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La historia de dos EE.UU. y el minimercado donde chocaron – Charla TED2015

Charla «La historia de dos EE.UU. y el minimercado donde chocaron» de TED2015 en español.

Diez días después del 11-S, un ataque impactante en un minimercado de Texas destrozó las vidas de dos hombres: la víctima y el agresor. En esta charla impresionante, Anand Giridharadas, autor de «The True American», cuenta la historia de lo que sucedió después. Es una parábola de los dos caminos que puede tomar una vida estadounidense, y un llamado potente a la reconciliación.

  • Autor/a de la charla: Anand Giridharadas
  • Fecha de grabación: 2015-03-10
  • Fecha de publicación: 2015-03-24
  • Duración de «La historia de dos EE.UU. y el minimercado donde chocaron»: 1163 segundos

 

Traducción de «La historia de dos EE.UU. y el minimercado donde chocaron» en español.

«

¿De dónde eres?

» dijo el pálido hombre tatuado.

«

¿De dónde eres?

» Es 21 de septiembre de 2001, pasados 10 días del peor ataque en EE.UU.

desde la Segunda Guerra Mundial.

Todos se preguntan por el próximo avión.

La gente busca chivos expiatorios.

El presidente, la noche anterior, promete: «llevar a los enemigos ante la justicia o justicia a los enemigos».

Y en un minimercado de Dallas, un minimercado de Dallas entre tiendas de neumáticos y locales de striptease, un inmigrante de Bangladesh atiende el comercio.

En su país, Raisuddin Bhuiyan se destacó como oficial de la Fuerza Aérea.

Pero soñaba con un nuevo comienzo en EE.UU.

Si debía trabajar allí un tiempo para ahorrar para sus clases de TI y para su boda en 2 meses, lo haría.

El 21 de septiembre ese hombre tatuado entra al mercado.

Tiene una escopeta.

Raisuddin lo sabe: pone el dinero sobre el mostrador.

Esta vez el hombre no toca el dinero.

«

¿De dónde eres?

«, pregunta.

«

¿Disculpe?

«, responde Raisuddin.

Su acento lo delata.

El hombre tatuado, autodenominado verdadero vigilante de EE.UU., le dispara a Raisuddin en venganza por el 11-S.

Raisuddin siente millones de abejas que le pican el rostro.

De hecho, decenas de perdigones impactan su cabeza.

Detrás del mostrador, se va en sangre.

Pasa una mano sobre su frente para retener eso por lo que había jugado todo.

Recita versos del Corán, rogando a su Dios poder vivir.

Siente que está muriendo.

No murió.

Perdió su ojo derecho.

Perdió a su novia.

El propietario, dueño del minimercado, lo despidió.

Pronto no tenía hogar, pero sí deudas médicas por USD 60 000, incluyendo el costo por llamar a una ambulancia.

Pero Raisuddin vivió.

Y años más tarde, se preguntaba qué podía hacer para agradecer a su Dios y ser digno de esta segunda oportunidad.

Llegó a creer, de hecho, que esta oportunidad era un llamado para darle una segunda oportunidad a alguien que podríamos pensar que no merecía oportunidades.

Hace 12 años, yo recién me graduaba y buscaba abrirme camino en el mundo.

Nací en Ohio, hijo de inmigrantes indios, y decidí la rebelión suprema contra mis padres: mudarme al país en el que habían trabajado arduamente para salir.

Lo que pensé sería una estancia de 6 meses en Mumbai, fueron 6 años.

Me hice escritor y me encontré en medio de una historia mágica: el despertar de la esperanza en la mayor parte del llamado Tercer Mundo.

Hace 6 años regresé a EE.UU.

y me di cuenta de algo: El «sueño americano» era próspero, pero solo en India.


(Risas)
En EE.UU., no tanto.

De hecho, noté que EE.UU.

se estaba fragmentando en 2 sociedades distintas: una república de los sueños y una república de los temores.

Y entonces me topé con esta increíble historia de 2 vidas de estos 2 EE.UU.

que chocaron brutalmente en ese minimercado de Dallas.

De inmediato supe que quería aprender más, y que con el tiempo me gustaría escribir un libro sobre ellos, porque su historia era la historia de la fragmentación de EE.UU.

y de su posible recomposición.

Después del disparo, la vida de Raisuddin no fue más fácil.

El día después de admitirlo, el hospital lo rechazaba.

No podía ver con el ojo derecho.

No podía hablar.

Tenía el rostro salpicado de metal.

No tenía seguro, por eso lo rechazaron.

Su familia en Bangladesh le rogaba: «Ven a casa».

Pero él les dijo que tenía un sueño por delante.

Encontró trabajo de telemarketing, luego fue camarero en Olive Garden, porque

¿qué mejor lugar para superar el miedo de los blancos que Olive Garden?


(Risas)
Como devoto musulmán, rechazaba el alcohol, ni lo probaba.

Luego supo que de no venderlo su salario bajaría.

Pensó, como incipiente pragmático estadounidense: «Bueno, Dios no me quiere ver morir de hambre,

¿no?

» Y en poco tiempo, en algunos meses, Raisuddin para Olive Garden fue el mejor vendedor de alcohol.

Encontró un hombre que le enseñó la gestión de base de datos.

Consiguió trabajos en TI a tiempo parcial.

Finalmente, consiguió un trabajo de 6 cifras en tecnología en Dallas.

Pero conforme EE.UU.

empezó a responderle a Raisuddin, él evitó el clásico error de los afortunados: suponer que es la regla, y no la excepción.

De hecho, notó que muchos con la suerte de haber nacido en EE.UU.

quedaron atrapados en vidas sin segundas oportunidades.

Lo vio en el propio restaurante Olive Garden, donde muchos de sus colegas tuvieron historias de horror en su infancia de disfunción familiar, caos, adicción y crimen.

Había oído una historia similar sobre el hombre que le disparó cuando asistió a su juicio.

Cuanto más se acercaba Raisuddin al EE.UU.

que había codiciado desde lejos, más se daba cuenta de que existía otro EE.UU., igualmente real, que escatimaba segundas oportunidades.

El hombre que disparó a Raisuddin creció en ese EE.UU.

más mezquino.

Desde afuera, Mark Stroman siempre fue el alma de la fiesta, siempre hizo que las chicas se sintieran hermosas.

Siempre trabajando, sin importar las drogas o peleas de la noche anterior.

Pero él siempre había combatido sus demonios.

Vino al mundo por las 3 puertas que condenan a tantos jóvenes estadounidenses: malos padres, malas escuelas, malas prisiones.

De niño su madre le dijo que, lamentablemente, había estado a solo USD 50 de abortarlo.

A veces, ese niño iba a la escuela y, de repente, sacaba un cuchillo ante sus compañeros.

A veces, ese mismo niñito estaba con sus abuelos dando de comer a caballos con cariño.

Lo arrestaron antes siquiera de afeitarse, delincuente juvenil, luego la prisión.

Se volvió supremacista blanco ocasional y, como muchos en su entorno, fue adicto a drogas y padre ausente.

Y luego, en poco tiempo, se encontró en el corredor de la muerte, pues en su contra-jihad de 2001 no había disparado a un empleado sino a tres.

Solo sobrevivió Raisuddin.

Extrañamente, el corredor de la muerte fue la primera institución que mejoró a Stroman.

Sus viejas influencias lo abandonaron.

Las personas que entraron a su vida fueron virtuosas y atentas: pastores, periodistas, amigos por correspondencia de Europa.

Lo escucharon, oraron por él, lo ayudaron a cuestionarse.

Y lo llevaron en un viaje de introspección y mejora.

Finalmente, se enfrentó al odio que había definido su vida.

Leyó a Viktor Frankl, el sobreviviente del Holocausto y lamentó sus tatuajes de la esvástica.

Encontró a Dios.

Luego, un día de 2011, 10 años después de sus crímenes, Stroman recibió noticias.

Una de sus víctimas, el sobreviviente, estaba luchando para salvarle la vida.

Ya ven, a finales de 2009, 8 años después del disparo, Raisuddin hacía su propio viaje de peregrinación a La Meca.

En medio de la multitud sintió una inmensa gratitud, pero también un deber.

Recordó su promesa a Dios, mientras agonizaba en el 2001, si vivía, serviría a la humanidad el resto de sus días.

Luego, estuvo ocupado reconstruyendo su vida.

Ahora debía saldar su deuda.

Y decidió, tras reflexionar, que su forma de pago sería una intervención en el ciclo de la venganza entre los mundos musulmán y occidental.

¿Y cómo iba a intervenir?

Perdonando a Stroman públicamente en nombre del Islam y de su doctrina de la misericordia.

Y luego demandando al estado de Texas y a su gobernador Rick Perry para evitar la ejecución de Stroman, lo que le espera a la mayoría de la gente que dispara en el rostro.


(Risas)
Sin embargo, la misericordia de Raisuddin no solo vino de la fe.

Como nuevo ciudadano estadounidense, había llegado a creer que Stroman era producto de un EE.UU.

herido y que no podía recibir una inyección letal.

Esa visión me llevó a escribir el libro «The True American», Un inmigrante que suplica a EE.UU.

que sea tan misericordioso con un hijo nativo como lo fue con uno adoptivo.

En el minimercado, tantos años atrás, no solo enfrentaron a dos hombres, sino dos EE.UU.

Un EE.UU.

que todavía sueña, que todavía se esfuerza, que sigue imaginando que el mañana puede construirse hoy, y un EE.UU.

resignado al destino, que cede al estrés y al caos, con bajas expectativas, que se zambulle en el más antiguo de los refugios: en la comunión tribal de la propia estrechez.

Y Raisuddin, a pesar ser un recién llegado, a pesar de ser atacado, a pesar de no tener hogar y estar golpeado, era habitante a la república de los sueños y Stroman del otro país herido, a pesar de haber nacido con el privilegio de ser hombre, blanco y nativo.

Advertí que las historias de estos hombres eran una parábola urgente de EE.UU.

El país del que siento orgullo de llamar como propio no estaba viviendo una caída generalizada como la de España o Grecia, donde las perspectivas se desvanecen para todos.

EE.UU.

es a la vez el país más y el menos exitoso del mundo industrializado.

Crea las mejores compañías del mundo, y tiene el récord de niños con hambre.

Ve caer la esperanza de vida para grandes grupos, y ostenta los mejores hospitales del mundo.

EE.UU.

es hoy un cuerpo joven alegre, impactado por uno de esos golpes que absorben la vida por un lado, mientras por el otro, todo sigue preocupantemente perfecto.

El 20 de julio de 2011, luego de que un sollozante Raisuddin testificara en defensa de la vida de Stroman, el estado que él tanto amaba lo mató con una inyección letal.

Horas antes, cuando Raisuddin todavía pensaba que podía salvar a Stroman, los dos hombres hablaron por segunda vez en la historia.

Este es un extracto de la llamada telefónica.

Raisuddin: «Mark, debes saber que estoy orando a Dios, el más compasivo y misericordioso.

Te perdono y no te odio.

Nunca te odié».

Stroman: «Eres una persona extraordinaria.

Te lo agradezco de corazón.

Te quiero, hermano».

Aún más asombroso, después de la ejecución, Raisuddin se acercó a la hija mayor de Stroman, Amber, exconvincta y adicta, y le ofreció su ayuda.

«Puede que hayas perdido un padre», le dijo, «pero ganaste un tío».

Él quería que ella, también, tuviera una segunda oportunidad.

Si la historia humana fuera un desfile, EE.UU.

sería un santuario de neón de segundas oportunidades.

Pero EE.UU., generoso en segundas oportunidades para hijos de otras tierras, hoy escatima primeras oportunidades a los hijos propios.

EE.UU.

todavía deslumbra permitiendo que cualquiera se haga estadounidense.

Pero pierde brillo en eso de que cada estadounidense sea alguien.

En la última década, 7 millones de extranjeros obtuvieron la ciudadanía de EE.UU.

Notable.

Mientras tanto,

¿cuántos estadounidenses llegaron a la clase media?

En realidad, la afluencia neta fue negativa.

Vayamos más atrás, y es aún más sorprendente: Desde los años 60, la clase media se ha reducido en un 20 %, principalmente porque las personas dejaron de pertenecer.

Y mi informe de todo el país dice que el problema es más severo que la simple desigualdad.

Observo un par de secesiones del centro unificador de la vida en EE.UU.

Una secesión afluente en ascenso, hacia afuera, en enclaves de élite con educación y una matriz global de trabajo, dinero y conexiones, y una secesión empobrecida en baja, y hacia dentro, con vidas desconectadas, sin salida, con una suerte esquiva.

Y no se consuelen con que son el 99 %.

Si viven cerca de un Whole Foods, si nadie de la familia sirve en el ejército, si les pagan por año, no por hora, si la mayoría de Uds.

terminó la universidad, si ningún conocido usa metanfetamina, si se casaron una vez y para siempre, si no son de los 65 millones de estadounidenses con antecedentes penales si una de estas cosas o todas los describen, acepten la posibilidad de que, en realidad, pueden no saber lo que está pasando y que quizá sean parte del problema.

Otras generaciones tuvieron que construir una sociedad a partir de la esclavitud, superar una depresión, derrotar al fascismo, y a la esclavitud en Mississippi.

El desafío moral de mi generación, creo, es recomponer estos dos EE.UU, elegir la unión sobre la secesión, una vez más.

Este no es un problema de poner o quitar impuestos.

No se resolverá tuiteando con más fuerza, o creando aplicaciones más pulidas, ni creando otro servicio de tostado de café artesanal.

Es un desafío moral que llama a cada uno de nosotros en el EE.UU.

floreciente a apropiarnos del EE.UU.

que se marchita como lo hizo Raisuddin.

Como él, podemos peregrinar.

Y allí, en Baltimore, en Oregón y en los Apalaches, encontrar un nuevo propósito, como hizo él.

Podemos sumergirnos en ese otro país, dar testimonio de sus esperanzas y sus tristezas, y, como Raisuddin, preguntarnos qué podemos hacer.

¿Qué puedes hacer tú?

¿Qué puedes hacer tú?

¿Qué podemos hacer nosotros?

¿Cómo podemos construir un país más misericordioso?

Nosotros, los más grandes inventores del mundo, podemos inventar soluciones para los problemas de ese EE.UU., no solo para el nuestro.

Los escritores y los periodistas, podemos cubrir historias de esos EE.UU., en vez de cerrar oficinas allí.

Podemos financiar las ideas de esos EE.UU., en vez de las ideas de Nueva York y San Francisco.

Podemos poner nuestros estetoscopios en sus espaldas, enseñar allí, ir a la corte allí, hacer allí, vivir allí, rezar allí.

Ese, creo, es el llamado de una generación.

Un EE.UU.

cuyas dos mitades aprendan de nuevo a dar zancadas, a arar, a forjar, a atreverse juntas.

Una república de las posibilidades, retejida, renovada, empieza con nosotros.

Gracias.


(Aplausos)

https://www.ted.com/talks/anand_giridharadas_a_tale_of_two_americas_and_the_mini_mart_where_they_collided/

 

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