan de cenar, se van a la habitación, cierran la puerta, agarran la computadora, el celular, y entran a un boliche, a una disco.
Piensen por un segundo lo que les acabo de decir: están en un lugar lleno de desconocidos y en contexto de desinhibición.
Internet rompió las barreras físicas.
Cuando estamos solos en nuestra habitación y conectamos a Internet, en realidad no estamos solos.
Hay al menos dos motivos por los cuales no nos estamos ocupando del tema o al menos, no de la forma apropiada.
El primero es que estamos seguros que todo lo que pasa en Internet es virtual.
De hecho, lo llamamos así: «el mundo virtual».
Si lo buscasen en el diccionario, algo virtual es algo de existencia aparente y no real.
Y usamos esa palabra para referirnos a Internet: algo no real.
Y ese es el problema con el grooming, que es real.
Adultos degenerados, pervertidos utilizan Internet para abusar de niños y niñas.
Y se aprovechan, entre otras cosas, de que ellos y sus padres piensan que lo que pasa allí, en realidad no pasa.
Hace unos años, con varios colegas, fundamos una ONG: «Argentina Cibersegura», dedicada a concientizar sobre la navegación segura en Internet.
En el año 2013 participamos de las reuniones en la Cámara de Diputados, donde se discutió la Ley de Grooming.
Me acuerdo que para muchos, el grooming era solamente el paso previo para concretar un encuentro físico con los chicos y tener sexo con ellos.
Pero no pensaban que pasaba con los chicos — que eran expuestos a hablar de sexo con un adulto, sin saberlo, que compartían fotos íntimas pensando que las vería otro niño o peor aún, que se exponían atrás de la cámara web — nadie veía eso como una violación.
Estoy seguro de que a muchos de Uds.
les hace ruido pensar que una persona puede abusar de otra sin tocarla.
Estamos formateados para pensarlo así.
Lo sé, porque era igual en mi caso.
Yo era solo un técnico en seguridad informática hasta que me pasó esto.
A finales del año 2011, en una pequeña ciudad de la provincia de Buenos Aires, fue la primera vez que yo escuché un caso.
Después de dar una charla, se me acercaron dos padres cuya hija de 11 años había sido víctima de grooming.
Un adulto la había manipulado para que se masturbe frente a la cámara web y la había grabado.
Y su video circulaba por diversos sitios web.
Ese día, los padres nos pedían entre lágrimas que les demos la receta para eliminar esos videos de Internet.
Me partió el alma, y un poco me cambió para siempre, ser la última desilusión que les decía que ya era tarde: una vez que un contenido está en Internet, ya perdimos el control.
Desde ese día que pienso en esa nena, que se levantaba a la mañana y desayunaba con su familia, que había visto su video, y salía caminando al colegio y se cruzaba con gente que la había visto desnuda, y llegaba, y jugaba con sus amigos que también la habían visto.
Así vivía.
Expuesta.
Por supuesto que nadie violó su cuerpo.
¿Pero no había sido abusada su sexualidad?
Claramente tenemos varas distintas para medir lo físico y lo digital.
Y nos enojamos con las redes sociales, porque enojarnos con nosotros mismos es más doloroso y más sincero.
Y esto nos lleva al segundo motivo por el cual no nos estamos ocupando apropiadamente del tema.
Es que estamos convencidos de que los chicos no necesitan nuestra ayuda, que la «tienen clara» con la tecnología.
Cuando yo era chico, en algún momento me dejaron ir caminando solo a la escuela.
Después de hacerlo durante muchos años de la mano de mis viejos, ese día me sentaron, me dieron las llaves de casa y me dijeron: «Guardalas muy bien, no se las des a nadie, andá y volvé por el camino que te enseñamos, volvé a la hora que te dijimos, cruzá en la esquina, mirá para los dos lados antes de cruzar, y, fundamentalmente, no hables con desconocidos».
Yo la tenía muy clara caminando y sin embargo, estuvo allí la figura del adulto responsable para cuidarme.
Una cosa es saber hacer algo y otra cosa es saber cuidarse.
Imaginen conmigo esta situación: tengo 10 u 11 años, me levanto a la mañana, me tiran las llaves de casa y me dicen: «Seba, hoy te podés ir caminando a la escuela».
Y cuando vuelvo tarde, me dicen: «¡Ah, no! Tenés que llegar a la hora que te dijimos».
Y dos semanas después, al pasar: «
¿Sabés qué?
Tenías que cruzar en las esquinas y mirar para los dos lados antes de cruzar».
Y dos años después: «¡Ah! Y no hables con desconocidos».
Suena ridículo,
¿no?
Así de ridículo nos comportamos con las tecnologías.
Les damos acceso total a los chicos y vemos si algún día, más tarde que temprano, aprenden cómo cuidarse.
Una cosa es saber hacer algo, otra cosa es saber cuidarse.
En la misma línea, cuando damos charlas para padres, es muy común que nos digan que a ellos no les interesa la tecnología, que no les interesan las redes sociales.
Siempre les repregunto si les interesan sus hijos.
Como adultos, acercarnos o no a la tecnología es lo mismo que acercarnos o no a los chicos.
Internet es parte de sus vidas.
La tecnología nos obliga a repensar la relación entre los adultos y los menores.
La educación estuvo siempre basada en dos pilares: la experiencia y el conocimiento.
¿Cómo hacemos entonces para enseñar a navegar seguro en Internet cuando no tenemos nada de esto?
Hoy como adultos, tenemos que guiar a los chicos en terrenos que muchas veces no conocemos, y que para ellos son mucho más amigables.
Es imposible entonces encontrar una respuesta sin hacer cosas nuevas que nos incomoden, que no estamos acostumbrados.
Muchos de Uds.
pensarán que esto para mí es fácil porque soy relativamente joven.
Y mayormente era así.
Era.
Hasta el año pasado, que sentí los años pesados sobre mis hombros la primera vez que abrí el Snapchat.
(Risas)
(Aplausos)
¡No entendía absolutamente nada! Me pareció una red social innecesaria, inservible, inentendible; ¡parecía una cámara de fotos! ¡No tenía un menú con opciones! Fue la primera vez que sentí el abismo que a veces hay entre los chicos y los adultos.
Pero a la vez, fue la oportunidad para hacer lo correcto: incomodarme y obligarme.
Yo había sentido que nunca en mi vida iba a usar Snapchat.
Pero después, le pedí a mi prima adolescente que me cuente cómo lo usaba.
Pero también,
¿por qué lo usaba?
¿Qué le divertía?
Tuvimos una hermosa charla.
Me mostró su Snapchat, me contó cosas, nos acercamos, nos reímos.
Hoy lo uso —
(Risas)
no sé si muy bien, pero lo más importante es que lo conozco y que lo entiendo.
La clave fue animarme a salir del impacto inicial, lanzarme a hacer algo nuevo; algo nuevo.
Hoy tenemos la oportunidad de crear nuevos diálogos.
¿Cuál es la última aplicación que te bajaste?
¿Con qué red social te estás comunicando con tus amigos?
¿Qué tipo de información estás subiendo?
¿Algún desconocido intentó hablar con vos?
¿Podemos tener estas conversaciones chicos y adultos?
Tenemos que obligarnos, todos.
Acá mismo hay muchos jóvenes que nos están escuchando.
Muchas veces cuando les damos charlas en colegios o a través de las redes sociales, los chicos nos preguntan o nos cuentan cosas que no se animaron a contarles aún a sus padres o a sus docentes — a nosotros, que ni nos conocen.
Esos chicos tienen que saber cuáles son los riesgos de navegar en Internet, cómo cuidarse, pero fundamentalmente que eso, como casi todo lo demás, cuando son chicos, lo pueden aprender de cualquier adulto.
La navegación segura en Internet tiene que ser un tema de conversación en cada casa y en cada aula del país.
En una encuesta que hicimos este año, el 15 % de las escuelas indicaron conocer casos de grooming en su institución.
Y el número está creciendo.
La tecnología cambió todos los aspectos de nuestra vida, incluidos los riesgos que enfrentamos, y cómo nos cuidamos.
Y el grooming nos lo viene a mostrar de la manera más dolorosa: metiéndose con los chicos.
¿Vamos a involucrarnos para evitarlo?
La solución empieza por un lugar tan sencillo como este: hablar del tema.
Muchas gracias.
(Aplausos)
https://www.ted.com/talks/sebastian_bortnik_the_conversation_we_re_not_having_about_digital_child_abuse/