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Charla «La crisis de los refugiados es una prueba a nuestro carácter» de TED2017 en español.
En el 2016, 65 millones de personas fueron desplazadas de sus hogares a causa de un conflicto o desastre. Esto no solo es una crisis, es una prueba a lo que somos y a los valores que defendemos, según David Miliband, y cada uno de nosotros tiene la responsabilidad de ayudar a resolverla. En esta charla obligada, Miliband nos habla acerca de maneras específicas y tangibles para ayudar a los refugiados y transformar nuestra empatía y altruismo en acción.
- Autor/a de la charla: David Miliband
- Fecha de grabación: 2017-04-24
- Fecha de publicación: 2017-06-20
- Duración de «La crisis de los refugiados es una prueba a nuestro carácter»: 1118 segundos
Traducción de «La crisis de los refugiados es una prueba a nuestro carácter» en español.
Voy a hablarles acerca de la crisis mundial de los refugiados y mi objetivo es mostrar que esta crisis es manejable y tiene solución.
También quiero que vean que se trata tanto de nosotros y quiénes somos, como de los refugiados que enfrentan directamente la crisis.
Para mí esto no es solo una obligación profesional, porque dirijo una ONG para refugiados y desplazados en todo el mundo, es personal.
Me encanta esta foto.
Ese joven tan atractivo de la derecha, no soy yo.
Ese mi papá, Ralph, en Londres, en 1940, con su padre, Samuel.
Eran refugiados judíos de Bélgica.
Escaparon el mismo día en que los nazis invadieron.
Y también amo esta foto.
Es un grupo de niños refugiados que en 1946 llegaron a Inglaterra desde Polonia.
La de en medio es mi madre, Marion.
La enviaron a empezar una nueva vida en un nuevo país, sola, a los 12 años.
Esto es lo que sé: si la Gran Bretaña no hubiese admitido refugiados en la década de los 40, ciertamente, hoy yo no estaría aquí.
Aún así, 70 años más tarde, hemos vuelto al mismo sitio.
Se habla de muros en construcción, retóricas políticas amenazantes, y la violación de los valores y principios humanitarios en los mismos países que hace 70 años dijeron: «nunca más» al limbo y a la desesperanza para las víctimas de la guerra.
El año pasado, cada minuto 24 personas más huyeron de sus hogares a causa de un conflicto, la violencia o una persecución: otro ataque con armas químicas en Siria, los talibanes generando violencia en Afganistán, niñas secuestradas de sus escuelas en el noreste de Nigeria por Boko Haram.
Estas no son personas desplazándose a otro país en busca de una vida mejor.
Están huyendo por sus vidas.
Es una verdadera tragedia que el refugiado más conocido del mundo no pueda venir hoy a hablarles.
Muchos de Uds.
han visto esta foto.
Muestra el cuerpo inerte de Alan Kurdi, de 5 años, un refugiado sirio que pereció en el Mediterráneo en el 2015.
Pereció junto con otras 3700 personas que trataban de llegar a Europa.
El año siguiente, en el 2016, perecieron 5000 personas.
Ya es muy tarde para ellos, pero no es tarde para millones más.
No es tarde para personas como Frederick.
Lo conocí en el campo de refugiados Nyarugusu en Tanzania.
Es de Burundi.
Quería saber dónde podía terminar sus estudios.
Había terminado 11 años de estudios.
Quería pasar al duodécimo.
Me dijo: «Rezo para que mis días no terminen aquí, en este campo de refugiados».
Y no es muy tarde para Halud.
Sus padres eran refugiados palestinos que vivían en el campo de refugiados Yarmouk fuera de Damasco.
Sus padres eran refugiados y ahora ella es una refugiada en el Líbano.
Trabaja para el Comité Internacional de Rescate que ayuda a otros refugiados, pero no tiene ninguna certeza acerca de su futuro, dónde o cómo será.
Esta charla es sobre Frederick, Halud, y millones más como ellos: la razón por la que son desplazados, cómo sobreviven, qué ayuda necesitan y cuáles son nuestras responsabilidades.
Realmente creo que la cuestión más importante del siglo XXI es nuestro deber hacia el prójimo.
Seremos lo que hagamos por el prójimo Uds.
saben mejor que nadie que el mundo está mucho más conectado que nunca antes, pero aún así, el mayor peligro es que nuestras divisiones nos consumen.
Y la mejor evidencia está en la manera en que tratamos a los refugiados.
He aquí las cifras: el año pasado, 65 millones de personas fueron desplazadas de sus hogares por la violencia y la persecución.
Si fuera un país ocuparía la posición número 21 de los países más grandes del mundo.
La mayoría de esas personas, unos 40 millones, se quedan en sus países pero 25 millones se vuelven refugiados.
Eso significa que cruzan la frontera hacia un país vecino.
La mayoría vive en países pobres, relativamente pobres o de bajos a medios ingresos, como el Líbano, donde vive Halud.
En el Líbano, una de cuatro personas es un refugiado, un cuarto de la población total.
Y los refugiados se quedan por un largo tiempo.
El tiempo promedio que se es refugiado es 10 años.
Visité al que era el campo de refugiados más grande del mudo, al este de Kenia.
Se llama Dadaab.
Se construyó en 1991-1992 como un «campo temporal» para los somalíes que huían de la guerra civil.
Allí conocí a Silo, e ingenuamente, le pregunté: «¿Crees que algún día volverás a tu hogar en Somalia?» Me contestó: «¿A qué te refieres con volver a casa? Yo nací aquí».
Y cuando le pregunté a los directores del campo cuántas de las 330 000 personas en el campo habían nacido allí, esta fue su respuesta: 100 000.
Eso es lo que significa el desplazamiento a largo plazo.
Las causas son profundas: estados débiles que no pueden ayudar a su propia gente, un sistema político internacional mucho más débil que en cualquier otra época desde 1945, y las diferencias en teología, las formas de gobierno y la relación con el mundo exterior, en una gran parte del mundo islámico.
Esos son desafíos generacionales a largo plazo.
Por eso digo que esta crisis es una tendencia, no algo pasajero.
Y es complejo, y cuando hay problemas grandes, complejos y a largo plazo la gente piensa que no se puede hacer nada.
Cuando el Papa Francisco visitó Lampedusa, en la costa de Italia, en el 2014, nos acusó a todos y a la población mundial de lo que llamó «la globalización de la indiferencia».
Es una frase escalofriante.
Significa que nuestros corazones se han vuelto de piedra.
Ahora, no sé, díganme ustedes, ¿podemos discutir con el Papa aun cuando sea una conferencia TED? Aun así creo que no tiene razón.
Creo que la gente quiere hacer una diferencia solo que no saben si hay alguna solución a la crisis.
Y lo que vengo a decirles hoy es que aun cuando los problemas son reales, también lo son las soluciones.
Solución número uno: estos refugiados necesitan trabajar en los países en los que están viviendo, y los países donde viven necesitan una ayuda económica enorme.
En el 2014, se hizo un estudio en Uganda: el 80 % de los refugiados en la ciudad capital de Kampala no necesitaba ayuda humanitaria porque tenía trabajo.
Se les ayudó a conseguir trabajos.
Solución número dos: La educación infantil es una necesidad, no un lujo, cuando se es un refugiado por tanto tiempo.
Los niños se recuperan si reciben apoyo social y emocional apropiado, alfabetización y enseñanza matemática.
Yo mismo lo he visto.
Pero la mitad de los niños refugiados en edad escolar primaria no reciben ningún tipo de educación, y tres cuartos de los jóvenes en edad escolar secundaria, no reciben nada.
¡Es inaudito! Solución número tres: la mayoría de los refugiados viven en zonas urbanas, ciudades, no campos.
¿Que necesitaríamos si fuésemos refugiados en una ciudad? Necesitaríamos dinero para pagar el alquiler o comprar ropa.
Este es el futuro del sistema humanitario o una parte muy importante: darle efectivo a los refugiados para otorgarles poder adquisitivo, lo que ayudaría a la economía local.
Y hay también una cuarta solución, que es controversial pero hay que hablar de ello.
Los refugiados más vulnerables necesitan un nuevo comienzo y una nueva vida en un nuevo país, incluso en el Occidente.
Los números son relativamente pequeños, unos cientos de miles, no millones, pero el simbolismo es enorme.
Este no es momento de prohibir la llegada de refugiados como lo propone la administración de Trump.
Es momento de darle la mano a las víctimas del terror.
Recuerden…
(Aplausos) Recuerden, si alguien pregunta: «¿Han sido bien investigados?», es una buena y razonable pregunta.
La verdad es que los refugiados que llegan para establecerse han sido los más investigados de todos los que llegan a nuestros países.
Así que, si bien es una pregunta razonable, no es razonable decir que un refugiado es sinónimo de terrorista.
Ahora, ¿qué pasa…
(Aplausos) ¿Qué pasa cuando los refugiados no pueden trabajar, inscribir a sus hijos en la escuela, obtener dinero, o conseguir una alternativa legal que les dé esperanza? Pues, se ven obligados a emprender viajes riesgosos.
Hace dos años fui a Lesbos, una hermosa isla griega, con unos 90 000 habitantes.
En un año, 500 000 refugiados habían pasado por la isla.
Quiero mostrarles lo que vi cuando crucé hacia el norte de la isla manejando: un cúmulo de chaquetas salvavidas de aquellos que habían logrado llegar.
Cuando miré de cerca, había chaquetas pequeñas para niños, amarillas.
Y tomé esta foto.
Probablemente no puedan ver lo que dice así que se los voy a leer: «Advertencia: no sirve para prevenir el ahogamiento».
Así que, en el siglo XXI, a los niños se les dan chaquetas salvavidas para llegar a salvo a Europa, aun cuando esas chaquetas no salvarán sus vidas si se caen de la lancha en la que viajan.
Esta no es solo una crisis, es una prueba.
Es una prueba que las civilizaciones han enfrentado por años.
Es una prueba a nuestra humanidad.
Es una prueba para nosotros en el mundo occidental, para demostrar quiénes somos y cuáles valores defendemos.
Es una prueba a nuestro carácter, no solo a nuestra políticas.
Y los refugiados son un caso difícil.
Ellos vienen de sitios distantes en el mundo.
Han pasado por traumas.
Con frecuencia tienen una religión distinta.
Estas son razones por las que deberíamos ayudar a los refugiados, no razones para no ayudarlos.
Y es una razón para ayudarlos porque refleja lo que somos.
Revela nuestros valores.
La empatía y el altruismo son dos de los pilares de la civilización.
Al convertir esa empatía y altruismo en acción viviremos siguiendo un credo moral básico.
Y en el mundo moderno no tenemos excusas.
No podemos decir que no sabemos lo que está ocurriendo en Juba, en Sudán del Sur, o en Alepo, en Siria.
Está allí, en nuestro teléfono, en nuestra mano.
La ignorancia no es ninguna excusa.
Si dejamos de ayudar, demostramos que no tenemos ningún tipo de moral.
También nos revela si conocemos nuestra propia historia.
Los refugiados tienen derechos en todo el mundo por el extraordinario liderazgo occidental de hombres y mujeres estadistas, que se volvieron derechos universales después de la Segunda Guerra Mundial.
Negarles la protección a los refugiados, es negar nuestra propia historia.
Esto…
(Aplausos) Esto también nos muestra que el poder de la democracia es un refugio contra la dictadura.
¿A cuántos políticos has escuchado decir: «Creemos en el poder de nuestro ejemplo, no en el ejemplo de nuestro poder»? Esto quiere decir que nuestros principios valen más que las bombas que lanzamos.
Los refugiados que buscan asilo perciben al Occidente como una fuente de esperanza y un lugar seguro.
Rusos, iraníes, chinos, eritreos, cubanos, han llegado al Occidente en busca de refugio.
Si lo olvidamos sería una lástima.
Y hay algo más que revela de nosotros: si mostramos humildad ante a nuestros errores.
No soy uno de esos que creen que todos los problemas del mundo han sido causados por el Occidente.
Porque no es así.
Pero cuando cometemos errores, debemos reconocerlos.
No es una casualidad que el país que más refugiados ha recibido, EE.
UU., ha recibido más refugiados de Vietnam que de cualquier otro país.
Nos habla de su historia.
Pero hay una historia más reciente, en Irak y en Afganistán.
No se pueden compensar los errores de la política exterior con acciones humanitarias, pero cuando se destruye algo se tiene el deber de ayudar a repararlo y ahora ese es nuestro deber.
¿Recuerdan que al comienzo de la charla les dije que quería explicarles que la crisis de los refugiados es manejable y tiene solución? Es verdad, quiero que piensen de una forma distinta pero también quiero que hagan algo.
Si son un empleadores, contraten refugiados.
Si los argumentos los han convencido, refuten los mitos que escuchen de parte de amigos, familiares y colegas.
Si tienen dinero, donen a la caridad que apoye a los refugiados en el mundo.
Si son ciudadanos, voten por políticos que pongan en práctica las soluciones que he mencionado.
(Aplausos) El deber hacia el prójimo se demuestra en gestos pequeños y grandes, prosaicos y heroicos.
En 1942, mi tía y mi abuela vivían en Bruselas, bajo la ocupación alemana.
Ellas recibieron las citaciones que les enviaron las autoridades nazis para acudir a la estación de tren de Bruselas.
Mi abuela inmediatamente sospechó que algo no estaba bien.
Le imploró a sus familiares que no fueran a la estación de tren de Bruselas.
Sus familiares le dijeron: «Si no vamos, si no hacemos lo que nos dicen nos meteremos en problemas».
Pueden imaginarse lo que le pasó a esos familiares que acudieron a la estación de tren de Bruselas.
Nunca más los vieron.
Pero mi abuela y mi tía se fueron a una pequeña aldea al sur de Bruselas, donde, una década atrás, habían ido de vacaciones y se presentaron ante la casa del granjero local, un campesino católico llamado Monsieur Maurice, y le preguntaron si las podían alojar.
Y él aceptó, y cerca del final de la guerra, me contaron que 17 judíos estuvieron viviendo en la aldea.
Cuando era adolescente le pregunté a mi tía: «¿Puede llevarme a conocer a Monsieur Maurice?» Me contestó: «Sí, sí puedo.
Aún vive.
Vamos a visitarlo».
Debía ser como el año 83, 84, cuando lo fuimos a visitar.
Y creo que pude, pues era apenas un adolescente cuando lo conocí, él era un hombre con los cabellos blancos, pude preguntarle: «¿Por qué lo hizo? ¿Por qué se tomó ese riesgo?» Él me miró, se encogió de hombros y respondió en francés: «On doit».
«Por deber».
Era innato en él.
Era natural.
Y mi punto es que también debería ser natural e innato en nosotros.
Repítanselo, la crisis de los refugiados es manejable, tiene solución, y cada uno de nosotros tiene la responsabilidad personal de hacerlo posible.
Porque esto se trata del rescate de nosotros y de nuestros valores, así como del rescate de los refugiados y de sus vidas.
Muchísimas gracias.
(Aplausos) Bruno Giussani: David, gracias.
David Miliband: Gracias a Uds.
BG: Son sugerencias convincentes y también lo es tu llamado a la responsabilidad individual.
pero hay algo que me inquieta: mencionaste, y estas son tus palabras, el «extraordinario liderazgo occidental» que hace 60 y tantos años originó todas las discusiones sobre los derechos humanos, las convenciones para los refugiados, etc., etc.
Ese liderazgo se produjo después de un gran trauma y ocurrió en un espacio político consensual, y ahora estamos en un espacio político dividido.
De hecho, el tema de los refugiados es una causa de división.
¿De dónde vendrá ese liderazgo hoy en día? DM: Creo que tienes razón al mencionar que el liderazgo que se forjó en la guerra tiene un temperamento y un tempo diferente, y luce diferente al liderazgo que se forjó durante la paz.
Mi respuesta es que el liderazgo tiene que venir desde abajo, no desde arriba.
Uno de los temas recurrentes en la conferencia esta semana ha sido la democratización del poder.
Tenemos que preservar nuestras democracias pero también tenemos que activarlas.
Cuando la gente me dice: «Hay una reacción contra los refugiados», lo que les digo es: «No, lo que hay es una polarización, y en este momento, esos que tienen miedo hacen más ruido que los que no».
Así que mi respuesta a tu pregunta es que apoyaremos, motivaremos y le daremos confianza al liderazgo cuando nosotros mismos nos movilicemos.
Y creo que cuando se está en posición de buscar liderazgo se debe mirar hacia adentro y movilizar la comunidad propia para crear condiciones que conlleven a un arreglo diferente.
BG: Gracias, David.
Gracias por venir a TED.
(Aplausos)
https://www.ted.com/talks/david_miliband_the_refugee_crisis_is_a_test_of_our_character/